jueves, 12 de julio de 2012

David Hume


EL EMPIRISMO DE DAVID HUME

1.- VIDA Y OBRAS

    David Hume nació en Edimburgo, Escocia, en 1711 en el seno de una familia burguesa. Pese a su inclinación por la literatura, estudió derecho, carrera que ejerció en Bristol hasta que fue a París. Allí conoció a los ilustrados más famosos e intimó con Rousseau, con el que luego se enemistó. En París escribió y publicó entre 1738 y 1740 su Tratado de la naturaleza humana. Cuando volvió a Edimburgo pretendió la cátedra de ética en la universidad de dicha ciudad, pero no la consiguió por la fama de ateo que le granjeó el Tratado. Tuvo que conformarse con el puesto de bibliotecario de la Facultad de Derecho.
    Entre sus muchas obras, destacan la Investigación sobre el entendimiento humano y la  Investigación sobre los principios de la moral.

    Con Hume culmina el empirismo inglés iniciado por F. Bacon y continuado por T. Hobbes, J. Locke y G. Berkeley. Su filosofía empirista radical culmina en un positivismo escéptico y  en una crítica de las ideas centrales de la metafísica racionalista: alma, mundo, Dios y causalidad.
     En ética, defendió una posición emotivista, al considerar que el juicio y la evaluación moral se basa en el sentimiento, hedonista,  utilitarista y consecuencialista, en la medida en que defendió que el placer y la utilidad son los móviles de la conducta humana, que ha de ser juzgada más por las consecuencias que por las intenciones de quien actúa.
    Junto con Locke, Hume es uno de los filósofos ilustrados ingleses que más influyó en las ideas de la Ilustración europea, movimiento crítico con el Antiguo Régimen y defensor del liberalismo político.
    Hume influyó decisivamente en la filosofía trascendental de Kant, a quien “despertó del sueño dogmático” racionalista en el que había estado sumido durante su etapa racionalista, según confesó el autor alemán, sueño que le hacía imaginarse que la razón humana podía conocer a priori los objetos de la metafísica: Alma (Psicología racional), Mundo (Cosmología racional) y Dios (Teología racional).
    Influyó también en el positivismo decimonónico de Comte y en la filosofía neopositivista del Círculo de Viena del siglo XX, debido a un talante antimetafísico que le condujo a afirmar, en la Investigación sobre el conocimiento humano, que los libros de Teología y de Metafísica escolástica podían arrojarse tranquilamente a las llamas, pues no contenían ningún razonamiento abstracto sobre la cantidad y el número, ni ningún razonamiento experimental sobre cuestiones de hecho, y sólo contenían sofistería e ilusión.

    2.- EPISTEMOLOGÍA O TEORÍA DEL CONOCIMIENTO

    Hume sostuvo también, como el resto de los empiristas, el principio empirista según el cual todas las ideas de la mente humana proceden de la experiencia y que no hay ideas innatas. En el Tratado, se  preguntó por el origen, el fundamento de las ideas y por los límites del conocimiento.

        2.1.-Clases de percepciones de la mente: impresiones e ideas

    Hume dividió todas las percepciones de la mente humana en dos clases: impresiones e ideas, distinguiendo a unas de otras por la intensidad y la fuerza de las primeras: “A las percepciones que entran con mayor fuerza y violencia las podemos denominar impresiones, e incluyo bajo este nombre todas nuestras sensaciones, pasiones y emociones tal y como hacen su aparición por primera vez en él”.T.N.H.
   
        2.2.- Clases de experiencia: externa e interna

     Como Locke, Hume distinguió dos tipos de experiencia: la experiencia externa, basada en la sensación y la experiencia interna, basada en la reflexión. distinguiendo, en consecuencia, dos clases de impresiones: las  impresiones de sensación y las impresiones de reflexión, de las que dependerían sus correspondientes ideas de sensación y de reflexión.
    A diferencia de Descartes y de Locke e influido por Berkeley, Hume no distinguió  entre las ideas simples correspondientes a las cualidades objetivas o primarias y las correspondientes a las cualidades subjetivas o secundarias, reduciendo estas a representaciones subjetivas sin fundamento real.  
    El conjunto de las impresiones y de las ideas de sensación constituyen la experiencia externa, basada en el conocimiento empírico que nos proporcionan de los objetos nuestros sentidos externos: vista, oído, olfato, gusto y tacto.
    El conjunto de las impresiones  e ideas de reflexión constituyen la experiencia interna , que procede de la reflexión de nuestra mente sobre las impresiones de sensación. Las ideas de reflexión son nuestros deseos, sentimientos, emociones y pasiones. Las ideas de reflexión proceden de las de sensación según la siguiente secuencia: la impresión simple de sensación de dolor se convierte, cuando cesa el dolor, en idea de dolor. La reflexión de nuestra mente sobre la idea de dolor genera la impresión de reflexión de aversión y rechazo del objeto que nos causó dolor, impresión que cuando cesa se convierte en idea de aversión hacia el objeto que nos hizo daño. Así mismo, un objeto o persona que nos produce placer da lugar a la impresión de placer, que cuando cesa se convierte en idea de placer. Ésta, por reflexión, genera la impresión de deseo, que, cuando cesa, se convierte en idea de deseo.  En definitiva, sin impresiones de sensación, no existirían ni impresiones ni ideas de reflexión, no tendríamos experiencia interna.

          2.3.-La sensibilidad es pasiva y el entendimiento activo: leyes de asociación de ideas

     Hume sostuvo que la mente humana es pasiva y receptiva cuando siente, pero es activa cuando piensa. Las principales actividades de la mente son unir, separar y comparar las ideas simples, es decir, analizar las ideas complejas para reducirlas a las ideas simples y sintetizar las ideas simples para dar lugar a las ideas complejas.

    Como psicólogo empirista, Hume descubre una serie de leyes que rigen la asociación de ideas por la mente humana. Las  principales leyes de asociación de ideas son las siguientes:

 1.-Asociación de ideas por semejanza. La mente asocia y evoca ideas de objetos que se parecen entre sí en algún aspecto.

2.- Asociación de ideas por contigüidad espacial y sucesión temporal. La mente tiende a asociar objetos que percibimos unos junto a otros en el espacio o unos tras otros en el tiempo.

3.- Asociación de ideas por causalidad. La mente tiende a asociar los objetos entre los que percibe una sucesión temporal y una conjunción constante.

            2.4.-Clasificación de las ideas: simples y complejas

    Dividió también Hume las ideas en simples y complejas. Un ejemplo de idea compleja sería la idea de naranja. Ejemplos de ideas simples serían la de color anaranjado, forma esférica etc…  Sostuvo que las ideas proceden de las impresiones, porque éstas son siempre anteriores a aquellas: “Todas nuestras ideas simples, en su primera aparición, se derivan de impresiones simples, a las que corresponden y representan perfectamente” T.N.H.
     Como Locke, Hume clasifica las ideas complejas en tres tipos: modos, sustancias y relaciones. De las tres clases de ideas complejas, nos interesan especialmente las sustancias y las relaciones. Las sustancias son colecciones de ideas simples unidas por la imaginación. Son de dos tipos: materiales, como la idea de oro y espirituales, como la idea de alma.  Las ideas complejas de relación relacionan dos o más objetos. La más importante desde el punto de vista filosófico es la idea compleja de relación de causalidad.

              2.4.1.- La idea compleja de causalidad

                         a.-Origen de la idea de causalidad
    Con respecto a la idea de causalidad, Hume se pregunta cuál es el origen, el fundamento y la validez del principio de causalidad. Frente a los racionalista Descartes y Leibniz,  para los que el principio de causalidad era innato y a priori, es decir, independiente de la experiencia y universal y necesario, Hume sostiene que “…las causas y los efectos no pueden descubrirse por la razón, sino por la experiencia” I.E.H., es decir, que el origen y el fundamento de las relaciones de causalidad está en la experiencia empírica que tenemos de los objetos. Así, un niño o una persona carente de toda experiencia no podría deducir, independientemente de la experiencia, que el fuego quema o que el agua calma la sed, o cuál sería el efecto del choque de dos bolas en la mesa de billar.
     Hume defiende que la mente establece una relación de causalidad entre dos objetos de los que tiene experiencia cuando se dan las siguientes condiciones:

    1.- Cuando la mente percibe entre ambos objetos una relación de sucesión temporal, entonces llama “…causa al objeto que precede en el tiempo al efecto y efecto al objeto que sucede a la causa” I.E.H., es decir, cuando percibe a A antes que a B.

   2.-  Cuando constata una conjunción constante entre A y B, de modo que siempre que se presenta A, se presenta a continuación B y siempre que se ha observado B, se ha observado siempre previamente A.

       Así, v.g. tras observar n veces que el calor funde la nieve y dilata los metales, se infiere que el calor es la causa de que se derrita la nieve y de que los metales se dilaten. Pero que los efectos y las causas se descubran por la experiencia no significa que tengamos una impresión, ni de sensación ni de reflexión de la supuesta conexión necesaria que une la idea de causa con la del efecto, como mantenían los racionalistas, ni que  tengamos ninguna impresión de la supuesta fuerza, energía o poder de la causa que produce el efecto. Que las causas y los efectos se descubren por experiencia significa sólo que nuestra mente percibe una sucesión temporal entre la causa (A) y el efecto (B) y una conjunción constante entre ambos, razón por la cual nuestra mente se acostumbra a que los objetos de nuestra experiencia se sucedan de una forma ordenada y regular y que la costumbre subjetiva de que en general A preceda siempre a B, genera en nosotros la creencia (belief) de que cuando observemos A, a continuación se presentará B, pues hasta ahora siempre ha sido así. Para Hume, pues, la relación entre la causa y el efecto no es objetiva, ni interna, ni lógica (no se basa ni en la intuición intelectual de la conexión necesaria entre A y B, ni en la deducción racional de B a partir de A), sino subjetiva,  externa y psicológica. Por eso se califica el concepto de causalidad humeano  de psicologista.

                     b.-Validez de la idea de causalidad

    Las relaciones de causalidad tienen su origen y fundamento en la experiencia, pero  ¿qué validez tienen?, ¿son universales y necesarias o meramente probables y contingentes? Cuando la ciencia médica establece una relación de causalidad entre fumar y contraer cáncer de pulmón, ¿qué validez tiene dicha relación?, ¿es una relación necesaria o contingente? Si la relación entre ambos hechos fuese necesaria, todos y cada uno de los fumadores contraerían, antes o después, cáncer de pulmón, pero afortunadamente no ocurre así. Algunos fumadores empedernidos mueren de viejos, mientras que algunos no fumadores mueren de cáncer de pulmón. Dicha relación de causalidad es, pues, meramente probable y contingente, en el sentido de que no todos los fumadores enferman de cáncer, ni lo hacen necesariamente. Hume es de la opinión de que eso es lo que ocurre con todas las relaciones de causalidad, es decir, que son más o menos probables, pero nunca necesarias, porque se basan en la costumbre subjetiva de que los objetos de nuestra experiencia se sucedan ordenada y regularmente
    Hume, sin embargo, dice que cuando decimos que A es la causa de B, no nos limitamos a afirmar que tal ha sido el caso hasta ahora, sino que esperamos y creemos  firmemente que así seguirá ocurriendo en el futuro. Así, v.g:  suponemos que si los que han comido peyote, han tenido experiencias alucinógenas hasta ahora,  creemos que lo mismo les ocurrirá, si comen peyote mañana o  suponemos que ,como el pan que hemos comido hasta ahora nos ha nutrido, esperamos que el pan que comeremos hoy también nos nutrirá. ¿En qué se basa, pues, nuestra creencia y nuestra expectativa?. Según Hume, se basa en el principio de uniformidad de la naturaleza, que formula así:…”casos de los que no hemos tenido experiencia deben ser semejantes a aquéllos en que sí la hemos tenido, pues la naturaleza sigue siempre uniformemente el mismo curso” I.N.H., es decir, el principio de uniformidad de la naturaleza se basa en la creencia en que las mismas causas producirán en el futuro los mismos efectos que han producido hasta el presente.

     Ahora bien, Hume cree que dicho principio no se puede justificar ni empírica ni racionalmente, No se puede justificar empíricamente, pues nuestra experiencia se limita a lo que ha ocurrido hasta el presente y, por definición, no podemos tener experiencia de los infinitos casos que ocurrirán en el futuro. Pero tampoco se puede justificar racionalmente, pues carecemos de intuición intelectual de la conexión  entre causa y efecto y si así fuese, la conexión sería necesaria, cosa que no ocurre, pues en las relaciones de causa y efecto pueden darse excepciones.

    Hume considera que todos los conocimientos de los hechos  de los que tenemos experiencia se basan en el principio de causalidad y en el principio de uniformidad de la naturaleza, que es el  presupuesto  ineludible de nuestros razonamientos inductivos. El primero se basa en la experiencia, pero ésta se basa en el principio de uniformidad de la naturaleza que, según Hume, no se puede justificar ni empírica ni racionalmente, por tanto, todos los conocimientos empíricos relativos a los hechos, bien sean naturales, sociales o históricos, serán meramente probables y contingentes,, pero nunca absolutamente ciertos y necesarios. Así, si alguien dijera: “O mañana sale el sol o no sale” estaría enunciando una tautología, una verdad lógica necesaria, cuya certeza se basa en la intuición intelectual de la verdad del principio de no contradicción, pero no se referiría a los hechos. Si alguien dijese: “Mañana saldrá o no saldrá el sol. Si no sale, reinará la oscuridad, pero no saldrá, luego reinará la oscuridad”, estaría formulando un razonamiento cierto, basado en la deducción racional. Pero si uno dijera:”Mañana saldrá el sol” y otro predijera “Mañana no saldrá el sol”, ambos se estarían refiriendo a hechos y ninguno estaría diciendo nada absurdo o contradictorio. Lo que predice el primero es más probable que lo que predice el segundo, pero lo que dice éste no es contradictorio, sino más improbable a la luz de la experiencia que lo que dice el otro. Lo que sería contradictorio es que alguien dijese que.  “Mañana saldrá y no saldrá el sol”. Resumiendo: todos los conocimientos relativos a los hechos son meramente probables y contingentes y se verifican contrastándolos con la experiencia. Pero además de los conocimientos relativos a “cuestiones de hecho”, de las ciencias naturales, Hume distingue los conocimientos relativos a “relaciones entre ideas”, es decir, las ciencias formales, que son ciertos y necesarios, porque no se refieren a los hechos y que se verifican recurriendo al criterio de no contradicción o coherencia.

              c.- Usos del principio de causalidad
    Frente a Descartes y a Locke, que utilizaron el principio de causalidad para deducir la existencia de las cosas externas y de Dios, concibiendo a las cosas externas como las causas de la presencia en la mente de las representaciones o ideas  de las cosas y a Dios como la causa de la presencia en la mente de la idea de Dios,  Hume, más escéptico, confiesa su ignorancia en relación a las causas por las que tenemos ideas de las cosas. Las impresiones de sensación, de las que proceden las ideas de sensación, dice : …”surgen en el alma a partir de causas desconocidas”. Berkeley, más crédulo, sostenía que Dios es la causa de las ideas de la mente, ya que no puede serlo la materia, de la que no tenemos experiencia.
    
     2..4.2.- La idea compleja de sustancia
 
    Como sabemos, Descartes definió el concepto de sustancia como aquélla realidad que es de tal modo que no necesita de ninguna otra cosa para existir, definición que sólo convendría a Dios, ser necesario de cuya existencia dependerían los seres contingentes; las almas y las cosas materiales.  
     De esta definición cartesiana de sustancia dedujo Spinoza que sólo había una sustancia, Dios, sustancia idéntica a la naturaleza, de entre cuyos infinitos atributos captamos sólo dos: la extensión y el pensamiento. A diferencia de él, Descartes distinguió  dos clases de sustancia: la sustancia  espiritual infinita (Dios) y las sustancias finitas, que, a su vez, son de dos clases: las sustancias pensantes o almas y las sustancias extensas, cuya totalidad constituyen el mundo.
    Locke, como empirista, sostuvo que conocemos las cosas de las que tenemos experiencia sensible, pero que no tenemos experiencia de las cosas o sustancias materiales a través de ninguno de los distintos órganos sensoriales, por lo que no se puede saber qué son las sustancias, aunque hemos de suponer que existen como soporte de las cualidades sensibles que percibimos a través de los sentidos.
    Hume realiza un prolijo y detenido análisis de las ideas metafísicas de sustancia material y de sustancia espiritual.

     a.- La idea compleja de sustancia material

    Como sabemos, para Hume toda idea procede de una impresión. Como las impresiones son, bien de sensación o bien de reflexión, la idea de sustancia habrá de proceder, bien de una impresión de sensación o bien de una impresión de reflexión. Ahora bien, si procediese de una impresión de sensación, la idea de sustancia material se identificaría con las ideas simples de sensación de forma, tamaño, reposo, movimiento, color, olor, sabor etc, cosa que no aceptarían los filósofos realistas que afirman la existencia de la sustancia. Si procediera de una impresión de reflexión, la idea de sustancia se identificaría con cualquiera de las ideas de reflexión  que proceden de ellas como la de deseo, aversión, temor, esperanza etc…, cosa contradictoria para los realistas, que suponen que son las cosas las que producen en los sujetos humanos tales deseos y esperanzas. Así, pues, no encontramos la impresión de la que se derivaría la idea de sustancia material o cosa y si no podemos encontrar la impresión de la que se deriva la idea compleja de sustancia material es porque tal idea es resultado de la combinación o asociación de ideas simples de sensación efectuada por nuestra mente. Ésta, basándose en las leyes de asociación de ideas por contigüidad espacial, asocia una colección de ideas simples de sensación que se presentan habitualmente juntas, designándolas con un nombre común. Así, v.g: la palabra naranja designa la colección de ideas simples de forma esférica, color anaranjado etc…

    Resumiendo: 1) a ciencia cierta no sabemos si existen o no las cosas o sustancias materiales, pues no tenemos experiencia empírica de  ellas, sino de sus cualidades, 2) tampoco podemos demostrar su existencia mediante el principio de causalidad, como hacían Descartes y Locke, concibiéndolas como las causas de nuestras ideas. Pues no percibimos ni una sucesión temporal ni  una conjunción constante entre las cosas y sus correspondientes ideas, 3) tampoco las podemos conocer, pues sólo conocemos sus cualidades sensibles (femomenismo), 4) sin embargo, tenemos una firme y benéfica creencia en su existencia, aunque no podamos justificarla racionalmente. Recordemos que Descartes sólo puede recuperar la certeza moral relativa a la existencia de las cosas externas cuando demuestra la existencia del buen Dios.
    
    b.- La idea de sustancia espiritual o alma
         Frente a Descartes, para el que la existencia del alma o res cogitans era  la primera verdad cierta, evidente e indudable, Hume es más escéptico y adopta, como en el caso de la sustancia material, el método genético-crítico de preguntarse por el origen y procedencia de las ideas. ¿Cuál es, pues, el origen de la idea de sustancia espiritual?

    “Tiene que haber una impresión que de origen a cada idea real. Pero el yo o persona no es ninguna impresión, sino aquello a que se supone que nuestras distintas impresiones hacen referencia. Si hay alguna impresión que origine la idea de yo, esa impresión deberá seguir siendo invariablemente idéntica a sí misma durante toda nuestra vida, pues se supone que el yo existe de ese modo. Pero no existe ninguna impresión que sea constante e invariable. Dolor y placer, tristeza y alegría, pasiones y sensaciones se suceden unas a otras y nunca existen todas al mismo tiempo. Luego la idea del yo no puede derivarse de ninguna de estas impresiones, ni tampoco de ninguna otra y en consecuencia, no existe tal idea” T. N. H.

    Como toda idea procede de una impresión y las impresiones son de sensación o de reflexión, la idea de sustancias espiritual habrá de proceder de una impresión de sensación o de reflexión. Si procediese de una impresión de sensación, la idea de alma se identificaría con colores, formas, olores, tamaños etc…,pues esas son las ideas procedentes de las impresiones de sensación, pero es difícil aceptar que el alma sea un color o un olor etc. Si procediera de una impresión de reflexión, el alma se identificaría con tales o cuales deseos, sentimientos, pasiones etc, pues esas son las ideas procedentes de las impresiones de reflexión, pero los que afirman que existe el alma, no la identifican con las pasiones, sino que consideran que es el alma la que padece tales o cuales pasiones, deseos, sentimientos etc… Además, como dice el texto, si alguna impresión diese origen a la idea de alma, dicha impresión debería seguir siendo idéntica a sí misma, pues  los que afirman que existe el alma la conciben como una e idéntica a sí misma, frente al cambio permanente de las impresiones e ideas que entran y salen sin parar en el escenario de nuestra mente, pero, según Hume, no existe ninguna impresión que sea constante e invariable, sino que en la mente todo fluye, la mente es fluyente, como dirá más tarde W. James. En suma, no encontramos por ningún lado la impresión de la que procedería la idea de sustancia espiritual, por lo que podemos dudar de su existencia, a diferencia de lo que pensaba Descartes.

    Hume compara al espíritu con un teatro:
“El espíritu es una especie de teatro donde aparecen sucesivamente varias percepciones, donde pasan y vuelven a pasar, se deslizan y se mezclan en una infinita variedad de posturas y situaciones. No se da en realidad ninguna simplicidad en un momento dado, ni identidad en otros diferentes, cualquiera que sea nuestra propensión natural a imaginar dicha simplicidad e identidad. El símil del teatro no debe confundirnos. Sólo las percepciones sucesivas constituyen el espíritu y tampoco tenemos una noción clara del lugar donde se representan las escenas o de qué material están compuestas” T.N.H.

    La mente, el espíritu, es una multiplicidad  y sucesión de impresiones e ideas. No hay allí simplicidad, sino complejidad, ni identidad, sino diferencia y multiplicidad de impresiones e ideas. Frente a la unidad,  permanencia  e identidad que Descartes atribuía al alma, a la sustancia espiritual, Hume sólo ve una multiplicidad cambiante de percepciones que se suceden sin parar y que se enlazan de mil formas variadas.

     Resumiendo: 1) carecemos de la impresión correspondiente a la idea de sustancia espiritual, de ese supuesto soporte  o sujeto de las impresiones e ideas, por lo que  no sabemos a ciencia cierta si existe o no, 2) No tenemos impresiones de nada permanente e invariable a lo largo de nuestra vida, sino percepción de la sucesión de las múltiples percepciones que afectan a nuestra alma.,3) En ningún momento hay simplicidad en nuestra vida psíquica, sino complejidad y 4) El fenómeno de la identidad personal, la creencia en que somos los mismos de ayer, la explica Hume no por la existencia de una sustancia espiritual idéntica a sí misma pese al fluir permanente de las percepciones, sino por la memoria, que asocia y combina ideas de la mente mediante las leyes de asociación de ideas de semejanza, contigüidad espacial, sucesión temporal y causalidad.
    Hume sostiene una posición ontológica llamada idealismo inmanente. Afirma que sólo existen las percepciones de la mente, impresiones e ideas. Que no se puede saber si existen las sustancias materiales, pues no tenemos experiencia de ellas y contra Descartes, sostiene que tampoco podemos saber si existe el alma o res cogitans, porque carecemos de impresiones de ella.                

c.- La idea humeana de Dios: filosofía de la religión

    Hume aplica también a las ideas de la religión su método genético crítico, preguntándose por el origen de la idea de Dios. Hume discrepa de Descartes al sostener que la idea de Dios no es innata, pero tampoco procede de la experiencia,  pues por mucho que busquemos podemos encontrar la impresión de la que procedería. La idea de Dios es, pues, una idea comparable a la idea de montaña de oro, de la que carecemos de impresión, por lo que podemos dudar de su existencia.

    En lo que respecta a la cuestión de la demostración de la existencia de Dios,de los argumentos utilizados por los filósofos y teólogos antiguos, medievales y modernos, el argumento ontológico de San Anselmo y las cinco vías tomistas, Hume considera que sólo la quinta vía de Tomás de Aquino podría demostrar  la existencia de Dios, vía a la que da el nombre de argumento del designio, del que dice: “El principal y único argumento para probar la existencia divina radica en el orden de la naturaleza… Hay que reconocer que dicho argumento va de los efectos a las causas. Por el orden de la obra se infiere que ha debido haber un proyecto en el plan del agente” I.E.H.

    El argumento del designio supone que el orden de la naturaleza no puede ser casual, sino que es el producto de la realización de un plan diseñado por la inteligencia divina, es decir, que el orden natural es el efecto de la ordenación de Dios. El argumento, reconoce Hume, va de los efectos a las causas, pero por eso, la conclusión del razonamiento es meramente probable y contingente y no necesaria porque: a) no tenemos experiencia de Dios, b)  no percibimos entre el orden natural y Dios una relación de sucesión temporal, ni de conjunción constante. 

     En lo que concierne a la cuestión de la esencia de Dios, sostiene Hume, nada autoriza atribuirle, como hacen los teólogos cristianos, los atributos de omnisciencia y omnipotencia, ya que en la naturaleza y en la historia encontramos tanta perfección, bien y orden, cuanta imperfección desorden, mal y sufrimiento, lo que hace problemática su supuesta Providencia.

    Hume esboza en sus obras una teoría psicologista sobre el origen, humano, demasiado humano, de la idea de Dios, haciéndola depender, en unos casos de la voluntad de saber del hombre y en otros del miedo a lo desconocido:

 “Encuentras ciertos fenómenos en la naturaleza. Buscas una causa o autor. Imaginas que lo has encontrado. Después te enamoras tanto de ese hijo de tu cerebro que imaginas que es imposible que no produzca algo mayor y más perfecto que la situación actual, que se caracteriza por tanto mal y tanto desorden. Olvidas que esta inteligencia y benevolencia superlativas son totalmente imaginarias o por lo menos, sin ningún fundamento en la razón y que no tienes motivo alguno para adscribirle cualquier cualidad, sino las que realmente ha ejercido y mostrado en sus producciones…”  I.E.H.

    En el texto están presentes los elementos de una teoría de la religión. Según dicha teoría, el origen de las creencias religiosas se encontraría en los siguientes hechos psicológicos: 1) La mente humana buscaría  las causas de los fenómenos, 2) Creería ilusoriamente haber encontrado la causa  última en Dios. 3) La mente humana se enamoraría de esa criatura de su  cerebro que es Dios, 4) A continuación,  le atribuiría, de forma exagerada y superlativa, cualidades humanas, concibiendo a Dios como infinitamente bueno, sabio y poderoso y, por último,  5) La mente humana olvidaría que las  cualidades atribuidas a la criatura divina son totalmente imaginarias y sin fundamento en la razón.

    En su Historia natural de la religión, considera Hume, por otro lado, que “La religión primaria de la humanidad surge principalmente de una ansiedad y de un miedo ante los acontecimientos del futuro”, por lo que la idea de Dios no se basa en la razón humana, sino en el sentimiento de temor, de ignorancia y de miedo a lo desconocido, por lo que tiene una base psicológica y tal vez patológica, pues las creencias religiosas no son más que “sueños de hombres enfermos”. Pero, pese a su moderado escepticismo religioso, Hume no fue un filósofo ateo, sino más bien deísta.

    Hume negó la existencia de los milagros, alegando que nunca se ha podido demostrar la existencia de ningún milagro. Negó también la inmortalidad del alma, que se descompondrá al igual que el cuerpo con la muerte de la personas. El miedo a la muerte es un argumento contra la creencia en la inmortalidad, porque nos ha sido infundido por la naturaleza, que nunca hace nada en vano, razón por la cual podríamos preguntarnos para qué nos habría sido dado por ella, si la aniquilación no hubiera sido nuestro verdadero destino.

    Hume también consideraba inaceptable la  fe en  la cruel e injusta existencia de penas perpetuas pos mortem como castigo a la maldad de los humanos, siempre finita, por lo que sería desproporcionado un castigo infinito y eterno, como el que sufrirían los malvados en el infierno, según el cristianismo. 

3.- TEORÍA DE LA CIENCIA

“Todos los objetos de la razón e investigación humana pueden, naturalmente, dividirse en dos grupos, a saber: relaciones de ideas y cuestiones de hecho; a la primera clase pertenecen las ciencias de la Geometría, Álgebra y Aritmética y, en resumen, toda afirmación que es intuitiva o demostrativamente cierta. Que el cuadrado de la hipotenusa es igual al cuadrado de los dos lados es una proposición que expresa la relación entre estas partes del triángulo. Que tres veces cinco es igual a la mitad de treinta expresa una relación entre estos números. Las proposiciones de esta clase pueden descubrirse por la mera operación del pensamiento, independientemente de lo que pueda existir en cualquier parte del universo. Aunque jamás hubiera habido un círculo o un triángulo en la naturaleza, las verdades demostradas por Euclides conservarían siempre su certeza y evidencia
    No son averiguadas de la misma manera las cuestiones de hecho, los segundos objetos de la razón humana; ni nuestra evidencia de su verdad, por muy grande que sea, es de la misma naturaleza que la precedente. Lo contrario de cualquier cuestión de hecho es, en cualquier caso posible, porque jamás puede implicar una contradicción y es concebido por la mente con la misma facilidad y distinción que si fuera totalmente ajustado a la realidad. Que el sol no saldrá mañana no es una proposición menos inteligible ni implica mayor contradicción que la afirmación saldrá mañana. En vano, pues, intentaríamos demostrar su falsedad. Si fuera demostrativamente falsa, implicaría una contradicción jamás podría ser concebida distintamente por la mente.” I.E.H.

    Como se puede observar, Hume establece en el texto una clasificación de las ciencias y de los objetos de investigación del entendimiento humano. Distingue las ciencias que investigan las relaciones entre ideas, en las que incluye la Aritmética, la Geometría y el Álgebra (las ciencias formales) y las ciencias que estudian cuestiones de hecho, o ciencias empíricas, que estudian los hechos y que actualmente se dividen en ciencias empírico-naturales y ciencias sociales.
    Hume distingue las proposiciones de ambas clases de ciencias por su fundamento y su tipo de evidencia. Las proposiciones de las ciencias formales son  analíticas, en terminología kantiana, es decir, son proposiciones en las que el predicado está incluido en el concepto del sujeto de la proposición y son además a priori, es decir, “pueden descubrirse por la mera operación del pensamiento independientemente de lo que pueda existir en cualquier parte del universo”, o lo que es lo mismo, son independientes de la experiencia.

    La certeza  y evidencia de dichas proposiciones se fundamenta en la intuición de la conexión necesaria entre ideas o en la deducción o “demostración”, es decir, en la deducción racional a partir de proposiciones intuitivamente ciertas. Estas proposiciones de las ciencias formales fueron llamadas por Leibniz “verités de raison” o verdades de razón y se caracterizan por su universalidad y su necesidad.

    Las proposiciones relativas a cuestiones de hecho, a los hechos observables mediante la experiencia, son, en cambio, sintéticas, es decir, se caracterizan porque el predicado de las mismas no está incluído en el concepto del sujeto, sino que es añadido por la persona que las enuncia sobre la base del conocimiento empírico de los objetos. El fundamento de dichas proposiciones no es la razón, sino la experiencia empírica que tenemos de las cosas, de sus cualidades y de sus relaciones. Son, pues, a posteriori. Cuando decimos que el calor dilata los metales, establecemos una relación de causalidad entre el fenómeno del calor y el de la dilatación de los metales basándonos en la observación de lo que les ocurre a éstos. Se trata, pues de una proposición que es sintética, se añade algo al concepto de calor que no se podría conocer a partir de su mero concepto y a posteriori, pues dicho efecto se conoce mediante la experiencia,  mediante la observación de la sucesión temporal y de la conjunción constante entre el fenómeno del calor y el de la dilatación de los metales.

    Hume sostiene la tesis de que las proposiciones sintéticas a posteriori de las ciencias empíricas son meras hipótesis empíricas, como dirá más tarde el filósofo neopositivista Ayer, que, a diferencia de las proposiciones de las ciencias formales, analíticas y necesarias, son meramente probables, pues se basan en razonamientos inductivos y no en razonamientos deductivos como las proposiciones de las ciencias formales. Esa es la razón por la que la proposición “El sol saldrá mañana” no es menos inteligible que la que afirma que “El sol no saldrá mañana”. La diferencia entre ambas es que la segunda es menos probable que la primera. Por el contrario, la proposición “Mañana o sale el sol o no sale” es necesaria, porque no se refiere a los hechos y “Mañana saldrá y no saldrá el sol” es necesariamente falsa, porque es una contradicción.
    Ahora bien, si la razón humana sólo tiene dos objetos de investigación: relaciones entre ideas y cuestiones de hecho, la teología y la metafísica quedan al margen de la ciencia,  son pseudociencias que sólo contienen sofistería e ilusión, pues sus objetos no se pueden conocer ni empírica ni racionalmente.

   4.- LA ÉTICA EMOTIVISTA DE HUME

    La ética de Hume gira sobre las siguientes cuestiones: 1) explicar las motivaciones de las acciones humanas, 2) explicar el fundamento de los juicios y evaluaciones morales de las acciones y 3) determinar el valor de verdad de los juicios morales.
    4.1.- Explicación de las motivaciones de las acciones humanas
          Para Hume no sólo el conocimiento, sino la acción humana se basa en la experiencia. Esta es de dos clases: experiencia externa e interna.

      La experiencia externa nos hace conocer las cualidades  beneficiosas y perjudiciales de las cosas y de las personas, que pueden producirnos placer y dolor. Placer y dolor son los móviles principales de la acción humana. Tanto los animales como los humanos, buscan el placer y huyen del dolor.

    La experiencia interna, constituida por el conjunto de nuestros deseos, sentimientos, emociones y pasiones, presupone la experiencia externa y se origina a partir de ella por reflexión. Así, pues, junto a las impresiones de sensación de placer y dolor, nuestros deseos, sentimientos, emociones y pasiones son los móviles fundamentales de nuestras acciones. Actuamos para realizar nuestros deseos, para huir del dolor y buscar el placer, por miedo a sufrir y por esperanza de lo bueno. Nuestros sentimientos, el corazón y no la razón, son los móviles de nuestras acciones. La razón desempeña un papel instrumental. Nos permite elegir los medios más idóneos para conseguir lo que queremos y para preveer las consecuencias de nuestras acciones.: “La razón es y sólo debe ser la esclava de las pasiones y no puede aspirar a ninguna otra función que a la de servirlas y obedecerlas ”T.N.H.
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4.2.- Explicación del fundamento de los juicios y evaluaciones morales.
    Si a la razón le conciernen sólo dos tareas: investigar las cuestiones de hecho en las ciencias empírica y las relaciones entre ideas, en las ciencias formales, la razón no tiene ningún papel a la hora de evaluar lo bueno y lo malo, la virtud y el vicio, pues no son cuestiones de hecho, ni relaciones entre ideas. A la razón le conviene la función instrumental de conocer los medios para conseguir los fines que nos proponemos y predecir las consecuencias de nuestras acciones. Pero entonces, ¿Quién juzga y evalúa las acciones?.

    La experiencia externa nos hace conocer las cualidades sensibles de los objetos y de las personas y las acciones y omisiones de éstas, pero a través de ella no conocemos el bien y el mal, lo bueno y lo malo, que no son propiedades físicas de las cosas y de las personas. La experiencia externa nos hace conocer las circunstancias de la acción criminal, los móviles del criminal  y sus consecuencias, pero no la cualidad criminal y mala de la acción:

    “Tómese cualquier acción reconocida como viciosa: por ejemplo, el asesinato premeditado. Examínese desde todos los ángulos y véase si es posible encontrar ese hecho o existencia real que se denomina vicio. De cualquier forma que se la considere sólo se advierten ciertas pasiones, móviles, voliciones o pensamientos. No hay ningún otro hecho en la situación. El vicio se nos escapa por completo en la medida en que nos limitamos a considerar el objeto. No se lo puede encontrar hasta que se dirige la reflexión al propio interior y se encuentra un sentimiento de desaprobación que surge en uno mismo con respecto a la acción. Aquí hay una realidad, pero se trata de un objeto de sentimiento y no de razón. Se encuentra en uno mismo y no en el objeto” T.N.H.

    Es en la experiencia interna donde hay que buscar el fundamento de nuestros juicios y evaluaciones morales. Es allí donde encontraremos una impresión de reflexión de desagrado ante y de rechazo de la acción criminal, que nos conducirá a calificar como mala y viciosa la acción que nos desagrada.

    Ahora bien, si llamamos malas a las acciones que nos desagradan y producen un sentimiento de rechazo y buenas a las que nos agradan, ello se debe a que los humanos sentimos un sentimiento universal de simpatía hacia los demás que nos permite ponernos en su lugar y compadecernos de sus dolores y alegrarnos con sus placeres. Dicho sentimiento de simpatía es la causa de las acciones altruistas y filantrópicas que realizan las personas y el que nos lleva a juzgar como malas las acciones que producen daño y sufrimiento a otros o a nosotros mismos.

    Pero, además del sentimiento de simpatía o de humanitarismo, que conduce a las acciones altruistas, en la naturaleza humana hay un motivo más fuerte que el anterior: el egoísmo o autopreferencia, que en muchas ocasiones entra en conflicto con el sentimiento de simpatía y de solidaridad, conduciéndonos a realizar acciones que perjudican a los demás en nuestro propio beneficio. Así las cosas, la razón humana, en el plano de la ética, deberá conciliar ambas motivaciones, la simpatía y el egoísmo, calculando las consecuencias beneficiosas y perjudiciales de las acciones para los demás y para nosotros mismos y eligiendo aquéllas que beneficien al mayor número de personas. La razón ha de buscar la máxima utilidad para el mayor número de personas, en el supuesto de que el bien coincide con lo útil, con lo que satisface las necesidades humanas y produce satisfacción y placer. La ética de Hume es utilitarista, porque identifica el bien con lo útil y consecuencialista porque considera que hay que juzgar a las acciones más por las consecuencias que producen que por las intenciones de los que actúan.

4.3.-Determinación del valor de verdad de los juicios morales
    Los juicios morales no tienen su origen en la razón, que sólo juzga sobre relaciones entre ideas y cuestiones de hecho, pues lo bueno y lo malo no son relaciones entre ideas, ni cuestiones de hecho. Tampoco tienen su origen en la experiencia externa, que nos informa sobre las cualidades físicas de las cosas y personas, sino que tienen su origen en la experiencia interna, en el sentimiento de simpatía.

El criterio de verdad de los juicios de las ciencias formales es la coherencia o no contradicción Son verdaderos si se siguen sin contradicción a partir de las premisas. El criterio de verdad de los juicios de las ciencias empíricas es la experiencia, que puede verificarlos o falsarlos. Pero los juicios de la ética, al no estar basados ni en la razón ni en la experiencia externa, sino en la experiencia interna, en los sentimientos, no son ni verdaderos ni falsos, de sino expresión de los sentimientos subjetivos  de quien los enuncia, lo que  no quiere decir que sean relativos al sujeto individual que los enuncia y que por tanto, la ética humeana sea relativista, sino que se basa en el sentimiento universal de simpatía que comparten los hombres.

    Hume declara ilegítima, sin embargo, la práctica de muchos moralistas de deducir valores y normas morales a partir de hechos y de las relaciones entre los objetos, es decir, denunció lo que en el siglo XX Moore llamaría la “falacia naturalista”, consistente en intentar fundamentar las prescripciones y obligaciones éticas en hechos, denuncia que los historiadores de la filosofía conocen con el nombre de principio de Hume. El autor escocés, en efecto, separó hechos y valores, al hacer aquéllos objeto de la razón y de las ciencias empíricas y a éstos objeto del sentimiento. Para él, y a diferencia de Kant, los juicios morales no se pueden fundamentar en la razón, que investiga relaciones entre ideas en el ámbito de las ciencias formales y cuestiones de hecho en las ciencias de la naturaleza., sino en el sentimiento.
    “No puedo dejar de añadir a estos razonamientos una observación que quizá se considere de alguna importancia. En todos los sistemas de moralidad que he encontrado hasta ahora siempre he observado que el autor procede por algún tiempo según la norma ordinaria de razonar y establece la existencia de Dios o hace observaciones sobre asuntos humanos. Pero de repente me sorprendo al ver que en lugar de es y no es, las cópulas usuales de las proposiciones, no doy con ninguna proposición que no esté conectada con un debes o un no debes. Este cambio es imperceptible, pero tiene sin embargo, consecuencias extremas. Como este debes o no debes expresa una nueva relación o afirmación que  es  necesario que sea observada o explicada y que al mismo tiempo se ofrezca una razón para lo que parece totalmente inconcebible, es decir, como esta nueva relación puede deducirse de otras que son completamente distintas de ella. Pero como los autores comúnmente no toman esta precaución, me atrevo a recomendarla a los lectores y estoy persuadido de que este pequeño cuidado, podría destruir todos los sistemas vulgares de moralidad y dejarnos ver que la distinción entre la virtud y el vicio no se fundamenta meramente en las relaciones entre los objetos, ni es percibida por la razón.” T.N.H.
    La filosofía moral de Hume influyó en el emotivismo británico del siglo XX. En Stevenson y en R. Carnap, para los que los juicios morales expresan las emociones subjetivas de quienes los enuncian, que pretenden influir con ellos en la conducta de los demás.

    5.- EL LIBERALISMO POLÍTICO CONSERVADOR DE HUME

    Hume criticó tanto la teoría absolutista del derecho divino de los monarcas cuanto al iusnaturalismo o las teorías del derecho natural.
    Criticó el iusnaturalismo contractualista de J.Locke alegando las siguientes razones:

1.- El Estado de naturaleza postulado por Locke no existió históricamente, sino que es una mera ficción filosófica para justificar la existencia del Estado.

2.-  El Estado de naturaleza, tal y como lo definió Locke, es contradictorio, pues, aunque se dice que en él reinaba la paz y la libertad, era tan precario e inseguro que los hombres lo abandonaron para que el Estado les garantizase los derechos naturales.

3.- El iusnaturalismo consecuente desembocaría en el anarquismo, pues si los hombres fueran pacíficos y depositarios de derechos naturales, no necesitarían ninguna Autoridad para mediar entre ellos.

4.-  El Contrato social que dio origen al Estado vincularía al Estado y a sus leyes a aquellos que lo establecieron, pero no a sus descendientes, que no lo firmaron. Además, el pacto no podría renovarse periódicamente, pues los hombres no se reproducen y mueren como las mariposas, todos a la vez, sino que en cada momento histórico conviven varias generaciones.

5.- El derecho de rebelión que Locke concede a los ciudadanos es una falacia y sería comparable al derecho de los pasajeros de un barco a desobedecer al capitán y a tirarle por la borda.

Para Hume el origen del Estado no está en ningún pacto o contrato social, como mantuvieron Locke y Rousseau, sino en la violencia y en la conquista.:”Casi todos los Estados que hoy existen o de los que queda recuerdo en la historia fueron originariamente fundados sobre la usurpación o la conquista, cuando no sobre ambos, sin ninguna pretensión de libre consentimiento o sujeción por parte del pueblo”

    Además, es Estado no se legitima por su origen, por ser el resultado de un pacto social, sino por su utilidad para preservar la seguridad del individuo y de la sociedad, “Porque de otro modo no podría existir la sociedad”. El Estado debe intervenir para garantizar la justicia y para garantizar que, en caso de conflicto entre la utilidad particular y pública, predomine ésta sobre aquélla. El Estado debe evitar el parasitismo social.

    Ahora bien, para evitar que los políticos abusen del poder que se les ha concedido, hay que establecer controles políticos que garanticen que no se valgan del poder para conseguir sus intereses particulares. Por ello, el mejor régimen político es un régimen constitucional basado en la división de poderes del Estado,  en el que gobiernen las leyes y donde  existan garantías constitucionales.

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