domingo, 4 de marzo de 2012

LA FILOSOFÍA EMPIRISTA DE JOHN LOCKE


1.- Vida y obras:

    John Locke (1632-1704) nació en Bristol. Hijo de un funcionario judicial, se educó en su casa hasta que en 1646 ingresó en la Westminster School, donde permaneció hasta 1652, fecha en la que se incorporó a la Universidad de Oxford como alumno de la Christ Church. Acabados sus estudios, fue nombrado profesor de dicha escuela en 1659.
    En Oxford reinaba un escolasticismo por el que Locke sintió aversión, pero la lectura de Descartes le orientó hacia la filosofía. Conoció también allí a Robert Boyle, en cuyo círculo estudió física, química y medicina. Obtuvo el título de médico en 1674 y colaboró con  el médico Robert Sydenham, del que aceptó el fenomenismo, síntesis del empirismo de Bacon y del naturalismo hipocrático.
    Locke fue secretario y médico de Lord Ashley, primer conde de Shaftesbury, defensor de la tolerancia religiosa, de las libertades cívicas individuales, del poder legislativo del Parlamento y fundador del partido whig. Ashley nombró a Locke secretario del Consejo de Comercio y Agricultura. Caído en desgracia Ashley,  Locke volvió a su lectorado de la Christ Church. Su salud delicada le llevó a Francia, donde conoció a Gassendi, cuya filosofía corpuscular adoptó a título de hipótesis. De vuelta a Inglaterra, volvió con Lord Ashley, quien, involucrado en la conjura contra el rey Jaime II, tuvo que huir a Holanda, a donde le siguió Locke, incluido también en una lista de proscritos. Locke volvió a Inglaterra tras la gloriosa revolución de 1688, que instauró a Guillermo de Orange en el trono. Desempeñó el cargo de comisario de Comercio hasta su muerte en 1704.
    Sus obras más importantes son el “Ensayo sobre el entendimiento humano”, “Dos tratados sobre el gobierno civil”, que escribió para justificar la revolución de 1688 y la “Carta sobre la tolerancia”.
        En su obra “Ensayo sobre el entendimiento humano”, Locke se propuso como objetivo investigar:”:…el origen, certeza y alcance del conocimiento humano, así como los fundamentos y grados de la confianza, la opinión y el asentimiento” Introducción.
     Con ello, Locke inició la filosofía crítica moderna como sería practicada después en el siglo XVIII por Kant. Su filosofía no comienza por el Ser, como la filosofía antigua y medieval, sino por el Pensar, senda abierta por Descartes. Locke se propone una investigación psicológica del origen de las ideas de la mente humana, pero también una investigación epistemológica sobre los límites del conocimiento humano y el fundamento de nuestras certezas, así como sobre la distinción entre conocimientos ciertos, probables y opiniones.
    El “Ensayo sobre el entendimiento humano” consta de cuatro partes. En la primera, critica la doctrina de las ideas innatas, en la segunda establece el principio empirista de que todas nuestras ideas proceden de la experiencia, en el tercero se ocupa del lenguaje, de la Semiología o ciencia de los signos y en el cuarto de los límites y de la certeza de nuestros conocimientos.

2.- El empirismo de Locke: origen de las ideas y clases de ideas.
      2.1.- Negación de la existencia de las ideas innatas.  En el Libro I del “Ensayo”, para explicar el conocimiento Locke parte, como Descartes, del Pensamiento, más que del Ser. Se pregunta por el origen de las ideas de nuestra mente.  Como empirista, Locke rechaza la existencia de ideas innatas en la mente humana. Así, según él, no existen ideas innatas ni actualmente (Descartes) ni virtualmente (Leibniz). Para explicar la existencia de ideas en la mente recurre al principio empirista, según el cual todas las ideas de la mente humana proceden de la experiencia  y  al principio de economía, por el que no hay que multiplicar los entes sin necesidad.   No hay, pues ideas innatas  especulativas, como los primeros principios de la lógica, ni ideas innatas éticas, como el Bien. 
         Según el principio empirista, pues, todas las ideas proceden “de la experiencia. Todo nuestro conocimiento descansa sobre ella y deriva, en última instancia, de la misma.” E,2,1,2.
      2.2.- Tipos de experiencia: externa e interna
         Ahora bien, la experiencia es de dos tipos: la experiencia externa y la experiencia interna.
        La experiencia externa se basa en la sensación, es decir en los datos que nos proporcionan los sentidos: “Nuestros sentidos, convergiendo sobre los objetos sensibles, transmiten a la mente varias percepciones distintas de las cosas, según los modos en que tales objetos los afectan…cuando digo que los sentidos transmiten a la mente quiero decir que transmiten a la mente aquello de los objetos externos que produce tales percepciones”. E, 2,1,3; I.
    La experiencia interna se basa en la reflexión, capacidad por la que percibimos nuestras propias operaciones mentales, como percibir, pensar, dudar, sentir o querer.
    Locke distingue entre ideas y cualidades de los objetos. Entiende por idea: “Llamo idea a todo lo que la mente percibe en sí misma como objeto inmediato de percepción, pensamiento o conocimiento; y llamo cualidad del sujeto (objeto) en que radica tal capacidad a la capacidad de producir alguna idea en nuestra mente” E, 2,8,8; I             
    Como se ve, Locke distingue entre las ideas que tenemos de las cosas y de sus cualidades y las cosas de las que tenemos ideas y concibe a las ideas como el objeto inmediato de la percepción, del pensamiento o del conocimiento. De modo que conocemos inmediata y directamente las ideas y conocemos las cosas por mediación de las ideas. Concibe así que el conocimiento es representativo, que el conocimiento es representación de las cosas y de sus cualidades mediante sus ideas en y por la mente. La o las cualidades de las cosas tienen la “capacidad” de producir en nuestra mente sus ideas correspondientes. Locke concibe, pues, implícitamente una relación de causalidad entre las cosas y sus cualidades a las que concibe como causa y sus correspondientes ideas, concebidas como  efectos.

      2.3.- Clasificación de las ideas de la mente: simples y complejas, de sensación y de reflexión.
    Locke clasifica las ideas en diversos tipos según diversos criterios. En primer lugar, por su complejidad, hay ideas simples, como la idea de transparencia, de dureza, de brillante e ideas complejas, como la de diamante, que combina las ideas de  transparencia, dureza y brillantez. Por su procedencia, las ideas simples pueden ser de sensación, originadas en los sentidos, como la idea de color, de calor, de sabor amargo o de reflexión, procedentes de la introspección o reflexión, como las ideas de pensar, percibir, dudar, querer etc… Las ideas pueden proceder, además, de un solo sentido, como el color, el sonido o el sabor (los sensibles propios de Aristóteles) o de varios sentidos, como la forma, el reposo o el movimiento, que percibimos a través de la vista y del tacto. Además, hay ideas, como la de existencia y la de fuerza o poder que percibimos gracias a los sentidos externos, pues percibimos o concebimos cada objeto sensible como existente y a  la reflexión, pues percibimos también la fuerza o capacidad que nos permite mover un brazo. A estas ideas las llamó Descartes “comunes”. Por último,  hay ideas, como las de placer y dolor, que “…entran en la mente por todas las vías de la sensación y de la reflexión” E,2,7,1;2.
    La mente humana es pasiva cuando recibe ideas simples, ya sean de sensación o de reflexión, pues nuestros sentidos nos las imponen queramos o no, pero es activa cuando piensa, combinando  o sintetizando las ideas simples para construir ideas complejas o separando  y  unas ideas simples de otras mediante el análisis. Así, v.g: combinando las ideas simples de blancura, dulzura y solidez construimos la idea compleja de terrón de azúcar.
      2.4.- Clases de ideas complejas: modos, sustancias y relaciones
                Locke distingue tres clases de ideas complejas: los modos, las sustancias y las relaciones.
           2.4.1.- Los modos son “ideas complejas que, aunque son compuestas, no contienen en sí la suposición de que existan por sí mismas, sino que son dependientes de las sustancias o afecciones de las sustancias: a este género pertenecen las ideas representadas por las palabras triángulo, gratitud, asesino etc…” E, 2,12,4;I. Estos modos son ideas complejas, puesto que están formadas respectivamente por tres líneas que cierran un espacio, hombre que mata a otro y sentimiento de deuda a quien nos ha hecho bien, pero, además, se supone que no existen por sí mismas, sino en otro,  a saber, en la mente del geómetra,  en el hombre agradecido o  en el hombre que mata respectivamente.
    Hay dos clases de modos: los modos simples y los modos compuestos o mixtos. Los modos simples son: “variaciones o combinaciones distintas de la misma idea simple sin mezcla de ninguna otra, al revés de lo que ocurre con los modos compuestos, costituidos por ideas simples de varias clases reunidas para formar una compleja” E,2,12,5; I. Son modos simples  son: los números, el espacio, la duración, el movimiento y los colores.
     Los números son modos simples, así el tres surge de repetir tres veces el uno. La idea de espacio procede de los sentidos de la vista y del tacto. Considerado como la distancia entre dos cuerpos se llama distancia. Si se considera la longitud, la anchura y la profundidad se llama capacidad. La idea de espacio común surge de la repetición y adición de la idea simple de espacio. La idea de tiempo procede de la reflexión. Surge de la observación de la  sucesión de las ideas en nuestra mente. La idea de eternidad nace de la repetición ilimitada de cualquier periodo de tiempo, al igual que las ideas de finito e infinito, que se refieren sólo a cosas susceptibles de aumento o disminución  por adición o sustracción, limitada o ilimitadamente.
    Los modos complejos surgen de componer ideas de distinta clase. Así, combinando la idea de forma y color surge la idea de belleza, que es un modo y no una sustancia porque no subsiste en sí misma, sino en alguna cosa. Las ideas de deber y de justicia serían también  modos complejos.
      2.4.2.- La idea compleja de sustancia
            Antes de analizar el origen de la idea compleja de sustancia procede Locke a distinguir tres tipos de cualidades de las cosas: cualidades primarias u originarias, cualidades secundarias y potencias.
               2.4.2.1.- Tipos de cualidades de las sustancias: primarias, secundarias y potencias
    Las cualidades primarias de los cuerpos son ”…aquéllas que son totalmente inseparables de un cuerpo…y de tal naturaleza que las conserva de manera constante en todas las alteraciones y cambios de dicho cuerpo.”  E,2,8,9: I. Además de ser inseparables de los cuerpos, de conservarse en ellos constantemente, Locke añade que nuestros sentidos las encuentran constantemente en ellos, que son modelos realmente existentes en las cosas mismas, que causan o producen ideas simples correspondientes, ideas simples que son semejantes a ellas. Son ideas simples correspondientes a estas cualidades primarias la extensión, la solidez, el reposo, el movimiento y el número.
    Las cualidades secundariasrealmente no son nada en los objetos mismos, sino potencias para producir en nosotros diversas sensaciones por medio de sus cualidades primarias, es decir, por la extensión, la forma y el movimiento de sus partes insensibles” E,2,8,10; I. Son cualidades secundarias los colores, los olores, los sabores, los sonidos etc…
    Las potencias de los cuerpos son las capacidades de estos para producir efectos o cambios de las cualidades de las cosas, como el que tiene el fuego de derretir la cera o de hacer cambiar de color el hierro. Locke asume la teoría corpuscular o atomista de Gassendi y Boyle a título de hipótesis para explicar como se producen en nuestra mente las ideas simples, tanto las correspondientes a las cualidades primarias cuanto las secundarias: “Del mismo modo que se producen en nosotros las ideas de las cualidades originarias, podemos pensar que se producen las de las cualidades secundarias, es decir, por la actuación de partículas insensibles sobre nuestros sentidos…Supongamos, pues, que los diferentes movimientos y formas, volumen, y número de dichas partículas provocan en nosotros cuando afectan a los diversos órganos de los sentidos, esas sensaciones diferentes que nos producen los colores, los olores y los cuerpos” E,2,8,13; I. Así, pues, las  cosas tienen poderes o capacidades para producir efectos, entre ellos  el de afectar a nuestros sentidos y producir modificaciones en ellos que se transmiten a través de los nervios o espíritus animales hasta el cerebro, donde generan nuestras ideas  simples de las cualidades, primarias y secundarias, de las cosas.
    En este punto surge un problema. Si nuestra mente sólo conoce inmediata y directamente las ideas de las cosas, pero no las cosas mismas, ¿ cómo sabemos que existen las cosas? Y ¿cómo  podemos saber que nuestras ideas  simples correspondientes a las cualidades primarias representan fielmente las cualidades primarias, mientras que las ideas simples correspondientes a las cualidades secundarias no lo hacen. G.Berkeley, asumiendo que no tenemos experiencia de la materia, sino sólo de nuestras ideas, concluyó que carece de sentido la distinción cartesiana y lockeana entre ideas correspondientes a las cualidades primarias y secundarias, pues ambas son ideas de nuestra mente, concluyendo que estás no son causadas por las cosas materiales, sino por esa sustancia espiritual infinita que es Dios.
                 2.4.2.2.- Análisis genético-crítico de la idea compleja de sustancia material                         
     Locke analiza la idea compleja de sustancia material desde un punto de vista genético, partiendo de las ideas simples aportadas a nuestra mente por la sensación y por la reflexión. La mente constata que ciertas ideas simples se presentan siempre unidas y al no poder imaginar cómo podrían subsistir por sí mismas, supone que “existe algún substrato donde subsisten y de donde resultan, al cual, por tanto denomina sustancia“. “Por tanto, la idea que tenemos y a la que damos el nombre de sustancia, como no es nada sino el supuesto soporte, pero desconocido, de aquellas cualidades que encontramos que existen y de las que imaginamos que no pueden subsistir sine re substante, sin nada que los soporte, denominamos a este soporte substancia; la cual, según el verdadero sentido de la palabra, significa en nuestro idioma, lo que está debajo o lo que soporta” E,2,3,2; I.
    Así, pues para Locke la idea compleja de sustancia material se refiere a un supuesto soporte desconocido de las cualidades correspondientes a las ideas simples de sensación, que se presentan siempre juntas a nuestra mente. Su existencia es inferida a partir de las ideas simples y del principio de causalidad, por lo que no es una idea clara y distinta como pretendía Descartes. La idea de sustancia es, pues, un mero supuesto. Designa una realidad  desconocida que suponemos que ha de existir como soporte de las cualidades de las cosas. Por lo que, si se  le preguntase a alguien cual es el sujeto que soporta o en el que inhiere el color y éste respondiese que radica en las partes sólidas o extensas y que a éstas subyace, a su vez, como soporte la sustancia, dicha persona sería tan ignorante de la naturaleza de la sustancia como aquel indio que, preguntado por el soporte del mundo, respondió que  dicho soporte era un elefante y que preguntado de nuevo por la base de sustentación del elefante, dijo que era una tortuga y que, preguntado de nuevo por la base en la que se fundamentaba la tortuga, dijo que no lo sabía.
                      2.4.2.3.- Análisis genético-crítico de la idea de sustancia espiritual o alma
    No tenemos una idea más clara de la sustancia espiritual o alma que de la sustancia material. Su origen hay que buscarlo en la reflexión. Como suponemos que las operaciones de la mente como el pensamiento, el razonamiento, la duda, no pueden subsistir por sí mismas y como no aprehendemos de que manera pueden pertenecer al cuerpo o como puede producirlas éste, tendemos a pensar que son las acciones de alguna sustancia a la que damos el nombre de espíritu:
    De ello se deriva  que… una vez que suponemos que existe una sustancia en la que subsiste el pensar, el conocer, el dudar, el poder del movimiento etc, tenemos una noción tan clara de la sustancia del  espíritu como la que poseemos del cuerpo, ya que suponemos que la una es, sin saber lo que es, el substratum de aquellas ideas simples que tomamos del exterior y que la otra pensamos que es, con igual ignorancia de lo que es, de aquéllas operaciones que experimentamos en nuestro interior” E, 3.3.5 ; I .
    La idea de sustancia  espiritual o alma, la idea  que Descartes tenía por la más clara y más distinta, la primera verdad evidente sobre la que Descarte basaba toda su filosofía, es, para Locke, una mera suposición. La inmortalidad del alma, pues, no puede demostrarse y la creencia en ella se basa en la fe y en la Revelación.
                        2.4.2.4.- La idea compleja de Dios
    La idea compleja de Dios se origina en nuestra mente  mediante la combinación efectuada por nuestra mente de una colección de ideas simples de reflexión a las que nuestra mente amplifica y magnifica hasta elevarlas a la infinitud. Es así como, aunque Dios es simple, le atribuimos a esa sustancia infinita y desconocida a la que llamamos Dios las cualidades de la existencia, la duración infinita (eternidad), omnisciencia, omnipotencia etc… “Porque si examinamos la idea que tenemos del Ser Supremo e incomprensible, veremos que las adquirimos de la misma manera que las ideas complejas que poseemos. Tanto la idea de Dios como la de los espíritus separados, están formadas por esas ideas simples que recibimos de la reflexión; por ejemplo, tras haber adquirido las ideas de existencia y de duración a partir de lo que experimentamos en nosotros mismos; o de conocimiento y de potencia; de placer y felicidad y de aquellas cualidades y potencias, las cuales es mejor tenerlas que carecer de ellas; o cuando queremos hacernos una idea, la más adecuada que podemos sobre el Ser Supremo, ampliamos cada una de aquellas ideas con la idea de infinitud, de manera que poniéndolas todas juntas formamos nuestra idea compleja de Dios” E, 2,23, I
    Locke cree poder demostrar la existencia de Dios a partir del conocimiento intuitivo, claro y distinto de la propia existencia. Pero como de la propia existencia no se deduce directamente la existencia de Dios, Locke añade otras dos premisas, también evidentes por intuitivas: “que la simple nada no puede producir nada real” y que yo no soy eterno. Así, pues, como sé que existo, que no existo desde la eternidad y que de la nada nada sale, debe existir un ser que exista desde la eternidad, y que me haya creado. Ese ser no puede ser otro que Dios.
     Añade nuestro autor, siguiendo en ello a Descartes “que tenemos un conocimiento más cierto de la existencia de Dios que de la de cualquier otra cosa que esté fuera de nosotros” E, 4,10,6; II
         2.4.3.- La idea compleja de relación: las relaciones de causalidad y de identidad
   Las ideas de relaciones son también, junto a las de modos y sustancias, ideas complejas Surgen de la comparación efectuada por nuestra mente de dos entes o de dos ideas o de una cosa consigo misma en dos momentos distintos del tiempo.  Más interesado por el problema psicológico del origen de las ideas de relación que por el problema ontológico, concluye que las  ideas de relaciones son puramente mentales   “:…la relación es una manera de comparar o considerar dos cosas juntas, dando a una de ellas o a ambas alguna apelación a partir de esa comparación y algunas veces dando una denominación incluso a la misma relación”  E, 2,25,7;I.
    Establece también explícitamente que una relación “no está contenida en la existencia real de las cosas, sino que es algo extraño a la misma y sobreinducido” E,2,25,7;I. Dice que no pueden existir ideas de relaciones que estén en desacuerdo con las cosas mismas, ya que la relación es un modo de considerar juntas o comparar dos cosas, por lo que, se trata de “una idea de mi propia actividad”.  Las relaciones son externas a los términos o ideas relacionados. Hay términos que expresan relaciones explícitas entre ideas, como “padre”, “marido”, “mayor que”, “igual a” y términos que expresan relaciones implícitas como “viejo”, “perfecto” etc… Añade que pueden cambiar las relaciones sin que por ello cambien las cosas relacionadas. Así, una cosa A, que era grande cuando se la comparaba con B, es pequeña cuando se la compara con C y que todas las cosas pueden ser comparadas con todas las demás, de modo que un sujeto puede ser padre, hijo, marido, tío etc…
    Especial importancia reviste la relación de causalidad, que también procede de la experiencia, es decir, de la observación de que: “varias cualidades y sustancias particulares empiezan a existir y que reciben su existencia de la debida aplicación y operación de algún otro ser” E, 2,26,1. Por ello, llamamos causa a:”Aquello que produce cualquier idea simple o compleja es denotado por el nombre general de causa y aquello que es producido, por el de efecto” E, 2,26,1;I. Así, al observar que la cera, de sólida se convierte en líquida cuando se le aplica calor, llamamos a la idea simple de calor causa de la fluidez de la cera y a esta efecto de aquel o llamamos al fuego causa de la conversión de la madera en cenizas, ambas ideas complejas.
        Con Locke se inicia, pues, el paso de una concepción analítica de la causalidad, en la que se consideraba como una relación racional de deductibilidad del efecto a partir de la causa, a una concepción sintética, donde la causa y el efecto están unidos por un vínculo sobreañadido que permanece exterior a sus términos. Se inicia con él el cambio del concepto de causalidad como una relación interna, característica del racionalismo, según el cual la causa es concebida como razón, a un nuevo concepto de causalidad para el cual la causalidad es una relación externa, establecida por la mente, que culminará en Hume y en Kant, como dice F.Alquie 
    Locke analiza también la relación de identidad y diversidad. Supone que la identidad es una relación que surge de comparar o de relacionar una cosa consigo misma o con otras.
    La identidad dependerá de la naturaleza de las cosas a las que se aplica.  La identidad de una masa de materia consistirá en la cohesión de sus partes y de la forma en la que estén unidas.
    La identidad de las plantas depende de la organización de sus partes constitutivas en un cuerpo coherente que participa de una vida común. La identidad de los animales, semejante a la de las plantas y parecida a la de las máquinas, depende de la organización de las partes para contribuir al fin de la conservación de la vida. La diferencia de los animales y las máquinas, que siguen siendo las mismas aunque se les sustituya una pieza, radica en que mientras a éstas el movimiento les viene de fuera, a aquéllos les viene de dentro. En el caso del hombre, la identidad radica en la participación  en la misma vida continuada de partículas de materia en sucesión, que cambian constantemente, pero están unidas vitalmente en un cuerpo organizado. Un hombre es el mismo cuando hay una continuidad corporal, cualquiera que sean los cambios psicológicos que experimente.
    La identidad personal radica, para Locke en la conciencia. Define a la persona como “un ser pensante, inteligente, dotado de razón y reflexión, que puede considerarse como el mismo ente pensante en distintos momentos y lugares”.E,2,27,11 I. “La identidad personal  alcanza a cuanto la conciencia puede extenderse retrospectivamente hacia acciones y pensamientos” E,2,27.11; I.  De un mismo hombre, es decir, un hombre en el que hay continuidad corporal a lo largo de su vida, si tuviera en el momento t1 una conciencia distinta e incomunicable y en el tiempo t2 otra conciencia distinta e incomunicable con la primera, no podríamos decir que es la misma persona, razón por la cual las leyes no condenan  a una persona cuerda que cometió un crimen en estado de alienación.
      3.- El lenguaje: el nominalismo de Locke
           3.1.- Lenguaje
    En el libro III, analiza Locke el lenguaje como vínculo social, y medio de conocimiento y de comunicación. Nos dice allí que Dios creó al hombre como una criatura sociable, dándole el lenguaje como instrumento y vínculo de la sociedad. A diferencia de los loros, el hombre usa las palabras como “signos de las concepciones internas… como señales de las ideas alojadas en la mente, de tal manera que los pensamientos de las mentes de los hombres se comunicaran de unas a otras” E, 3,1,2; III
    Las palabras son signos de las ideas, no de las cosas y las ideas, que son los objetos inmediatos del pensamiento, son signos que representan a las cosas (representacionismo lockeano). Pero para que las palabras sean útiles para articular el pensamiento y como medio de comunicación, no es suficiente que sean signos de las ideas, sino que esos signos se usen para designar clases de cosas particulares. Así, frente a los términos particulares, que designan ideas particulares, los términos o palabras generales designan ideas generales. Las palabras son signos sensibles de las ideas, que son invisibles. Mediante ellas comunicamos a otros nuestros pensamientos. Las ideas son los significados de las palabras, que son sus significantes. Las ideas son los signos naturales de las cosas. Las palabras que las designan son signos artificiales y convencionales de las cosas, en caso contrario, sólo habría una lengua y no muchas. Los hombres usan el lenguaje para registrar sus ideas, auxiliando así a su memoria y para comunicarlas a los demás hombres, asumiendo que las mismas palabras significan para los demás hombres las mismas ideas, cosa que no siempre es así.
                3.2.- Nominalismo lockeano
    Locke asume una ontología nominalista según la cual “Siendo particulares todas las cosas existentes, tal vez sería razonable el considerar que las palabras, que deben conformarse a las cosas, también lo sean, sin embargo, la mayor parte de las palabras que forman todos los lenguajes son términos generales, lo cual no es negligencia, sino razonable y necesario” E, 3,III,1. Como para Ockam, para Locke  lo que existe realmente es lo particular, pero no puede haber una palabra para cada cosa particular, por ello el lenguaje, además de los nombres propios que designan las cosas particulares, consta de nombres comunes o generales, que designan clases de cosas.
        Las palabras generales no significan una cosa particular o varias cosas particulares sino clases de cosas, pues son signos de las ideas abstractas de nuestra mente. Estas surgen en nuestra mente cuando despojamos a las ideas correspondientes a los objetos singulares de sus rasgos particulares. De ahí se deduce que las esencias de las diversas clases o de las especies de cosas no son sino ideas abstractas construidas por nuestra mente, cuya función es la clasificación de las cosas particulares. Pero aunque las ideas generales son las esencias de las diversas clases o especies de cosas y son construidas por nuestro entendimiento, tienen un fundamento real en la similitud de las cosas, pues la naturaleza, al producir  a éstas, hace a muchas de ellas semejantes, lo que se evidencia en las razas animales y en los seres que se reproducen por simientes.
               3.3.- Esencias reales y nominales
    Locke distingue, pues, dos  significaciones de la palabra “esencia”: las esencias reales y las nominales. Las esencias reales  de las cosas designan aquello en virtud de lo cual algo es lo que es, es decir, la constitución interna de las cosas o sustancias, generalmente desconocida, pero de la que dependen las cualidades de las que tenemos experiencia y pueden descubrirse. Las esencias nominales designan a las construcciones de nuestro entendimiento que son las ideas generales de los géneros y de las especies.
    Acerca de las esencias reales de las sustancias corporales hay dos opiniones, nos dice Locke. La primera, escolástica (platónico-aristotélica), que usa la palabra “esencia” sin saber para qué, suponiendo un cierto número de esencias según las cuales están hechas todas las cosas naturales y en las que participan de manera exacta cada una de esas cosas para llegar a ser de tal o cual especie y la segunda, más racional, que considera que todas las cosas tienen una constitución real, pero desconocida, de sus partes insensibles constituyentes, de las que fluyen las cualidades sensibles que sirven para distinguir las unas de las otras. Esta es la opinión de Locke.   
        Las ideas simples, verdaderos átomos del pensamiento, se adquieren mediante la experiencia. Son indefinibles lingüísticamente, a diferencia de las ideas complejas, que pueden definirse mediante las palabras que designan las ideas simples. Mediante las palabras que designan las ideas simples podemos definir o expresar las esencias nominales de las cosas.
    Además de las palabras que designan clases de cosas, el lenguaje consta de palabras como “es” y “no es”, que nos permiten unir las palabras generales y construir juicios, que ya pueden ser verdaderos o falsos, y de preposiciones  y de conjunciones que nos sirven para precisar nuestras ideas y para unir unas proposiciones con otras. 
      4.- Epistemología o teoría del conocimiento
       La epistemología o teoría del conocimiento de Locke analiza los distintos tipos de conocimientos, su grado de certeza y sus límites. Locke oscila, como dice Copleston, entre una concepción “realista del conocimiento, según la cual el objeto del conocimiento son las cosas y otra “representacionista”, que considera que, si los objetos inmediatos de nuestro pensamiento son las ideas, nuestro conocimiento versaría sólo sobre ellas, aunque en su pensamiento predomina el representacionismo.
    “El conocimiento, nos dice Locke, no es sino la percepción del acuerdo y la conexión o del desacuerdo y el rechazo entre cualesquiera de nuestras ideas, en esto consiste solamente” E, 4,1,1,1,II.
        Pese a su punto de partida empirista, Locke adopta, en su análisis de los grados del conocimiento una perspectiva racionalista cercana al ideal del conocimiento cierto propugnado por Descartes: el conocimiento matemático. Éste  está relacionado con el conocimiento de las relaciones de identidad y diversidad  de las ideas y con el conocimiento de las relaciones entre las ideas de los modos y se basa, como en Descartes, en la intuición y en la deducción o demostración.
    Por intuición “ la mente percibe el acuerdo o desacuerdo de dos ideas de un modo inmediato y por sí misma, sin la intervención de ninguna otra” E,4,2,1,II. Por intuición conocemos que un círculo no es un cuadrado, que tres son más de dos etc. La intuición es el conocimiento inmediato de la conexión entre dos ideas. Es el conocimiento más cierto, más evidente, más claro y más distinto, no susceptible de demostración, aunque toda demostración depende de él.
    Por demostración o deducción, el segundo grado del conocimiento, entiende Locke:…aquel en que la mente percibe el acuerdo o desacuerdo de cualquier idea, pero no inmediatamente” E,4,2,2;II. El conocimiento demostrativo exige encontrar la o las ideas intermedias que conectan entre sí dos ideas. No es tan fácil y evidente como el conocimiento intuitivo, aunque en última instancia se reduce a él, pues, como decía Descartes, una demostración supone la intuición sucesiva de las conexiones entre las ideas. Las diferencias entre la intuición y la demostración radican, como decía Descartes, en que la duda siempre precede a la conclusión, el conocimiento demostrativo no es tan evidente como el intuitivo y en que cada paso en una demostración requiere una evidencia intuitiva, por lo que la conclusión depende de la memoria.
    Además del conocimiento cierto de las matemáticas, basado en la intuición y en la deducción, Locke añade el conocimiento sensible  que, aunque no proporciona un grado de certeza como el racional, nos permite conocer, más allá de todas las dudas escéptica, la existencia de las cosas y sus cualidades fenoménicas.
    En lo que respecta al límite de nuestro conocimiento, Locke sostiene que podemos conocer en cuanto podemos tener ideas, por lo que el conocimiento intuitivo de “identidad y diversidad” no se extiende a todas las relaciones de todas nuestras ideas, e igual ocurre con el conocimiento demostrativo, porque no siempre podemos encontrar inmediatamente las ideas intermedias que nos permitiesen conectar dos ideas dadas.  Las matemáticas, basadas en la intuición  de principios evidentes y en la deducción a partir de ellos, proporciona conocimientos ciertos, universales y necesarios, por no tratar sobre la realidad. Las ciencias naturales (la física de Newton) basadas en el  conocimiento sensible  nos proporciona un conocimiento más estrecho, pues “no va más allá de la existencia de las cosas que actualmente están presentes ante nuestros sentidos” y el conocimiento de la coexistencia es también limitado, porque no captamos la conexión necesaria entre las ideas que se presentan juntas, aunque nuestro conocimiento de ellas puede aumentar con la experiencia. Las ciencias de la naturaleza, al estar basadas en la experiencia sólo pueden proporcionar, pues conocimientos probables, pero nunca necesarios.
    Locke añade a los anteriores tipos de conocimiento el basado en la fe y la revelación divina, que nos proporciona certidumbre de la verdad de las doctrinas reveladas, que no han de ser contrarias a la razón, como la doctrina de la transustanciación.
      5.- La ética y las leyes
    En la ética, Locke también admitió el principio empirista, por lo que tampoco hay ideas morales innatas, sino que también proceden de la experiencia externa o interna, de las ideas simples de sensación o de reflexión.
    Locke define el bien y el mal por referencia al placer y al dolor. Bueno es lo que nos produce placer mental o corporal, malo es lo que nos produce displacer. El bien moral es la conformidad de nuestras acciones voluntarias con determinada ley por la que el placer aumenta para nosotros de acuerdo con la voluntad del legislador.
     Locke distingue tres tipos de ley : la ley divina, la ley civil y la ley de la opinión. La ley divina es la ley establecida por Dios para los hombres. Éstos la pueden conocer por la “luz natural” de la razón o por revelación y deducir a partir de ella todas las consecuencias morales. La ley divina es el criterio último para juzgar las acciones humanas. La ley civil es la que dicta el legislador y la ley de  la opinión es la que establece la sociedad consensuadamente. En caso de conflicto entre ellas, debe prevalecer la ley divina, accesible a la razón y fundamento último de las leyes  y los derechos naturales, ideas obtenidas de Hooker.
      6.- La política: el liberalismo político de Locke
    En su obra “Dos tratados sobre el gobierno civil”, expone Locke su concepción del liberalismo político. Critica en ellas la teoría absolutista del derecho divino de los reyes, según la cual “los hombres no son libres por naturaleza”, por lo que el monarca tiene derecho al poder absoluto.
    Como Hooker, Hobbes y otros teóricos iusnaturalistas, Locke postuló para explicar el origen de la sociedad y del Estado un estado de naturaleza anterior a la organización social y política de los hombres :“El Estado de naturaleza, para hablar con propiedad, se caracterizaba porque los hombres viven junto según la razón, sin que haya en la tierra un superior común para dirimir los conflictos entre ellos” T,3,19. Pero el estado de naturaleza postulado por Locke, no es el estado de guerra de todos contra todos que imaginó Hobbes, sino un lugar en el que los hombres, libres e iguales, viven con arreglo a la ley natural, que impera que “ningún hombre debe dañar a otro en lo que atañe a su vida, salud, libertad y posesiones” E. II,6.
    Esta ley natural que es accesible a los hombres a través de las luces naturales de su razón, les garantiza a estos los derechos naturales a la vida, a la libertad, a la igualdad,  a la propiedad, a la seguridad en el disfrute de su vida y de su propiedad, y a la felicidad. Sin embargo, la  inclinación natural a la autopreferencia egoista y la ausencia de una autoridad  superior que pueda mediar en los conflictos entre las personas, por lo que cada uno puede convertirse en juez y castigar a los transgresores de la ley natural, crea en el idílico estado de naturaleza una situación de potencial enfrentamiento entre los hombres, que los mueve a abandonar el estado de naturaleza y a organizarse social y políticamente por medio de dos pactos o contratos sociales sucesivos, el primero de los cuales funda la sociedad civil y el segundo el Estado.
    Este Estado, constituido mediante un pacto, se legitima por su origen contractual, por  garantízar  los derechos naturales (derecho a la vida, a la seguridad, a la libertad, a la propiedad) de los socios y por su carácter de juez imparcial mediador en los conflictos surgidos en la sociedad civil. De esta teoría contractualista del origen del Estado se deduce que la monarquía tradicional de derecho divino, no originada en un contrato social, parcial y al servicio de las ambiciones y el lujo del monarca, queda radicalmente deslegitimada, al devolver a los hombres al Estado de naturaleza.
      Precisamente porque el Estado tiene su origen  en un contrato social, Locke concede a los ciudadanos el derecho a la rebelión contra el Estado y los gobernantes, cuando estos no cumplan la función para la que fueron elegidos, la de mediar imparcialmente en los conflictos y garantizar los derechos naturales.
     Como liberal, Locke propugnó el gobierno representativo y la división de poderes del Estado. El gobierno ha de ser elegido,apoyado y/o revocado por la mayoría de los ciudadanos. Los ciudadanos deben elegir a sus representantes para formar una Asamblea Legislativa electa. Para la elección del gobierno debe haber elecciones periódicas y frecuentes a las que concurrirán los ciudadanos. Sin embargo, Locke no pensó en un sufragio universal, sino censitario, limitado a los hombres que, por encontrarse por encima del estado de indigencia, puedan elevarse a ciudadanos imparciales preocupados por los intereses generales. Propuso, pues, de hecho un sufragio censitario masculino y estableció la  edad de voto en los veintiún años.
    Defendió también la división de poderes del Estado, concibiéndola como la garantía de los derechos naturales y como medio para impedir el abuso de poder al que los hombres están inclinados por naturaleza. Frente a la posterior división de los poderes del Estado de Montesquieu en legislativo, ejecutivo y judicial, Locke distinguió entre el poder legislativo, residente en la Asamblea Legislativa, elegida por los ciudadanos mediante elecciones periódicas y frecuentes y encargado de hacer las leyes, que debe estar separado  de los otros poderes, el poder ejecutivo o gubernamental, en el que Locke, a diferencia de Montesquieu, incluía el poder judicial y el poder federativo, encargado de las relaciones exteriores del Estado, más tarde integrado en el poder ejecutivo.        
      En su “Carta sobre la tolerancia”, Locke defiende la tolerancia religiosa, es decir, defiende que el Estado debería respetar la libertad de conciencia de los ciudadanos, permitiéndoles profesar la religión que prefieran: ”Más aún, si tenemos que decir abiertamente la verdad y lo que conviene a las relaciones humanas, ni los paganos, ni los mahometanos, ni los judíos deberían ser excluidos del Estado por motivos religiosos” C.T. 
      Sin embargo, para nuestro piadoso autor la tolerancia tiene un límite. No se debería ser tolerante con las religiones intolerantes, entre las que Locke contaba a la católica, a cuyos miembros consideraba representantes de un Estado extranjero, ni con los ateos: “No deben ser de ninguna forma tolerados aquellos que niegan la existencia de una divinidad. Efectivamente, ni una promesa, ni un pacto, ni un juramento, todas esas cosas que constituyen los vínculos de la sociedad, si provienen de un ateo, pueden constituir algo estable y sagrado: eliminando a Dios, aunque sólo sea con el pensamiento, todas esas cosas se disuelven” C.T.

LA FILOSOFÍA DE S. AGUSTÍN

1.- VIDA Y OBRA:
      S. Agustín (354-430), obispo de Hipona, nació en Tagaste, provincia de Numidia, actual Argelia. Fue el más importante de los Padres de la Iglesia cristiana y uno de los primeros artífices de la síntesis entre la filosofía griega y la religión cristiana.
     
      Su padre, Patricio, era pagano, su madre, Sta Mónica, era cristiana, por lo que Agustín fue educado en el cristianismo. Hacia el 365, Agustín se trasladó a Madaura, población predominantemente pagana, donde aprendió gramática y  literatura latina y se apartó del cristianismo. Cuando murió su padre, en el 370, Agustín se trasladó a Cartago y comenzó a estudiar retórica. Allí comenzó a llevar una vida licenciosa, se buscó una amante y tuvo un hijo, Adeodato.

     La lectura del "Hortensio" de Cicerón le inclinó a la busca de la verdad. En esta época, adoptó el maniqueismo, religión  dualista fundada por Manes (  273),  según la cual el mundo es el escenario en el que se libra una lucha eterna entre dos principios cósmicos: el Bien (Ormuz) y el Mal,(Ariman), identificados  respectivamente con la Luz y las Tinieblas y con el alma y el cuerpo. Esta religión para Agustín tenía el mérito de explicar el origen del mal, inexplicable, según él, si se asumía el dogma cristiano de un Dios infinitamente sabio, bueno y poderoso que crea el mundo de la nada.

    En el año 374, volvió a Tagaste con su amante y su hijo y dio clases de gramática y literatura latina. Un año después se instaló en Cartago, fundó una escuela de retórica y conoció al obispo maniqueo Fausto, que no supo solucionarle sus problemas con la certeza. Se trasladó a Roma, donde creó una escuela de retórica y después a Milán. Allí, sin abandonar el maniqueísmo, se orientó hacia el platonismo. Agustín parece que leyó el Fedón platónico, donde se sostenía la teoría de las ideas, la inmortalidad del alma y la anamnesis y el Timeo, donde Platón atribuía al Demiurgo la función de ordenar la materia eterna conforme al modelo de las ideas y fue influido por el escepticismo académico. Leyó textos neoplatónicos, probablemente las Enneadas de Plotino, donde se sostenía que la primera emanación de Dios era el Nous o la Inteligencia en la que se contienen las ideas. El neoplatonismo le inspiró la idea del mal como privación.    

      La lectura de la epístola a los Romanos de San Pablo le convirtió al cristianismo y fue bautizado por S. Ambrosio, obispo de Milán, en el año 387. En el año 391, el obispo de Hipona le ordenó sacerdote y en el 396 acabó siendo obispo de Hipona. Desde su cargo, Agustín combatió las herejías donatista, pelagiana, prisciliana y arriana, sin renunciar para ello a la represión estatal. Murió en el 430, durante el asedio de Hipona por los vándalos.
      De entre su monumental obra destacan “Contra Académicos” (386), “De inmortalitate animae”, las “Confesiones”(410), su autobiografía, “De Trinitate”, “De Libero Arbitrio” (388-395) y “La ciudad de Dios” (426).

      Agustín influyó en la orden franciscana y en toda la filosofía y teología medievales, en especial en S. Anselmo, en S. Buenaventura y en Sto. Tomás. Influyó también  en Calvino, el reformador protestante defensor de la teoría de la predestinación, que según el sociólogo Max Weber, tuvo una considerable influencia en el desarrollo del espíritu capitalista.

    2.- EPISTEMOLOGÍA: EL CONOCIMIENTO

         2.1.- Fe y razón
      Agustín plantea el problema de la relación entre fe y razón. Como creyente de una religión monoteísta y revelada, asume que la actitud del cristiano ha de consistir en tener fe, en creer en las verdades reveladas por los Libros Sagrados,  entre ellas que Dios existe, que el alma es inmortal, que Dios es providente, que Jesús es el hijo de Dios, que se encarnó en un hombre para salvar a la humanidad, que murió por los hombres y que resucitó al tercer día, que es uno y trino etc… La fe consiste en creer en aquello que no se ve, en lo que no es evidente.

      Sin embargo, antes de convertirse al cristianismo, Agustín estuvo influido por el escepticismo académico, heredero de la tradición filosófica grecolatina, que consideraba a la razón, desde Sócrates a los escépticos, como el instrumento de búsqueda de la verdad  y como criterio con el que determinar la verdad de opiniones y creencias, así como el medio de demostración de lo no inmediatamente evidente a partir de lo inmediatamente evidente.

      Agustín pretende conciliar Filosofía y Religión, la fe y la razón, la creencia en aquello que no se ve y no se puede comprobar y la demostración racional, que nos hace ver lo que no es inmediatamente evidente. Considera a la fe como condición de la comprensión racional y sostiene que sin creer en las verdades reveladas a los hombres por Dios, no se podría comprender la verdad: “Nisi credideritis, non intelligetis”. Así pues, Agustín, como más tarde S. Anselmo (1035-1109), considera que hay que creer para comprender la Verdad, y comprender para creer: “Crede ut intelligas; intellige ut credas”, actitud necesaria para la salvación del alma y para alcanzar el Bien Supremo, que no es cismundano, sino transmundano. El buen cristiano alcanzará la beatitud, consistente en la contemplación de Dios, si ha sido predestinado para la salvación, en el más allá, en el cielo, doctrina religiosa que no es compatible con la que hace depender la salvación del alma con el conocimiento de la verdad y con las buenas acciones.


         2.2.- El problema de la certeza

    S. Agustín considera que el conocimiento  de la verdad no es un fin meramente teórico, sino que es un medio para alcanzar  el fin práctico de la beatitud, la verdadera felicidad, que requiere el conocimiento de la verdad de Cristo. La verdadera felicidad no puede radicar en la investigación sin fin de la verdad,  como pensaban Sócrates,  sino en la posesión de la verdad de Cristo. Por eso, S. Agustín se planteó el problema de la certeza  en los siguientes términos: ¿”Cómo es que la mente humana, finita, mutable, alcanza cierto conocimiento de verdades eternas, verdades que rigen y gobiernan la mente y, en consecuencia, trascienden a ésta?  S. Agustín. Contra Académicos.

      Su pretensión, como creyente cristiano, es superar las dudas escépticas que cuestionan todo tipo de creencias. Para ello utiliza los siguientes argumentos:

   1.- En “Contra Académicos”, Agustín sostiene que hasta los escépticos, que sostienen que no puede conocerse la verdad de las cosas, tienen por cierto el principio de no contradicción y no pueden dudar de  verdades lógicas como la ley del ponendo tollens, que dice que en una proposición disyuntiva exclusiva, la verdad de una de las alternativas excluye la verdad de la otra:”Estoy cierto de que o hay un mundo o hay más de uno, y que, si hay más de uno, entonces hay un número finito o un número infinito de mundos” Ibidem.

   2.- Respecto al argumento de los escépticos según el cual no podemos conocer la esencia que se oculta tras las apariencias y que con frecuencia nos confundimos al tomar las apariencias por la verdadera realidad, S. Agustín sostiene que no nos podemos engañar si nos limitamos a afirmar lo que nos parece que son las cosas y no damos el paso de decir que las cosas son como nos parecen. Así,  v.g: no nos equivocaremos si decimos que el remo en el agua nos parece torcido, pero si lo haremos si decimos que lo está realmente, concediendo credibilidad a nuestros sentidos.
  3.- Añade Agustín otro argumento contra los escépticos, al afirmar que el que duda de todo, sabe que duda, por lo que al menos sabe algo a ciencia cierta, a saber que está dudando y el que duda de la existencia de la verdad conoce una verdad, que consiste en saber que está dudando de la verdad.

  4.- En relación con  la  duda de la existencia de las cosas externas, cuestión de la que se ocuparon también los filósofos escépticos, Agustin sostiene que podría dudarse de su existencia, así como de la existencia de Dios, pero que lo que es indudable es que si nos equivocásemos al afirmar que existen o que no existen, no cabría duda de que existiríamos: “Si fallor, sum”.

    De todos estos argumentos agustinianos, que anticipan  los que usa de Descartes en su método de la duda universal, concluye el de Hipona que lo que conocemos por la experiencia interior de la autoconciencia es cierto y que el conocimiento sensible de los objetos materiales es falible, pues tan mutables son estos cuanto los sujetos que los perciben a través de los sentidos corporales. Así, pues, los sentidos no son el punto de partida  adecuado para iniciar el itinerario de ascenso a Dios, sino que hemos de partir de nuestro propio interior, de la conciencia, pues en ella vive la verdad:”Noli foras ire: in te ipsum redi; in interiori homini habitat veritas”. "No vayas fuera de ti y mira en tu propio interior, pues en el interior del hombre habita la verdad".

          2.3.- Los niveles de conocimiento: sensación y conocimiento racional
     Influido por Platón, Agustín considera que la sensación es el grado más bajo del conocimiento y un acto del alma que utiliza los órganos de los sentidos para conocer el mundo. El conocimiento sensible no es verdadero conocimiento, pues los objetos sensibles son tan cambiantes como el sujeto que los conoce, aunque es útil para la vida práctica del hombre. En cualquier caso, el conocimiento sensible, la razón inferior, que el hombre tiene de las cosas materiales es superior al que tienen los animales.

    Los seres humanos enuncian juicios racionales sobre las cosas corpóreas percibiéndolas como copias aproximadas de sus modelos eternos e inmutables, las Ideas. Así, podemos juzgar que “x es bello o justo” porque conocemos la idea eterna  de belleza y de justicia. La razón superior nos permite conocer las Ideas y a través de ellas conocer las cosas materiales, copias imperfectas que participan de ellas. Agustín, siguiendo de cerca a Platón, sostiene que el conocimiento objetivo se justifica por la existencia de las Ideas  y que las verdades eternas en que consiste  dicho conocimiento son universales y comunes a todos los hombres, mientras que el conocimiento sensible es privado y subjetivo,

    Agustín, a diferencia de Platón, que había elevado a las ideas al  mitológico “kosmos noetós”, separándolo de las cosas materiales y elevándolo por encima de la “bóveda del cielo”, y siguiendo los pasos de Plotino, que las había introducido en el Nous, es decir, en la Inteligencia, Mente o primera emanación del Uno o Dios, ubicó las Ideas ejemplares y eternas en la mente de Dios, concibiéndolas como los arquetipos con arreglo a los cuales Dios creó el mundo de la nada.    

    En Agustín encontramos el mismo dualismo platónico, la misma devaluación del mundo material y del cuerpo y el mismo deseo de liberación del cuerpo y de purificación de los sentidos para alcanzar el fin último de la beatitud, pero S. Agustín hace radicar la beatitud en la posesión y visión de Dios. Sin embargo, pese al tono intelectualista de su pensamiento, procedente de Platón, concede primacía al amor “pondus meum, amor meus” y a una relación personal con Dios.

     La salvación eterna del alma presupone el conocimiento de la Verdad Suprema, identificada con Dios. Ésta es, a la vez, inmanente a la mente del hombre y trascendente a ella. Inmanente porque la idea de Dios es como la marca del Creador en la criatura, trascendente porque Dios, creador del mundo y del hombre, aunque ubicuo, no forma parte del mundo y está separado de él.

    2.4.- La teoría de la iluminación.   Agustín distingue una Razón inferior, que nos proporciona conocimientos útiles para la vida en el mundo material y sensible y una Razón Superior que, iluminada por Dios, nos permite conocer la Verdad.  S. Agustín cree que los hombres, cuya naturaleza está corrompida como consecuencia del pecado original, no podrían alcanzar la Verdad por sí mismos, si su razón no fuese iluminada por la luz procedente de Dios. Las verdades eternas nos son dadas gracias a la irradiación luminosa procedente de Dios. Influido por la analogía platónica del Bien-Sol, nuestro autor sostiene que, de la misma forma que el sol ilumina los objetos sensibles para que los ojos puedan verlos, Dios, la luz divina, ilumina los objetos inteligibles para que la razón pueda conocerlas.

3.- ONTOLOGÍA AGUSTINIANA: DIOS Y EL MUNDO

3.1.- Creacionismo 
      Como cristiano, S. Agustín adopta el dogma bíblico creacionista, opuesto a la concepción griega de la eternidad del ser, según el cual Dios, el Ser Supremo, crea el mundo de la nada, a diferencia del Demiurgo platónico, que se limitaba a dar forma a la materia eterna, tomando para ello como modelo las Ideas. Dios crearía así,  para S. Agustín, tanto la materia como la forma de las cosas del mundo. Las cosas creadas son, pues, criaturas nacidas en el tiempo y con el tiempo, fugaces, perecederas y contingentes (son pero pueden no ser, pues su existencia depende de la voluntad de Dios, que no sólo las crea, sino que las conserva).  Dios es un ser eterno e inmutable y  necesario,  no puede no ser.

     3.2.- Ejemplarismo platonizante
Agustín asumió  también la teoría platónica de las Ideas, según la cual el mundo material y sensible es un mundo aparente, una copia imperfecta de las Ideas. Pero la influencia del  neoplatónico Plotino le llevó a concebir que las Ideas existen en la mente de Dios como arquetipos con arreglo a los cuales Dios crea el mundo de la nada. Las Ideas son, pues, los arquetipos o modelos eternos e inmutables de las cosas creadas por Dios, las cuales participan de sus Ideas correspondientes, aunque a diferencia de ellas, sean finitas y perecederas. Las ideas divinas son: “Ciertas formas arquetípicas o razones estables e inmutables de las cosas, que no fueron a su vez formadas, sino que están contenidas eternamente en la mente divina y son siempre iguales. Nunca nacen ni perecen, sino que todo cuanto nace o perece se forma según aquellas” Agustin. De Ideis.
  Dios conocía desde toda la eternidad las cosas que crearía, aunque estas comenzaron a existir tras el acto de la creación divina, con la que comenzó a existir el tiempo. Así, las especie de las cosas creadas tienen sus ideas o rationes seminales en Dios y este ha visto desde la eternidad  a las cosas como reflejos externos y finitos de sus Ideas.

       3.3.-.- Libertad  divina al crear el mundo frente a necesidad
      Dios crea el mundo de la nada libremente, es decir, pudiendo no haberlo creado, decide crearlo. Esta concepción de la creación de Agustín se diferencia de la doctrina de la emanación de Plotino, según la cual todas las cosas proceden  o emanan necesariamente de Dios a través  de las hipóstasis del Nous o Inteligencia, y del Alma, pues si Dios crease el mundo libremente, pensaba Plotino, no sería inmutable. Que Dios crea el mundo de la nada significa, según Agustín, que antes de la creación no había ni materia, ni espacio, ni tiempo, que todas las cosas deben su ser a Dios y dependen de él.

         3.4.- El tiempo
       El tiempo comienza a existir con la creación. Dios queda, pues al margen del tiempo, es eterno. No tiene sentido la pregunta relativa a cuándo creó Dios el mundo. Los elementos constitutivos del mundo son la materia, el tiempo y la forma, las ideas eternas de la mente de Dios. Dios creó una parte de los seres ya en su forma perfecta (los ángeles, el alma y las estrellas), la otra parte está sujeta al cambio, como los cuerpos de los seres vivos. Para explicar el cambio Agustín recurre a la doctrina estoica de los gérmenes originarios o rationes seminales de los estoicos, implantados en la materia y a partir de los cuales evolucionaron los seres vivos, lo que permite explicar la aparición sucesiva de las especies de animales a partir de la absoluta actividad creadora de Dios y salvar la contradicción del Génesis entre las afirmaciones incompatibles siguientes: “El que vive por siempre, creó todas las cosas juntas” y la que sostiene que los peces y las aves aparecieron en el quinto día y el ganado y las bestias en el sexto.

      S. Agustín se pregunta: “¿Qué es el tiempo?- y responde-Si nadie me lo pregunta, lo sé; si quiero explicárselo a uno que me lo pregunta no lo sé? En su análisis del tiempo, S Agustín  le da un giro subjetivista a la antigua concepción del tiempo, según la cual, como decía Aristóteles, “el tiempo es la medida del movimiento según el antes y el después”, al hacerlo depender de la conciencia y al atribuir una importancia decisiva a la memoria. Si tenemos conciencia del tiempo y  de sus dimensiones, del pasado, que ya no es, del futuro, que aún no es y del presente fugaz, ello es posible porque la conciencia humana tiene capacidad para conservar como imágenes en la memoria las huellas que dejan las efímeras impresiones sensoriales y otorgarles así duración. El tipo de rememoración de las imágenes caracteriza las tres dimensiones del tiempo así: “El presente de las cosas idas es la memoria. El de las cosas presentes es la percepción o visión  y el presente de las cosas futuras es la espera”. Agustín. Confesiones. 
     Lo que existe realmente es el presente, pues el pasado ya no es y el futuro aún no es. Es la experiencia del presente la que se retrotrae al pasado mediante el recuerdo y se proyecta al futuro como esperanza o proyecto. Es el espíritu el que produce las dimensiones del tiempo y es olvidándose del pasado y no extendiendo el deseo a las cosas futuras, sino estando atento a las que están delante de nosotros, como el espíritu humano puede recogerse en Dios eterno, del que todo ser obtiene su existencia y reconocerse como partícipe de la eternidad.

        3.5.- Argumentos demostrativos de la existencia de Dios:
S. Agustín, aunque cree  en Dios y no duda de su existencia, elabora los siguientes argumentos para demostrar la existencia de Dios:

1º.-  El argumento platónico de que la Verdad Suprema es el fundamento de las verdades.  Dice S. Agustín, en "De Libero arbitrio", que si la mente aprehende verdades eternas, necesarias e inmutables,  es decir,“…una verdad que no puedes llamar tuya, ni mía, ni de ningún hombre, sino que está presente en todos y se da a sí misma a todos por igual”, entonces, como la mente humana no las constituye, ni puede cambiarlas, sino que se limita a reconocerlas como trascendentes y como gobernando su pensamiento, existe Dios como fundamento de las verdades.
  
2º Agustín usa el argumento según el cual el orden en el mundo exige un Ser que lo ordene: “…el mismo orden, disposición, belleza, cambio y movimiento del mundo y de todas las cosas visibles, proclaman silenciosamente que sólo pueden haber sido hechas por Dios, el inefable e invisiblemente grande, el inefablemente bello” Agustín. La ciudad de Dios.

3º También usa el argumento del consenso universal. La creencia de todos los pueblos en un Dios demostraría su existencia.

 4º Recurre también a un argumento muy parecido  al usado más tarde por Descartes, sostiene que tenemos la idea de un ser infinito y que esta idea no puede haber sido creada por un ser finito como el hombre. De ello deduce que Dios, es la causa de la idea de ser infinito que tiene el hombre.

      En la teología cristiana se suscitó la antinomia entre la omnisciencia de Dios y la libertad del hombre, que  replanteará Boecio en el siglo V. ¿Puede ser el hombre libre, si Dios es omnisciente y sabe, por tanto, que es lo que hará el hombre antes de que lo haga?

   4.- EL HOMBRE

      Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, dotándolo de un cuerpo mortal y perecedero y de un alma inmortal de naturaleza racional, a la que han de someterse las almas inferiores ligadas a los deseos y pasiones. La unión entre el alma y el cuerpo no es contranatural como en Platón, sino natural y querida por Dios. Establece entre el alma y el cuerpo una relación de señorío y servidumbre, al considerar  al hombre como :”…un alma racional que se sirve de un cuerpo mortal y terreno” Agustín. De moribus eccl.

     S. Agustín utiliza los argumentos usados por Platón para demostrar la existencia del alma. El alma es el principio de la vida y como dos contrarios son incompatibles, el alma no puede recibir la muerte. También utiliza el argumento del "Fedón", según el cual si el alma puede conocer las ideas eternas es porque es de su misma naturaleza, por lo que es indestructible e inmortal.  

      Sobre el origen del alma Agustín sostuvo dos tesis. La primera sostenía que era Dios quien creaba el alma de cada persona al nacer ésta. La segunda que es el padre el que transmite el alma al hijo, tesis llamada traducionista, que tenía la ventaja, según Tertuliano, de que permitía explicar la transmisión del pecado original de padres a hijos.

      El  hombre  posee  memoria, entendimiento (intelligentia) y voluntad (voluntas), por lo que es una imagen de la divina Trinidad. El hombre está dotado de una voluntad libre o libre albedrío, que le permite elegir entre el bien y el mal, pudiendo así salvarse o condenarse en función de sus actos. Sin embargo, S. Agustín defendió también la doctrina de la predestinación, según la cual los hombres nacen ya predestinados a salvarse o a condenarse independientemente de sus acciones,  tesis que asumirá el reformista Calvino. El pecado original de Adán y Eva, los primeros padres de la humanidad, consistió en la transgresión de la ley divina. Su consecuencia fue la expulsión del paraíso,  la corrupción de la naturaleza humana y la introducción del mal en el mundo, mal que el maniqueísmo explicaba recurriendo a la lucha entre Ormuz y Arimán y el platonismo apelando a la resistencia de la materia a recibir la forma.  

      El cristianismo, como religión monoteísta que atribuye la creación del mundo a Dios, concibiéndolo como un ser infinitamente bueno, sabio y poderoso, se vio confrontado con la existencia del mal en el mundo. ¿ Cómo es posible que exista el mal en el mundo,si Dios es omnisciente, omnipotente e infinitamente bueno?. Agustín responde a esta pregunta sosteniendo que Dios creó un mundo completamente bueno, pero el hombre, al hacer mal uso de su libre albedrío, elegir el mal y pecar, transgrediendo la ley de Dios, introdujo el mal y el desorden en el mundo. Así pues, el hombre y no Dios es el responsable de la existencia del mal en el mundo.

   5.- LA ÉTICA de S. Agustín es, como la griega, eudemonista. Sostiene que el hombre aspira al bien supremo, a la  felicidad, pero como cristiano, critica el hedonismo epicúreo, que hacía radicar el bien supremo en el placer y dice que no se puede alcanzar mediante la posesión de los bienes materiales, sino que la beatitud sólo puede conseguirse mediante la contemplación de ese ser eterno e inmutable que es Dios y con la unión y posesión amorosa de  Él, hecha posible por la gracia.

     Dios creó al hombre a su imagen y semejanza y sólo gracias a Él  podrá el hombre alcanzar la felicidad. El hombre encuentra el modelo de su conducta en el amor verdadero, que está orientado hacia Dios. Si existe este amor verdadero, no es necesaria otra ley moral. Por eso dice S:Agustín: “Ama y haz lo que quieras”, pero habitualmente los hombres están movidos más por el amor propio que por el amor a Dios, por lo que eligen hacer lo erróneo y pecar.

    S. Agustín concede al hombre libre albedrío, la capacidad de elegir voluntaria y libremente  el bien o el mal, por lo que le hace responsable y culpable de sus actos. Encuentra el fundamento de las leyes morales naturales en Dios y justifica la obligación moral  del hombre a comportarse con arreglo a las leyes naturales, que son de origen divino, apelando a la autoridad de Dios.

 S. Agustín, siguiendo al neoplatónico Plotino, considera que el mal no procede de Dios, que es infinitamente bueno, sino que es privación del bien y de la perfección causada por el pecado. El pecado original, causado por la desobediencia a Dios y por la voluntad de conocer de la que hizo gala Eva, al corromper la naturaleza humana, hace que los hombres tiendan al mal. Por ello, en el orden político es necesario un Estado fuerte que impida el desorden y posibilite la concordia y la convivencia pacífica de los hombres en sociedad. Este argumento se encontrará también en filósofos pesimistas como Hobbes y Schopenhauer.

      Junto a la creencia religiosa en la inmortalidad del alma, y en la existencia de otra vida más allá de la terrenal, el cristianismo sostiene la creencia en la resurrección de la carne tras el juicio final, que acontecerá al final de los tiempos, así como en el cielo y el infierno al que irán respectivamente los predestinados a la salvación y a la condenación eterna.
    
      5.- LA CONCEPCIÓN DE LA HISTORIA

      Agustín expone su concepción de la historia en su obra “La ciudad de Dios” (De civitate dei), que ejercerá una influencia decisiva en la filosofía de la historia europea y sobre la relación entre el Estado y la Iglesia a lo largo de la historia de Occidente.

      La historia de la humanidad se puede comprender, según Agustín, como resultado de la lucha entre dos principios o dos amores: el amor a sí mismo  y el amor a Dios. En estos  principios se fundan, respectivamente, la  ciudad terrena, que S. Agustín simboliza por la Ciudad de Babilonia o la Ciudad de Roma, es decir, con el Estado  y la ciudad de Jerusalén, la Ciudad de Dios, identificada con la Iglesia. Sin embargo, esta identificación del Estado con Babilonia y de la Iglesia con Jerusalén no es completa, ni perfecta, sino más bien simbólica, moral y espiritual, pues los ciudadanos del Reino de Dios, los sacerdotes, pueden desempeñar cargos en el estado terrenal y no dejar de ser buenos cristianos, si trabajan para el Reino de Dios y, por otra parte, también pueden llegar a ocupar la silla de Moisés en la Iglesia los hijos de la pestilencia a del amor propio, sacerdotes corruptos.

     Agustín propone un ideal de Estado teocrático, al proponer que la Iglesia, que es la única sociedad perfecta, debe impregnar al Estado con sus principios, pues aquélla es claramente superior a estel: “Ningún Estado está más perfectamente establecido y preservado que el que se fundamenta y se vincula a la fe y a la concordia firme, cuando el bien más alto y verdadero, a saber, Dios, es amado por todos y los hombres se aman en Él los unos a los otro, sin fingimiento, puesto que se aman unos a otros por razón de Él”.  S. Agustín. Ep. 5,18.
    
    El Estado teocrático es el Estado en el que gobiernan los sacerdotes y el monarca está subordinado al Papa, donde el poder político está subordinado al Estado religioso, o donde hay un matrimonio entre el Trono y el Altar.
  
    S. Agustín considera, pues, que el Estado no encarnará la justicia verdadera y no será verdaderamente un Estado moral a menos que sea un Estado cristiano, pues es el cristianismo el que hace buenos a los ciudadanos, y a los Estados. Pues, se pregunta S. Agustín:”¿Qué son los reinos sin justicia, sino grandes bandas de ladrones y qué es una banda de ladrones sino un pequeño reino? Y, por otra parte, está de acuerdo con el pirata cuando le dijo a Alejandro:”…por lo que yo hago con un pequeño navío me llaman ladrón, y a ti, porque lo haces con una flota, te llaman emperador.”. S. Agustín. De Civitate Dei.

    S. Agustín piensa que la guerra no siempre es mala, de modo que el mandamiento que prohíbe matar no queda infringido por quienes hacen la guerra, si lo hacen bajo la autoridad divina y por aquéllos que ejecutan la pena de muerte de conformidad con las leyes de los Estados. La finalidad de la guerra es lograr una paz justa, pero sólo un Estado en el que prevalece la justicia tiene derecho a ordenar a sus soldados matar. S. Agustín respaldaría el lema militarista “Si vis pacem para bellum”, “Si quieres la paz prepara la guerra”.
    
       Agustín rechazó la concepción cíclica del tiempo dominante en la civilización grecolatina por motivos teológicos y morales y la sustituyó por una filosofía de la historia basada en una concepción lineal del tiempo. Según él, la concepción cíclica del tiempo imposibilita la novedad en la historia y por tanto, la redención y la salvación del hombre y el cumplimiento de la buena nueva evangélica de Jesucristo, Por el contrario, Agustín concebirá el tiempo como un vector con principio y fin, dotado de un sentido y de una finalidad redentora y salvadora, lo que posibilita las virtudes teologales cristianas de la fe y de la esperanza.Dios sería en última instancia el guionista de la tragedia de la Historia humana.



             ¡NO BAJÉIS EL CONTEXTO  SOCIOCULTURAL. YA NO ENTRA!

CONTEXTO HISTÓRICO, SOCIOCULTURAL Y FILOSÓFICO DE .S. AGUSTÍN

1.- CONTEXTO HISTÓRICO

S. Agustín vive  en la época de la decadencia del Imperio Romano, al mando del cual se suceden los emperadores Juliano el Apóstata, que gobernó entre los años 355 y 363 y bajo cuyo mandato se reestableció el paganismo y Teodosio el Grande, que reinó entre los años 378 y 395. Tras la muerte de Teodosio, el Imperio Romano se dividió definitivamente en dos, el Imperio Romano de Occidente, que regentó su hijo Honorio y el Imperio Romano de Oriente del que se encargó su hijo Arcadio. En el año 380, Teodosio declaró el cristianismo la religión oficial del Estado, con lo que se puso fin al politeísmo pagano y se extendió la intolerancia religiosa cristiana. El cristianismo abandona definitivamente  la hostilidad originaria contra el Estado romano, que le había costado las persecuciones bajo los emperadores Decio y Diocleciano y se funde con las estructuras imperiales, convirtiéndose en una religión del Estado.

    Mientras tanto, los “bárbaros”, los pueblos germánicos, se encuentran ya tanto dentro como fuera de las fronteras del Imperio. En el año 410, los visigodos de Alarico saquean Roma y en el año 430, año de la muerte de S. Agustín, conquistan la ciudad africana de Hipona.

2.- CONTEXTO SOCIOCULTURAL

     En un contexto socioeconómico caracterizado por el modo de producción esclavista, se produce el declive económico del Bajo Imperio.

     Durante los primeros siglos de expansión del cristianismo por el Imperio Romano, los Padres Apologistas  de la Iglesia Cristiana defienden su religión de los ataques de los filósofos paganos. En esta tarea destacan S. Ambrosio, Dámaso, Atanasio y el más grande de todos S. Agustín. Los siglos IV y V son los siglos de oro de la Patrística. En ellos se suceden los Concilios de la Iglesia,  los Padres apologistas  definen e imponen la ortodoxia  sobre cuestiones teológicas como la Trinidad, la Virgen María, el pecado original y excluyen, más o menos violentamente, a los heterodoxos y herejes.

      Se van sucediendo los Concilios de  Nicea (325), donde se condena a Arrio, que sostenía la herejía de que Jesucristo, el Hijo, no era de la misma naturaleza que el Padre, sino una criatura suya inferior,  de Constantinopla I (381), donde se vuelve a condenar el arrianismo, de Cartago (418), donde S. Agustín combatió el pelagianismo, doctrina defendida por el monje bretón Pelagio, que sostenía que no hubo pecado original, por lo que la redención de Cristo no fue necesaria, el de Éfeso, (431), donde se condenó el nestorianismo, que siguiendo a Nestorio, patriarca de Alejandría,  negaba  la divinidad de Jesucristo, que al haber nacido de mujer, no podía ser Dios, aunque fuera muy perfecto, de Calcedonia (451) etc…
   
     S. Agustín participó también en la condena del donatismo, herejía defendida por Donato (S.IV), obispo de Cartago, que defendía que sólo los sacerdotes de vida intachable podían administrar los sacramentos y la eucaristía y para el que los sospechosos de haber traicionado a la fe durante la persecución de Diocleciano eran indignos de administrar los sacramentos. También condenó el priscilianismo, defendido por Prisciliano (S.IV), que instaba a la Iglesia a abandonar la opulencia y a volver a unirse a los pobres, condenaba la esclavitud y reclamaba libertad para que la mujer desempeñase cargos en la Iglesia 

3.- CONTEXTO FILOSÓFICO
    Durante los primeros siglos de expansión del cristianismo por  el Imperio Romano se fueron difundiendo también, gracias a los preceptores griegos de las familias patricias romanas y al contacto cultural que los romanos mantenían con la Grecia conquistada y sometida al Imperio, todas las corrientes filosóficas de la época clásica y helenística.
     El epicureísmo estuvo representado por Lucrecio Caro Tito (98-55), que escribió un compendio de la filosofía materialista y atomista en su obra De la naturaleza de las cosas.
    También tuvo eco en la cultura romana la filosofía cínica de Antístenes, Diógenes y Crates.
    El estoicismo estuvo representado por Panecio (185 a. C-110) y Posidonio, (135 a. C-51 a, C) quienes lo introdujeron en Roma y por Séneca, (4-65) preceptor de Nerón, el emperador Marco Aurelio (121-180) y por el esclavo Epicteto (55-135).
     S. Agustín conoció y pudo leer el Fedón y el Timeo de Platón y estaba familiarizado con los argumentos utilizados por el escepticismo académico  de Arcesilao (315-240 a d C)  y Enesidemo (80 a. C-240 a. C).
     Aristóteles era menos conocido  y su filosofía era incompatible con algunos de los dogmas del cristianismo, como el de la creación y el de la inmortalidad del alma.
    El Neoplatonismo, fundado por Plotino (205-270), ejerció una importante influencia en la  incipiente teología cristiana, influencia que siguieron ejerciendo sus discípulos Porfirio (232-304), que publicó las Enéadas de Plotino y una biografía de su maestro, y Proclo (410-485)