miércoles, 12 de octubre de 2011

PLATÓN (428- 347a. C.)

PLATÓN (428- 347a. C.)
1.- VIDA
Platón nació en Atenas en el año 428 a. C. en el seno de una antigua familia aristocrática ateniense. Cuando Platón nació, hacía tres años que las guerras del Peloponeso habían comenzado. Cuando éstas acabaron con la derrota de Atenas, Platón contaba 27 años. Fue, pues, testigo de la derrota y decadencia del Imperio ateniense, de la Dictadura de los Treinta tiranos, en la que participaron parientes suyos, y de la muerte de Sócrates, condenado a muerte en la democracia restaurada. Ya viejo, Platón pudo ver la expansión hacia el sur del naciente Imperio macedónico de Filipo de Macedonia, cuyo hijo, Alejandro, participó en la batalla de Queronea, que derrotó a la Liga Helénica en 340 a. C. e impuso la hegemonía macedónica sobre la Hélade.
En el año 399 a. C., Platón abandonó Atenas y visitó Megara, donde fue acogido por el filósofo Euclides, Cirene y Egipto. A los cuarenta años, Platón estuvo en Sicilia, visitando a algunos miembros de la escuela pitagórica. Allí hizo amistad con Arquitas. Invitado a la corte de Dionisio I en Siracusa, Platón intimó con Dión. Después de algún tiempo, Platón cayó en desgracia, fue expulsado de la ciudad y vendido como esclavo en Egina, en guerra con Atenas. Allí lo rescató Aníceris, quien lo envió libre a Atenas.
De vuelta en Atenas, en el 387 a.C. Platón fundó una escuela en el parque del héroe Academo, por lo que fue llamada Academia. La Academia platónica, que continuó existiendo hasta  que  fue cerrada en el año 529 por un decreto del emperador Justiniano, se convirtió pronto en uno de los centros culturales más importantes del mundo griego antiguo.
La Academia fue un centro de investigación y enseñanza, cuya organización remedaba la de las comunidades pitagóricas. Como en ellas, en la Academia se cultivaron disciplinas como las matemáticas, la astronomía, las ciencias físicas. La Academia pretendía también formar buenos políticos con una sólida formación científica, que debía culminar con la iniciación en la más elevada de las ciencias: la dialéctica.
Platón volvió a Siracusa dos veces más, la primera en el 369 a. C. y la segunda en el 361con la esperanza de influir en la educación de Dionisio II, pero  ambas veces fracasó y volvió a Atenas. Allí prosiguió sus investigaciones filosóficas en la Academia hasta su muerte en el año 347 a.C.
2.- OBRA:
Platón es el primer filósofo griego cuyas obras se conservan. Están escritas en forma de diálogos y en casi todos ellos el protagonista principal es Sócrates. Los diálogos platónicos son piezas literarias de extraordinaria gracia, poesía y fuerza dramática, además de ser la más perfecta expresión de un nuevo género literario cuya invención muchos le atribuyen a Platón: la filosofía.
Entre los diálogos más célebres de Platón están El Banquete, donde se habla sobre la belleza y el amor, el Fedón, que trata sobre la inmortalidad del alma, la teoría de la anamnesis y la existencia de las Ideas, la República, donde Platón delinea su utopía política, que luego modificará en el Político y en las Leyes y el Parménides, donde Platón somete a crítica su propia teoría de las ideas.
 3.- CONTEXTUALIZACIÓN FILOSÓFICA DE LA FILOSOFÍA DE PLATÓN.
Platón, que como muchos otros jóvenes aristócratas ateniense tenía intención de dedicarse a la política, renunció a ella, según cuenta en la Carta VII, por la decadencia y la corrupción de las costumbres que dominaba en la Atenas de su época, que había condenado a muerte al más justo de los hombres, a su maestro Sócrates. Platón atribuyó la degeneración y decadencia de su patria al abandono de las antiguas creencias y costumbres de los antepasados y responsabilizó de ella a la difusión en Atenas de la filosofía natural materialista y a las nuevas ideas de los sofistas.
La filosofía natural materialista explicaba la naturaleza de las cosas sin apelar a los dioses, atribuyendo la formación del mundo a la combinación fortuita y azarosa de los cuatro elementos, como Empédocles, o a la combinación de los átomos como Demócrito, o a la organización mecánica de las homeomerías, como Anaxágoras. Además, algunas de estas doctrinas negaban la inmortalidad del alma, como el materialismo democríteo.
Por otra parte, sofistas como Pródico habían dicho que los dioses son creaciones humanas, fruto de la divinización de las fuerzas de la naturaleza y de los benefactores de la humanidad, o que eran invenciones de políticos astutos para mantener el orden social, como Critias o que no se podía conocer su existencia y su naturaleza, como Protágoras. Éste, además, había cuestionado el conocimiento de la verdad, haciendo de ella algo relativo, bien al individuo, bien a la sociedad, que es la que define que es bueno y qué es malo. Otros sofistas, como Trasímaco hacían depender la justicia de la voluntad del más fuerte etc...
Todas estas doctrinas habían creado un clima de degeneración y de decadencia política en Atenas. Platón creyó que había llegado el momento de restaurar la filosofía y basar en ella un nuevo orden social y político. Su filosofía se dirige a regenerar la recta opinión y a reconstruir un Estado justo. Por ello, la recta filosofía, soporte de un nuevo Estado perfecto, ha de combatir las causas ideológicas del desorden moral: el materialismo de la escuela jónica y el relativismo de la sofística.
4.- TEORÍA DE LAS IDEAS
La teoría de las Ideas es la columna vertebral en la que se apoya todo el pensamiento de Platón: su teoría del ser u ontología, su teoría del conocimiento o epistemología, su antropología y su concepción del Estado.
La palabra castellana "idea" procede etimológicamente de los términos griegos "idea" y "eidos", que significaban en la lengua griega usada por Platón "forma", "semblante", "aspecto que ofrecen las cosas o las personas. Está relacionada con el verbo griego "eidein", que significaba ver. Por ello, algunos historiadores de la filosofía hablan también de la teoría de las Formas.
Aristóteles, el gran discípulo de Platón, dice en su Metafísica que la teoría de las Ideas de Platón surgió cuando éste concedió existencia separada a los conceptos éticos que Sócrates intentaba definir. Sócrates creía que todas las cosas buenas, bellas, justas, debían poseer una forma común en virtud de la cual eran tales. Sócrates pretendía definir esa forma común compartida por las múltiples cosas buenas, bellas y justas, pero no pensó que esa forma común existiese separada de las cosas bellas, buenas o virtuosas. Platón, por el contrario, de creer a Aristóteles, habría pensado que la forma común compartida por todas las acciones buenas o por todas las cosas bellas, no es un mero concepto general, sino que tiene existencia real y que, además, esa Forma o Idea está separada de y es trascendente a las diferentes cosas particulares que son buenas, bellas y justas. Así,  además de las múltiples cosas buenas, bellas, y justas, existirían las Ideas de Bien, de Belleza y de Justicia. Las cosas particulares serían buenas, bellas, justas en la medida en que tomasen parte o "participasen" de las Formas eternas e inmutables de Bien, Belleza, Justicia etc...
Pero no sólo Sócrates influyó en la configuración de la teoría de las Ideas de Platón. También Heráclito lo hizo a través de su discípulo Cratilo,  que, al parecer, fue maestro de Platón cuando éste era joven. Cratilo mantuvo un heraclitismo radical que afirmaba que el mundo natural estaba sometido a un devenir constante, lo que imposibilitaba su conocimiento. Influído por Cratilo, Platón consideró que el mundo natural, sometido al "panta rei" heraclitiano, percibido a través de los sentidos, constituía una realidad aparente, objeto de opinión, pero no de conocimiento y que además del mundo sensible, sometido al devenir permanente, existía otro mundo, el mundo de las Ideas, constituído por entidades eternas, perfectas e inmutables, que eran la verdadera realidad y el auténtico objeto de conocimiento. Tesis que recoge la influencia de Parménides, quien sostuvo que el Ser es uno e inmóvil, eterno e inmutable.

  4.a.- La ontología platónica y la teoría de las Ideas
La teoría de las Ideas, pues, desdobla el mundo en un mundo material, físico, percibido por los sentidos y sometido al devenir, al que Platón considera un mundo aparente y un mundo inmaterial, metafísico, accesible sólo a través del pensamiento, que Platón considera el mundo verdadero. Mantiene así que hay dos mundos, dos clases de seres:  el mundo de los seres sensibles, percibidos por medio de los sentidos y el mundo de los seres inteligibles  o Ideas, captables sólo a través del pensamiento.
    4.a.1.-Características de los seres del mundo sensible:
-Platón llama mundo sensible al conjunto de las cosas de la naturaleza que percibimos por medio de los sentidos.
- Los seres del mundo sensible son un conjunto de seres materiales, particulares y concretos, que ocupan un lugar en el espacio y son finitos temporalmente, nacen y perecen y padecen todo tipo de cambios. Por ello, los seres naturales son una mezcla de ser y de no ser. Cada uno de ellos es lo que es, pero también es lo que no es, pues sino no podría cambiar. Por ello, los seres naturales no son idénticos a sí mismos. Están sometidos al devenir
- Los seres naturales  del mundo sensible, en la medida en que devienen no constituyen el ser verdadero, pues sólo es en verdad lo que no deviene y lo que deviene no es en verdad. Platón se referirá a ellos como seres aparentes.
4.a.2.- Características de las ideas
   Si el mundo natural, que percibimos a través de los sentidos no es el mundo verdadero por estar sometido al devenir ¿cuál es entonces el mundo verdadero?  La respuesta platónica es: el mundo de las Ideas. Éstas se caracterizan por las siguientes propiedades:
- Las Ideas o Formas son realidades inmateriales, inextensas y por tanto no espacio-temporales. Pertenecen a una dimensión metafísica, situada más allá de la physis o naturaleza. Hablando poéticamente, dice Platón que las Ideas están situadas en el "Hiperuranios topos", "más allá de la bóveda del cielo".
- Las Ideas son eternas e inmutables como el Ser de Parménides, existen desde y para siempre, no están afectadas por el tiempo, que es la dimensión de los seres naturales, que nacen y perecen.
- Las Ideas, en la medida en que no devienen, son el ser verdadero, en oposición a las cosas naturales, que, sometidas al devenir, no son seres verdaderos, sino aparentes. Platón mantiene que las Formas son el ser verdadero o la esencia de las cosas materiales. Éstas son o existen y son lo que son en la medida en la que participan de sus correspondientes Ideas. Las Ideas serían, pues la causa formal de las cosas particulares. 
- Las Ideas son arquetipos o modelos de las diferentes clases de cosas naturales. Éstas son meras copias imperfectas y perecederas de sus modelos eternos. En la República, dice Platón que la relación que hay entre las Ideas y las cosas materiales es análoga a la que existe entre la idea de cama que tiene en su mente el carpintero antes de construirla y la cama que construye plasmando la idea de cama en la madera.
- Las Ideas son universales, es decir, formas vacías de cualquier rasgo o característica individual, que contienen sólo los rasgos o propiedades comunes a una multiplicidad de individuos de la misma clase. Así, v.g: la Idea de triángulo  contiene sólo la forma común a los triángulos de todos los tipos: rectángulos, acutángulos, obtusángulos, equiláteros, isósceles y escalenos, pero, por eso mismo, excluye las características particulares y diferenciales de cada uno de ellos.
- Las Ideas están separadas de y son trascendentes a las cosas particulares del mundo sensible. Entre el mundo de las Ideas y el de las cosas sensibles existe un abismo, una separación, una diferencia de naturaleza. Aquéllas constituyen el ser verdadero, éstas el ser aparente. Aquéllas son eternas, éstas perecederas. Aquéllas son universales y necesarias, éstas particulares y contingentes. Veremos en el próximo tema que Aristóteles criticará a su maestro Platón por considerar a las Ideas trascendentes a y separadas de las cosas naturales.
- Las Ideas son entidades realmente existentes, es decir, pese a que la palabra "Idea" que utiliza Platón para referirse a las auténticas realidades pudiera sugerir que las Ideas son meros, conceptos  generales o representaciones subjetivas con las que las personas piensan en la realidad, Platón caracteriza a las Ideas como entidades reales, que existen independientemente del pensamiento de las personas, de modo que las Ideas existen independientemente de que sean o no pensadas por las personas. Platón es, al igual que los filósofos griegos en general un filósofo realista, como vimos en el tema anterior, que considera que la realidad, en su caso, las Ideas, existen independientemente del sujeto. Sin embargo, el alma racional de las personas, lo que nosotros llamaríamos su mente, está provista de una serie de ideas que el alma adquirió cuando habitó en el mundo de las Ideas, del que fue expulsada por un pecado que cometió allí.
2.- La relación entre lo sensible y lo inteligible: el Demiurgo y el origen del Cosmos
Platón establece una relación de imitación (mímesis) y de participación (méthexis) entre ambos mundos, el mundo de las Ideas o inteligible y el mundo sensible, entre las Ideas, modelos eternos, inmutables y universales y las cosas particulares que percibimos sensorialmente, concibiendo a éstas como "copias" imperfectas de aquéllas. En el Timeo, diálogo de vejez, intenta Platón proyectar luz sobre la relación entre lo sensible y lo inteligible, lo particular y lo universal, valiéndose de una metáfora artesanal.
 El Universo físico, nos dice allí, exige tres principios: la materia, la forma y la causa que da forma a la materia, el Demiurgo, especie de arquitecto divino que organiza y da forma a la materia eterna de la que está hecho el universo. Para ello, el Demiurgo toma como modelo las Formas eternas e inmutables existentes en el mundo de las Ideas, análogamente a como el artesano para modelar la materia que trabaja, toma como referencia un diseño previo de la cosa que quiere construir.
3.- Clases de Ideas:
a) Ideas de conceptos morales y estéticos
 Hemos visto hasta ahora que entre las Ideas y las cosas sensibles, entre los universales y los particulares, entre el mundo verdadero y el aparente, entre el mundo de arriba y el de abajo existe una relación de participación, que se basa en la acción ordenadora del Demiurgo. Ahora demos un paso más y preguntémonos ¿de qué cosas hay Ideas?. Si Aristóteles explica correctamente la génesis  de la teoría de las Ideas de Platón, las primeras Ideas cuya existencia habría concebido Platón serían las Ideas de Bien, Belleza, Justicia y, en general, las relativas a los conceptos generales del discurso ético. Platón creyó que la única forma de superar el relativismo subjetivista de los valores sostenido por los sofistas era afirmar la existencia de las Ideas eternas e inmutables de Bien, Justicia y Belleza, cognoscibles por la razón, cuyo conocimiento es la condición de que puedan juzgarse incondicional y absolutamente como buenas, justas y bellas las acciones de las personas y las instituciones. Asímismo, el conocimiento objetivo de las Ideas de Bien y de la  Justicia permitirá al filósofo organizar un estado perfecto, vacunado contra la enfermedad del devenir y de la degeneración.
b) Ideas de objetos geométricos
Platón postuló también la existencia de Ideas relativas a los objetos matemáticos para fundar sobre una base sólida y estable las verdades matemáticas. Platón era de la opinión de que si no existiesen las Ideas  separadas y perfectas correspondientes a los múltiples e imperfectos círculos, cuadrados etc... que los geómetras dibujan  al hacer sus demostraciones, la matemática, no sería una ciencia constituida de verdades universales y necesarias. Pero como tal ciencia existe y está formada de juicios ciertos e incontrovertibles, las Ideas de objetos matemáticos, perfectas, inmutables y eternas existen.
c) Ideas de todas las clases de cosas
     A pesar de ciertas reticencias,  Platón reconoció  en el Parménides la existencia de Ideas correspondientes a cada clase o tipo de cosas, no en vano otro de los nombres que utiliza Platón para designar a las Ideas es "genos", género.
Así, existiría una única Forma para cada clase de cosas, en la que participarían todos y cada uno de los individuos pertenecientes a cada una de ellas. De este modo, v.g: todos y cada uno de los triángulos, ya sean rectángulos, acutángulos, obtusángulos, ya tengan tal o cual dimensión participarían de la Idea única de triángulo. Todas y cada una de las acacias participarían del arquetipo único de la acacia en sí. Las múltiples entidades individuales de cada género y especie mantienen, por así decirlo, una relación "vertical", de participación, con sus Ideas correspondientes. Las semejanzas perceptibles entre las cosas particulares del mismo tipo, pertenecientes al mismo género y especie, tendrían, de ese modo, su fundamento  en que todas ellas participarían de una misma Forma. 
Pero, además existirían Formas correspondientes a las diferentes propiedades de las cosas y a las diferentes relaciones. En efecto, si podemos decir que "X es blanco" es porque reconocemos en el objeto X la Forma eterna e inmutable de la blancura en sí, y si podemos juzgar que "a y b son iguales" es porque tenemos un conocimiento de la Idea de igualdad en sí, que vemos realizada imperfectamente en esos dos objetos.
Hemos dicho que las entidades particulares participan de las Ideas. Esto quiere decir que cada cosa, cada entidad particular participa de un número indeterminado de Ideas. Cada cosa participará de tantas Ideas cuantos predicados puedan serle atribuidos con verdad en el discurso. Si podemos decir, v.g: que Sócrates es blanco, griego, sabio etc... será porque participa de las Ideas de blancura, greceidad, sabiduría etc...
d) El orden jerárquico de las ideas     
No sólo las cosas particulares del mundo sensible participan de las Ideas y están subordinadas a ellas, sino que también en el mundo de las Ideas existe orden, una jerarquía y subordinación de unas Ideas a otras. Las Ideas participan unas de otras y se comunican entre sí, aunque no todas se comunican con todas. Precisamente la comunicación de unas Ideas con otras, la participación de unas Ideas en otras es lo que hace posible que podamos hablar y decir así lo que las cosas son. El lenguaje con el que hablamos de las cosas, con el que decimos lo que es, es el medio que desencubre y desvela el ser, la verdadera articulación de las Ideas.
La Idea suprema del mundo ideal, la Idea situada en el peldaño más alto de la jerarquía de las Ideas, es la Idea de Bien, que Platón identifica con la idea de Ser, idea a la que correspondería el concepto de ser, el concepto de mayor extensión y de menor comprensión. En ella participarían todas las ideas del mundo ideal y, en consecuencia, todas las cosas.                 
e) La Idea de Bien: la analogía del Bien-Sol
 De la Idea de Bien, identificada con la Idea de Ser, sólo se puede decir que es. El bien es un ente que es. Pero, por otra parte, la Idea de Bien, no es un ente, pues no es nada determinado. No es ni esto, ni aquéllo, ni lo de más allá, y si fuese cualquier cosa determinada, no sería el Ser. De la Idea de Bien sólo se puede hablar metafóricamente. Por ello, Sócrates, en el libro VI de la República, compara al Bien con el sol.
El Bien es análogo al Sol, dice Sócrates, porque de la misma forma que el sol irradia una luz que ilumina las cosas del mundo sensible, haciéndolas visibles para los ojos, el Bien, en el mundo inteligible irradia una luz que ilumina las Ideas, posibilitando que la inteligencia pueda intuirlas y conocerlas. La Idea de Bien es la causa del conocimiento y  procura la verdad a los objetos de la ciencia, a las Ideas y facultad de conocer al que conoce. La Idea de Bien es causa del conocimiento y de la verdad.           
"Pues otro tanto dirás de la idea de bien, como causa del conocimiento y de la verdad. Es ella misma la que procura la verdad a los objetos de la ciencia y la facultad de conocer al que conoce." (Platón República)
Pero el sol no es sólo la causa de la visibilidad de las cosas del mundo sensible, sino también de su generación y de su alimento y análogamente ocurre con la Idea de Bien que "...no sólo proporciona a los objetos inteligibles esa cualidad, sino incluso el ser y la esencia. Pero en este caso tampoco el Bien es la esencia, sino algo que está por encima de ella en cuanto a preeminencia y poder."
4.b) Ontología y epistemología platónicas: la analogía de la línea
" 1.- La analogía de la línea
En la analogía del Bien-sol aparece claramente el dualismo ontológico platónico. En ella distingue el mundo sensible, iluminado por el sol y el mundo inteligible, el "kósmos noetós", iluminado por la luz inteligible que irradia la Idea de Bien. El pasaje siguiente del libro VI de la República que culmina y explica la analogía del Bien-sol, la analogía de la línea, desarrolla más explícitamente la ontología (teoría del ser), distinguiendo  y jerarquizando cuatro tipos de ser y expone en términos generales su epistemología o teoría del conocimiento, donde distinguirá también cuatro formas de conocimiento en correspondencia con las cuatro modalidades de ser y cuatro procesos mentales.
                       A                     D                 C                 E       B
                     /--------------------/-------------/---------------/------/
En el pasaje de la analogía de la línea, Platón nos propone que consideremos la línea AB y que la dividamos en dos mitades desiguales, AC y BC y que, a su vez, dividamos el segmento AC en dos mitades desiguales: AD y DC y, por último, que dividamos el segmento BC en otras dos partes desiguales CE y BE.
Nos sugiere que convengamos  que el segmento AC simboliza a los seres sensibles y que el segmento BC simboliza los seres inteligibles y que las dos secciones en que queda dividido el segmento AC, a saber, AD y CD, representen respectivamente las imágenes y las sombras de los objetos sensibles (AD) y las cosas naturales y artificiales(CD).
Propone igualmente que convengamos que el segmento BC, que representa a los seres inteligibles, quede dividido en otros dos segmentos: el segmento CE, que representaría a los seres matemáticos (números y formas geométricas) y el segmento BE, que simbolizaría a las Formas o Ideas propiamente dichas.    
Con la analogía de la línea clasifica y jerarquiza Platón simultáneamente las cuatro formas de ser, las cuatro modalidades de conocimiento que les corresponden y los cuatro tipos de operaciones anímicas o procesos mentales que permiten acceder a las cuatro formas de ser. Pero procedamos analíticamente:
 El segmento (AD) representa  el sector más bajo de la realidad: las imágenes y las sombras de las cosas sensibles, naturales y artificiales. Éstas son menos reales que las cosas de las que son imágenes y su existencia depende de las cosas naturales y artificiales, pues sin ellas, no existirían sus imágenes.
 Por encima del mundo de las imágenes y de las sombras  en realidad y verdad está el mundo de las cosas naturales y artificiales, representado en la analogía de la línea por el segmento (DC). Entre ambas especies del mundo sensible puede establecerse una relación de participación, de modelo-copia. Así, los objetos representados por (AD) imitarían sus modelos de (CD). Las imágenes y sombras, sin ser una pura nada, poseen la forma más tenue de ser, son una casi nada, cuya escasa entidad procede de su participación en la forma de los objetos naturales y artificiales.
Entrando ya en el dominio de la especie inteligible (CB), Platón distingue también dos regiones diferenciadas: los objetos de la matemática, números y figuras (CE) y las Ideas propiamente dichas (EB).
Los objetos matemáticos, simbolizados en la analogía de la línea por el segmento (CE), según nos informa Aristóteles en la Metafísica, "son realidades intermedias, diferentes de las cosas sensibles, en cuanto que los entes matemáticos son eternos e inmóviles y diferentes de las formas, cuanto que son una multiplicidad de ejemplares iguales.".
 Los entes matemáticos, que son el objeto de investigación de las matemáticas y de los matemáticos, se diferencian de los seres sensibles porque no devienen, porque no cambian y de las Formas porque son múltiples, mientras que éstas son únicas en su género. La razón que indujo a Platón a introducir esa multiplicidad de copias inteligibles de las Formas geométricas únicas es que los matemáticos hablan a menudo de varios círculos que se cortan, de varias unidades que se suman etc...y para hacer sus demostraciones dibujan triángulos y círculos imperfectos de los que se valen  para el estudio de las figuras matemáticas perfectas.
El último sector de lo inteligible (EB) es el de las Ideas o Formas propiamente dichas, que son concebidas por Platón como únicas en su género para cada clase de cosas, eternas e inmutables, modelos de los entes matemáticos, pero también de todas las cosas incluidas en el segmento visible.
    Resumiendo, la analogía de la línea distingue, clasifica y jerarquiza cuatro formas de ser. Estas cuatro modalidades de ser, ordenadas en función del criterio platónico de menor a mayor realidad y verdad son las siguientes: 1ª imágenes y sombras,cosas naturales y artificiales, 3ª entes matemáticos e 4ª Ideas.
El principio fundamental de la teoría del conocimiento de Platón es que a cada tipo de ser le corresponde un determinado tipo de conocimiento y una específica operación anímica o proceso mental. Con arreglo a esta correspondencia, tendríamos, clasificados también en función de su menor o mayor verdad los siguientes tipos de conocimientos.
1º Las artes figurativas, pintura, escultura, pero también la poesía y la retórica, que tendrían como objeto el grado más bajo de la realidad, las imágenes y las sombras de los objetos naturales, que son, como sabemos, copias de las verdaderas realidades, las Ideas. Estas artes son un saber hacer, una techné, que imita la realidad natural, conformándose con producir meras copias de copias y con moverse  en el sombrío dominio de las apariencias.
  La filosofía natural, cuyo objeto de investigación son las cosas naturales, que son copias imperfectas de las Ideas y el saber hacer, la técnica, de los artesanos y técnicos.
3º.- Las matemáticas, con sus divisiones de la Aritmética, que estudia la cantidad discontinua, los números y la geometría, que estudia la cantidad continua y que tiene por objeto los entes matemáticos, copias de las Formas, pero ya objetos inteligibles, no sometidos al devenir, aunque distintos de las Formas porque no son únicos en su género, como las Formas.
4º.- La Dialéctica o Filosofía, que es para Platón el saber supremo, más elevado y verdadero porque tiene como objeto de investigación la realidad que es en verdad, eterna e inmutable: las Ideas.
Platón distingue a las matemáticas de la Dialéctica en el texto que comentamos, no sólo por su objeto de investigación, sino también por el diferente método que emplean matemáticos y dialécticos.
 Los matemáticos, dice Platón, se ocupan de investigar, como el filósofo, entes de razón, pero utiliza para ello, lo que en la actualidad se llamaría un método hipotético-deductivo. Parten de una serie de hipótesis y de definiciones y desde ellas se encaminan deductivamente a la conclusión, pero no se remontan al principio no hipotético, a la Idea de Bien. Se valen además de "figuras visibles" para hacer sus demostraciones, pero no "piensan en ellas mismas, sino en aquéllo a que ellas se parecen", es decir, en las Ideas en las que participan los plurales entes matemáticos. 
Los filósofos o dialécticos  se ocupan también de objetos de razón como las Ideas, pero aunque utilizan hipótesis, lo hacen para llegar deductivamente a un principio no hipotético, el Bien. Se valen de las hipótesis como peldaños y trampolines para elevar al alma a lo no hipotético, hasta el principio de todas las cosas, tanto inteligibles cuanto sensibles y, a diferencia de los matemáticos, los filósofos llevan a cabo su investigación sin valerse de imágenes sensibles, utilizando para ello la pura razón.
Platón considera que hay dos formas de dialéctica. Una dialéctica ascendente, que permite al filósofo remontarse desde las Ideas menos generales a la más general, la Idea de Bien y una dialéctica descendente, que desciende, mediante el método de la división dicotómica, desde la Idea de Bien, principio primero de la naturaleza y de la existencia, a las Ideas menos generales que le están subordinadas:"...y una vez llegado a este, irá pasando de una a otra de las deducciones que de él dependen hasta que, de ese modo, descienda a la conclusión sin recurrir en absoluto a nada sensible, antes bien, usando sólamente de las ideas tomadas  en sí mismas, pasando de una a otra y terminando en las ideas”. Platón. República
Ante esa ciencia regia del Filósofo, ante la Dialéctica, que desvela y  des-encubre el ser y lo pone en la palabra, que dice la verdad del ser, nada pueden hacer el resto de los discursos de los demás candidatos a ejercer el poder en la polis. Ni los profesores de retórica, los sofistas, que confiesan su ignorancia sobre el ser de las cosas, ni los poetas, que se ocupan del grado más bajo de realidad, las copias de copias, ni los artesanos, expertos en sus respectivos saberes prácticos. Sin competencia posible, sólo los filósofos, armados con su arma invencible de la dialéctica, están legitimados para imponer un orden social bueno, justo estable y fundado en la verdadera naturaleza de las cosas. La teoría de las ideas sirve a Platón, pues, para legitimar y justificar el poder y la autoridad del Filósofo y de la Filosofía sobre el resto de los ciudadanos y sus correspondientes saberes, como bien interpreta Deleuze en su Lógica sel sentido..
En correspondencia con las cuatro modalidades de ser y los cuatro tipos de conocimiento, distingue Platón cuatro operaciones anímicas o procesos mentales: la inteligencia (Nous) que corresponde a las Ideas, el pensamiento discursivo (dianoia), correspondiente a los objetos matemáticos, la fe (pistis), cuyo objeto son los seres naturales y artificiales y la conjetura (eikasía), relacionada con las imágenes y las sombras en el dominio del arte.
   2.- Opinión y ciencia   
Hemos visto que el principio básico de la teoría del conocimiento de Platón es que a las distintas formas de ser les corresponden diversas formas de conocer. Este principio implica que habrá un saber correspondiente a la especie visible, al mundo sensible y otro a la especie inteligible, a las Ideas. Al primero le da Platón el nombre genérico de opinión (doxa) y al segundo el de conocimiento o ciencia (episteme). La opinión tiene como objeto el mundo sensible, el mundo de las apariencias, constituido por una mezcla de ser y de no-ser, que está sometido al devenir, mientras que la ciencia tiene como objeto el mundo verdadero, las Ideas, el ser y la esencia de las cosas. Platón añade que la ignorancia tendría por objeto el no-ser. La opinión es una forma de conocimiento del mundo aparente basado en la sensibilidad y es, por tanto, un saber subjetivo y mudable. La ciencia se basa en la Razón, puede dar razones, justificar lógicamente y demostrar sus afirmaciones relacionándolas con los principios o el principio del que se deducen. Porque la ciencia da razones de lo que es, explicándolo por sus principios y causas, es  un conocimiento necesario y universalmente válido.
3.- La teoría de la anamnesis: la ciencia como recuerdo
"- Y, además, repuso Cebes, interrumpiéndole, según este argumento, Sócrates, que tu sueles con tanta frecuencia repetir, de que aprender no es sino recordar, resulta también, si dicho argumento no es falso, que es necesario que nosotros hayamos aprendido en un tiempo anterior lo que ahora recordamos. Mas esto es imposible, a no ser que existiera nuestra alma en alguna parte antes de llegar a estar en esta figura humana. De suerte que también, según esto parece que el alma es algo inmortal.
    Pero ¡Oh Cebes! –replicó Simmias, tomando la palabra- ¿cuáles son las pruebas de esto?. Recuérdamelas, pues en este momento no las conservo bien en la memoria”
-Se basan- contestó Cebes- en un único y excelente argumento: al ser interrogados los hombres, si se les hace la pregunta bien, responden de por sí todo tal y como es; y ciertamente no serían capaces de hacerlo si el conocimiento y el concepto exacto de las cosas no estuviera ya en ellos. Así, pues, si se los enfrenta con figuras geométricas o con otra cosa similar, se delata de manera evidentísima que así ocurre”. Platón. Fedón.

La ciencia, por ello, no puede identificarse con la percepción (aisthesis). Percibir sensiblemente algo, no es saber ya qué es ese algo. Conocer algo exige saber en qué Idea participa y para ello, nuestra alma ha de poseer de antemano la Idea. La percepción sensible de una realidad es la ocasión  para que nuestra alma recuerde las Ideas que contempló en el mundo de las Ideas antes de ser expulsada de él a causa de un pecado y que olvidó como consecuencia del efecto de ofuscación que experimenta nuestra alma debido al contacto contaminante con el cuerpo.
Platón considera, pues, que conocer es recordar, que el conocimiento es recuerdo, que cuando conocemos algo, en realidad lo estamos recordando, aunque no seamos conscientes de ello.
Otra forma de recordar las Ideas olvidadas es el diálogo, que permite descubrir, desocultar el ser y las relaciones que mantienen entre sí las Ideas. Es célebre el pasaje del Menón en el que Sócrates, para mostrar a su amigo Menón la verdad de la teoría de que la ciencia es recuerdo o reminiscencia, formula a un esclavo analfabeto el problema geométrico de la duplicación de área de un determinado cuadrado. Respondiendo a las hábiles preguntas que Sócrates le va formulando, el esclavo logra dar con la solución después de algunas respuestas erróneas. Para que el segundo cuadrado tenga una superficie doble que el primero, la longitud de su lado habrá de ser igual a la diagonal del primer cuadrado, acaba por responder el esclavo. 


3.- El mito de la caverna
Expongamos como colofón la alegoría de la caverna. Imaginémonos, nos dice Platón, una oscura caverna subterránea en la que viven desde su infancia un grupo de personas atadas de pies y manos. Tras ellos, en el interior de la caverna, arde un fuego que ilumina la sombría estancia. Entre el fuego y las espaldas de los prisioneros se levanta un eminente muro tras el cual transitan unos hombres llevando toda clase de objetos por encima del nivel del muro. Las sombras de estos objetos se proyectan en la pared interior de la caverna acompañadas, a modo de banda sonora, por los sonidos que producen y las palabras que pronuncian los hombres al hablar entre ellos.
 La experiencia de la vida y del mundo que tienen los prisioneros de la caverna se reduce al conjunto de las sombras que se han venido sucediendo en la pantalla de la pared a lo largo de su vida. Las sombras son su mundo, lo único que para ellos es real. En la oscuridad de la caverna, viendo desfilar las sombras por la pared interior de la caverna, los prisioneros se sienten en su casa.
Pero imaginémonos, continúa diciéndonos Platón, que uno de los prisioneros se libera de sus cadenas e inicia el camino de ascenso para salir de la cueva. Se encontrará en el camino de subida con la cegadora luz del fuego que le deslumbrará y le hará cerrar los ojos, pero, poco a poco, se irá habituando a la luminosidad que produce la hoguera y vislumbrará allí un insospechado mundo de objetos, con cuya existencia ni siquiera soñaba, que le sumirán en la perplejidad. El fugitivo, una vez rehabituada su mirada a la luz del fuego, descubrirá en el dominio iluminado por la hoguera un nuevo mundo, y tomará conciencia del engaño al que estaba sometido en su anterior situación, donde tomaba las sombras por lo  auténticamente real y verdadero.
Si el asombrado exprisionero prosiguiese la ascensión por la escarpada subida de la cueva y saliese fuera de la caverna, volvería a deslumbrarse, esta vez por la luz del sol. El evadido tendría que habituarse a la cegadora luminosidad del campo libre. Comenzaría primero, tímidamente, por mirar las sombras, luego miraría las imágenes de los hombres y demás objetos, reflejados en las aguas, después podría percibir los objetos mismos. Más tarde contemplaría, por la noche, las cosas del cielo y el mismo cielo, mirando para ello la luz de las estrellas y la luna y finalmente podría contemplar el sol, cuya luz hace visible todo el mundo extracavernario. Allí, en ese nuevo espacio de luz, descubriría el fugitivo un nuevo mundo, caídas de una vez las escamas de sombras de sus ojos, que sólo le permitían ver  las sombras parietales en su antigua morada subterránea. Su nueva visión de la realidad iluminada por el sol, le haría tomar conciencia del error en el que estaba él mismo y sus antiguos compañeros de cautiverio, al tomar como real y verdadero el oscuro dominio de las sombras.     
Si el liberado, compadecido  ante la situación de ignorancia y engaño en que se encuentran sus antiguos compañeros de cautiverio, volviese a la caverna para liberarlos de las cadenas de su ignorancia, volvería a experimentar el deslumbramiento, al pasar de la extrema luminosidad extracavernaria al sombrío mundo subterráneo y si en ese estado de deslumbramiento tratase de persuadir a sus compañeros de que están en un error al tomar por verdadero lo que no son mas que sombrías apariencias, sin duda sería objeto de burlas, al considerar sus compañeros que al salir fuera de la caverna había perdido la vista y si el fugitivo insistiera en su pretensión de convertirlos a la nueva mirada y a la nueva visión, sus excompañeros procederían a darle muerte.
La mito de la caverna expone alegóricamente la situación en la que se encuentran los hombres en lo que concierne a la educación y a la falta de ella. Los prisioneros de la caverna son en todo similares a los hombres que viven en la caverna del mundo sensible, tomando el reino de las sombras parietales por la única y auténtica realidad y por fuente de luz el pobre remedo de la luz  que es el fuego que arde en la caverna y considerando sus infundadas y mudables opiniones por la ciencia más cierta. El exprisionero evadido de la oscuridad del mundo cavernario, que descubre sucesivamente los objetos de la caverna y luego las cosas naturales iluminadas por la luz del sol, es el filósofo, que tras penoso esfuerzo de reconversión de su mirada, descubre el mundo verdadero, de las Ideas o esencias, iluminadas y hechas visibles por la luz que irradia la Idea de Bien, correlato en el mundo inteligible extracavernario, del fuego que ilumina el mundo sensible de la caverna. Y el regreso del exprisionero, del filósofo, del emancipado de la prisión de las apariencias y de las opiniones, al oscuro  y cerrado mundo cavernario, es símbolo de la misión que Platón le asigna al filósofo de liberar a sus conciudadanos, prisioneros en el oscuro dominio de la polis, de sus opiniones erróneas, haciéndoles tomar conciencia de lo ilusorias y erróneas que son sus creencia, y del grave error en que se encuentran al tomar por verdadero lo que no son más que vanas apariencias. Misión que no está exenta de riesgos, pues el filósofo de vuelta en la caverna de la polis, puede ser tomado por un loco alucinado o lo que es peor, por un sofista que corrompe a la juventud enseñándole nuevos dioses, como le ocurrió a Sócrates.
El filósofo, pues, según Platón, ha de asumir la misión educativa de formar a los hombres en la polis, convirtiendo su mirada y dirigiendo su visión hacia el mundo verdadero de las Ideas, lo que les permitirá instalarse en una posición central dentro de la realidad, y realizar sus posibilidades más altas. La misión educadora del filósofo se extenderá tanto  a la educación  moral del individuo, cuanto a la educación política de la comunidad, pues los ciudadanos sólo pueden realizar sus posibilidades más altas en el seno de un polis bien ordenada. Sólo cuando los filósofos llegan al poder o los políticos se conviertan a la filosofía irán bien los asuntos del Estado.
5.- EL HOMBRE, LA SOCIEDAD Y EL ESTADO
1.- El hombre
Platón concibe al ser humano como un ser natural y social. Como más tarde Aristóteles, Platón no concibe al hombre real, al ciudadano, sino en el contexto de la polis, formando parte inalienable de ella y formado por ella. Pero en cuanto ser natural, el hombre está constituido por dos realidades: el  cuerpo y el alma. El primero, como todas las cosas naturales y físicas, está sometido al devenir, al nacimiento y la muerte. La segunda, de la misma naturaleza que las Ideas, es inmortal. El alma (psiché), principio de la vida y del conocimiento, es inmortal porque es simple, razón por la cual no se puede descomponer en sus partes, como  por el contrario, le ocurre  al cuerpo, según sostiene Platón en el Fedón..
Platón, influido por los pitagóricos, narra muchos mitos en los que habla del origen y del destino del alma. La verdadera patria del alma, nos cuenta, es el mundo de las Ideas. De allí fue expulsada por un pecado y desde entonces está condenada a encarnarse sucesivamente en diversos cuerpos a lo largo de las múltiples vidas. Como Empédocles y los actuales hinduistas, creía Platón en la metempsicosis o doctrina de la transmigración de las almas, según la cual el alma de las personas, inmortal, se encarna en el curso de sus vidas sucesivas en diferentes cuerpos en función de sus méritos o deméritos morales de las vidas anteriores. Por ello, el cuerpo es una cárcel para el alma, de la que ésta se libera con la muerte. El destino final del alma sería retornar a su patria ideal, una vez purificada de sus pecados mediante la filosofía.
También relata Platón muchos mitos escatológicos sobre el destino último del alma humana. En ellos, se cuenta, con ligeras variantes de unos  a otros,  que tras la muerte de las personas su alma  se separa del cuerpo y es sometida a un juicio en el que es premiada o castigada en función de las acciones que la persona haya realizado en su vida terrenal. De estas fábulas extrae Platón la moraleja de que hay que ser buenos en el más acá para evitar ser castigados por los dioses en el más allá.
Cuando Platón pretende aclarar la naturaleza de una realidad tan intangible como el alma, recurre a la poesía y a la metáfora. Así, en el Fedro, habla de la relación entre el cuerpo y el alma comparándola con la que existe entre un carro, los dos briosos corceles que tiran de él, y el auriga que lo conduce. El carro, pesado e inerte como el cuerpo, no se mueve por sí mismo, por lo que necesita ser arrastrado por la fuerza de dos caballos: uno blanco, brioso, pero dócil a las órdenes del auriga, el otro negro, fogoso también, pero indómito y rebelde a la voz de mando del conductor. Análogamente, mover el pasivo cuerpo, presupone la fuerza vital del alma, en la que Platón distingue tres partes: el alma concupiscible, el alma irascible y el alma racional.
El alma concupiscible, el "caballo negro", nos dice  Platón, es el alma de los deseos. Reside en el bajo vientre y es la responsable de los deseos biológicos irracionales ligados al cuerpo como la sed, el hambre, el deseo sexual etc... La virtud del alma apetitiva es la templanza o sophrosine, que consiste en la capacidad de controlar los deseos corporales racionalmente.
El alma irascible, el "caballo blanco", que radica en el pecho, es responsable de los sentimientos y pasiones nobles. Es aliada natural de la parte racional del alma y con frecuencia se opone a la realización de los deseos irracionales del cuerpo. La virtud del alma irascible es la fortaleza o la valentía, que consiste en el control racional de las emociones y pasiones.
El alma racional, el "auriga", se localiza en la cabeza y es la parte más divina del hombre. Gracias a ella los humanos pueden acceder al mundo verdadero y eterno de las Formas, superando la gravedad del cuerpo, de sus deseos y pasiones, que los arrastran hacia abajo. Su función es controlar los deseos irracionales y las pasiones del corazón para conducir a buen puerto al hombre. Su virtud es la prudencia phronesis, capacidad de hacer lo debido en su momento.
El hombre platónico es la arena donde combaten  los deseos, las pasiones y la razón. Platón, intelectualista como Sócrates, considera un ideal el autodominio. El alma superior, la parte divina del hombre, ha de someter a su control a las almas inferiores, la concupiscible y la irascible. Tal cosa tiene por condición el autoconocimiento. Sólo quien se conoce a sí mismo, puede someter a sus deseos y pasiones a la razón. Sólo es señor de los demás, aquél que es capaz de no ser esclavo de sus pasiones, aquél que las somete al imperativo de la razón.
Platón da  en la República el nombre de justicia anímica, por analogía con la justicia social reinante en la polis, a un estado en el que las almas inferiores, la concupiscible y la irascible, están sometidas al imperio de la razón, es decir, cuando el alma del deseo, regida por el principio de placer se somete a los intereses y fines, socialmente sancionados, que le impone el alma racional, regida por el principio de realidad para expresarlo en términos freudianos.
 Sin embargo,  la vida buena, virtuosa y feliz, nos dice Platón en al Filebo, es imposible si se erradica totalmente el principio de placer, como también lo es una vida en la que el placer sea el principio rector, como quieren los hedonistas, filósofos que, como Epicuro, hacen del placer el bien supremo. La razón, principio de la limitación y del orden, ha de determinar, en cualquier caso, el papel, que ha de desempeñar el placer, principio de lo ilimitado ligado al cuerpo y a la materia, en la vida humana. De todos modos, siempre serán preferibles los placeres puros, ligados a la actividad del alma racional, como la contemplación de la belleza, no empañados por dolor alguno, a los placeres mixtos, vinculados al cuerpo, a los que acompaña, como su sombra, el dolor.
Pero la buena vida, la virtud y la felicidad de los individuos sólo puede realizarse en el espacio político, pues el hombre es un ser político por naturaleza. De la organización ideal de la polis que posibilitaría la realización de todas las capacidades de los hombres  habla Platón en la República, una de las primeras utopías de la cultura occidental, en el Político y en las Leyes, la última obra escrita por Platón.
2.- La sociedad
Platón reconstruye en la República la génesis  y el desarrollo de la polis. La ciudad hunde sus raíces en la incapacidad de las personas para satisfacer todas sus necesidades. De esa indigencia individual se deriva división social del trabajo y el intercambio de los excedentes sobrantes del trabajo especializado de las personas. La creciente división del trabajo produce  diferentes actividades y profesiones: campesinos, artesanos y comerciantes, que anteponen ya el "valor de cambio" de los productos al "valor de uso",  especialistas en la defensa de la polis, los guardianes o militares y los gobernantes. Con ellos tenemos ya las  tres clases sociales que compondrán Kallipolis, la ciudad ideal.
Platón se ocupa, en primer lugar, como reformador social de la educación de los guardianes. Ésta se iniciará en la infancia, se basará en la gimnasia, en la música y en la poesía, previamente censurada por los gobernantes del Estado, quienes contarán a los guardianes fábulas edificantes que les presentará el Hades como un lugar deseable para fomentar su valor.
 Los gobernantes, que podrán mentir por el bien del Estado, contarán a los guerreros  y al resto de la ciudad una "mentira útil” con objeto de persuadirles de que el orden social tripartito está fundado en la voluntad de los dioses. El mito dice que los habitantes de la polis son hermanos  en cuya composición los dioses hicieron entrar oro para formar a los destinados al gobierno, plata para los destinados a guerreros y bronce  y hierro para los dedicados a campesinos, artesanos  y comerciantes. Esa es la razón de que haya tres  estamentos sociales dedicados a actividades diferentes. Pero los gobernantes han de vigilar el metal que entra en la formación de cada persona, con objeto de promocionar socialmente a los hijos de naturalezas de bronce y hierro, en los que predomine el oro, o a la inversa, degradar a los hijos de los hombres de oro, en cuyas naturalezas sea mayor el porcentaje de hierro que de oro. El mito habrá de hacer creer a los habitantes que un oráculo ha predicho la destrucción de la ciudad  cuando se trastoque ese orden social natural y  los gobernantes lleguen a ser hombres de bronce y de hierro.
La sociedad ideal constará así de tres clases: trabajadores, guardianes y gobernantes, que se encargarán por naturaleza y no por convención de sus correspondientes funciones de producir, defender a la polis de los enemigos externos e internos y de gobernar respectivamente.
 En los individuos pertenecientes a cada una de las tres clases sociales: trabajadores, guardianes y gobernantes predomina una de las tres partes del alma. Así, en los trabajadores predomina el alma apetitiva sobre la irascible y la racional. En los guardianes predomina el alma irascible y en los gobernantes el alma racional. En consecuencia, la virtud correspondiente a cada una de las tres clases sociales es, respectivamente, la templanza para la clase trabajadora, la fortaleza y el valor para la clase militar y la prudencia y la justicia para los gobernantes-filósofos.
  Cuando cada clase cumple con su función y no se inmiscuye en las funciones de las demás, de modo que los trabajadores se dedican a producir lo necesario para satisfacer las necesidades materiales de la ciudad y no participan en política, los guardianes se dedican a la defensa de la polis y los gobernantes a gobernar,  la ciudad estará bien ordenada y reinará la justicia social.
Tenemos, pues, en Platón una correspondencia perfecta entre el orden cósmico, el orden sociopolítico y el orden psicológico. En el primero la materia del Cosmos está organizada por el Demiurgo y vivificada por el alma del mundo, en el segundo la clase superior, en la que predomina la razón organiza la maleable masa material social, en la que predomina el alma irascible y concupiscible respectivamente y  en el último el alma racional que gobierna  las almas inferiores.
La ciudad perfecta  y justa se llamará aristocracia o monarquía en función del número de gobernantes. Consciente de que la desunión y la lucha de todos contra todos es la causa de la decadencia de la polis, Platón considera que al menos los gobernantes habrán de vivir en régimen de comunismo, de modo que la propiedad sea común para todos, lo que suprimirá una de las causas más frecuentes de conflictos: el egoismo. Como naturalmente los gobernantes estarían eximidos del trabajo productivo, vivirían a costa de los ciudadanos de la clase inferior, que a cambio recibirían protección y orden.
 Entre los gobernantes, la familia debería ser suprimida, así como la transmisión de la herencia. Los hijos también serían comunes y sería conveniente que no conocieran siquiera a sus padres "biológicos", con objeto consideren como padres suyos a toda la generación precedente y obedezcan a todos los mayores por igual. Debería abolirse también la división del trabajo por el género, de  modo que las mujeres recibiesen la misma educación que los hombres y realizasen las mismas actividades. El método de aprendizaje de los niños debería ser el juego.
 Con objeto de mejorar la raza, el Estado perfecto debería practicar la eugenesia, la eutanasia y el control de natalidad. Este gobierno ideal será posible, responde Sócrates a los que le objetan su imposibilidad, cuando los gobernantes se conviertan en filósofos o los filósofos se conviertan en gobernantes. Sólo el filósofo, que ha logrado evadirse del tenebroso mundo de la caverna y ha visto el Bien en sí, el sol que ilumina el mundo extracavernario, el mundo inteligible, está legitimado para organizar el Estado.
 El currículo educativo de los filósofos-gobernantes, incluirá la gimnasia para la educación del cuerpo, la música para la formación del alma, además de las cuatro disciplinas pitagóricas: aritmética, geometría y astronomía, para elevar el espíritu desde la oscuridad del mundo sensible hasta la luminosidad del mundo ideal. La formación de los filósofos culminará con el estudio de la dialéctica.
3.- El Estado y las formas de gobierno
En el libro VIII de la República, expone Platón una filosofía de la historia, que concibe el devenir histórico y político como un proceso de degeneración de la forma de gobierno perfecta: la aristocracia. Cada forma de gobierno surgida del proceso degenerativo lleva en sí el germen de su propia decadencia y forma, mediante la educación y la socialización, un tipo especial de hombre que posibilita su funcionamiento y reproducción.
La aristocracia es la mejor forma de gobierno para el aristócrata Platón, quien la describe en términos idealistas como el régimen en el que gobiernan los mejores en beneficio de la comunidad.
 La timocracia o timarquía surge de la degeneración de la aristocracia a consecuencia del descontrol en la educación de los guardianes. El hombre de la timocracia es un amante de la guerra, el poder, la riqueza y el prestigio personal, pues en él predomina el alma apetitiva.
 De la timocracia se pasa a la oligarquía, donde gobiernan los más ricos y en la que predomina un tipo de hombre que antepone el amor a la riqueza a cualquier otro bien. La sociedad oligárquica, advierte Platón, es una sociedad dividida en ricos y pobres, que luchan entre sí.
 La democracia surge de una revolución triunfante en la que los pobres derrotan a los ricos, matando a unos, expulsando a otros y haciéndose con el poder. En el hombre democrático predomina el alma concupiscible y el gobierno democrático que instaura es de tendencia igualitaria y libertaria. Domina allí la libertad de palabra  y de acción en todos los ámbitos. Pero el desenfrenado deseo de libertad pierde a la democracia. Los ricos conspiran contra ella y para defenderse los pobres eligen un tirano, que mediante la violencia abate a sus enemigos en nombre del pueblo para luego, instaurada la tiranía, convertirse también en enemigo del pueblo. Para Platón, tanto el régimen de la tiranía como el individuo tiránicos son los peores, más injustos y degenerados en su esquema de la evolución de las constituciones, al igual que para Aristóteles y Polibio.
El libro X de la República propone la expulsión de los poetas de Kallipolis porque su saber está referido a copias de copias, a la imitación de lo que en sí ya es copia del mundo verdadero, frente a los filósofos, familiarizados con el mundo verdadero y finaliza con el mito del armenio Er, que relata lo que Er, muerto en la guerra, vio en el otro mundo. Allí contempló Er como las almas de los hombres muertos eran sometidas a juicio por un grupo de jueces y como tras el fallo, los justos se dirigían hacia el cielo por el camino de la derecha y los injustos tomaban el camino de la izquierda hacia la tierra. Er, mensajero para los hombres de las cosas que contempló en el otro mundo, refirió, en suma, que cada alma sufría allí el castigo por las faltas cometidas, de tal modo que por cada una recibía una condena diez veces mayor. El mito del armenio Er, como otros muchos que relata Platón, pretende fomentar la creencia en la inmortalidad del alma y la necesidad de comportarse honradamente en la vida terrenal para no ser castigado en la otra vida. No cabe duda que Platón, el político, aprendió bien la lección de su tío Critias, quien expuso ya la teoría de que la religión es un mecanismo de control social y de mantenimiento del orden clasista al servicio de los poderosos, que utiliza el miedo al castigo del Señor celestial en el más allá para mantener el orden que beneficia a los señores terrenales en el más acá.

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