EL EMPIRISMO DE DAVID HUME
1.- VIDA Y OBRAS
David Hume nació en Edimburgo, Escocia, en 1711 en el seno de una
familia burguesa. Pese a su inclinación por la literatura, estudió derecho,
carrera que ejerció en Bristol hasta que fue a París. Allí conoció a los
ilustrados más famosos e intimó con Rousseau, con el que luego se enemistó. En
París escribió y publicó entre 1738 y 1740 su Tratado de la naturaleza humana.
Cuando volvió a Edimburgo pretendió la cátedra de ética en la universidad de
dicha ciudad, pero no la consiguió por la fama de ateo que le granjeó el
Tratado. Tuvo que conformarse con el puesto de bibliotecario de la Facultad de Derecho.
Entre sus muchas obras, destacan la Investigación sobre
el entendimiento humano y la Investigación sobre los
principios de la moral.
Con Hume culmina el empirismo inglés iniciado por F. Bacon y continuado
por T. Hobbes, J. Locke y G. Berkeley. Su filosofía empirista radical culmina
en un positivismo escéptico y en una crítica de las ideas centrales de la
metafísica racionalista: alma, mundo, Dios y causalidad.
En ética, defendió una posición emotivista, al considerar que el juicio y la evaluación moral se basa en el sentimiento, hedonista, utilitarista y consecuencialista, en la medida en que defendió que el placer y la utilidad son los móviles de la conducta humana, que ha de ser juzgada más por las consecuencias que por las intenciones de quien actúa.
En ética, defendió una posición emotivista, al considerar que el juicio y la evaluación moral se basa en el sentimiento, hedonista, utilitarista y consecuencialista, en la medida en que defendió que el placer y la utilidad son los móviles de la conducta humana, que ha de ser juzgada más por las consecuencias que por las intenciones de quien actúa.
Junto con Locke, Hume es uno de los filósofos ilustrados ingleses que
más influyó en las ideas de la
Ilustración
europea, movimiento crítico con el Antiguo Régimen y defensor del liberalismo político.
Hume influyó decisivamente en la filosofía
trascendental de Kant, a quien
“despertó del sueño dogmático” racionalista en el que había estado sumido
durante su etapa racionalista, según confesó el autor alemán, sueño que le
hacía imaginarse que la razón humana podía conocer a priori los objetos de la
metafísica: Alma (Psicología racional), Mundo (Cosmología racional) y Dios
(Teología racional).
Influyó también en el positivismo
decimonónico de Comte y en la filosofía
neopositivista del Círculo de Viena del siglo XX, debido a un talante antimetafísico que le condujo a afirmar,
en la Investigación
sobre el conocimiento humano, que los libros de Teología y de Metafísica
escolástica podían arrojarse tranquilamente a las llamas, pues no contenían
ningún razonamiento abstracto sobre la cantidad y el número, ni ningún
razonamiento experimental sobre cuestiones de hecho, y sólo contenían
sofistería e ilusión.
2.- EPISTEMOLOGÍA O TEORÍA DEL CONOCIMIENTO
Hume sostuvo también, como el resto de los empiristas, el principio empirista según el cual todas
las ideas de la mente humana proceden de la experiencia y que no hay ideas
innatas. En el Tratado, se preguntó por
el origen, el fundamento de las ideas y por los límites del conocimiento.
2.1.-Clases de percepciones de la mente: impresiones e ideas
Hume dividió todas las percepciones
de la mente humana en dos clases: impresiones
e ideas, distinguiendo a unas de
otras por la intensidad y la fuerza de las primeras: “A las percepciones que entran con mayor fuerza y violencia las podemos
denominar impresiones, e incluyo bajo este nombre todas nuestras sensaciones,
pasiones y emociones tal y como hacen su aparición por primera vez en él”.T.N.H.
2.2.- Clases
de experiencia: externa e interna
Como Locke, Hume distinguió dos tipos de experiencia: la experiencia
externa, basada en la sensación
y la experiencia interna, basada en la reflexión. distinguiendo, en
consecuencia, dos clases de impresiones: las impresiones de sensación y las impresiones
de reflexión, de las que dependerían sus correspondientes ideas de sensación y de reflexión.
A diferencia de Descartes y de Locke e influido por Berkeley, Hume no
distinguió entre las ideas simples
correspondientes a las cualidades
objetivas o primarias y las correspondientes a las cualidades subjetivas o secundarias, reduciendo estas a
representaciones subjetivas sin fundamento real.
El conjunto de las impresiones y de las ideas de sensación constituyen la experiencia externa, basada en el
conocimiento empírico que nos proporcionan de los objetos nuestros sentidos
externos: vista, oído, olfato, gusto y tacto.
El conjunto de las impresiones e ideas
de reflexión constituyen la experiencia
interna , que procede de la reflexión de nuestra mente sobre las
impresiones de sensación. Las ideas de reflexión son nuestros deseos,
sentimientos, emociones y pasiones. Las ideas de reflexión proceden de las de sensación
según la siguiente secuencia: la impresión simple de sensación de dolor se
convierte, cuando cesa el dolor, en idea de dolor. La reflexión de nuestra
mente sobre la idea de dolor genera la impresión de reflexión de aversión y
rechazo del objeto que nos causó dolor, impresión que cuando cesa se convierte
en idea de aversión hacia el objeto que nos hizo daño. Así mismo, un objeto o
persona que nos produce placer da lugar a la impresión de placer, que cuando
cesa se convierte en idea de placer. Ésta, por reflexión, genera la impresión
de deseo, que, cuando cesa, se convierte en idea de deseo. En definitiva, sin impresiones de sensación,
no existirían ni impresiones ni ideas de reflexión, no tendríamos experiencia
interna.
2.3.-La sensibilidad es pasiva y el entendimiento activo: leyes de
asociación de ideas
Hume sostuvo que la mente humana es pasiva
y receptiva cuando siente, pero
es activa cuando piensa. Las principales actividades de la mente son unir, separar y comparar las
ideas simples, es decir, analizar
las ideas complejas para reducirlas a las ideas simples y sintetizar las ideas simples para dar lugar a las ideas complejas.
Como psicólogo empirista, Hume descubre una serie de leyes que rigen la
asociación de ideas por la mente humana. Las
principales leyes de asociación
de ideas son las siguientes:
1.-Asociación de ideas por semejanza. La mente asocia y evoca
ideas de objetos que se parecen entre sí en algún aspecto.
2.- Asociación de ideas por contigüidad espacial y sucesión temporal. La mente tiende a
asociar objetos que percibimos unos junto a otros en el espacio o unos tras
otros en el tiempo.
3.- Asociación de ideas por causalidad. La mente tiende a asociar
los objetos entre los que percibe una sucesión temporal y una conjunción
constante.
2.4.-Clasificación de las ideas: simples y complejas
Dividió también Hume las ideas en simples
y complejas. Un ejemplo de idea
compleja sería la idea de naranja. Ejemplos de ideas simples serían la de color
anaranjado, forma esférica etc… Sostuvo que las ideas proceden de las impresiones, porque éstas son siempre
anteriores a aquellas: “Todas nuestras
ideas simples, en su primera aparición, se derivan de impresiones simples, a
las que corresponden y representan perfectamente” T.N.H.
Como
Locke, Hume clasifica las ideas
complejas en tres tipos: modos, sustancias y relaciones. De las tres clases
de ideas complejas, nos interesan especialmente las sustancias y las
relaciones. Las sustancias son
colecciones de ideas simples unidas por la imaginación. Son de dos tipos: materiales, como la idea de oro y espirituales, como la idea de
alma. Las ideas complejas de relación relacionan dos o más objetos. La
más importante desde el punto de vista filosófico es la idea compleja de
relación de causalidad.
2.4.1.- La idea compleja de causalidad
a.-Origen de la idea de causalidad
Con respecto a la idea de causalidad, Hume se pregunta cuál es el
origen, el fundamento y la validez del principio de causalidad. Frente a los
racionalista Descartes y Leibniz, para los que el principio de causalidad era
innato y a priori, es decir, independiente de la experiencia y universal y
necesario, Hume sostiene que “…las causas
y los efectos no pueden descubrirse por la razón, sino por la experiencia”
I.E.H., es decir, que el origen y el
fundamento de las relaciones de
causalidad está en la experiencia
empírica que tenemos de los objetos. Así, un niño o una persona carente de
toda experiencia no podría deducir, independientemente de la experiencia, que
el fuego quema o que el agua calma la sed, o cuál sería el efecto del choque de
dos bolas en la mesa de billar.
Hume defiende que la mente
establece una relación de causalidad entre dos objetos de los que tiene
experiencia cuando se dan las siguientes condiciones:
1.- Cuando la mente percibe entre ambos objetos una relación de sucesión temporal, entonces llama “…causa al objeto que precede en el tiempo
al efecto y efecto al objeto que sucede a la causa” I.E.H., es decir,
cuando percibe a A antes que a B.
2.- Cuando constata una conjunción constante entre A y B, de
modo que siempre que se presenta A, se presenta a continuación B y siempre que
se ha observado B, se ha observado siempre previamente A.
Así, v.g.
tras observar n veces que el calor funde la nieve y dilata los metales, se
infiere que el calor es la causa de que se derrita la nieve y de que los
metales se dilaten. Pero que los efectos y las causas se descubran por la
experiencia no significa que tengamos una impresión, ni de sensación
ni de reflexión de la supuesta
conexión necesaria que une la idea de causa con la del efecto, como
mantenían los racionalistas, ni que tengamos
ninguna impresión de la supuesta fuerza, energía o poder de la causa que produce el efecto. Que las causas y los
efectos se descubren por experiencia significa sólo que nuestra mente percibe
una sucesión temporal entre la causa
(A) y el efecto (B) y una conjunción
constante entre ambos, razón por la cual nuestra mente se acostumbra a que los objetos de nuestra
experiencia se sucedan de una forma ordenada y regular y que la costumbre subjetiva de que en general A
preceda siempre a B, genera en nosotros la creencia
(belief) de que cuando observemos A, a continuación se presentará B, pues hasta
ahora siempre ha sido así. Para Hume, pues, la relación entre la causa y
el efecto no es objetiva, ni interna,
ni lógica (no se basa ni en la
intuición intelectual de la conexión necesaria entre A y B, ni en la deducción
racional de B a partir de A), sino subjetiva, externa y psicológica. Por eso se califica el concepto de causalidad humeano de psicologista.
b.-Validez de la idea de causalidad
Las
relaciones de causalidad tienen su origen y fundamento en la experiencia,
pero ¿qué validez tienen?, ¿son
universales y necesarias o meramente probables y contingentes? Cuando la
ciencia médica establece una relación de causalidad entre fumar y contraer
cáncer de pulmón, ¿qué validez tiene dicha relación?, ¿es una relación
necesaria o contingente? Si la relación entre ambos hechos fuese necesaria,
todos y cada uno de los fumadores contraerían, antes o después, cáncer de
pulmón, pero afortunadamente no ocurre así. Algunos fumadores empedernidos
mueren de viejos, mientras que algunos no fumadores mueren de cáncer de pulmón.
Dicha relación de causalidad es, pues,
meramente probable y contingente, en el sentido de que no todos los
fumadores enferman de cáncer, ni lo hacen necesariamente. Hume es de la opinión
de que eso es lo que ocurre con todas las relaciones de causalidad, es decir,
que son más o menos probables, pero nunca necesarias, porque se basan en la costumbre subjetiva de
que los objetos de nuestra experiencia se sucedan ordenada y regularmente
Hume, sin
embargo, dice que cuando decimos que A es la causa de B, no nos limitamos a
afirmar que tal ha sido el caso hasta ahora, sino que esperamos y creemos firmemente que así seguirá ocurriendo en el futuro. Así, v.g: suponemos que si los que han comido peyote,
han tenido experiencias alucinógenas hasta ahora, creemos que lo mismo les ocurrirá, si comen
peyote mañana o suponemos que ,como el
pan que hemos comido hasta ahora nos ha nutrido, esperamos que el pan que
comeremos hoy también nos nutrirá. ¿En qué se basa, pues, nuestra creencia y
nuestra expectativa?. Según Hume, se basa en el principio de uniformidad de la naturaleza, que formula así:…”casos de los que no hemos tenido
experiencia deben ser semejantes a aquéllos en que sí la hemos tenido, pues la
naturaleza sigue siempre uniformemente el mismo curso” I.N.H., es decir, el
principio de uniformidad de la
naturaleza se basa en la creencia en que las mismas causas producirán en el futuro los mismos efectos que han
producido hasta el presente.
Ahora bien, Hume cree que dicho principio no se puede justificar ni empírica ni racionalmente, No se puede justificar empíricamente,
pues nuestra experiencia se limita a lo que ha ocurrido hasta el presente y,
por definición, no podemos tener experiencia de los infinitos casos que
ocurrirán en el futuro. Pero tampoco se puede justificar racionalmente, pues
carecemos de intuición intelectual de la conexión entre causa y efecto y si así fuese, la
conexión sería necesaria, cosa que no ocurre, pues en las relaciones de causa y
efecto pueden darse excepciones.
Hume
considera que todos los conocimientos de
los hechos de los que tenemos
experiencia se basan en el principio de
causalidad y en el principio de
uniformidad de la naturaleza, que es el presupuesto ineludible de nuestros razonamientos
inductivos. El primero se basa en la experiencia, pero ésta se basa en el
principio de uniformidad de la naturaleza que, según Hume, no se puede
justificar ni empírica ni racionalmente, por tanto, todos los conocimientos empíricos relativos a los hechos, bien sean
naturales, sociales o históricos, serán
meramente probables y contingentes,, pero nunca absolutamente ciertos y
necesarios. Así, si alguien dijera: “O mañana sale el sol o no sale”
estaría enunciando una tautología,
una verdad lógica necesaria, cuya certeza se basa en la intuición intelectual de la verdad del principio de no
contradicción, pero no se referiría a los hechos. Si alguien dijese: “Mañana
saldrá o no saldrá el sol. Si no sale, reinará la oscuridad, pero no saldrá,
luego reinará la oscuridad”, estaría formulando un razonamiento cierto, basado
en la deducción racional. Pero si uno
dijera:”Mañana saldrá el sol” y otro predijera “Mañana no saldrá el sol”, ambos
se estarían refiriendo a hechos y ninguno estaría diciendo nada absurdo o
contradictorio. Lo que predice el primero es más probable que lo que predice el
segundo, pero lo que dice éste no es contradictorio, sino más improbable a la
luz de la experiencia que lo que dice el otro. Lo que sería contradictorio es
que alguien dijese que. “Mañana saldrá y
no saldrá el sol”. Resumiendo: todos los conocimientos relativos a los
hechos son meramente probables y contingentes y se verifican
contrastándolos con la experiencia. Pero además de los conocimientos relativos
a “cuestiones de hecho”, de las ciencias naturales, Hume distingue los
conocimientos relativos a “relaciones entre ideas”, es decir, las ciencias
formales, que son ciertos y necesarios, porque no se refieren a los hechos y que
se verifican recurriendo al criterio de no contradicción o coherencia.
c.- Usos del principio de causalidad
Frente a
Descartes y a Locke, que utilizaron el principio de causalidad para deducir la
existencia de las cosas externas y de Dios, concibiendo a las cosas externas
como las causas de la presencia en la mente de las representaciones o
ideas de las cosas y a Dios como la
causa de la presencia en la mente de la idea de Dios, Hume, más escéptico, confiesa su ignorancia en
relación a las causas por las que tenemos ideas de las cosas. Las impresiones
de sensación, de las que proceden las ideas de sensación, dice : …”surgen en el alma a partir de causas
desconocidas”. Berkeley, más crédulo, sostenía que Dios es la causa de las
ideas de la mente, ya que no puede serlo la materia, de la que no tenemos
experiencia.
2..4.2.- La idea compleja de sustancia
Como
sabemos, Descartes definió el
concepto de sustancia como aquélla realidad que es de tal modo que no necesita
de ninguna otra cosa para existir, definición que sólo convendría a Dios, ser
necesario de cuya existencia dependerían los seres contingentes; las almas y
las cosas materiales.
De esta
definición cartesiana de sustancia dedujo Spinoza
que sólo había una sustancia, Dios, sustancia idéntica a la naturaleza,
de entre cuyos infinitos atributos captamos sólo dos: la extensión y el
pensamiento. A diferencia de él, Descartes distinguió dos
clases de sustancia: la sustancia
espiritual infinita (Dios) y las sustancias finitas, que, a su vez, son
de dos clases: las sustancias pensantes o almas y las sustancias extensas, cuya
totalidad constituyen el mundo.
Locke, como empirista, sostuvo que
conocemos las cosas de las que tenemos experiencia sensible, pero que no
tenemos experiencia de las cosas o sustancias materiales a través de ninguno de
los distintos órganos sensoriales, por lo que no se puede saber qué son las sustancias, aunque hemos de suponer
que existen como soporte de las cualidades sensibles que percibimos a través de los sentidos.
Hume realiza un prolijo y detenido
análisis de las ideas metafísicas de sustancia material y de sustancia
espiritual.
a.- La
idea compleja de sustancia material
Como
sabemos, para Hume toda idea procede de una impresión. Como las impresiones
son, bien de sensación o bien de reflexión, la idea de sustancia habrá de
proceder, bien de una impresión de sensación o bien de una impresión de
reflexión. Ahora bien, si procediese de una impresión de sensación, la idea de
sustancia material se identificaría con las ideas simples de sensación de
forma, tamaño, reposo, movimiento, color, olor, sabor etc, cosa que no
aceptarían los filósofos realistas que afirman la existencia de la sustancia.
Si procediera de una impresión de reflexión, la idea de sustancia se
identificaría con cualquiera de las ideas de reflexión que proceden de ellas como la de deseo,
aversión, temor, esperanza etc…, cosa contradictoria para los realistas, que
suponen que son las cosas las que producen en los sujetos humanos tales deseos
y esperanzas. Así, pues, no encontramos
la impresión de la que se derivaría la idea de sustancia material o cosa y
si no podemos encontrar la impresión de la que se deriva la idea compleja de
sustancia material es porque tal idea
es resultado de la combinación o
asociación de ideas simples de sensación efectuada por nuestra mente. Ésta,
basándose en las leyes de asociación de
ideas por contigüidad espacial, asocia
una colección de ideas simples de sensación que se presentan habitualmente
juntas, designándolas con un nombre común. Así, v.g: la palabra naranja
designa la colección de ideas simples de forma esférica, color anaranjado etc…
Resumiendo: 1) a ciencia cierta no sabemos si
existen o no las cosas o sustancias materiales, pues no tenemos experiencia
empírica de ellas, sino de sus
cualidades, 2) tampoco podemos demostrar su existencia mediante
el principio de causalidad, como hacían Descartes y Locke, concibiéndolas como
las causas de nuestras ideas. Pues no percibimos ni una sucesión temporal
ni una conjunción constante entre las
cosas y sus correspondientes ideas, 3) tampoco
las podemos conocer, pues sólo conocemos sus cualidades sensibles (femomenismo), 4) sin embargo, tenemos una firme y benéfica creencia en su
existencia, aunque no podamos justificarla racionalmente. Recordemos que
Descartes sólo puede recuperar la certeza moral relativa a la existencia de las
cosas externas cuando demuestra la existencia del buen Dios.
b.- La idea de sustancia espiritual o alma
Frente
a Descartes, para el que la existencia del alma o res cogitans era la primera verdad cierta, evidente e indudable,
Hume es más escéptico y adopta, como en el caso de la sustancia material, el método genético-crítico de preguntarse
por el origen y procedencia de las ideas. ¿Cuál es, pues, el origen de la idea
de sustancia espiritual?
“Tiene que haber una impresión que de origen
a cada idea real. Pero el yo o persona no es ninguna impresión, sino aquello a
que se supone que nuestras distintas impresiones hacen referencia. Si hay
alguna impresión que origine la idea de yo, esa impresión deberá seguir siendo
invariablemente idéntica a sí misma durante toda nuestra vida, pues se supone
que el yo existe de ese modo. Pero no existe ninguna impresión que sea
constante e invariable. Dolor y placer, tristeza y alegría, pasiones y
sensaciones se suceden unas a otras y nunca existen todas al mismo tiempo.
Luego la idea del yo no puede derivarse de ninguna de estas impresiones, ni
tampoco de ninguna otra y en consecuencia, no existe tal idea” T. N. H.
Como toda
idea procede de una impresión y las impresiones son de sensación o de
reflexión, la idea de sustancias espiritual habrá de proceder de una impresión
de sensación o de reflexión. Si procediese de una impresión de sensación, la
idea de alma se identificaría con colores, formas, olores, tamaños etc…,pues
esas son las ideas procedentes de las impresiones de sensación, pero es difícil
aceptar que el alma sea un color o un olor etc. Si procediera de una impresión
de reflexión, el alma se identificaría con tales o cuales deseos, sentimientos,
pasiones etc, pues esas son las ideas procedentes de las impresiones de
reflexión, pero los que afirman que existe el alma, no la identifican con las
pasiones, sino que consideran que es el alma la que padece tales o cuales
pasiones, deseos, sentimientos etc… Además, como dice el texto, si alguna
impresión diese origen a la idea de alma, dicha impresión debería seguir siendo
idéntica a sí misma, pues los que
afirman que existe el alma la conciben como una e idéntica a sí misma,
frente al cambio permanente de las impresiones e ideas que entran y salen sin
parar en el escenario de nuestra mente, pero, según Hume, no existe ninguna
impresión que sea constante e invariable, sino que en la mente todo fluye, la
mente es fluyente, como dirá más tarde W. James. En suma, no encontramos por ningún
lado la impresión de la que procedería la idea de sustancia espiritual, por
lo que podemos dudar de su existencia, a diferencia de lo que pensaba
Descartes.
Hume compara
al espíritu con un teatro:
“El espíritu es una especie
de teatro donde aparecen sucesivamente varias percepciones, donde pasan y
vuelven a pasar, se deslizan y se mezclan en una infinita variedad de posturas y
situaciones. No se da en realidad ninguna simplicidad en un momento dado, ni
identidad en otros diferentes, cualquiera que sea nuestra propensión natural a
imaginar dicha simplicidad e identidad. El símil del teatro no debe
confundirnos. Sólo las percepciones sucesivas constituyen el espíritu y tampoco
tenemos una noción clara del lugar donde se representan las escenas o de qué
material están compuestas” T.N.H.
La mente, el espíritu, es una multiplicidad y sucesión
de impresiones e ideas. No hay allí simplicidad, sino
complejidad, ni identidad, sino diferencia y multiplicidad de impresiones e
ideas. Frente a la unidad,
permanencia e identidad que
Descartes atribuía al alma, a la sustancia espiritual, Hume sólo ve una multiplicidad cambiante de
percepciones que se suceden sin parar y que se enlazan de mil formas variadas.
Resumiendo: 1) carecemos de la impresión correspondiente a la idea de sustancia espiritual, de ese supuesto soporte o sujeto de las impresiones e ideas, por lo que no sabemos a ciencia cierta si existe o no, 2) No tenemos impresiones de nada permanente e invariable a lo largo de nuestra vida, sino percepción de la sucesión de las múltiples percepciones que afectan a nuestra alma.,3) En ningún momento hay simplicidad en nuestra vida psíquica, sino complejidad y 4) El fenómeno de la identidad personal, la creencia en que somos los mismos de ayer, la explica Hume no por la existencia de una sustancia espiritual idéntica a sí misma pese al fluir permanente de las percepciones, sino por la memoria, que asocia y combina ideas de la mente mediante las leyes de asociación de ideas de semejanza, contigüidad espacial, sucesión temporal y causalidad.
Resumiendo: 1) carecemos de la impresión correspondiente a la idea de sustancia espiritual, de ese supuesto soporte o sujeto de las impresiones e ideas, por lo que no sabemos a ciencia cierta si existe o no, 2) No tenemos impresiones de nada permanente e invariable a lo largo de nuestra vida, sino percepción de la sucesión de las múltiples percepciones que afectan a nuestra alma.,3) En ningún momento hay simplicidad en nuestra vida psíquica, sino complejidad y 4) El fenómeno de la identidad personal, la creencia en que somos los mismos de ayer, la explica Hume no por la existencia de una sustancia espiritual idéntica a sí misma pese al fluir permanente de las percepciones, sino por la memoria, que asocia y combina ideas de la mente mediante las leyes de asociación de ideas de semejanza, contigüidad espacial, sucesión temporal y causalidad.
Hume sostiene una posición ontológica
llamada idealismo inmanente. Afirma
que sólo existen las percepciones de la mente, impresiones e ideas. Que no se
puede saber si existen las sustancias materiales, pues no tenemos experiencia
de ellas y contra Descartes, sostiene que tampoco podemos saber si existe el
alma o res cogitans, porque carecemos de impresiones de ella.
c.-
La idea humeana de Dios: filosofía de la religión
Hume aplica también a las ideas de la religión su método genético crítico, preguntándose por el origen de la idea de
Dios. Hume discrepa de Descartes al sostener que la idea de Dios no es innata, pero tampoco procede de la experiencia, pues por mucho que busquemos podemos encontrar la impresión de la que procedería. La idea de Dios es, pues, una idea comparable a la idea de montaña de oro, de la que carecemos de impresión, por lo que podemos dudar de su existencia.
En lo que respecta a la cuestión de la demostración de la existencia de Dios,de los argumentos utilizados por los filósofos y teólogos antiguos,
medievales y modernos, el argumento ontológico de San Anselmo y las cinco vías
tomistas, Hume considera que sólo la quinta vía de Tomás de Aquino podría
demostrar la existencia de Dios, vía a
la que da el nombre de argumento del
designio, del que dice: “El principal
y único argumento para probar la existencia divina radica en el orden de la
naturaleza… Hay que reconocer que dicho argumento va de los efectos a las
causas. Por el orden de la obra se infiere que ha debido haber un proyecto en
el plan del agente” I.E.H.
El argumento del designio supone que el orden de la naturaleza no puede
ser casual, sino que es el producto de la realización de un plan diseñado por
la inteligencia divina, es decir, que el orden natural es el efecto de la
ordenación de Dios. El argumento, reconoce Hume, va de los efectos a las
causas, pero por eso, la conclusión del razonamiento es meramente probable y contingente y no necesaria
porque: a) no tenemos experiencia de Dios, b) no percibimos entre el orden natural y Dios
una relación de sucesión temporal, ni de conjunción constante.
En lo que concierne a la cuestión de la esencia de Dios, sostiene Hume, nada autoriza atribuirle, como hacen los teólogos cristianos, los atributos de omnisciencia y omnipotencia, ya que en la naturaleza y en la historia encontramos tanta perfección, bien y orden, cuanta imperfección desorden, mal y sufrimiento, lo que hace problemática su supuesta Providencia.
En lo que concierne a la cuestión de la esencia de Dios, sostiene Hume, nada autoriza atribuirle, como hacen los teólogos cristianos, los atributos de omnisciencia y omnipotencia, ya que en la naturaleza y en la historia encontramos tanta perfección, bien y orden, cuanta imperfección desorden, mal y sufrimiento, lo que hace problemática su supuesta Providencia.
Hume esboza en sus obras una teoría
psicologista sobre el origen,
humano, demasiado humano, de la idea de Dios, haciéndola depender,
en unos casos de la voluntad de saber del hombre y en otros del miedo a lo
desconocido:
“Encuentras ciertos fenómenos en la
naturaleza. Buscas una causa o autor. Imaginas que lo has encontrado. Después
te enamoras tanto de ese hijo de tu cerebro que imaginas que es imposible que
no produzca algo mayor y más perfecto que la situación actual, que se
caracteriza por tanto mal y tanto desorden. Olvidas que esta inteligencia y
benevolencia superlativas son totalmente imaginarias o por lo menos, sin ningún
fundamento en la razón y que no tienes motivo alguno para adscribirle cualquier
cualidad, sino las que realmente ha ejercido y mostrado en sus producciones…” I.E.H.
En el texto están presentes los elementos de una teoría de la religión. Según dicha teoría, el origen de las creencias religiosas se encontraría en los siguientes hechos psicológicos: 1) La mente humana buscaría las causas de los fenómenos, 2) Creería ilusoriamente
haber encontrado la causa última en
Dios. 3) La mente humana se enamoraría de esa criatura de su cerebro que es Dios, 4) A continuación, le atribuiría, de forma exagerada y superlativa, cualidades humanas, concibiendo a Dios como infinitamente bueno, sabio y poderoso y,
por último, 5) La mente humana olvidaría
que las cualidades atribuidas a la
criatura divina son totalmente imaginarias y sin fundamento en la razón.
En su Historia natural de la religión, considera Hume, por otro lado,
que “La religión primaria de la humanidad
surge principalmente de una ansiedad y de un miedo ante los acontecimientos del
futuro”, por lo que la idea de Dios
no se basa en la razón humana, sino
en el sentimiento de temor, de ignorancia y de miedo a lo desconocido, por lo que tiene una base psicológica y tal
vez patológica, pues las creencias religiosas no son más que “sueños de hombres enfermos”. Pero, pese
a su moderado escepticismo religioso, Hume no fue un filósofo ateo, sino más
bien deísta.
Hume negó la existencia de los
milagros, alegando que nunca se ha podido demostrar la existencia de ningún
milagro. Negó también la inmortalidad del alma, que se
descompondrá al igual que el cuerpo con la muerte de la personas. El miedo a la
muerte es un argumento contra la creencia en la inmortalidad, porque nos ha
sido infundido por la naturaleza, que nunca hace nada en vano, razón por la
cual podríamos preguntarnos para qué nos habría sido dado por ella, si la
aniquilación no hubiera sido nuestro verdadero destino.
Hume también consideraba inaceptable la
fe en la cruel e injusta
existencia de penas perpetuas pos mortem como castigo a la maldad de los
humanos, siempre finita, por lo que sería desproporcionado un castigo infinito y eterno, como el que sufrirían los malvados en el infierno, según el cristianismo.
3.- TEORÍA DE LA CIENCIA
“Todos
los objetos de la razón e investigación humana pueden, naturalmente, dividirse
en dos grupos, a saber: relaciones de ideas y cuestiones de hecho; a la primera
clase pertenecen las ciencias de la Geometría , Álgebra y Aritmética y, en resumen,
toda afirmación que es intuitiva o demostrativamente cierta. Que el cuadrado de
la hipotenusa es igual al cuadrado de los dos lados es una proposición que
expresa la relación entre estas partes del triángulo. Que tres veces cinco es
igual a la mitad de treinta expresa una relación entre estos números. Las
proposiciones de esta clase pueden descubrirse por la mera operación del
pensamiento, independientemente de lo que pueda existir en cualquier parte del
universo. Aunque jamás hubiera habido un círculo o un triángulo en la
naturaleza, las verdades demostradas por Euclides conservarían siempre su
certeza y evidencia
No son averiguadas de la misma manera las
cuestiones de hecho, los segundos objetos de la razón humana; ni nuestra
evidencia de su verdad, por muy grande que sea, es de la misma naturaleza que
la precedente. Lo contrario de cualquier cuestión de hecho es, en cualquier
caso posible, porque jamás puede implicar una contradicción y es concebido por
la mente con la misma facilidad y distinción que si fuera totalmente ajustado a
la realidad. Que el sol no saldrá mañana no es una proposición menos
inteligible ni implica mayor contradicción que la afirmación saldrá mañana. En
vano, pues, intentaríamos demostrar su falsedad. Si fuera demostrativamente
falsa, implicaría una contradicción jamás podría ser concebida distintamente
por la mente.” I.E.H.
Como se puede observar, Hume establece en el texto una clasificación de
las ciencias y de los objetos de investigación del entendimiento humano.
Distingue las ciencias que investigan las relaciones
entre ideas, en las que incluye la Aritmética , la Geometría y el Álgebra
(las ciencias formales) y las
ciencias que estudian cuestiones de
hecho, o ciencias empíricas, que
estudian los hechos y que actualmente se dividen en ciencias empírico-naturales
y ciencias sociales.
Hume distingue las proposiciones de ambas clases de ciencias por su
fundamento y su tipo de evidencia. Las proposiciones
de las ciencias formales son analíticas, en terminología kantiana,
es decir, son proposiciones en las que el predicado está incluido en el
concepto del sujeto de la proposición y son además a priori, es decir, “pueden
descubrirse por la mera operación del pensamiento independientemente de lo que
pueda existir en cualquier parte del universo”, o lo que es lo mismo, son
independientes de la experiencia.
La certeza y evidencia
de dichas proposiciones se fundamenta en la intuición de la conexión necesaria entre ideas o en la deducción o “demostración”, es decir, en la deducción racional a partir de
proposiciones intuitivamente ciertas. Estas proposiciones de las ciencias
formales fueron llamadas por Leibniz “verités de raison” o verdades de razón y
se caracterizan por su universalidad y su necesidad.
Las proposiciones relativas a
cuestiones de hecho, a los hechos observables mediante la experiencia, son,
en cambio, sintéticas, es decir, se
caracterizan porque el predicado de las mismas no está incluído en el concepto
del sujeto, sino que es añadido por la persona que las enuncia sobre la base
del conocimiento empírico de los objetos. El fundamento de dichas proposiciones no es la razón, sino la experiencia empírica que tenemos de las
cosas, de sus cualidades y de sus relaciones. Son, pues, a posteriori. Cuando decimos que el calor dilata los metales,
establecemos una relación de causalidad entre el fenómeno del calor y el de la
dilatación de los metales basándonos en la observación de lo que les ocurre a
éstos. Se trata, pues de una proposición que es sintética, se añade algo al concepto de calor que no se podría
conocer a partir de su mero concepto y a
posteriori, pues dicho efecto se
conoce mediante la experiencia, mediante
la observación de la sucesión temporal y de la conjunción constante entre el
fenómeno del calor y el de la dilatación de los metales.
Hume sostiene la tesis de que las proposiciones sintéticas a posteriori
de las ciencias empíricas son meras hipótesis
empíricas, como dirá más tarde el filósofo neopositivista Ayer, que, a
diferencia de las proposiciones de las ciencias formales, analíticas y
necesarias, son meramente probables,
pues se basan en razonamientos
inductivos y no en razonamientos deductivos como las proposiciones de las
ciencias formales. Esa es la razón por la que la proposición “El sol saldrá
mañana” no es menos inteligible que la que afirma que “El sol no saldrá
mañana”. La diferencia entre ambas es que la segunda es menos probable que la
primera. Por el contrario, la proposición “Mañana o sale el sol o no sale” es
necesaria, porque no se refiere a los hechos y “Mañana saldrá y no saldrá el
sol” es necesariamente falsa, porque es una contradicción.
Ahora bien, si la razón humana sólo tiene dos objetos de investigación:
relaciones entre ideas y cuestiones de hecho, la teología y la metafísica quedan al margen de la ciencia, son pseudociencias
que sólo contienen sofistería e ilusión,
pues sus objetos no se pueden conocer ni empírica ni racionalmente.
4.- LA ÉTICA EMOTIVISTA DE HUME
La ética de Hume gira sobre las siguientes cuestiones: 1) explicar las
motivaciones de las acciones humanas, 2) explicar el fundamento de los juicios
y evaluaciones morales de las acciones y 3) determinar el valor de verdad de
los juicios morales.
4.1.- Explicación de las motivaciones de las acciones humanas
Para Hume no sólo el conocimiento, sino la acción humana se basa en la experiencia. Esta es de dos clases:
experiencia externa e interna.
La experiencia externa nos hace conocer las cualidades beneficiosas y perjudiciales de las cosas y
de las personas, que pueden producirnos placer y dolor. Placer y dolor son los móviles principales de la acción humana.
Tanto los animales como los humanos, buscan el placer y huyen del dolor.
La experiencia interna, constituida por el conjunto de nuestros deseos,
sentimientos, emociones y pasiones, presupone la experiencia externa y se
origina a partir de ella por reflexión. Así, pues, junto a las impresiones de sensación de placer y dolor, nuestros
deseos, sentimientos, emociones y pasiones son los móviles fundamentales de
nuestras acciones. Actuamos para realizar nuestros deseos, para huir del
dolor y buscar el placer, por miedo a sufrir y por esperanza de lo bueno. Nuestros sentimientos, el corazón y no la
razón, son los móviles de nuestras acciones. La razón desempeña un papel
instrumental. Nos permite elegir los medios más idóneos para conseguir lo
que queremos y para preveer las consecuencias de nuestras acciones.: “La razón es y sólo debe ser la esclava de las
pasiones y no puede aspirar a ninguna otra función que a la de servirlas y
obedecerlas ”T.N.H.
,
no
4.2.-
Explicación del fundamento de los juicios y evaluaciones morales.
Si a la razón
le conciernen sólo dos tareas: investigar las cuestiones de hecho en las ciencias empírica y las relaciones entre
ideas, en las ciencias formales, la razón no tiene ningún papel a la hora
de evaluar lo bueno y lo malo, la virtud y el vicio, pues no son cuestiones
de hecho, ni relaciones entre ideas. A la razón le conviene la función
instrumental de conocer los medios para conseguir los fines que nos proponemos
y predecir las consecuencias de nuestras acciones. Pero entonces, ¿Quién juzga
y evalúa las acciones?.
La experiencia externa nos hace conocer las cualidades sensibles de los
objetos y de las personas y las acciones y omisiones de éstas, pero a través de
ella no conocemos el bien y el mal, lo bueno y lo malo, que no son propiedades
físicas de las cosas y de las personas. La experiencia externa nos hace conocer
las circunstancias de la acción criminal, los móviles del criminal y sus consecuencias, pero no la cualidad
criminal y mala de la acción:
“Tómese cualquier acción
reconocida como viciosa: por ejemplo, el asesinato premeditado. Examínese desde
todos los ángulos y véase si es posible encontrar ese hecho o existencia real
que se denomina vicio. De cualquier forma que se la considere sólo se advierten
ciertas pasiones, móviles, voliciones o pensamientos. No hay ningún otro hecho
en la situación. El vicio se nos escapa por completo en la medida en que nos
limitamos a considerar el objeto. No se lo puede encontrar hasta que se dirige
la reflexión al propio interior y se encuentra un sentimiento de desaprobación
que surge en uno mismo con respecto a la acción. Aquí hay una realidad, pero se
trata de un objeto de sentimiento y no de razón. Se encuentra en uno mismo y no
en el objeto” T.N.H.
Es en la experiencia interna
donde hay que buscar el fundamento de
nuestros juicios y evaluaciones
morales. Es allí donde encontraremos una impresión de reflexión de
desagrado ante y de rechazo de la acción criminal, que nos conducirá a
calificar como mala y viciosa la acción que nos desagrada.
Ahora bien, si llamamos malas a las acciones que nos desagradan y
producen un sentimiento de rechazo y buenas a las que nos agradan, ello se debe
a que los humanos sentimos un sentimiento universal de simpatía hacia los demás que nos permite ponernos en su lugar y
compadecernos de sus dolores y alegrarnos con sus placeres. Dicho sentimiento de simpatía es la causa de
las acciones altruistas y filantrópicas
que realizan las personas y el que nos
lleva a juzgar como malas las acciones que
producen daño y sufrimiento a otros o a nosotros mismos.
Pero, además del sentimiento de simpatía o de humanitarismo, que conduce
a las acciones altruistas, en la naturaleza humana hay un motivo más fuerte que
el anterior: el egoísmo o autopreferencia, que en muchas
ocasiones entra en conflicto con el sentimiento de simpatía y de solidaridad,
conduciéndonos a realizar acciones que perjudican a los demás en nuestro propio
beneficio. Así las cosas, la razón
humana, en el plano de la ética, deberá
conciliar ambas motivaciones, la
simpatía y el egoísmo,
calculando las consecuencias beneficiosas y perjudiciales de las acciones para
los demás y para nosotros mismos y eligiendo aquéllas que beneficien al mayor
número de personas. La razón ha de buscar la máxima utilidad para el mayor
número de personas, en el supuesto de que el bien coincide con lo útil, con
lo que satisface las necesidades humanas y produce satisfacción y placer. La
ética de Hume es utilitarista,
porque identifica el bien con lo útil y consecuencialista
porque considera que hay que juzgar a las acciones más por las
consecuencias que producen que por las intenciones de los que actúan.
4.3.-Determinación
del valor de verdad de los juicios morales
Los juicios morales no tienen su
origen en la razón, que sólo juzga sobre relaciones entre ideas y
cuestiones de hecho, pues lo bueno y lo malo no son relaciones entre ideas, ni
cuestiones de hecho. Tampoco tienen su
origen en la experiencia externa, que nos informa sobre las cualidades
físicas de las cosas y personas, sino que tienen
su origen en la experiencia interna, en el sentimiento de simpatía.
El criterio de verdad de los juicios de las ciencias formales es la
coherencia o no contradicción Son verdaderos si se siguen sin contradicción a
partir de las premisas. El criterio de verdad de los juicios de las ciencias
empíricas es la experiencia, que puede verificarlos o falsarlos. Pero los juicios de la ética, al no estar
basados ni en la razón ni en la experiencia externa, sino en la experiencia
interna, en los sentimientos, no son ni verdaderos ni falsos, de sino
expresión de los sentimientos subjetivos de quien los enuncia, lo que no quiere decir que sean relativos al sujeto
individual que los enuncia y que por tanto, la ética humeana sea relativista,
sino que se basa en el sentimiento universal de simpatía que comparten los
hombres.
Hume declara ilegítima, sin embargo, la práctica de muchos moralistas de
deducir valores y normas morales a partir de hechos y de las relaciones entre
los objetos, es decir, denunció lo que en el siglo XX Moore llamaría la “falacia naturalista”, consistente en
intentar fundamentar las prescripciones y obligaciones éticas en hechos,
denuncia que los historiadores de la filosofía conocen con el nombre de principio de Hume. El autor escocés, en
efecto, separó hechos y valores, al hacer aquéllos objeto de la
razón y de las ciencias empíricas y a éstos objeto del sentimiento. Para él, y
a diferencia de Kant, los juicios morales no se pueden fundamentar en la razón,
que investiga relaciones entre ideas en el ámbito de las ciencias formales y
cuestiones de hecho en las ciencias de la naturaleza., sino en el sentimiento.
“No puedo dejar de añadir a estos
razonamientos una observación que quizá se considere de alguna importancia. En
todos los sistemas de moralidad que he encontrado hasta ahora siempre he
observado que el autor procede por algún tiempo según la norma ordinaria de razonar
y establece la existencia de Dios o hace observaciones sobre asuntos humanos.
Pero de repente me sorprendo al ver que en lugar de es y no es, las cópulas
usuales de las proposiciones, no doy con ninguna proposición que no esté
conectada con un debes o un no debes. Este cambio es imperceptible,
pero tiene sin embargo, consecuencias extremas. Como este debes o no debes
expresa una nueva relación o afirmación que es
necesario que sea observada o explicada y que al mismo tiempo se ofrezca
una razón para lo que parece totalmente inconcebible, es decir, como esta nueva
relación puede deducirse de otras que son completamente distintas de ella. Pero
como los autores comúnmente no toman esta precaución, me atrevo a recomendarla
a los lectores y estoy persuadido de que este pequeño cuidado, podría destruir
todos los sistemas vulgares de moralidad y dejarnos ver que la distinción entre
la virtud y el vicio no se fundamenta meramente en las relaciones entre los
objetos, ni es percibida por la razón.” T.N.H.
La filosofía moral de Hume influyó en el emotivismo británico del siglo XX. En
Stevenson y en R. Carnap, para los que los juicios morales expresan las
emociones subjetivas de quienes los enuncian, que pretenden influir con ellos
en la conducta de los demás.
5.- EL LIBERALISMO POLÍTICO
CONSERVADOR DE HUME
Hume criticó tanto la teoría absolutista del derecho divino de los
monarcas cuanto al iusnaturalismo o las teorías del derecho natural.
Criticó el iusnaturalismo contractualista de J.Locke alegando las
siguientes razones:
1.- El Estado de naturaleza postulado por
Locke no existió históricamente, sino que es una mera ficción filosófica para
justificar la existencia del Estado.
2.-
El Estado de naturaleza, tal y como lo definió Locke, es contradictorio,
pues, aunque se dice que en él reinaba la paz y la libertad, era tan precario e
inseguro que los hombres lo abandonaron para que el Estado les garantizase los
derechos naturales.
3.- El iusnaturalismo consecuente
desembocaría en el anarquismo, pues si los hombres fueran pacíficos y
depositarios de derechos naturales, no necesitarían ninguna Autoridad para
mediar entre ellos.
4.-
El Contrato social que dio origen al Estado vincularía al Estado y a sus
leyes a aquellos que lo establecieron, pero no a sus descendientes, que no lo
firmaron. Además, el pacto no podría renovarse periódicamente, pues los hombres
no se reproducen y mueren como las mariposas, todos a la vez, sino que en cada momento histórico
conviven varias generaciones.
5.- El derecho de rebelión que Locke
concede a los ciudadanos es una falacia y sería comparable al derecho de los
pasajeros de un barco a desobedecer al capitán y a tirarle por la borda.
Para Hume el origen del Estado no está en ningún pacto o contrato social, como
mantuvieron Locke y Rousseau, sino en la violencia
y en la conquista.:”Casi todos los Estados que hoy existen o
de los que queda recuerdo en la historia fueron originariamente fundados sobre
la usurpación o la conquista, cuando no sobre ambos, sin ninguna pretensión de
libre consentimiento o sujeción por parte del pueblo”
Además, es Estado no se legitima
por su origen, por ser el resultado de un pacto social, sino por su utilidad para preservar la seguridad
del individuo y de la sociedad, “Porque
de otro modo no podría existir la sociedad”. El Estado debe intervenir para
garantizar la justicia y para garantizar que, en caso de conflicto entre la
utilidad particular y pública, predomine ésta sobre aquélla. El Estado debe evitar el parasitismo social.
Ahora bien, para evitar que los políticos abusen del poder que se les ha
concedido, hay que establecer controles políticos que garanticen que no se
valgan del poder para conseguir sus intereses particulares. Por ello, el mejor
régimen político es un régimen
constitucional basado en la división de poderes del Estado, en el que gobiernen las leyes y donde existan garantías constitucionales.
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