LA
FILOSOFÍA DE NIETZSCHE (1844-1900)
Friedrich Nietzsche nació en Röcken,
Alemania, en 1844. Hijo de un pastor protestante, del que quedó huérfano a los
cinco años, se educó en un ambiente familiar femenino y muy religioso, con su
madre, sus tías y su hermana Elisabeth. Estudió en la escuela de Pforta y
después filología en Bonn y en Basilea
con Ritchl. Fue profesor de filología clásica en Basilea hasta que se jubiló
por enfermedad siendo muy joven.
La lectura de “El mundo como voluntad y
representación” de Arthur Schopenhauer, le convirtió en un schopenhaueriano. Su
amistad con Richard Wagner y su mujer Cósima Wagner hizó de él un propagandista
de las concepciones estéticas del músico romántico alemán, como se evidencia en
su primera obra “El nacimiento de la tragedia”. Murió en 1900, tras pasar
internado en sanatorios psiquiátricos sus últimos doce años de vida.
Inspirándose en el título de uno de los
discursos de Zaratustra, “De las tres transformaciones del espíritu”, Gilles
Deleuze clasifica la producción teórica de Nietzsche en tres fases: la fase del
camello, la del león y la del niño.
A la
fase del camello pertenecerían sus
primeras obras, producidas bajo la influencia de Schopenhauer y de Wagner: “El
nacimiento de la tragedia” y las cuatro intempestivas: “David Strauss, confesor
y escritor”, “De la utilidad y las desventajas de la historia para la vida”, “Schopenhauer
como educador” y “Richard Wagner en Baireuth”, así como “Sobre verdad y mentira
en sentido extramoral” y otros escritos menores.
A la fase del león, en la que ya desde una perspectiva ilustrada somete a crítica
sus propias obras juveniles y se libera de la pesada carga de la herencia
idealista de Schopenhauer y Wagner, pertenecen obras como “Aurora”, “El viajero
y la sombra”, “Humano, demasiado humano”, y el “Gay saber”, donde anuncia ya
dos de sus ideas fuerza: la muerte de Dios y el eterno retorno.
A la fase del niño, caracterizada por expresar sus ideas más genuinas,
pertenecerían “Así habló Zaratustra”, “El crepúsculo de los ídolos”, “Más allá
del bien y del mal”, “La genealogía de la moral” y el “Anticristo” y una
colección de escritos que recibieron, tras su muerte, en la edición que hizo de
ellos su hermana Elisabeth el nombre de “La voluntad de poder”.
Deleuze dice que los dos métodos a los que recurre Nietzsche son
la interpretación y la evaluación. La interpretación,
método filológico por excelencia, comprende el significado y el sentido de
textos, filosofías y fenómenos culturales. La evaluación determina el valor de dichos fenómenos, relacionándolos
con la afirmación o la negación de la vida, con la fuerza o la debilidad. Eugen Fink considera que los
métodos nietzscheanos son la psicología
y la historia, con los que
desenmascararía las mentiras y racionalizaciones que encubren los elevados
valores idealistas y demostraría que dichos valores no son eternos y
ahistóricos, sino que tienen su origen en la historia. En un sentido similar,
Foucault habla de la genealogía y de
la historia como los genuinos
métodos nietzscheanos.
1.- LA INTERPRETACIÓN NIETZSCHEANA DE LA
CULTURA GRIEGA EN EL NACIMIENTO DE LA TRAGEDIA
En “El nacimiento de la tragedia”, el joven
Nietzsche, influído por Schopenhauer y Wagner, realiza simultáneamente una
interpretación de la cultura griega, hace una crítica de la cultura europea y
alemana contemporánea y expone una concepción metafísica y dialéctica cercana a
Heráclito.
En primer lugar, Nietzsche critica la interpretación clasicista de la cultura griega de
Winkelman por su carácter unilateral, en la medida en que, al considerar como
canon de la belleza en la cultura y del arte griegos rasgos como la armonía, la proporción, la
racionalidad y la medida, privilegiaba uno de los dos instintos artísticos que
se conjugaban en el arte griego, a saber, el apolíneo, predominante en artes
como la arquitectura y la escultura y en la Atenas del siglo V a.C, en
detrimento de artes como la música, la tragedia y la sabiduría popular del
período arcaico.
La cultura y el arte griego fueron el
resultado, interpreta Nietzsche, del conflicto entre dos instintos estéticos antagónicos (Kunsttriebe): el principio apolíneo y el dionisiaco. El principio apolíneo
engendra al Dios Apolo, dios de la bella apariencia, el dios escultor, tejedor
de representaciones, del que depende el principio de identidad y de
individuación. Apolo representa el principio de la conciencia. Dionisos, es, por el contrario, el dios del instinto, de la embriaguez, que
diluye el yo, la identidad personal y el principio de individuación en el magma
fluyente de la vida y produce un “…éxtasis
delicioso que, cuando se produce esa misma infracción del principium
individuationis, asciende desde el fondo más íntimo del ser humano, y aún de la
misma naturaleza”. Este éxtasis dionisiaco, al romper con el principio de
individuación, acabaría según el joven Nietzsche, con la alienación socia y
renovaría la alianza del hombre con la naturaleza y con el hombre: “…bajo la magia de lo dionisiaco no sólo se
renueva la alianza entre los seres humanos, también la naturaleza, enajenada,
hostil o subyugada, celebra su fiesta de reconciliación con su hijo perdido: el
hombre…Ahora el esclavo es hombre libre, ahora quedan rotas todas las rígidas,
hostiles, delimitaciones que la necesidad, la arbitrariedad, o la moda
insolente han establecido entre los hombres”. F. Nietzsche: El nacimiento
de la tragedia.
En la tragedia griega anterior a Eurípides,
se habrían conciliado armónicamente estos dos impulsos estéticos de lo
dionisiaco y lo apolíneo. Pero Eurípides,
influido por el racionalismo de Sócrates, habría transformado la tragedia en
una sucesión de vicisitudes racionalmente encadenadas, comprensibles y
optimistas que, al debilitar el principio dionisiaco, generó el dominio del
elemento apolíneo y racionalista sobre el dionisiaco.
En segundo lugar, influído por Wagner,
Nietzsche interpretó la cultura europea
y alemana de su época como una cultura decadente por la hegemonía del
superficial cientificismo e historicismo, cuyos remotos orígenes encontraba en
el racionalismo socrático y vio en la obra arte total propugnada por el
músico romántico el principio de la regeneración cultural de Alemania y de
Europa.
Por
último, también expuso en El nacimiento de la tragedia una concepción metafísica
tejida con los hilos del viejo Heráclito y de la metafísica de Schopenhauer, al
identificar el noúmeno schopenhaueriano, la voluntad, con el principio
dionisiaco, con el Uno primordial, creador y destructor de seres, que se
despliega en una multiplicidad de formas que, percibidas en el espacio y en el
tiempo y comprendidas mediante el principio de razón suficiente, generan el
mundo fenoménico de las apariencias apolíneas.
2.- NIHILISMO Y
MUERTE DE DIOS
Nietzsche ha pasado a la historia del
pensamiento como el filósofo que anunció la muerte de Dios y el nihilismo.
2.a._ El NIHILISMO,
del latín nihil, nada, es definido por Nietzsche como la pérdida de validez de
los valores supremos, como la falta de respuestas a las preguntas por el por
qué y el para qué y por el sentido de la vida.
Nietzsche, el filósofo vitalista, como intérprete de la cultura occidental, considera
que la esencia de ésta es el nihilismo, es decir, la negación del valor supremo
de la vida. La muerte de Dios, que Nietzsche anuncia en el aforismo titulado
“El hombre loco” de la “Gaya Ciencia”, no es la causa del nihilismo, sino la
consecuencia y el resultado final del modo en que se ha valorado en Occidente.
El nihilismo habría pasado por tres fases en el curso del desarrollo de la
cultura occidental:
1.- El NIHILISMO
NEGATIVO es consecuencia, según Nietzsche, de que la voluntad
de poder, la esencia de la vida, que no puede no querer, es decir, cuya esencia es querer poder, en
lugar de afirmar el “mundo aparente”,
la tierra, el cuerpo y la
sensibilidad, los niega y devalúa en nombre del ficticio “mundo verdadero” de la metafísica y del alma. El platonismo y el
cristianismo, mero “platonismo para
el pueblo”, serían para Nietzsche expresión del nihilismo negativo, hegemónico
en la teología medieval.
2.- El NIHILISMO
REACTIVO es consecuencia del nihilismo negativo. Se caracteriza por la
negación del “mundo verdadero”, pero sin la afirmación del “mundo aparente” y
terrenal. Comienza con el proceso de secularización de la conciencia europea
que se inicia con el Renacimiento, la Reforma , el desarrollo de la Ciencia Moderna , la Ilustración con su
crítica de la metafísica y de la teología ( Hume, Kant ), el positivismo de Comte, la crítica de
la religión de Ludwig Feuerbach y de Marx y se consuma con la misma filosofía antimetafísica de Nietzsche y con la muerte de Dios.
3.- El NIHILISMO
PASIVO se inaugura con la muerte de Dios y el hundimiento del mundo
suprasensible de la metafísica y tiene por consecuencia lo que Weber llamó el
“desencantamiento del mundo” y la ausencia de valores supremos: Dios, el Ser, la Verdad y el Bien Supremos. Schopenhauer y el ateismo científico estarían instalados en esta fase del nihilismo.
4.- El NIHILISMO
ACTIVO es la propuesta de Nietzsche para superar el nihilismo pasivo
dominante en su época. Su condición es la muerte de Dios, la disolución del
mundo verdadero y la emergencia del Superhombre, es decir, un nuevo hombre que,
superada la alienación religiosa y metafísica, crea nuevos valores afirmativos
de la vida del más acá, de la tierra, del cuerpo y de los instintos, emancipado
del espíritu de venganza contra el más acá. Dios ha muerto, dice Nietzsche en “Así
habló Zaratustra”, ahora queremos que viva el superhombre.
La condición
del nihilismo activo es la transmutación
de la voluntad de poder, que de negativa como hasta ahora, ha de transformarse
en afirmativa de la vida y de la tierra.
2.b.- La MUERTE DE DIOS es el resultado final de la evolución histórica del nihilismo
occidental, es la consecuencia última de la veracidad que el cristianismo introdujo en la moral occidental, que
acabó por desenmascarar la mentira útil de Dios. La filosofía y la ciencia,
buscando la
Verdad Suprema ,
Dios, descubren que esta es la mentira
suprema, pero condición de conservación de una forma de vida decadente,
débil y degenerada y resentida contra el mundo aparente: la vida cristiana.
Weber, el sociólogo alemán, llamó al proceso de secularización que Nietzsche
describe como historia del nihilismo “desencantamiento
del mundo”, entendiéndolo, en términos similares a Nietzsche, como
consecuencia de la expansión a todos los dominios de la vida (económino, social
y cultural) de la racionalidad
científico-técnica o racionalidad con arreglo a fines.
La muerte de Dios conlleva: 1) la
disolución de la oposición platónico-cristiana entre “mundo aparente” y “mundo verdadero”, 2) la
superación de la oposición entre doxa y episteme, 3) el hundimiento del Summum
Bonum y de la moral heterónoma cristiana, 4) la pérdida del sentido de la
historia, entendida cristianamente como un proceso abocado al final feliz de la
redención cristiana, al progreso ininterrumpido de la razón y la libertad de los liberales, o al triunfo final de la sociedad sin clases marxista, 5) el derrumbe
de la teocracia y de la legitimación teológica del poder político, recordad el
:”Nulla potestas nisi a Deo” de S. Pablo, así como de la democracia y del “más
frio de todos los monstruos frios”, del Estado. Por esto los anarquistas
consideran a Nietzsche como uno de los suyos.
3.-
CRÍTICA
NIETZSCHEANA DE LA RELIGIÓN
En Nietzsche, el ateo, se encuentran todos
los argumentos anticristianos y ateos:
1.- El argumento de Ludwig Feuerbach según el cual el hombre es el creador de Dios a su
imagen y semejanza mediante la proyección en la criatura divina de las propiedades
“humanas, demasiado humanas”, aunque de
forma superlativa y eminente. La riqueza de Dios, dependería así, de la
pobreza en la que ha quedado el hombre
al despojarse a sí mismo de su esencia y regalársela a Dios.
2.- La tesis
marxiana que sostiene que el
sufrimiento y la miseria terrenales son las que originan la creencia en Dios y
en el más allá y que la religión es un mecanismo
de evasión y de consolación de la insufrible vida terrenal, un narcótico que permite al pueblo oprimido
reconciliarse con el más acá.
3.- La crítica ilustrada del cinismo sacerdotal, que denuncia a la
religión como un mecanismo de dominio y una ideología de control social y de
mantenimiento de un orden social del que el Trono y el Altar son los
beneficiarios. Así, en “La crítica de la santa mentira” de “La voluntad de
poder”, denuncia y critica Nietzsche, la pretensión sacerdotal de que: 1) Haya
Dios, 2) que Dios premie y castigue, 3) que Dios reconozca el código moral de
los sacerdotes,4) que los sacerdotes sean representantes de Dios, 5) que haya
otra vida celestial mejor que la terrenal, 6) que el alma del hombre sea
inmortal, 7) que en la otra vida el hombre sea juzgado, premiado y castigado, 8)
que el bien y el mal sean algo firme, 9) que el bien y el mal coincidan con lo
que determinen los sacerdotes, 10) que la moral sea la negación de lo natural, 11)
que todo lo que ocurre esté condicionado por la moral, 12) y que la moral y la
verdad sea un don, reveladas y coincidentes con la voluntad y el código moral de los sacerdotes.
4.- El argumento, expresado en el
Anticristo, de que el Dios cristiano
es la antítesis y la vida.
4.-
NIHILISMO Y MORAL CRISTIANA
a)
La genealogía de los valores morales
Valiéndose de los métodos de la psicología
y de la historia, Nietzsche
evidencia que los valores y normas morales no proceden ni del Dios y del Mundo
Verdadero, sino que han sido creados por los hombres en el curso de la
historia. Menciona, entre otros, los siguientes mecanismos psicológicos
productores de valores: 1) La proyección,
por la que los hombres crean valores y normas morales y religiosos, después se olvidan de que son ellos mismos
los que los han creado, asignan su creación a Dios, alienándose y enajenándose de sus criaturas, para acabar sometiéndose a
ellos, 2) la autoescisión, por la
que el hombre llega a valorar más una parte de sí mismo, (el alma), que otra,
el cuerpo, reprimiendo y sacrificando a éste por mor de la otra., 3) la necesidad de seguridad, que encuentra
en el Ser Supremo, Padre Espiritual Sublimado, como lo denominó Freud.
b) La doble genealogía de la moral
Desde una perspectiva sociológica, histórica y fisiológica, Nietzsche
relaciona la moral con la sociedad y distingue entre la moral señorial, basada en la dicotomía “gut”/”schlecht” (bueno/malo),
creación de los señores, afirmativa y atea y la moral de los esclavos, basada en la oposición “gut”/böse”
(bueno/malvado), inventada por los esclavos, basada, no en la autoafirmación
como la de los señores, sino en la negación de la moral señorial y en el
espíritu de venganza de los esclavos, que por resentimiento contra los señores,
inventa otra vida y un Dios justiciero que premiará en el más allá a los buenos, a los débiles, a
los esclavos y a los sumisos y castigará a los orgullosos señores.
La moral de los esclavos, inventada por el
pueblo judío, se convirtió, gracias al cristianismo, en la moral dominante de
la cultura occidental cuando el cristianismo se convirtió en la religión
oficial del Imperio Romano y generó una constelación de valores como la
compasión, la obediencia, la sumisión la humildad, la abnegación, la
mansedumbre, la pobreza y la debilidad, que acabó marginando los valores de la
moral señorial: la fuerza, la nobleza, la distinción, el orgullo, la
insumisión, la valentía y la autoafirmación.
c) La moral cristiana es nihilista y
contranatural
La moral cristiana, expresión del nihilismo
negativo, es hostil al cuerpo, a la vida fuerte y libre, a los instintos y a
las pasiones, a las que convierte en pecados, rechazándolas y reprimiéndolas
sin embellecerlas, espiritualizarlas y sublimarlas. La moral cristiana practica
el “castradismo”. Refiriéndose al
rechazo de la sexualidad por la moral cristiana, Nietzsche cita a S. Mateo,
quien atribuyó a Cristo en su Evangelio las palabras: “Si tu ojo te escandaliza
arráncatelo”
La religión y la moral cristianas
convierten al hombre en un esclavo mediante la patraña del “orden moral del
mundo”, supuestamente establecido por Dios, mediante el cual la clase
sacerdotal ejerce el poder sobre los pobres de espíritu, atemorizándoles con
castigos divinos en el infierno.
d) La autosuperación de la moral por
veracidad
La moral cristiana, que es una moral heterónoma, inventada y
administrada por la clase sacerdotal y basada en los “ideales” superiores del
Ser Supremo, del Bien Supremo y de la Verdad
Suprema , Dios, es superada en el curso del desarrollo de la cultura
occidental, por el valor cristiano de la veracidad, que acaba por desenmascarar
a la Verdad Suprema
como una mentira útil al servicio de la conservación de formas de vida
decadentes y débiles.
e) La transvaloración de todos los
valores
Frente a los valores superiores de la moral
platónico-cristiana, expresión de un nihilismo negativo que niega la vida por
rencor contra ella, Nietzsche propone la transvaloración
de los valores, que no sería una mera inversión, sino que implicaría una transmutación de la cualidad de la voluntad de poder que,
de negar la vida, pasaría a afirmarla, posibilitando así, una vez superada la alienación moral y la
heteronomía de la conciencia moral, una
nueva moral autónoma, sin Dios ya como base de los valores.
f) La nueva tabla de valores.
Más allá del bien y del mal de la
valoraciones nihilistas, la nueva moral
autónoma del superhombre, afirmativa de la vida, se basaría en los
siguientes principios: “¿Qué es bueno?
Todo lo que eleva el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo
en el hombre. ¿Qué es malo? Todo lo que procede de la debilidad. ¿Qué es
felicidad? El sentimiento de que el poder crece, de que una resistencia queda
superada” Nietzsche. El Anticristo.
5.- NIHILISMO Y METAFÍSICA
Nietzsche define la metafísica en Humano, demasiado humano, como: “ la ciencia que trata de los errores fundamentales del hombre, pero como si fueran las verdades fundamentales”. La considera en su totalidad como “platonismo remozado”, expresión de un nihilismo negativo, negador del aparente mundo terrenal y caracteriza su propia filosofía como un “platonismo del revés” .
En el “Crepúsculo de los ídolos”, describe
Nietzsche a los metafísicos y a la metafísica occidental en los siguientes
términos:
1.-
Los filósofos de todos los tiempos
se han caracterizado por su “falta de
sentido histórico” y por su “odio a
la noción de devenir”, como Parménides, para el que sólo el Ser es, pues “lo que es no deviene y lo que deviene no
es”, o como Platón, para el que las
Ideas, el ser verdadero, se caracterizaba por su eternidad e inmutabilidad, a
diferencia del aparente mundo sensorial, sometido al devenir.
2.-
Los filósofos se han caracterizado, además, por la “descalificaión de los sentidos” por su falacidad, por su confianza
en la razón, así como por su condena del
cuerpo, mera cárcel del alma para Platón y origen del pecado para el
cristianismo.
3.-
Otra idiosincrasia de los filósofos es “confundir
lo primero con lo último”, por concebir la Idea como la causa formal de las cosas materiales
o por concebir al Ser Supremo como la Causa
Primera de las criaturas, cuando lo último, el Ser, es una
mera abstracción.
La filosofía de Nietzsche, “inversión del platonismo” se
caracterizará, pues, por:
1) La
afirmación heraclitiana del devenir y del mundo aparente. Para él sólo es verdadero y real lo
que deviene, el cambio, el mundo
aparente, la vida. En este sentido, dice Nietzsche en el Crepúsculo de los
ídolos que:”Primera tesis: Las razones
por las que “este” mundo, el mundo del devenir y de la apariencia, ha sido calificado de aparente fundamentan,
antes bien, se realidad, otra especie distinta de realidad es absolutamente
indemostrable”. Y en la Segunda
tesis, añade que:”Los signos distintivos
que han sido asignados al “ser verdadero” de las cosas son los signos
distintivos del no-ser, de la nada; a base de ponerlo en contradicción con el
mundo real es como se ha construido el “mundo verdadero”; un mundo aparente de
hecho, en cuanto es una “ilusión óptico-moral”
2) Por calificar
de invención el “mundo verdadero” platónico-cristiano, pues para Nietzsche,
el Ser Supremo es “el último humo de la
realidad que se evapora”, es decir, el concepto más abstracto y vacío.
El hermeneuta Nietzsche interpreta, además,
que la invención del “mundo verdadero” de la Idea platónica, del Motor Inmóvil
aristotélico, del Dios cristiano, del noúmeno kantiano es producto del rencor y
del resentimiento de la vida débil contra el mundo terrenal:”Tercera tesis: Inventar fábulas y mentiras
metafísicas sobre “otro mundo distinto de este” no tiene sentido, presuponiendo
que no domine en nosotros el instinto de calumnia, de empequeñecimiento, de
recelo frente a la vida; en este último caso, tomamos venganza de la vida con
la fantasmagoría de “otra” vida distinta de esta,”mejor” que esta.
La invención del mundo verdadero de la
metafísica es síntoma de decadencia y de vida descendente: ”Cuarta tesis: Dividir el mundo en un mundo “verdadero” y un mundo
“aparente”, ya sea al modo del cristianismo, ya sea al modo de Kant (en última
instancia un cristiano alevoso) es únicamente una sugestión de la decadence, un
síntoma de vida descendente.
3) Por
la rehabilitación de la sensibilidad,
del cuerpo y de las pasiones
como condición primera del por conocimiento. “Si hoy tenemos ciencia,
dice en el Crepúsculo, es “en la medida
en que nos hemos decidido aceptar el testimonio de los sentidos” Frente al
racionalismo, que desde Parménides y Platón, han descalificado la
sensibilidad y las pasiones por falaces
y engañadoras, fuente sólo de un
conocimiento devaluado, subjetivo, cambiante, perspectivístico, Nietzsche
rehabilita el cuerpo, la sensibilidad y las pasiones como condición del
conocimiento perspectivista.
4) Por
concebir que los sentidos no son
engañadores cuando nos muestran el devenir, sino que es la razón, que Nietzsche identifica con el lenguaje y las categorías
lingüísticas de ser, unidad, sustancia y causa, la que nos engaña, falseando y congelando la fluyente realidad, al
introducir permanencia, estabilidad, unidad, orden y regularidad en el
cambiante y fluido mundo fenoménico, lo que posibilita que el hombre, que es
voluntad de poder, pueda controlarlo y dominarlo mediante la ciencia y la
técnica y concederle sentido mediante el arte y la religión.
“El
filósofo atrapado en las redes del lenguaje”, dice Nietzsche, no puede pensar el mundo si no
es mediante el lenguaje. Heidegger dirá más tarde que “El lenguaje es la casa del ser”. El hombre piensa mediante el
lenguaje lo que es, dice el ser mediante el lenguaje (ontología) y las
categorías lingüísticas que, como las categorías a priori kantianas, condiciona y posibilita lo que se puede decir y conocer. Pero el lenguaje, con sus categorías, dice Nietzsche anticipándose a
Wittgenstein, “hechiza al pensamiento”,
le seduce y conduce, dando forma al contenido del pensamiento, a las fugaces
impresiones constitutivas del mundo fenoménico, a las que esquematiza y
simplifica, concediéndoles unidad y permanencia,
e introduciendo el ser en el devenir.
La razón en el lenguaje, el lenguaje
de la razón, con sus categorías es el que induce
a los metafísicos a los siguientes errores:
1.-
Les hace creer en el yo, en la sustancia espiritual como una realidad
permanente, a la que Descartes, padre de la metafísica idealista moderna,
concibió como una realidad cuya existencia era indudable y cierta y como causa
de los pensamientos. Pero la creencia en la existencia de un yo está
condicionada por la categoría gramatical de sujeto presupuesta en toda acción y también en la acción de pensar.
Nietzsche, pues, disuelve mediante una crítica lingüística la categoría central
de la metafísica moderna: el yo o sustancia espiritual, ya cuestionada por Hume
y Kant.
2.-
Les hace creer en la existencia de sustancias
materiales, a las que conciben como realidades permanentes que sostienen
sus cambiantes cualidades, esenciales o accidentales. Nietzsche explica que la
categoría de sustancia material o cosa procede de la categoría de yo mediante
la proyección al mundo fenoménico de la supuesta unidad y permanencia del yo.
Nietzsche continúa y extiende la crítica empirista de la categoría de sustancia
material.
3.-
Les hace creer erróneamente en la existencia de una voluntad, en que hay un sujeto que quiere. Nietzsche, anticipándose
a Freud, sugiere la existencia de motivos inconscientes de las acciones. Y
relaciona la noción de voluntad libre
o libre albedrío con la “metafísica del verdugo” del cristianismo, que necesita
justificar el castigo a los pecadores por los sacerdotes mediante la invención
de las nociones de libre albedrío, responsabilidad y culpabilidad.
4.-
Les conduce a creer en la existencia de Dios,
concebido por la metafísica como el
Sujeto Supremo, causa del mundo y del alma :”¡
Oh vieja hembra engañadora!. Temo que no vamos a desembarazarnos de Dios porque
seguimos creyendo en la gramática!.
En definitiva, Nietzsche consuma la crítica de las ideas centrales de la metafísica
racionalista efectuada por el empirismo de Hume y la filosofía trascendental de
Kant, a quien sin embargo critica por inconsecuente, comparándolo con una
zorra que vuelve a encerrarse en la jaula de la metafísica, con sus postulados
de la inmortalidad del alma, la libertad de la voluntad y Dios, tras haber roto
la jaula de la metafísica con la astucia e inteligencia de su Crítica de la
Razón Pura.
6) LA FILOSOFÍA POSITIVA DE NIETZSCHE
6.a.- La metafísica de Nietzche
Heidegger consideró a
Nietzsche, pese a su furibunda crítica a la metafísica, como el último
metafísico, pues interpretó la doctrina de la voluntad de poder y del eterno
retorno como la culminación de la metafísica occidental, metafísica que sostendría que la esencia de
la realidad es voluntad de poder y que el eterno retorno sería la ley rectora
del movimiento del ente en su totalidad. Otros autores consideran que Nietzsche
acabó definitivamente con la metafísica, y como Savater consideran las
doctrinas nietzscheanas de la voluntad de poder y del eterno retorno como
“verdaderas doctrinas falsas o falsas doctrinas verdaderas.
1.-
La voluntad de poder (der Wille zur Macht)
Nietzsche asume una concepción
heraclitiana de la realidad según la cual el mundo, cuya esencia es voluntad de
poder, está constituido por un sistema dinámico de fuerzas antagónicas de
diferente cantidad y cualidad, que no tienen ni principio ni fin, encerradas
dentro de la nada como en su límite, que se transforman eternamente y se
desarrollan desde la más simple a la más complicada. Este mundo de la voluntad
de poder es uno y múltiple y en él todo retorna eternamente, sin que el devenir
conduzca a un fin, ni en el plano de la naturaleza (la evolución de la vida no
persigue ninguna meta), ni en el plano de la historia. Nietzsche asumiría la
sentencia de Shakespeare: “la historia es un cuento contado por un idiota,
lleno de furia y ruido, que carece de sentido”
También la vida, en todas sus formas, también la vida humana, es voluntad de poder, voluntad de
superarse a sí misma, voluntad de crecer, de emanciparse y de crear “…y este
misterio me ha confiado la vida misma. “Mira, dijo, yo soy lo que tiene que
superarse así misma”. La vida es voluntad de poder, voluntad de
autosuperación, no mero instinto de conservación o “conatus” como la definió
Spinoza o Voluntad (Wille), como la
definió Schopenhauer. En el hombre, la voluntad de poder se manifiesta en hacer
pensable y cognoscible la realidad, en controlarla y dominarla mediante la
ciencia y la técnica y en concederle sentido mediante la cultura, la religión y
el arte.
La
voluntad de poder incita a emanciparse del peso de la cultura heredada y de los
imperativos que limitan la libertad individual y a crear nuevos valores que
liberen a la vida del pesado fardo de las convenciones sociales. La voluntad de
poder es la fuerza que produce la transformación del espíritu, que de camello,
cargado con el “tú debes”, se trasforma en león, que destruye la moral y afirma
el “yo quiero” y en niño, capaz de crear nuevos valores y un nuevo mundo.
2.- El eterno retorno (die ewige
Wiederkunft des Gleichen)
Nietzsche concibe el devenir de los entes
en su totalidad como un movimiento circular sin principio ni fin, en el curso
del cual retorna sin fin, una y otra vez, todo lo ya acontecido. El ser en su
devenir retorna eternamente, concediendo así toda la densidad, plenitud y
relevancia al momento presente,
puerta que comunica el pasado y el futuro, devaluado por la concepción lineal
del tiempo, que privilegia el futuro como el momento esencial que concede
sentido al ahora.
Frente a la concepción lineal del tiempo de
la filosofía de la historia cristiana formulada por S. Agustín, que concibe el
tiempo como una línea con principio y fin, orientado a una finalidad redentora,
que concede un sentido salvífico al devenir, la concepción cíclica del tiempo presupuesta en el eterno retorno nietzscheano no concede
ningún sentido ni finalidad al devenir cíclico: “Guardémonos de atribuir a este ciclo una tendencia, una meta, o de
evaluarlo según nuestras necesidades, de calificarlo de aburrido, estúpido etc…
Guardémonos de creer que el universo tenga una tendencia a alcanzar ciertas
formas, que busque hacerse más hermoso, más perfecto, más complicado. Esto es
antropomorfismo”. Nietzsche La voluntad de poder.
La doctrina nietzscheana del eterno retorno está relacionada con la
emergencia del superhombre, quien
emancipado de las finalidades consoladoras inventadas por la metafísica,( del
“mundo verdadero” y del “cielo” cristiano), pero devaluadoras del mundo
terrenal, es quien deberá afirmar incondicionalmente un mundo en el que todo
retorna sin fin y sin sentido para hacer de él su hogar.
La doctrina del eterno retorno implica un imperativo
ético, formal, como el kantiano y no menos riguroso que él: “Si en todo lo que quieres hacer empiezas
por preguntarte: ¿estoy seguro de que quiero hacerlo un número infinito de
veces?, esto sería para ti el centro de gravedad más sólido”. Nietzsche. La
gaya ciencia.
Vattimo, el hermeneuta italiano, ha visto
una contradicción entre la doctrina del eterno retorno, según la cual todo se
repite y no cabe la innovación y la novedad y la doctrina de la voluntad de
poder entendida como autosuperación y creación, versión nietzscheana de la antinomia entre necesidad y libertad..
3.- El superhombre (Der Übermensch)
Nietzsche adoptó, como Marx,
una concepción naturalista y
evolucionista del hombre, según la cual el hombre es el producto y
resultado de la evolución de la vida. De Darwin aceptó las ideas de la
evolución, de la selección de los más aptos y la lucha por la vida como motor
de la evolución, y que la evolución es un proceso aleatorio y ciego, carente de
meta y de finalidad. N extrajo del evolucionismo darwiniano ninguna idea
optimista y progresista, sino que, por el contrario, creía que la evolución,
que en el caso del hombre está condicionada por factores culturales, no
seleccionaba a los más fuertes, sino a los débiles y malogrados. En un sentido
evolucionista, Nietzsche definió al hombre como el “animal no fijado”, es decir, inacabado y abierto, razón por la cual
tiene que inventarse a sí mismo.
Influido por el historicismo, Nietzsche
concibió también al hombre como un ser histórico, que más que una naturaleza fija, tiene historia y es producto y producto de la cultura con
la que se ha construido a sí mismo. Pero frente a otros autores progresistas de
su época e influido por el historiador Jacob Burkhardt, consideraba que la historia no era un proceso
progresivo tendente a la realización del bien y de la felicidad de la humanidad,
idea en la que veía una secularización de la idea cristiana de Providencia.
Nietzsche interpretó la cultura occidental
como decadente y nihilista por el triunfo del racionalismo socrático y del
cristianismo, razón por la cual pretendió efectuar una revolución cultural, una
“transvaloración de todos los valores” que creasen un nuevo mundo y un nuevo
hombre. A ese nuevo hombre lo bautizó Nietzsche con el nombre de Übermensch, ultrahombre o superhombre
Nietzsche describe al superhombre en el
Zaratustra en términos evolucionistas y darwinistas:”¿Qué es el mono para el hombre? Una irrisión o una vergüenza dolorosa
y justo eso es lo que el hombre debe ser para el superhombre: una irrisión y
una vergüenza dolorosa” Nietzsche. Así habló Zaratustra. Pero no concibe al
superhombre en términos evolucionistas como el producto necesario de la
evolución del hombre actual, sino como un proyecto ético y cultural de
superación del hombre nihilista de la cultura occidental.
Nietzsche relaciona la doctrina del superhombre con la muerte de Dios, con la fidelidad
al sentido de la tierra, con la mortalidad
del alma y con la redención del
espíritu de venganza hacia el mundo terrenal característico de la
metafísica y de la religión.
La muerte de Dios, que Nietzsche anuncia
en la Gaya
ciencia, es pensada por él como la condición
de la emergencia del superhombre: “todos
los dioses están muertos, ahora queremos que viva el superhombre”, dice en
el Zaratustra.
La muerte de Dios conlleva el hundimiento del “mundo verdadero” de la metafísica y de la religión
y la consiguiente necesidad de crear nuevos valores afirmativos de la vida, lo
que supone una transmutación de la cualidad de la voluntad de poder que, de
negativa, ha de tornarse afirmativa del mundo aparente y de la tierra.
El
superhombre, el nuevo hombre creador que ha superado la alienación de la
conciencia religiosa y moral, permanecerá incondicionalmente fiel al sentido de
la tierra, sin dejarse seducir por los que hablan de esperanza sobreterrenales
y liberado del espíritu de venganza contra el tiempo y el pasado.
Esta caracterización del superhombre de
Nietzsche enlazaría con la concepción de la vida auténtica propugnada por el
existencialismo de Sartre, que al carecer de una esencia y comenzar por la mera
existencia, necesita crearse a sí mismo
y con la ética del cuidado de sí
de Michel Foucault, no regida por normas sociales preestablecidas.
Nietzsche se refiere a la emergencia del
superhombre en el discurso de Zaratustra titulado “De las tres transformaciones
del espíritu”, donde, mediante una parábola describe las tres transformaciones
del espíritu. Este, inicialmente es un camello,
un animal de carga que cruza el desierto cargado con el peso de la cultura
recibida. El camello, en la travesía del desierto, se convierte en un león, que “quiere conquistar su libertad” y para ello se enfrenta a su gran
enemigo, el dragón, en cuyos miles de escamas brilla el “tú debes” de los
valores milenarios. El león rechaza el tú debes y afirma “Yo quiero”. Pero “Crear valores nuevos-tampoco el león es aún capaz
de hacerlo: mas crearse libertad para un nuevo crear- eso sí es capaz de
hacerlo el poder del león. Crearse
libertad y un no santo incluso frente al deber: para ello, hermanos míos es
preciso el león. Nietzsche. Así
habló Zaraturtra.
Sin embargo el león no puede aún crear
nuevos valores. Para eso es preciso aún que el león se convierta en niño: “Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda
que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí”. El
superhombre nietzscheano es ese niño que en su inocencia puede olvidar la
cultura nihilista, resentida y hostil a la vida y crear nuevos valores y una
nueva cultura afirmativa reconciliada con la vida y con el mundo terrenal.
El superhombre se opone al hombre del rebaño. Se caracteriza por ser un espíritu libre, por pensar por sí mismo, por superar los prejuicios y las opiniones convencionales y tranquilizadores, por no depender de la tradición y de la costumbre, por ser un "inmoralista", por situarse más allá de la moral heterónoma, religiosa, por la que se rige el rebaño, por su escepticismo y por no necesitar certezas tranquilizadoras ("las convicciones son prisiones"), por su ateismo, por no sentirse huérfano tras la muerte de Dios, sino por ver dicha muerte como una oportunidad para la libertad creadora, por ser creador y autocreador.
El superhombre se opone al hombre del rebaño. Se caracteriza por ser un espíritu libre, por pensar por sí mismo, por superar los prejuicios y las opiniones convencionales y tranquilizadores, por no depender de la tradición y de la costumbre, por ser un "inmoralista", por situarse más allá de la moral heterónoma, religiosa, por la que se rige el rebaño, por su escepticismo y por no necesitar certezas tranquilizadoras ("las convicciones son prisiones"), por su ateismo, por no sentirse huérfano tras la muerte de Dios, sino por ver dicha muerte como una oportunidad para la libertad creadora, por ser creador y autocreador.
6.b.-
La teoría del conocimiento de Nietzsche
Nietzsche no fue un autor
sistemático. Su teoría del conocimiento se encuentra dispersa en sus obras.
Pero en “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral” (1873) expone una teoría del
conocimiento y de la verdad que podríamos calificar de constructivista, convencionalista y perspectivista.
1.- Dicha teoría comienza ironizando sobre
la vanidad antropomórfica que ha conducido a los metafísicos a creer que
mediante el intelecto se podía penetrar más allá de las apariencias para
conocer la esencia o la verdad de las cosas en sí.
2.- Por el contrario, Nietzsche asume la
teoría schopenhaueriana y darwinista de que el intelecto no es más que un mero
instrumento de supervivencia con el que
la naturaleza dotó a ese ser débil e indefenso que es el hombre, por lo que más
que un instrumento metafísico que permita conocer la esencia de las cosas o las
cosas en sí, es un medio útil para conservar la vida de los individuos y de la
especie humana.
3.- El intelecto, pues, dice Nietzsche,
siguiendo a Kant y a Schopenhauer, sólo nos permite conocer los fenómenos,
pero no la cosa en sí, que, según dice Nietzsche, “es digna de una
carcajada homérica”, una mera ficción creada por el resentimiento nihilista.
4.- En
la construcción del conocimiento desempeña una función crucial el lenguaje, cuya naturaleza es
metafórica, pues gracias a él y a las
palabras que lo constituyen, nuestra mente traduce un impulso nervioso a una
imagen y esta a un sonido que la significa de manera convencional:”¡En primer lugar, un impulso nervioso es
extrapolado en una imagen!. Primera metáfora. ¡La imagen transformada de nuevo
en un sonido!. Segunda metáfora, y en cada caso, un salto total de una esfera a
otra totalmente distinta”. Nietzsche. Sobre verdad y mentira en sentido
extramoral.
5.- Por otra parte, las palabras del lenguaje, que ya traducen imágenes, traducción a su vez de un impulsos
nerviosos, a sonidos, que son
convencionales, se convierten en
conceptos a partir del momento en que dejan de significar las imágenes,
únicas e irrepetibles a las que designan, con lo cual las intuiciones se
disuelven en los conceptos, que son las necrópolis de las intuiciones.
6.- Dichos conceptos, construidos por abstracción, prescinden de las características
de las cosas singulares (nominalismo nietzscheano) acaban convirtiéndose en Ideas platónicas a las que se conciben
como arquetipos o modelos que imitan imperfectamente las cosas individuales.
7.- Además, añade Nietzsche, la sociedad, como ya dijo Protágoras en
la antigüedad, no sólo define lo bueno
y lo malo, lo justo y lo injusto, sino que también define lo verdadero y lo falso, en función de convenciones
establecidas por los grupos dominantes, transmitiendo dichas concepciones a
través de la socialización.
Por tanto, el conocimiento y la verdad
no son, pues, para Nietzsche una adecuación del intelecto a las cosas que
permitiría reflejar su esencia o lo que las cosas son en sí, sino una
construcción social.
En las obras posteriores del periodo ilustrado Nietzsche desarrolla su teoría perspectivista del conocimiento. En ellas asume Nietzsche que el hombre, como toda forma de vida, es voluntad de poder y que el conocimiento y la voluntad de verdad son las formas que reviste la voluntad de poder en el hombre.
Para Nietzsche, a diferencia de la filosofía clásica, conocer no es descubrir la esencia ya constituida de las cosas externas y reflejarla o representarla en el"espejo" de la mente, por lo que la verdad no es tampoco la adecuación entre el intelecto y las cosas, como la definía la filosofía escolástica, Para Nietzsche conocer es esquematizar e imponer formas al caos de nuestra experiencia interna, con la finalidad no teórica, sino práctica de controlar y dominar el mundo fenoménico, subsumiendo las representaciones menos generales en las más generales para hacer comprensible y calculable el mundo fenoménico.
Conocer consiste en imponer orden en el caos de las sensaciones, introducir ser y permanencia en el devenir, unidad en la multiplicidad. Por ello, el intelecto no descubre la esencia tras las apariencias, sino que es una fuerza poética, creadora, simplificadora y falsificadora, que crea un mundo imaginario de sustancias permanentes e idénticas a sí mismas, como las Ideas de Platón o la sustancia de Aristóteles, para adueñarse de la pluralidad cambiante de las representaciones. Pero el intelecto se olvida de que el mundo imaginario de igualdad, permanencia, unidad ha sido creado por él mismo, que es producto de su interpretación del fluyente caos sensorial y se imagina que ha encontrado y descubierto el mundo verdadero y que sus conceptos le permiten conocer la esencia de las cosas.
Pero para Nietzsche no es posible conocer la esencia de las cosas, su verdadera naturaleza, lo que las cosas son en sí mismas, los noúmenos, como los llamó Kant. No es posibles obtener conocimientos absolutos e incondicionados de las cosas en sí, pues sólo podemos conocer las apariencias que ofrecen las cosas a los sujetos que las perciben desde diferentes perspectivas. "Conocer es siempre, dice Nietzsche, ponerse en una posición condicionada respecto a algo", por lo que no tiene sentido preguntarse por la esencia verdadera de algo. La pregunta por la esencia de algo es la pregunta por el sentido que ese algo tiene para un determinado sujeto y para Nietzsche se reduce a una multiplicidad de perspectivas, traducidas a un conjunto de opiniones emitidas por múltiples sujetos desde deferentes puntos de vista.Y las perspectivas que los sujetos tienen del mundo de los objetos y de los objetos del mundo son valoraciones. El intelecto formula juicios valorativos, aunque se disfracen de juicios descriptivos, que evalúan la realidad en función de su utilidad para la vida, en función de la utilidad de los objetos para la vida. ". "La verdad, dice Nietzsche, es una mentira útil". Así, pues, conocer algo no es conocer su esencia, su verdad, sino una valoración perspectivista y utilitaria que indica lo que es útil o perjudicial para el sujeto, lo que lo fortalece o lo debilita.
La voluntad de verdad, una de las formas que adopta la voluntad de poder en que consiste el hombre, es la que ha creado el mundo verdadero de la metafísica, el mundo de las ideas de Platón, el Dios del cristianismo, un mundo tranquilizador y calmante porque de él está excluído el devenir, la multiplicidad, la lucha y el dolor. El "mundo verdadero", el "opio del pueblo de los metafísicos", es para Nietzsche el fruto del resentimiento contra la vida de las formas de vida débiles, decadentes y enfermizas, que quieren evadirse pronto del mundo terrenal, del "mundo aparente". Este mundo aparente del devenir, de la multiplicidad, de las diferencias, del dolor y del placer, es para Nietzsche el único mundo verdadero y las múltiples opiniones que de él tienen los diferentes sujetos que lo valoran desde diferentes perspectivas son el único conocimiento posible. No existe una verdad absoluta e incondicionada, pues todo conocimiento está condicionado por el sujeto. El conocimiento es perpectiva.
En las obras posteriores del periodo ilustrado Nietzsche desarrolla su teoría perspectivista del conocimiento. En ellas asume Nietzsche que el hombre, como toda forma de vida, es voluntad de poder y que el conocimiento y la voluntad de verdad son las formas que reviste la voluntad de poder en el hombre.
Para Nietzsche, a diferencia de la filosofía clásica, conocer no es descubrir la esencia ya constituida de las cosas externas y reflejarla o representarla en el"espejo" de la mente, por lo que la verdad no es tampoco la adecuación entre el intelecto y las cosas, como la definía la filosofía escolástica, Para Nietzsche conocer es esquematizar e imponer formas al caos de nuestra experiencia interna, con la finalidad no teórica, sino práctica de controlar y dominar el mundo fenoménico, subsumiendo las representaciones menos generales en las más generales para hacer comprensible y calculable el mundo fenoménico.
Conocer consiste en imponer orden en el caos de las sensaciones, introducir ser y permanencia en el devenir, unidad en la multiplicidad. Por ello, el intelecto no descubre la esencia tras las apariencias, sino que es una fuerza poética, creadora, simplificadora y falsificadora, que crea un mundo imaginario de sustancias permanentes e idénticas a sí mismas, como las Ideas de Platón o la sustancia de Aristóteles, para adueñarse de la pluralidad cambiante de las representaciones. Pero el intelecto se olvida de que el mundo imaginario de igualdad, permanencia, unidad ha sido creado por él mismo, que es producto de su interpretación del fluyente caos sensorial y se imagina que ha encontrado y descubierto el mundo verdadero y que sus conceptos le permiten conocer la esencia de las cosas.
Pero para Nietzsche no es posible conocer la esencia de las cosas, su verdadera naturaleza, lo que las cosas son en sí mismas, los noúmenos, como los llamó Kant. No es posibles obtener conocimientos absolutos e incondicionados de las cosas en sí, pues sólo podemos conocer las apariencias que ofrecen las cosas a los sujetos que las perciben desde diferentes perspectivas. "Conocer es siempre, dice Nietzsche, ponerse en una posición condicionada respecto a algo", por lo que no tiene sentido preguntarse por la esencia verdadera de algo. La pregunta por la esencia de algo es la pregunta por el sentido que ese algo tiene para un determinado sujeto y para Nietzsche se reduce a una multiplicidad de perspectivas, traducidas a un conjunto de opiniones emitidas por múltiples sujetos desde deferentes puntos de vista.Y las perspectivas que los sujetos tienen del mundo de los objetos y de los objetos del mundo son valoraciones. El intelecto formula juicios valorativos, aunque se disfracen de juicios descriptivos, que evalúan la realidad en función de su utilidad para la vida, en función de la utilidad de los objetos para la vida. ". "La verdad, dice Nietzsche, es una mentira útil". Así, pues, conocer algo no es conocer su esencia, su verdad, sino una valoración perspectivista y utilitaria que indica lo que es útil o perjudicial para el sujeto, lo que lo fortalece o lo debilita.
La voluntad de verdad, una de las formas que adopta la voluntad de poder en que consiste el hombre, es la que ha creado el mundo verdadero de la metafísica, el mundo de las ideas de Platón, el Dios del cristianismo, un mundo tranquilizador y calmante porque de él está excluído el devenir, la multiplicidad, la lucha y el dolor. El "mundo verdadero", el "opio del pueblo de los metafísicos", es para Nietzsche el fruto del resentimiento contra la vida de las formas de vida débiles, decadentes y enfermizas, que quieren evadirse pronto del mundo terrenal, del "mundo aparente". Este mundo aparente del devenir, de la multiplicidad, de las diferencias, del dolor y del placer, es para Nietzsche el único mundo verdadero y las múltiples opiniones que de él tienen los diferentes sujetos que lo valoran desde diferentes perspectivas son el único conocimiento posible. No existe una verdad absoluta e incondicionada, pues todo conocimiento está condicionado por el sujeto. El conocimiento es perpectiva.
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