LA FILOSOFÍA DE WITTGENSTEIN: DEL GIRO LINGÜÍSTICO AL GIRO PRAGMÁTICO
1.- Una vida maravillosa
Ludwig Wittgenstein nació en Viena el 26 de abril de 1889 y murió en
Cambridge, Inglaterra, en 1951. Fue el más joven de los ocho hijos de Karl
Wittgenstein, creador de la industria del hierro y del acero de la preguerra en
Austria y gran mecenas de la cultura y de las artes. Entre los amigos de la
familia Wittgenstein estaban Johannes Brahms y Gustav Mahler. Ludwig era de ascendencia judía. Su
abuelo se convirtió al protestantismo,
religión que también practicó su padre. Sin embargo, él fue bautizado en la fe
católica, como su madre. Él mismo, durante su servicio militar en la Primera
Guerra Mundial, se definió como católico. En sus últimos años, Wittgenstein
decía que no pertenecía a ninguna organización religiosa, pero participó en
ritos religiosos cuando se le presentó la ocasión y fue enterrado por el rito
católico.
De sus cuatro hermanos varones, tres se suicidaron y él estuvo también
abrumado durante gran parte de su vida por la conciencia de culpa que le
causaba su homosexualidad, de modo que
también él estuvo a punto de suicidarse. No criticó ni a la Iglesia ni al clero. Tuvo
buenos amigos sacerdotes y él mismo pensó en hacerse monje.
Hasta los 14 años, Ludwig fue educado en casa, luego fue a la escuela de
Linz, donde también estudió Adolf Hitler. Después estudió ingeniería en Berlín
para emular a su padre. En 1908 se matriculó en la Universidad de Manchester e
interesado por la aeronaútica, diseñó un motor a reacción y un propulsor para
aeroplanos. Se interesó también por las matemáticas y por sus fundamentos.
Frege, el lógico más importante desde Aristóteles, le aconsejó estudiar con
Russell, por lo que se trasladó a Cambridge e ingresó en el Trinity College,
donde permaneció entre 1912 y 1913 estudiando con Bertrand Russell. Allí leyó
los “Principia Mathematica” de Bertrand Russell y Whitehead y se hizo amigo de
Russell y de G.E. Moore, dejándolos deslumbrados con su inteligencia. Pronto fue elegido para la más
selecta de las sociedades secretas, ”Los Apóstoles”, a la que pertenecían Moore
y Russel y la mayor parte de los miembros masculinos del grupo de Bloomsbury.
Un año antes del estallido de la
Primera Guerra Mundial, Wittgenstein se recluyó en una cabaña construida por el
mismo en Noruega, pero cuando comenzó la guerra, se alistó como voluntario en la
artillería austriaca, en el que llegó a ser oficial. Hecho prisionero por los
italianos, estuvo recluído en el monasterio de Montecassino en Italia. Durante
la guerra escribió el “Tractatus Logico-Philosophicus”, publicado en alemán en
1921 y considerado como una de las obras filosóficas más importantes del siglo
XX.
Cuando
acabó la guerra y volvió a Viena, Wittgenstein era un hombre inmensamente rico,
su padre Karl había muerto en 1913, pero influído por el lema evangélico “Si
quieres ser perfecto, vete, vende lo que tienes y sígueme” y por Tolstoi, Ludwig cedió su fortuna a su
familia y, persuadido como estaba, de que el Tractatus había resuelto
definitivamente los problemas de la filosofía, se apartó de ella y trabajó como maestro
durante seis años en pueblos de la baja Austria como Trattenbach, Otterhthal y
Puchberg. En Otterthal, algunos vecinos, que le tenían por socialista,
progresista y homosexual, aprovecharon una bofetada que Wittgenstein dio a un
alumno para acusarle de crueldad. Así que, desengañado del mito tolstoiano de
la inocencia y bondad campesina y hastiado de la actitud reaccionaria de los
pueblerinos, se reavivó su interés por la filosofía gracias a su amistad con
Moritz Schlick, quien le presentó a Rudolf Carnap y a Friedrich Waissman,
fundadores del neopositivista Círculo de Viena y en 1929 volvió Cambridge,
donde se le otorgó el doctorado por su obra
el “Tractatus”. Del tribunal que escuchó la defensa de su tesis formaban
parte sus amigos Russell y Moore. También fue elegido Fellow del Trinity
College. Por esta época redactó las “Philosophische
Grammatik”, las “Philosophische Bemerkungen” y se recogieron los apuntes de sus
clases de 1935 y 1936 en dos libros titulados “The Blue Book” y “The Brown Book”,
que aparecieron en inglés.
De visita en la Rusia soviética, en 1935, Wittgenstein consideró
seriamente la posibilidad de instalarse allí, atraído por la austeridad de la
forma de vida dominante. En 1937, reanudó Wittgenstein su docencia en Cambridge
y en 1939 sucedió a Moore allí como profesor de Filosofía, tarea que desempeñó hasta 1947, y que sólo interrumpió por el servicio civil
durante la Segunda Guerra Mundial como técnico de laboratorio y ayudante de
hospital. Regresó a Cambridge en 1944, pero en 1947 abandonó su plaza de
profesor y se fue a vivir a Irlanda. En julio de 1949, visitó New York invitado
por Malcolm. De regreso a Europa se le diagnosticó un cáncer de próstata. En
1950, pasó la primavera en Viena, donde escribió “Sobre la certeza”. Regresó a
Cambridge en abril de 1950 y murió en la primavera de 1951. Al médico que le
atendió en sus últimos momentos le dijo que transmitiese a sus amigos el
siguiente mensaje: “Dígales que he tenido una vida maravillosa”.
Aunque escribió mucho, sólo publicó en vida su Tractatus, escrito
durante la Primera Guerra Mundial y publicado en 1922. Tras su muerte, se
fueron publicando el resto de sus obras, entre las que destacan las “Investigaciones
Filosóficas” (1953)
2.-Lecturas de Wittgenstein
Wittgenstein tenía pocas lecturas filosóficas. En su juventud leyó a
Schopenhauer y fue profundamente influido por él. Su conocimiento de Kant fue
indirecto, por mediación de Schopenhauer. Sin embargo, conoció bien la obra de
Frege y de B. Russell, profundizó en Platón y leyó y admiró a S. Agustín y a
Pascal. Según B. Magee, en la filosofía de Wittgenstein hay poco propio,
lo original en ella es la
síntesis de elementos de diversa procedencia. El mismo Wittgenstein reconoció
en su obra “Cultura y valor” que utilizó a Boltzman, Hetz, Schopenhauer, Frege,
Russell, Kraus, Loos, Weininger, Spengler y Sraffa para su obra de
clarificación.
Según B. Magee, Wittgenstein asumió el marco conceptual de la filosofía
schopenhaueriana, adoptando no sólo su epistemología y su ontología, sino
también la moral, la estética y consideraciones religiosas. Aceptó la
distinción kantiano-schopenhaueriana entre fenómeno y noúmeno, considerando,
como dice Allan S. Janik, que las proposiciones significativas de la ciencia
corresponden al mundo de los fenómenos, mientras que la significación última de
la vida está en el ámbito de lo noumenal, inexpresable e inefable,
constituyendo lo místico, es decir, que las cuestiones realmente importantes de
la vida humana, como la naturaleza de la muerte, la existencia de otra vida, la
naturaleza de la ética y del arte, no se pueden expresar mediante proposiciones
significativas, pues no son hechos que se puedan figurar mediante ellas. Sólo
el mundo fenoménico de los hechos puede ser figurado mediante proposiciones
científicas significativas, el mundo nouménico de la voluntad es inefable,
aunque sea lo más importante. El propio Wittgenstein, refiriéndose al Tractatus,
escribió en una carta a Ficker:”Mi obra se compone de dos partes: la que
presento y la que omito. Y la segunda es precisamente la más importante: Mi
libro traza los límites de la esfera de lo ético desde dentro, por decirlo de
alguna manera, y estoy seguro de que este es el único modo riguroso de trazar
esos límites. En resumen, creo que aquello de lo que muchos otros parlotean, he
conseguido, en mi libro, dejarlo en su sitio, guardando silencia acerca de
ello”. Para von Wright, sin embargo, Wittgenstein abandonó el idealismo epistemológico kantiano por
la influencia del realismo conceptual
de Frege. Posteriormente, sin embargo, abandonó el realismo por una concepción constructivista que implica dejar de
afirmar cualquier realidad empírica independientemente de las representaciones
que creamos de ella.
Estas dos teorías, la realista y
la constructivista, tienen diferentes consecuencias lógicas. La realista postula que el significado
consiste en una relación de referencia al y de correspondencia con el mundo,
consistente en estados de cosas, existentes independientemente de que se hable
o no de ellas. La segunda, posterior al
Tractatus, pragmatista y constructivista, abandona la teoría que
sostiene que el significado de las palabras depende de su referencia a las cosas, es decir, rechaza la concepción denotativa del lenguaje y la idea
consiguiente de que la tarea del lenguaje es describir la realidad. Con el referencialismo, que primaba la semántica y la sintaxis lógica,
abandona también Wittgenstein la teoría representativista
del lenguaje y del pensamiento y la metáfora
de la mente como “espejo
de la naturaleza”, que, según R. Rorty, ha caracterizado a gran parte de la
filosofía occidental. Ahora el vienés explica
el significado desde el punto de vista pragmatista de las acciones, intenciones e
intereses de los hombres. La primera postula la existencia de una realidad
empírica en el sentido kantiano y la segunda no, por lo que la filosofía del
segundo Wittgenstein estaría más cerca de Schopenhauer que de la de Kant.
Se ha convertido en un tópico de la
historia de la filosofía moderna la
afirmación de que hubo dos Wittgenstein, es decir, que Wittgenstein elaboró dos
filosofías no del todo compatibles a lo largo de su vida. El primer
Wittgenstein sería el representado por el “Tractatus” y el segundo, por las “Investigaciones
filosóficas”, obra en la que rompe con el representacionismo del Tractatus,
para el que el lenguaje es una figura de la realidad y donde asume una concepción pragmatista y constructivista del lenguaje, según la cual
el significado de términos y proposiciones se identifica con el uso.
El Tractatus expone una teoría representativa
del lenguaje relaciona el mundo (die
Welt), el pensamiento (der Gedanke)
y el lenguaje (die Sprache). En primer lugar, expondremos someramente la ontología, o teoría del ser,
la epistemología o teoría del
conocimiento, donde se relacionan los conceptos de mundo, pensamiento y
lenguaje, para acabar exponiendo el concepto
de filosofía de Wittgenstein.
3.-Ontología
Wittgenstein inicia el Tractatus
con las siguientes proposiciones:“El mundo
es todo lo que acaece”, todo lo que es el caso, dice Wittgenstein en T.
1 “El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas”. T.1.1, “El
mundo está determinado por los hechos y por ser todos los hechos”. T. 1.11, y
“Cualquier cosa puede acaecer o no acaecer y todo el resto permanece igual”
T.1.21
Ahora bien, para Wittgenstein “Lo
que acaece, el hecho (Tatsache), es la existencia de hechos atómicos”
(Sachverhalten). T.2. La palabra alemana “Sachverhalten”, que designa lo que ocurre,
pasa o acaece, es decir, el o los hechos, ha sido traducida por Ogden como
“atomics facts” o “hechos atómicos y por Pears y McGuinnes como “states of
affairs” o “estados de cosas”.
Los hechos atómicos o estados de
cosas están compuestos de una combinación de objetos, entidades, cosas. “El hecho atómico es una
combinación de objetos (entidades, cosas)”. T.2.01. Wittgenstein distingue
entre hechos (Tatsachen) y cosas (Dinge). Las cosas no son hechos,
pero forman parte de ellos. Un libro, una mesa son cosas, pero que el libro
esté encima de la mesa constituye un hecho atómico. Los hechos atómicos o
estados de cosas están, pues constituidos por combinaciones de cosas y son
atómicos, es decir, indivisibles y simples porque no están compuestos de otros
hechos.
Los objetos (Gegenstände), constitutivos de los hechos atómicos o
estados de cosas, son simples unidades irreductibles que forman la sustancia del mundo. Por eso no
pueden ser compuestos. “Sólo si hay objetos puede haber una forma fija del
mundo”. T.2.026. Los objetos son lo
fijo y lo existente. Su configuración es lo cambiante y lo variable. La
configuración de los objetos conforma los hechos atómicos, en los que los
objetos están combinados de un modo determinado. Wittgenstein llama estructura del hecho atómico al modo en
el que los objetos se relacionan en él.
“Si el mundo no tuviese ninguna sustancia, dependería que una
proposición tuviera sentido, de que otra proposición fuera verdadera”, nos
dice Wittgenstein en T.2.0211 y, “En este caso sería imposible trazar una
figura del mundo (verdadera o falsa). T.2.0212. Sin embargo, los objetos simples no
coinciden con los de la vida cotidiana como “mesas”, “platos”, pues estos son
ya compuestos. Se accedería a ellos mediante el análisis. Pero Wittgenstein no
tiene a bien ilustrarnos sobre la naturaleza
de tales objetos simples.
Ante la alternativa de la necesidad o contingencia del mundo, Wittgenstein opta por la contingencia. El
mundo es y es lo que es independientemente de toda necesidad lógica. Es pues,
un hecho contingente que el mundo sea como es. Este mundo contingente lo
conocemos mediante la experiencia y no por la lógica. Por eso, dice
Wittgenstein que “los hechos atómicos son independiente unos de otros”. T.
2.061 y que “De la existencia o no existencia de un hecho atómico, no se
puede concluir la existencia y no-existencia de otro”. T.2.062. Ahora bien,
si esto es así, entonces las proposiciones elementales correspondientes a los
hechos atómicos, serán asimismo lógicamente independientes unas de otras, por
lo que una proposición elemental que niegue otra proposición elemental, no
puede ser considerada ella misma una proposición elemental.
Si, en efecto, la realidad es contingente,
entonces: “De ningún modo es posible inferir de la existencia de un estado
de cosas la existencia de otro estado de cosas enteramente diferente de aquel” T.
5.135. Esta tesis implica que:”No existe nexo causal que justifique tal inferencia” t. 5.16. Pero si no
existe ningún vínculo causal que justifique tal inferencia, entonces: “No
podemos inferir los acontecimientos futuros de los presentes. La fe en el nexo causal es superstición.”
T.5.1361.
Esta tesis wittgensteiniana tiene consecuencias epistemológicas y éticas.
En relación con las primeras, Wittgenstein
considera que la independencia de unos hechos atómicos de otros, tiene
como consecuencia que no se puedan inferir o deducir unos de otros, es decir,
que no se puedan deducir los efectos de las causas, pues el propio Wittgenstein
llama supersticiosa a la creencia en el nexo causal, por eso dice Wittgenstein
que “Toda inferencia es a priori” T. 5.133, es decir, independiente de
la experiencia. Y que “La investigación lógica significa la investigación de
la regularidad. Y fuera de la lógica todo es casual´”. T. 6.3. Otra forma
de decir lo mismo es decir que “La llamada ley de inducción no puede ser en ningún caso ser una ley lógica,
pues es, visiblemente, una proposición con significado. Por consiguiente, no
puede ser una ley a priori. La ley de causalidad no es una ley sino la
forma de una ley” T. 6.2. Así, de la misma forma que, como no hay una relación interna, universal y
necesaria, por ser a priori, entre causa y efecto, no se puede deducir necesariamente
éste de aquélla, tampoco el proceso de inducción, que permite inferir
proposiciones universales de las particulares, tiene una fundamentación lógica
y a priori: “El proceso de inducción consiste en admitir la ley más simple
que pueda armonizarse con nuestra experiencia” T.6.363 y ”Este proceso,
pues, no tiene fundamentación lógica, sino psicológica. Es claro que no hay
ningún fundamento para creer que realmente acontezca el acontecimiento más
simple” T. 6.3631. Por eso, concluye Wittgenstein, como antes lo hizo Hume
en su “Investigación sobre el entendimiento humano”, que:”Que el sol salga
mañana es una hipótesis: y esto significa que no sabemos si amanecerá” T.
6.36311, pues:”No existe la necesidad de que una cosa deba acontecer porque
otra haya acontecido; hay sólo una necesidad lógica” T.6.37
En lo que respecta a las consecuencias
éticas, de la negación del nexo causal que
permita inferir la existencia de un estado de cosas de la existencia de
otro y de la consideración de que la fe
en el nexo causal es superstición, creencia que Hume diría que está
basada en la costumbre, se deducen la contingencia del mundo, la negación del determinismo y la libertad
de la voluntad. “La libertad de la voluntad consiste en que no podemos
conocer ahora las acciones futuras. Sólo podríamos conocerlas si la causalidad
fuese una necesidad interna, la
necesidad de la conclusión lógica. (“A conoce que p acaece” no tiene sentido si
p es una tautología” T. 5.1362.
De lo anterior se deduce que todas las proposiciones fácticas de las ciencias
naturales son para Wittgenstein, como quería Hume y los neopositivistas,
meramente probables, hipótesis empíricas.
Wittgenstein adopta en el
Tractatus una posición solipsista, posición metafísica que sostiene que sólo
puede tenerse por cierta la existencia del sujeto pensante, por lo que no sólo es dudosa la existencia real de
las cosas y personas de las que el sujeto tiene ideas, sino también que las
ideas que las demás personas tienen de las cosas se correspondan objetivamente
con las que nosotros tenemos de ellas.
La posición metafísica solipsista es idealista y constituye el presupuesto filosófico
compartido por las dos ramas del árbol de la filosofía moderna: el
racionalismo, con Descartes a la cabeza y el empirismo, que coinciden en que la
mente humana sólo conoce inmediata y directamente sus propios contenidos
mentales, es decir, las ideas que tiene de las cosas, pero no las cosas como
son en sí mismas. La posición solipsista del Wittgenstein del Tractatus, se suscita
cuando se concibe que las proposiciones elementales, los “enunciados
protocolarios” de Carnap, son registros de las experiencias sensoriales, de lo
que Russell y Moore llamaban “sense-data” y que sus configuraciones constituyen la
estructura de los campos sensoriales, “sense fields”, como hicieron los
primeros seguidores neopositivistas de
Wittgenstein y posiblemente él mismo. Pero si las proposiciones elementales
registrasen las experiencias sensoriales del sujeto pensante y parlante, más
que referirse de forma realista a los cosas y objetos reales y a los hechos y
estados de cosas, entonces se plantearía el problema de cómo comunicar a otras
personas las experiencias subjetivas, es decir, el de saber si los significados
de los términos de los enunciados protocolarios son intersubjetivos, comunes a
todos los miembros de la comunidad lingüística, o lo que es lo mismo, el de conocer
si las experiencias de los demás
coinciden con las propias, cuestión que
difícilmente puede decidirse basándose en la mera observación de su conducta.
Influido por la lectura de
Schopenhauer, por el empirismo humeano y el neopositivismo, Wittgenstein
formula su posición solipsista en el
Tractatus en los siguientes términos: “Los límites de mi lenguaje significan
los límites de mi mundo”. T.5.6 y “Lo que no podemos pensar no podemos
pensarlo. Tampoco, pues podemos decir lo que no podemos pensar” T.5.61. Wittgenstein sostiene que:”En realidad, lo
que el solipsismo significa es realmente correcto; sólo que no puede decirse,
sino mostrarse. Que el mundo es mi
mundo, se muestra en que los límites del lenguaje (el lenguaje que sólo yo
entiendo) significan los límites de mi
mundo” T. 5.62. Sin embargo, ocurre con el solipsismo, según lo valora Wittgenstein en el Tractatus, lo que
ocurre con el isomorfismo del lenguaje y la realidad, que comparten su forma
lógica, que no se puede decir, puesto que no es un hecho, pero se puede mostrar.
Pero el segundo Wittgenstein, tras el giro prágmático
de su pensamiento, abandonó el solipsismo, junto con la teoría referencialista del
lenguaje, al proponer la teoría de los
juegos de lenguaje, teoría que asume que todo juego de lenguaje presupone una
forma de vida compartida por una comunidad, por lo que no puede haber
definiciones privadas hechas en un lenguaje privado, “el lenguaje que sólo
yo entiendo”, pues no puede
haber un lenguaje que no sea compartido por una comunidad y cuyas palabras se
refieran a lo que sólo puede conocer un hablante individual del lenguaje. El yo
que habla presupone un nosotros que comparte una forma de vida y un lenguaje
común.
4.-Epistemología
Los humanos conocemos el mundo, la totalidad de los hechos, pensándolo.
Los hombres pensamos el mundo, nos representamos y nos figuramos
los hechos: “Nosotros nos hacemos figuras de los hechos”. T.2.1. Wittgenstein
concibe el pensamiento como una figura
lógica de los hechos. La figura
(Bild, picture) que nos hacemos de los hechos es un modelo de la realidad. Añade también que: “La figura es un hecho” .T.2.141.
Los hechos que constituyen el mundo están compuestos de objetos. Las
figuras de los hechos están también formados por elementos, que suplen o
suponen los objetos de los hechos y se
combinan entre sí imitando el modo en que están combinados en los hechos. La
combinación de los elementos de la figura es su estructura y su posibilidad
es su forma de figuración. La forma de
figuración es la posibilidad de que las cosas se combinen unas respecto de
otras como los elementos de la figura. La figura está así ligada a la realidad;
llega hasta ella. También pertenece a la figura la relación figurativa que hace
de ella una figura. La relación
figurativa consiste en la coordinación de los elementos de la figura y de
las cosas. Si la figura fuera un pulpo, la coordinación de los elementos de la
figura y de los objetos serían los
tentáculos con los que los elementos de la figura tocarían los elementos de la
realidad.
Wittgenstein sostiene que hay un isomorfismo entre la figura y lo figurado, el pensamiento y la
proposición que lo expresa y los hechos, que deben compartir algo idéntico para
que aquélla figure a lo figurado completamente. Lo que la figura debe tener en
común con la realidad para poder figurarla, justa o falsamente es su forma de figuración. Pero “La
figura, sin embargo, no puede figurar su forma de figuración; la muestra”
T.2.172. Lo que cada figura debe tener en común con la realidad para poder
figurarla, verdadera o falsamente es la forma
lógica, es decir, la forma de la realidad. Si la forma de figuración es la
forma lógica, entonces a la figura se la llama lógica. La figura tiene en común
con lo figurado la forma lógica de figuración. La figura figura la realidad
representando una posibilidad de existencia o de no existencia de los hechos
atómicos. La figura representa un estado de cosas posible en el espacio lógico
y contiene la posibilidad del estado de cosas que representa. “La figura
concuerda con la realidad o no; es justa o equivocada, verdadera o falsa”. T.
2.221. La figura representa lo que representa, independientemente de si es
verdadera o falsa, mediante la forma de figuración. “Lo que la figura
representa es su sentido”. T.2.221.
La verdad o falsedad de una figura consiste en el
acuerdo o desacuerdo de su sentido, de lo que representa la figura, con la
realidad. Wittgenstein propone, pues, un criterio
de verdad cercano al principio de
verificación neopositivista del Circulo de Viena. Para saber si una figura
o proposición es verdadera, hay que compararla con la realidad, con los hechos.
Por la sola figura no se puede conocer si es verdadera o falsa, es decir, no
hay figuras o proposiciones relativas a cuestiones de hecho verdaderas a
priori, pues las verdades a priori, son analíticas y no son figuras de los hechos.
“La figura lógica de los hechos es el pensamiento”. T.3. Que “un hecho atómico es pensable significa:
Nosotros podemos figurárnoslo. T.3.001., que podemos hacer una figura de él.
“La totalidad de los pensamientos verdaderos es una figura del mundo”.
T. 3.01
El
Wittgenstein del Tractatus defiende una teoría referencialista y
representativista del lenguaje que sostiene que el lenguaje (Sprache) es una figura de la realidad. Según esta
concepción: “La totalidad de las proposiciones es el lenguaje.” T. 4.001,
idea reduccionista del lenguaje contra la que reaccionó el segundo Wittgenstein.
La proposición (der Satz) expresa
perceptiblemente el pensamiento. “Llamo
signo proposicional el signo mediante el cual expresamos el pensamiento. Y la
proposición es el signo proposicional en su relación proyectiva con el mundo” T.3.12.
Por otra parte, “El signo proposicional es un hecho”. T.3.14. El signo
proposicional está compuesto de una serie de elementos articulados, las palabras.
Se puede identificar la
proposición y el pensamiento, pues las proposiciones expresan el pensamiento,
de modo que a los objetos del pensamiento les correspondan los elementos del
signo proposicional. Estos elementos de la proposición son los signos simples
de la proposición o nombres. “El
nombre significa el objeto. El objeto es su significado”. T. 3.21. Por
otra parte, “A la configuración de los signos simples en el signo
proposicional corresponde la configuración de los objetos en el estado de
cosas”. T. 3.21. El nombre designa, se refiere y representa en la
proposición al objeto. Sólo puedo nombrar objetos. Los signos representan a los objetos en la proposición.
Una proposición sólo puede decir cómo
es una cosa, no qué es una cosa. Las
proposiciones se pueden analizar. Sólo hay un análisis completo de la
proposición. Los nombres son signos primitivos, no pueden ser analizados por
una definición. Sólo las proposiciones tienen sentido y sólo en el contexto de
la proposición tiene el nombre significado.
Las proposiciones son figuras de los hechos atómicos porque entre ellos hay una similitud o semejanza,
como la que hay entre un retrato y el original. Las proposiciones son
semejantes a los hechos atómicos por la similitud estructural entre ambos, pues
un hecho atómico es una combinación de objetos y la proposición que lo figura
es una combinación de nombres que los designan. Hay una correspondencia
biunívoca entre los objetos del hecho atómico y los nombres articulados en la
proposición pues : “Que los elementos de la figura guarden entre sí una
relación determinada representa que las cosas guardan entre sí esa misma
relación.” T.2.15.
La proposición elemental y el hecho atómico figurado por ella tienen
idéntica forma lógica. La forma lógica de una proposición por la que esta es
una figura, verdadera o falsa, queda definida por la composición de los nombres
en y de la proposición. Según Wittgenstein, a los diferentes tipos de objetos
les corresponden tipos diferentes de hechos, de modo que la naturaleza de los
objetos determina los hechos atómicos en los que pueden entrar: “Conociendo
el objeto conozco todas sus posibilidades de ocurrencia en los hechos atómicos.
A la naturaleza del objeto corresponde cada una de estas posibilidades. No cabe
encontrar una nueva posibilidad a posteriori”. T.2.0123. Pero esto no
implica que conociendo la naturaleza del objeto se sepa lo que es el caso, es
decir, qué proposiciones elementales son verdaderas. La naturaleza del objeto
permite conocer qué hechos atómicos son posibles,
no cuales son fácticamente verdaderos,
pues para saber si las figuras proposicionales son verdaderas o falsas hay que
contrastarlas con la realidad. “El gato tiene cuatro patas” es una figura de un hecho actualmente existente.”El gato
tiene cinco patas” es una figura de un hecho posible, actualmente falso. Ahora
bien, conocer la naturaleza de los objetos es conocer sus propiedades internas, es decir, las propiedades que resulta
imposible que el objeto no posea. Por ejemplo, en un lápiz, sus propiedades
internas serían la dimensión, el reposo, el movimiento, el lugar etc…, es
decir, sus cualidades objetivas.
“El signo proposicional aplicado, pensado, es el pensamiento”. T.3.5.
“El pensamiento es la proposición con significado.”. T.4. “La
totalidad de las proposiciones es el lenguaje”. T.4.001.
Como figura de los hechos que es “La proposición puede ser verdadera o
falsa sólo en cuanto es una figura de la realidad” T. 4.06. “Una proposición
representa la existencia de los hechos
atómicos.” T.4.1. “La totalidad de las proposiciones verdaderas es la ciencia
natural total (o la totalidad de las ciencias naturales” T 4.11.
Ahora bien, Wittgenstein, contra Russell,
sostiene que la proposición, que es una figura de la realidad, no puede
representar la forma en la que representa dicha realidad, es decir, que la
forma lógica no se puede decir, sino sólo mostrar:”La proposición no puede
representar la forma lógica; se refleja en ella .Lo que en el lenguaje se
refleja, el lenguaje no puede representarlo. Lo que en el lenguaje se expresa,
nosotros no podemos expresarlo en el lenguaje. La proposición muestra la forma lógica de la realidad.
La exhibe”. T.4121. Ocurriría con la relación entre la forma lógica
compartida por la proposición y por los hechos lo que ocurre con un gráfico,
que figura los cambios de temperatura de un paciente o con un mapa, que
representa un territorio, que no podrían figurar simultáneamente el método de
figurar la temperatura o el modo en que los distintos signos convencionales
representan los diversos accidentes del territorio. En palabras de
Wittgenstein: “La proposición puede representar toda la realidad, pero no
puede representar lo que debe tener en común con la realidad para poder
representar la forma lógica. Para poder representar la forma lógica debemos
poder colocarnos con la proposición fuera de la lógica; es decir, fuera del
mundo” T. 4.12.
Pero, comenta J. Hartnack, la tesis de
Wittgenstein de que una determinada proposición “p” no pueda decir nada sobre
la forma lógica de “p”, es decir, que nada puede ser dicho acerca de la forma
lógica de una proposición, pues aunque pueda mostrarse, no puede decirse, no
sólo es cuestionable, sino que condena al sinsentido gran parte de las
proposiciones del Tractatus, pues, cómo se explica que una proposición no pueda
decir nada acerca de la forma lógica de otra?, ¿Hace Russell algo imposible
cuando encuentra que la verdadera forma lógica subyacente a la proposición ”El
cuadrado redondo no existe”, es que no hay ningún sujeto, ninguna cosa que sea
cuadrada y redonda simultáneamente?, ¿Carece de sentido el Tractatus, libro en
el que se habla de la forma lógica de las proposiciones?. ¿No da Russell en el
clavo cuando dice en la Introducción al Tractatus que Wittgenstein, después de
todo, encuentra el modo de decir una buena cantidad de cosas sobre aquello de lo que, según él, nada se puede decir?.
Wittgenstein contribuyó a
desarrollar la lógica matemática y la teoría de las tablas de verdad. Distinguió, además de las proposiciones elementales o atómicas,
unidades lógicas del lenguaje que figuran los hechos atómicos, las proposiciones complejas o moleculares,
que son combinaciones de proposiciones elementales. Se construyen conectando
las proposiciones atómicas, simbolizadas por las variables, ( p, q, r, etc) con las constantes lógicas: conjunción
, disyunción , implicación ,
equivalencia, etc… Wittgenstein llama a las proposiciones
complejas funciones veritativas,
porque su valor de verdad depende sólo del valor de verdad de las proposiciones
elementales que las integran. “La luna es un satélite de la tierra” es un
ejemplo de proposición elemental. “La luna es un satélite de la tierra y la
tierra es un planeta del sistema solar” es un ejemplo de proposición compleja.
No se puede saber a priori si las proposiciones elementales son verdaderas o
falsas. En la medida en que son figuras de los hechos atómicos, para saber si
son verdaderas o falsas, hay que compararlas con la realidad. Pese a que podría
deducirse que, si el valor de verdad de las proposiciones elementales depende
de la experiencia y el valor de verdad de las funciones veritativas, que son
las proposiciones complejas o moleculares, depende del valor de verdad de las
proposiciones elementales, entonces el valor de verdad de las funciones veritativas estaría empíricamente determinado, no es así. El valor de verdad de las
proposiciones complejas depende de las combinaciones de los valores de verdad
de cada proposición elemental para las distintas clases de proposiciones
complejas u operaciones lógicas: conjunciones, disyunciones, implicaciones,
equivalencias etc..
Entre los posibles grupos de condiciones de verdad hay dos casos
extremos: la tautología y la contradicción y un caso intermedio, las
proposiciones consistentes. Las proposiciones consistentes muestran aquello que dicen, pueden ser verdaderas o
falsas, es decir, sus tablas de verdad arrojan valores de verdad de verdadero y
falso. Las tautologías y las contradicciones no son figuras de la
realidad. No representan ningún posible estado de cosas. Las primeras permiten
todos los posibles estados de cosas, las segundas ninguno. La verdad de la tautología es cierta, es siempre verdadera, porque
no se refiere a la realidad, sino a las condiciones que ha de cumplir el
lenguaje que describe la realidad. La de las proposiciones consistentes es posible y la de las contradicciones imposible. Un ejemplo de tautología es “O
llueve o no llueve”, un ejemplo de contradicción es “Llueve y no llueve”, un
ejemplo de proposición consistente es “si llueve, iremos al cine”.
Todas las proposiciones de la lógica son tautologías. Pero inferir una
proposición de otra no es un método adecuado para investigar y descubrir la
realidad. Necesidad e imposibilidad lógicas no pueden considerarse
determinaciones concernientes a la realidad, a lo figurado, sino a las
proposiciones y a las relaciones lógicas entre las figuras proposicionales: “Que
una cosa tenga que ocurrir porque otra haya ocurrido, ya no es algo que resulte
forzosamente necesario. No existe otra necesidad que la necesidad lógica”. T.6.37
y “Al igual que no hay sino una necesidad lógica, no hay sino una
imposibilidad lógica” T.6.375.
Si todas las proposiciones de la lógica son tautologías, Wittgenstein,
que pese a su respeto por Frege y Russell, no acepta la reducción de las
matemáticas a la lógica, considera que las proposiciones de las matemáticas son
ecuaciones. Estas no se diferencian
de las tautologías de la lógica en ningún sentido importante y sirven, como
aquellas, para obtener inferencias deductivas sin decir tampoco nada sobre el mundo, cosa
característica de las proposiciones de las ciencias naturales
5.-La tarea de la filosofía
Ahora bien, no se puede captar
inmediatamente la lógica del lenguaje, porque el lenguaje disfraza el pensamiento y por la forma del primero no se
puede reconocer al segundo. Wittgenstein atribuye a Russell el mérito de haber mostrado que la forma
lógica aparente de una proposición no tiene por qué ser su forma real mediante
la práctica del análisis filosófico.
Partiendo de esta teoría del lenguaje, según la cual la proposición es
una figura de la realidad de los hechos atómicos, Wittgenstein, como los
neopositivistas del Círculo de Viena, distingue dos clases de proposiciones o
enunciados: los sintéticos a posteriori de las ciencias naturales y los
analíticos de la lógica y las matemáticas, por lo que descalifica, como ellos,
los enunciados filosóficos o metafísicos, a los que acusa no de falsos, sino de
carentes de sentido, lo cual no quiere decir que no sean importantes para la
vida y, por tanto superfluos, y perjudiciales, como pensaban algunos
neopositivistas como Carnap y Neurath. Así, pues, para nuestro autor las preguntas
filosóficas no se pueden responder, ni resolver, sino que hay que disolverlas, poniendo de manifiesto que
proceden de la incomprensión de la lógica de nuestro lenguaje. Los problemas
filosóficos, dice Wittgenstein irónicamente, son del tipo de si lo bueno es más
o menos idéntico de lo bello. Por ello, lo que la tradición filosófica ha
tomado por profundos problemas
filosóficos no son propiamente problemas, sino pseudoproblemas. La incomprensión de la
lógica del lenguaje deja al filósofo, como dijo Nietzsche, “atrapado en las
redes del lenguaje”. Por ello “Toda filosofía es “crítica del lenguaje”,
(pero no, en absoluto, en el sentido de Mauthner”. T.4.0031, sino en el
sentido de Russell, que ha demostrado que la forma lógica aparente del lenguaje
no es necesariamente su forma real.
Antimetafísico, Wittgenstein considera que
la Filosofía no es ninguna de las ciencias naturales, es decir, no
consta de proposiciones que representen hechos atómicos, por ello, debe
significar algo que esté sobre o bajo las ciencias naturales. La filosofía no es una teoría, sino una actividad que consiste en la aclaración lógica del pensamiento y del
lenguaje. Su tarea es elucidarlos mediante el análisis de las
proposiciones. El resultado de la filosofía no son “proposiciones filosóficas”
sino el esclarecimiento de las
proposiciones. La teoría del conocimiento es la psicología de la filosofía. La
filosofía delimita el campo disputable de las ciencias naturales.
Con este planteamiento del
conocimiento, Wittgenstein describe el método de la filosofía de la manera
siguiente: ”El verdadero método de la filosofía sería propiamente este: no
decir nada, sino aquello que se puede decir; es decir, las proposiciones de la
ciencia natural –algo, pues que no tiene nada que ver con la filosofía-; y
siempre que alguien quisiera decir algo de carácter metafísico, demostrarle que
no ha dado significado a ciertos signos en sus proposiciones. . Este método
dejaría descontentos a los demás –pues no tendrían el sentimiento de que les
estamos enseñando filosofía- pero sería el único estrictamente correcto” T.6.53
Como la filosofía trascendental
de Kant, que se proponía distinguir lo que se puede conocer, el fenómeno, de lo
incognoscible, el noúmeno, meramente pensable, la filosofía del lenguaje de
Wittgenstein, con su “giro lingüístico”, considera que la filosofía:”Debe delimitar
lo impensable desde dentro de lo pensable. Debe delimitar lo impensable desde
dentro de lo pensable”. T.4.114 , “Significará lo indecible presentando
claramente lo decible”. T.4.115,
pues,: “Todo aquello que puede ser pensado, puede ser pensado claramente.
Todo aquello que puede ser expresado, puede ser expresado claramente” T.
4.116.
El viejo problema de encontrar las condiciones y el límite del
pensamiento y del conocimiento se convierte en el problema de encontrar los límites del lenguaje, de lo que puede
decirse: La investigación de la estructura lógica del pensamiento y del
conocimiento se identificará con la estructura lógica del lenguaje. Los límites
del lenguaje y los límites del mundo coinciden. El lenguaje puede figurar los
hechos, puede decirlos, pero análogamente a como para Kant la pretensión de
conocer el mundo, la totalidad de la realidad conducía a la razón a
contradicciones y antinomias que la paralizaban, el lenguaje no puede decir
nada acerca del mundo como un todo, acerca de la totalidad de los hechos, pues
no podría afirmarse sin incurrir en paradojas que la totalidad de los hechos es
un hecho. Por ello, no puede haber ni un pensamiento ni una proposición sobre el
mundo como un todo. El diagnóstico kantiano y wittgensteiniano sobre la
metafísica coincide: es ilusorio pretender conocer el mundo como un todo.
6.-Lo místico: religión y
ética
Sin embargo, Wittgenstein sostiene que
existe lo inexpresable: “Hay, ciertamente, lo inexpresable, lo
que se muestra a sí mismo; esto es, lo místico”.
T.6.522. Wittgenstein relaciona lo místico con la religión, el sentido último
del mundo, con los valores éticos y estéticos
absolutos y, a diferencia de los
neopositivistas como Otto Neurath, que basándose en sus posiciones positivistas
descalificaron la religión y la teología
como pseudociencias, alegando que no hay nada que decir sobre aquello de lo que
no tenemos experiencia y, en consecuencia no sabemos si existe, Wittgenstein considera que lo místico, no sólo existe,
sino que es lo más importante y valioso, aunque de ello no pueda decirse nada:”De
lo que no se puede hablar, mejor es callarse”.T.7
Lo místico (das Mystische) no es un hecho
del que podamos tener experiencia en el mundo, que es la totalidad de los
hechos posibles y cuyo estudio corresponde a las ciencias naturales, lo
místico, que Wittgenstein identifica con Dios, es objeto de una experiencia mística, que no es
cognoscitiva, sino emotiva, es un sentimiento:
“Sentir el mundo como un todo limitado es lo místico” T.6.45. Pero el
sentimiento en que consiste la experiencia mística de sentir el mundo como un
todo limitado es inefable, no se puede expresar, pues “Sólo podríamos decir
cosas sobre el mundo como un todo, si pudiéramos salir fuera del mundo, es
decir, si dejase de ser para nosotros el mundo”. Por eso, para Wittgenstein. “No es lo
místico como sea el mundo, sino que sea el mundo” T. 6.44, afirmación que evoca la pregunta de
Leibniz y de Heidegger ¿Por qué existe el ser más bien que la nada?.
En su Conferencia sobre ética (1930), dice Wittgenstein en relación con
la experiencia mística que “Creo que la mejor forma de describirla es decir
que cuando la tengo me asombro de la existencia del mundo. Me siento entonces
inclinado a usar frases como “Que extraordinario que las cosas existan”.
Añade también que: ”Se trata de lo que podríamos llamar la vivencia de
sentirse absolutamente seguro”. Wittgenstein. Conferencia sobre ética.
La actitud
de Wittgenstein hacia lo místico y lo religioso aparece nítidamente en su
Diario Filosófico: “¿Qué sé sobre Dios y la finalidad de la vida?. Sé que el
mundo existe. Que estoy situado en él como mi ojo en su campo visual. Que hay
en él algo problemático que llamamos su sentido. Que ese sentido no radica en
él, sino fuera de él. Que la vida es el mundo. Que mi voluntad penetra el
mundo. Que mi voluntad es buena o mal. Que bueno y malo dependen, por tanto de
algún modo del sentido de la vida. Que podemos llamar Dios al sentido de la
vida, esto es, al sentido del mundo. Y conectar con ello la comparación de Dios
con un padre. Pensar en el sentido de la vida es orar” y también que: ”
Creer en Dios quiere decir comprender el sentido de la vida. Creer en Dios
quiere decir ver que con los hechos del mundo no basta. Creer en Dios quiere
decir ver que la vida tiene sentido”.
Pero como
Dios, el sentido de la vida, no es un hecho, no puede ser figurado o
representado mediante una proposición y, por tanto, es inefable. Por eso, los
hombres que han comprendido el sentido de la vida optan por guardar silencio: ”¿No
es esta la razón de que los hombres que han llegado a ver claro el sentido de
la vida, después de mucho dudar, no sepan decir en qué consiste este sentido” T.
6.521.
Estas declaraciones sobre lo místico, lo inefable han conducido a
Umberto Eco a considerar a Wittgenstein
un místico perteneciente a la larga tradición alemana de los que celebran el
éxtasis, al abismo y el silencia desde Eckhart, Suso y Ruysbroek
De lo místico forma también parte la ética, que también es inefable, pese a lo cual, como el propio
Wittgenstein reconoce en su célebre carta a Ficker: “El objetivo central del libro-del Tractatus-es ético”. En
el Tractatus, dice Wittgenstein que: “Es claro que la ética no se puede
expresar. La ética es trascendental (Ética y estética son lo mismo).” T.
6.43. La ética, como la lógica (“La lógica es trascendental”.
T.6.13) y el sujeto o yo metafísico (“El sujeto no
pertenece al mundo, sino que es un límite del mundo” T. T. 5.61), son trascendentales.
En sus Diarios, dice Wittgenstein:”Cabría
decir (con acento schopenhaueriano) que el mundo de la representación no es ni
bueno ni malo, sino que sólo lo es el sujeto volitivo”. Pese a su definición
como neopositivista, como dice Brian Magee, Wittgenstein es un filósofo
influido por la filosofía trascendental kantiana a través de Schopenhauer. Como
éste, Wittgenstein parece distinguir entre el mundo de los fenómenos, el mundo
de la representación, y el mundo nouménico de la voluntad, en el que se sitúa
la ética de la mano del sujeto de la voluntad. El mundo de la representación o
fenoménico es el mundo de los hechos y es ajeno a lo bueno y a lo malo, a los
valores, mientras que sólo es bueno o malo el sujeto de la voluntad. “De no
existir la voluntad, no habría tampoco ese centro del mundo que llamamos el yo
y que es el portador de la ética” y añade:”En lo esencial, bueno y malo
lo es sólo el yo, no el mundo”. Este sujeto volitivo o sujeto de la voluntad
no es una cosa más del mundo, no es un objeto físico o psíquico, sino el sujeto
moral, capaz de ser bueno o malo y feliz o infeliz, cuestiones de las que se
ocupa la ética. Ésta está emparentada con la religión, inefable también. Y
ambas se ocupan del sentido de la vida (der Sinn des Lebens). El conocimiento
del sentido de la vida es lo que distingue al feliz y al desgraciado:”…el
mundo del feliz es otro que el mundo del desgraciado”. T.6.43
Wittgenstein sostiene que: “El yo, el yo es lo más profundamente
misterioso”. Distingue del sujeto de la voluntad el sujeto de la
representación, que no está en el mundo, sino que es el límite delo mundo. El sujeto de la representación es trascendental en el sentido kantiano de
condición de posibilidad necesaria del conocimiento. Tiene la misma relación
con el conocimiento que la que guarda el ojo con el campo visual, hace posible
verlo, sin formar parte de él. Aquél conoce el mundo, sin ser él mismo
conocido, sino condición necesaria del conocimiento.
El mundo fenoménico, el mundo de los hechos, es ajeno a los valores. El
mundo es la totalidad de los hechos posibles. “En el mundo todo es como es y
sucede como sucede: en él no hay ningún valor, y aunque lo hubiese no tendría
ningún valor. Si hay un valor que tenga valor, debe quedar fuera de todo lo que
ocurre y de todo ser-así. Pues todo lo que ocurre y todo ser-así son casuales.
Lo que lo hace no casual no puede quedar en el mundo, pues de otro modo sería a
su vez casual. Debe quedar fuera del mundo” T. 6.41.
Como Hume, Wittgenstein separa radicalmente hechos y valores. La razón humana tiene sólo dos objetos de investigación,
según el autor escocés, cuestiones de hecho en el plano de las ciencias
naturales y relaciones de ideas en las ciencias formales, por lo que es ajena a
los valores y a las normas morales que, según el principio de Hume, no se pueden deducir de los hechos. La ética
depende de los sentimientos más que de la razón. En el mundo, en el plano de
los hechos, no hay, pues, ningún valor y si lo hubiera no tendría ningún valor,
pues sería un hecho y debería medírsele, como a todos los demás hechos por el
mismo patrón. Por eso dice el Tractatus que “Todas las proposiciones tienen
igual valor” T. 6.4, pues se refieren a hechos contingentes. En su
Conferencia sobre ética, Wittgenstein usó la metáfora de la taza de té para
decir que de la misma forma que una taza de té no puede contener más té que el
que permite su capacidad, así en las
proposiciones, formuladas como figuras de los hechos, no pueden caber los
valores, que, como quería Hume, no son cualidades físicas de los objetos. Esa
es la razón por la que “La ética no puede ser ciencia… no aumenta nuestros
conocimientos en ningún sentido” Witttgenstein. Conferencia sobre ética.
Casi parafraseando al Hume de Investigación sobre los principios de la
moral dice Wittgenstein en su Conferencia sobre ética: ”La descripción de un
asesinato con todos los detalles físicos y psicológicos, la mera descripción de
estos hechos no encerrará nada que podamos denominar una proposición ética. El
asesinato estará en el mismo nivel que cualquier otro acontecimiento, como, por
ejemplo, la caída de una piedra. Ciertamente, la lectura de esta descripción
puede causarnos dolor o rabia o cualquier otra emoción; también podríamos leer
acerca del dolor o rabia que este asesinato ha suscitado entre otra gente que
tuvo conocimiento de él, pero serían simplemente hechos, hechos y hechos y no
ética”. Los valores no son hechos.
Estos se pueden describir y aquéllos sentir, como sostuvo Hume. La descripción
de la muerte de César a manos de Bruto es la descripción de un hecho mediante
una proposición fáctica y las proposiciones fácticas no pueden expresar nada
que se halle fuera de los hechos del mundo,” No pueden expresar nada más
alto”, por eso “tampoco puede haber proposiciones éticas”
Wittgenstein condena la ética al
silencio, pero en sus Diarios no olvida presentar la primera máxima de la moral:
“¡Vive feliz!” y explicitar las condiciones para lograrlo. En primer lugar,
hay que estar en concordancia con el mundo: “Para vivir feliz tengo que
estar en concordancia con el mundo. Y a esto se llama “ser feliz”. Estoy
entonces, por así decirlo, en concordancia con aquella voluntad ajena de la que
parezco dependiente. Esto es: “cumplo la voluntad de Dios”. Wittgenstein.
Diario filosófico. 1914-1916. En segundo lugar, hay que vivir el presente: “Sólo
quien no vive en el tiempo, haciéndolo en el presente, es feliz. Para la vida
en el presente no hay muerte. La muerte no es un acontecimiento de la vida. No
es un hecho del mundo. Si como eternidad no se entiende una duración temporal
infinita sino atemporalidad, entonces puede decirse que vive eternamente quien
vive en el presente” Ibidem. Por ello, para Wittgenstein, “El temor a la
muerte es el mejor signo de una vida falsa, esto es, mala” Ibidem. En
tercer lugar, seguir los dictados de la conciencia, pero “Por supuesto que
es correcto decir: la conciencia es la voz de Dios” Ibidem
7.- La posición de
Wittgenstein y de los neopositivistas ante la metafísica
La actitud wittgensteiniana ante la metafísica y la ética podría
parangonarse aparentemente con la de Hume, quien decía que los libros de
metafísica y teología podrían arrojarse tranquilamente a las llamas porque no
contienen más que sofistería e ilusión, a diferencia de los de ciencias
naturales y los de matemáticas, relativos a cuestiones de hecho y a relaciones
entre ideas, constitutivos de conocimientos probables y necesarios
respectivamente y parece identificarse con la posición antimetafísica de los
filósofos neopositivistas del Círculo de Viena que, como Rudolf Carnap, consideran que sólo existen dos tipos de
proposiciones significativas: las analíticas
de las ciencias formales, como la
lógica y las matemáticas y las sintéticas
a posteriori de las ciencias
naturales, mientras que las proposiciones
filosóficas son pseudoproposiciones, carentes de sentido, al referirse a realidades
imperceptibles. Pero la valoración de la
metafísica de Wittgenstein es más ambivalente y matizada que la de Hume y la de los positivistas, pues como Kant,
que veía a la metafísica como una inclinación natural de la razón a trascender
el dominio de los conocimientos posibles, también Wittgenstein veía a la
metafísica y a la ética., como dice Adolfo Vásquez Rocca, como la tendencia del
espíritu humano a “arremeter contra los límites del lenguaje” Pero a diferencia de los neopositivistas , que
consideraban que por ello, lo
inexpresable, lo místico, inexistente o en cualquier caso inefable, carecía de
importancia, Wittgenstein considera lo
místico, lo religioso, como lo más
importante y valioso, pese a que
no se pueda expresar lingüísticamente, es decir, no se pueda figurar mediante
proposiciones, por no tratarse de ningún hecho. Por eso decía en T. 6.52 que :”Nosotros
sentimos que incluso si todas las posibles cuestiones científicas pudieran
responderse, el problema de nuestra vida no habría sido más penetrado. Desde
luego que no queda ya ninguna pregunta, y precisamente esta es la respuesta.”
Frente a esta posición reverente hacia lo “místico”, Otto Neurath,
neopositivista del Círculo que formó parte del gobierno revolucionario
espartaquista dijo: “El último paso del Tractatus –“Sobre lo que no cabe
hablar hay que guardar silencio”- resulta cuanto menos, lingüísticamente
engañoso; parece dar a entender que existe “algo” sobre lo que no cabe hablar.
Nosotros preferiríamos decir, en cambio, que, para evitar cualquier posible
actitud metafísica, “hay que callar”; ahora bien: no se trata de callar “sobre
algo”.” Sociologia en el fisicalismo. Erkenntnis, 1931.
Por lo demás, aunque es un malentendido considerar a Wittgenstein como
un filósofo perteneciente al Círculo de Viena por sus contactos con Moritz
Schlick , si que hay tesis que Wittgenstein compartía con los filósofos del
Círculo. A.J. Ayer, el
introductor de la filosofía neopositivista del Círculo de Viena en las
Universidades inglesas, las resume así:
la idea de que la filosofía no es un saber sustantivo, sino una
actividad de análisis y de clarificación del lenguaje, la idea de que las
proposiciones de la lógica y de las matemáticas son tautologías carentes de
sentido empírico, la tesis de que las proposiciones empíricas no son
necesariamente verdaderas y que su significado coincide con sus condiciones
veritativas, la valoración positiva de
lo místico por Wittgenstein y su devaluación por los neopositivistas. Además,
la tesis wittgensteiniana de que el lenguaje, que figura hechos, no puede
figurar su propia forma de figuración de los hechos, es decir, su propia forma
lógica, sino sólo mostrarla, se opone a la idea russelliana de la jerarquía de
lenguajes y a la teoría de los tipos, adoptada también por los neopositivistas,
según la cual se puede hablar de la forma lógica de un lenguaje determinado
(Lo) usando un segundo lenguaje, un metalenguaje (L1), acerca de cuya lógica
podríamos hablar utilizando un (L2). Se opone también al principio de
tolerancia de Carnap, que establece que no existen condiciones que deban ser
necesariamente satisfechas para que se pueda hablar de lenguaje, lo que implica
la renuncia a la tesis wittgensteiniana del lenguaje figurativo de los hechos.
Parece, pues, que tiene razón Julius Ayer al decir que la filosofía del
Tractatus contiene una contradicción: la de afirmar que sus expresiones son
carentes de sentido e inexpugnablemente verdaderas.
INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS
La filosofía del segundo
Wittgenstein comienza a perfilarse a finales de la década de los años veinte.
Algunos cambios en su pensamiento se produjeron tras sus conversaciones
con Schlick y Waisman, dos de los
fundadores del Círculo de Viena en 1928, así como tras su encuentro con Ramsey
y Piero Sraffa en Cambridge en 1929. Estos cambios se registran parcialmente en
sus escritos entre 1929 y 1933, publicados póstumamente: las Philosophische
Bemerkungen y Philosophische Grammatik y más cuidadosamente en sus The blue
Book y The Brown Book, dictados entre 1933 y 1935, obras que constituyen el
directo antecedente de las Philosophische Untersuchungen.
En dicho cambio intelectual influyeron decisivamente, como dice William
Warren Bartley III, las ideas fuerza psicopedagógicas procedentes de la
psicología de Karl Bühler (1879-19639 y de la escuela de la Gestalt, fundamento
de la reforma del sistema educativo austriaco liderada por Glöckel y en la que Wittgenstein participó activa, pero
críticamente durante su actividad como maestro en las localidades austriacas de
Trattenbach, Otterthal y Puchberg am Sneeberg entre los años 1920 y
1926, que luego abandonó, decepcionado, para trabajar de jardinero en un
monasterio cercano a Viena.
La reforma educativa de Glöckel, de carácter progresista, asumía una
concepción del niño como un ser social activo cuya mente era mucho más que un
mero recipiente vacio predispuesto para llenarse con la información apropiada,
como presuponía la psicología asociacionista que informaba el autoritario
sistema educativo antiguo. La base psicopedagógica de la reforma de Glöckel
estaba en la psicología de Bühler, quien en su obra Geistige Entwicklung des
Kindes (1918), desarrolló, junto con Külpe, la idea de un pensamiento sin
imágenes. Según ellos, en el acto
intencional de la representación, la imagen o modelo particular usado, en el
caso de que se utilizara alguno, no necesitaba tener semejanza “de imagen” con
lo representado. Las palabras abstractas se usaban, según ellos,
convencionalmente y no pueden, ni tampoco necesitan, ser reducidas a ´´atomos”
o elementos, incluyendo las impresiones de los sentidos. Como los gestaltistas,
Bühler sostuvo que la mente es constructiva y organizadora y que no se limitaba
a asociar las impresiones de los sentidos u otros átomos del pensamiento. Entre
las ideas de Bühler, cuyas obras había leído Wittgenstein, y las teorías del
segundo Wittgenstein se observa un cierto “parecido de familia”: en ambos hay
una oposición al atomismo psicológico y lógico, en ambos se sostiene una
posición contextualista o configuracionista frente al atomismo, en ambos vemos
un convencionalismo lingüístico radical frente al esencialismo y ambos
comparten la idea de un pensamiento sin imágenes. Como los gestaltistas,
Wittgenstein concibe que las figuras se perciben contra un fondo, que
condiciona su percepción y que la gente y sus ideas son semejante o diferentes
con relación a un trasfondo.
Su obra Investigaciones
filosóficas, publicada póstumamente en 1953, es más bien un “álbum” de
observaciones filosóficas que un tratado
sistemático como el Tractatus. En ella rompe con el representacionismo defendido en su primera obra, donde Wittgenstein
sólo reconocía al lenguaje una función: la de representar o figurar el mundo,
concibiendo la proposición como figura (Bild) de los hechos, cuya forma lógica
figura o representa el lenguaje. Ahora Wittgenstein reconoce en el Tractatus “graves
errores” y polemiza con las ideas de su juventud, como el atomismo lógico. A los argumentos
tradicionales contra el atomismo, que sostenía
que una teoría legítima debía basarse en informes de la observación
sensible (“enunciados protocolarios”), según los cuales no existen sensaciones
puras, no impregnadas de teoría y que
los informes sensoriales serían insuficientes para elaborar una teoría
legítima, nuestro autor añade que no ha podido encontrar ningún ejemplo de
proposición elemental y que carece de sentido hablar de un análisis final hasta
llegar a proposiciones elementales, además de que tales proposiciones atómicas
son innecesarias para una comunicación con sentido.
Wittgenstein comienza sus Investigaciones analizando y criticando un
texto de S. Agustín en el que se expone una teoría del lenguaje que el propio
Wittgenstein aceptó en su Tractatus. Según dicha teoría agustiniana del lenguaje, calificada ahora de errónea, los
significados de los términos del lenguaje son las cosas, que son los referentes
de las palabras. Los significados de las palabras se aprenderían mediante
definiciones ostensivas, pronunciando la palabra y mostrando con el dedo el
objeto al que se refiere. Preguntar por el significado de una palabra sería
preguntar por su referencia. Se habría aprendido y se dominaría un lenguaje
cuando se conocieran los nombres de todos los objetos. Ahora esta concepción
del lenguaje le parece a Wittgenstein errónea por insuficiente y parcial, pues
toma la parte por el todo. Wittgenstein considera ahora que no se adquiere el
dominio de un lenguaje sólo aprendiendo los nombres de los objetos, sino
aprendiendo el uso de las palabras en dicho juego lingüístico, es decir, que conocer los nombres de un lenguaje no equivale
a hablarlo. Tan sólo cuando se dominan los diversos juegos lingüísticos que lo
constituyen, cuando se sabe cómo deben ser usadas las palabras para plantear cuestiones,
describir objetos y procesos, hacer encargos, ruegos, investigaciones, promesas
y juicios, nombrar y resolver problemas morales etc… puede decirse que “se sabe
hablar” un lenguaje.
El lenguaje da mucho juego y los hablantes lo utilizan en sus vidas para
muchas cosas diferentes, en los diferentes contextos. Por ello, hay muchos juegos de lenguaje (Sprachspiele) o
juegos lingüísticos, que están
unidos a y forman parte de diferentes formas
de vida (Lebensformen). Así, v.g. un lenguaje que constase sólo del juego
lingüístico de dar órdenes formaría parte de una forma de vida más simple que
otro en el que además de dar órdenes fuera posible rogar, describir, preguntar,
expresar ignorancia etc.
Todo juego lingüístico presupone una actividad que es parte de una forma de vida y aceptar las reglas de
un lenguaje es ponerse de acuerdo con otras personas sobre una forma de vida,
dice A. Kenni en su Breve historia de la filosofía occidental. El dato
fundamental de la filosofía no es la
experiencia privada de un sujeto, sino las formas de vida con arreglo a las
cuales realizamos nuestras actividades y tenemos nuestros pensamientos. Las
formas de vida no pueden ser cuestionadas por la filosofía, pues toda
indagación filosófica las da por supuesto. El paradigma de una diferencia de
formas de vida es la diferencia entre la vida de dos especies animales
diferentes, son “historias naturales” diferentes, como las correspondientes a
los leones y a los hombres, La diferencia entre las dos formas de vida entre
leones y hombres sería la causa por la que si los leones pudieran hablar, los
hombres no les entenderían. La cuestión es si hay también formas de vida tan
distintas entre los hombres como la que hay entre leones y hombres. Los seres
humanos comparten una forma de vida si comparten un Weltbild, una representación del mundo.
La representación del mundo no es ni verdadera
ni falsa. Las disputas acerca de la verdad sólo son posibles dentro de una
representación del mundo entre quienes comparten la misma forma de vida. Cuando
alguien niega algo que forma parte de la representación del mundo de otra
persona, ello puede parecer una locura o reflejar una profunda diferencia
cultural. De nuestra representación del
mundo forman parte proposiciones que tienen la forma de proposiciones
científicas, como “El agua hierve a 100 grados centígrados”, “Hay un cerebro
dentro de mi cráneo” o “La tierra ha existido desde hace mucho tiempo”,
proposiciones que no se aprenden por experiencia. Cuando se convence a alguien
más primitivo para que acepte nuestra representación del mundo, no se logra
dándole razones para probar la verdad de dichas proposiciones, sino que se
intenta convertirlo a una nueva forma de ver el mundo, a una nueva Gestalt,
como dice Kuhn que ocurre cuando se produce una revolución científica. El papel
de estas proposiciones es muy diferente al que juegan los axiomas de un
sistema: no es que primero se aprendan y luego se extraigan conclusiones a
partir de ellas. Cuando empezamos a creer algo, no creemos una proposición
suelta, sino un sistema completo y el sistema, más que los axiomas y las
conclusiones derivadas de ellos es como la atmósfera en la que los argumentos
cobran vida.
Esta cuestión de las formas de vida Y la representación del mundo y
el juego lingüístico vinculado a ellas, está relacionado con la naturaleza
de las certezas religiosas. Wittgenstein consideraba, v.g: que la religión
cristiana no es razonable, pues basa fuertes convicciones en débiles indicios,
lo cual no quiere decir que sea irracional, sino que no debe tratarse la
cuestión de la fe como una cuestión de racionalidad, lo que acerca a
Wittgenstein a Kierkegaard. Wittgenstein discrepaba de que hubiese una rama de
la filosofía que pretendiese, como la teología natural que pudiera probar lo
razonable de la creencia en Dios. Creía que la filosofía no podía proporcionar
ningún sentido a la vida y que la sabiduría era vacía ante el vigor de la fe.
La fe es una pasión ardiente. La sabiduría es, a lo más, la fría ceniza que
recubre las ascuas. Pero aunque la filosofía no pueda dar sentido a la
filosofía, puede mostrar el sinsentido de las afirmaciones de la fe. El mismo
filósofo que dijo que “De lo que no se puede hablar más vale callar” y “No
tengáis miedo a decir cosas absurdas”, dijo también que “Debéis vigilar
vuestros sinsentidos”. La filosofía debe vigilar el sinsentido. Debe señalar,
en primer lugar, que el sinsentido es sinsentido: la fe no está más
capacitada que la filosofía para decir
cuál es el sentido de la vida, lo que no excluye que, aunque no lo pueda decir,
lo pueda mostrar y en segundo lugar, no importa saber si los evangelios y las expresiones religiosas son verdaderos o
falsos, pues no son dichos o enunciados, pero la filosofía tiene aún así una
función crítica respecto de ellas, pues puede distinguir la fe de la
superstición y para Wittgenstein pretender que la religión pareciera razonable
era el colmo de la superstición.
En el apartado 23 de las
Investigaciones filosóficas dice Wittgenstein en relación a la multiplicidad de
juegos lingüísticos que:”¿Pero cuántos géneros de oraciones hay?¿Acaso
aserción, pregunta y orden?- Hay innumerables
géneros: innumerables géneros diferentes de empleo de todo lo que llamamos
“signos”, “palabras”, “oraciones”. Y esta multiplicidad no es algo fijo, dado
de una vez por todas; sino que nuevos tipos de lenguaje, nuevos juegos de
lenguaje , como podemos decir, nacen y otros envejecen y se olvidan. (Una
figura aproximada de ello pueden dárnosla los cambios de la matemática).
La expresión “juego de lenguaje” debe poner de
relieve aquí que hablar el lenguaje
forma parte de una actividad o de una nueva forma de vida.
Ten a la vista la multiplicidad de juegos de lenguaje estos
ejemplos y en otros: Dar órdenes y actuar siguiendo órdenes, describir un
objeto por su apariencia o por sus medidas, fabricar un objeto de acuerdo con
una descripción (dibujo), relatar un suceso, hacer conjeturas sobre un suceso.
Formar y comprobar una hipótesis, presentar los resultados de un experimento
mediante tablas y diagramas, inventar una historia y leerla, actuar en el teatro,
cantar a coro, adivinar acertijos, hacer un chiste y contarlo, resolver un
problema de aritmética aplicada, traducir de un lenguaje a otro, suplicar ,
agradecer, maldecir, saludar, rezar.
Es interesante
comparar la multiplicidad de herramientas del lenguaje y de sus modos de
empleo, la multiplicidad de géneros de palabras y oraciones, con lo que los
lógicos han dicho sobre la estructura del lenguaje. (Incluyendo al autor del
Tractatus lógico-philosophicus)”.
Una
vez que Wittgenstein abandona la teoría representativa del lenguaje y reconoce
la multiplicidad de juegos lingüísticos, niega también, consecuentemente que el
uso nominativo del lenguaje, consistente en dar y aprender nombres, sea la base
lógica y el prerrequisito para aprender otros juegos lingüísticos o, en otros
términos, niega que las definiciones ostensivas sean el comienzo necesario del
aprendizaje del lenguaje, pues las definiciones y explicaciones ostensivas
presuponen cierto conocimiento del lenguaje y de otros juegos lingüísticos. El
uso del lenguaje no puede identificarse con el uso de los nombres, pues nombrar
es ya usar el lenguaje. Pongamos un ejemplo: imaginemos que queremos enseñar a
un niño el significado de la palabra “rojo” y para ello le señalamos con el
dedo una bandera roja y decimos eso es el color rojo. Pese a que podamos creer
que la pronunciación de la palabra “rojo” a la vez que se le muestra la bandera
roja sería suficiente para que el niño aprendiera el significado de la palabra
“rojo”, el niño sólo lo aprendería si supiera ya qué es el color y que nosotros
nos estamos refiriendo a esa propiedad de la bandera y no a otras, como su
tamaño, su forma, el ruido que produce al ser agitada por el viento etc. Para
el segundo Wittgenstein, se aprende el significado de un término del lenguaje
tomando nota de su uso:”En cuanto al término “significado”, este puede ser
explicado- para muchos casos de su utilización, aunque no para todos- como
sigue: El significado de un término es su uso en el lenguaje” Wittgenstein.
Investigaciones filosóficas.$ 43. Esto equivale a decir que aquello a lo
que un término se refiere no es su significado, es decir, que significado y
referencia no coinciden. La persona llamada “Pedro” es el referente del nombre
“Pedro”, pero el significado de la palabra “Pedro” es el nombre de una persona.
Si Pedro muere, desaparece el referente del nombre “Pedro”, pero no su
significado.
Si hay muchos juegos
lingüísticos, el juego lingüístico representativo o figurativo, es decir,
científico, deja de ser el único y fundamental como se mantenía en el Tractatus
y junto a él proliferan otros muchos juegos lingüísticos, como el poético, el
religioso etc… Mientras en el Tractatus una palabra era significativa sólo si
era un nombre que designaba a un referente, en las Investigaciones las palabras
no se identifican con los nombres y
pueden ser usadas como tales de muchas formas, incluso la nominativa.
El Wittgenstein de las Investigaciones, nominalistamente, renuncia a
encontrar y a definir la característica esencial, común y compartida por todos
los juegos lingüísticos, alegando que el lenguaje carece de propiedades
definibles:”Te ahorras, pues, justamente la parte de la investigación que te
ha dado en su tiempo los mayores quebraderos de cabeza, a saber, lo tocante a
la forma general de la proposición y del lenguaje. Y eso es verdad- En vez de
indicar algo que sea común a todo lo que llamamos lenguaje, digo que no hay
nada en absoluto común a estos fenómenos por lo cual empleamos la misma palabra
para todos- sino que están emparentados entre
sí de muchas maneras diferentes. Y a causa de este parentesco, o de estos
parentescos, los llamamos a todos “lenguaje””. Wittgenstein.
Investigaciones. $ 65.
Aclara la ausencia de esencia común de los juegos lingüísticos
comparándolos con los diferentes tipos de juegos: de tablero, de cartas, de
pelota, de lucha etc... Se pregunta si pese a su variedad tienen algo en común
y responde que no: “¿Qué hay de común a todos ellos?-No digas:”Tiene que
haber algo común a ellos o no los llamaríamos “juegos”-sino mira si hay algo común a todos ellos-
Pues si los miras no verás por cierto algo que sea común a todos, sino que
verás semejanzas, parentescos y por cierto toda una serie de ellos” W. Investigaciones $.66.
Wittgenstein caracteriza dicho parecido entre los múltiples juegos
lingüísticos diciendo que entre ellos hay un “parecido de familia” (“Familienähnlichkeiten), como el que
percibimos en los miembros de una familia. Así, para el Wittgenstein de las
Investigaciones la palabra “lenguaje” no designa un fenómeno unitario, sino el
nombre de una clase de un indeterminado y fluctuante número de miembros, por lo que es
erróneo hablar del lenguaje como de un fenómeno único y unívoco. Wittgenstein
ya no habla del lenguaje como en el Tractatus, donde pensaba en un único
lenguaje, compuesto de proposiciones atómicas y de funciones veritativas
constituidas por proposiciones moleculares, cada una de las cuales era una
figura de un hecho atómico, imagen posibilitada por la forma lógica compartida
por la proposición y el hecho atómico, lenguaje que era necesario analizar para
clarificar y penetrar analíticamente en la forma lógica del mundo. En las
Investigaciones, rechaza la idea de que a los hechos les pueda corresponder una
forma lógica y, consecuentemente, la idea de que los hechos atómicos sean una
combinación de objetos designados cada uno de ellos por los nombres de los que
se componen las proposiciones atómicas. Wittgenstein abandona también, junto a
la idea de la forma lógica compartida por proposición atómica y hecho atómico,
la idea de la existencia de hechos atómicos y la de la existencia de objetos simples. El lenguaje deja de ser
figura para convertirse en instrumento,
susceptible de múltiples usos, al igual que pueden usarse para muchas cosas las
herramientas de una caja de herramientas. La pragmática sustituye a la
semántica en las consideraciones lingüísticas de Wittgenstein.
En el Wittgenstein de las Investigaciones se consolida una concepción de la filosofía que se fue desarrollando en las obras de su periodo
intermedio, en El Cuaderno azul, El cuaderno marrón y en Las Philosophische
Bemerkungen, en la que puede observarse, como dice Adolfo Vasquez Rocca,
continuidad y diferencia con la
concepción de la filosofía expuesta en el Tractatus.
Tanto en el Tractatus como en las Investigaciones, Wittgenstein
considera que los problemas filosóficos se producen como consecuencia del
malentendimiento de la lógica del lenguaje, razón por la cual los problemas
filosóficos no pueden ser resueltos, sino sólo disueltos. En el Tractatus,
sostiene que la filosofía es una actividad de elucidación mediante la cual las
proposiciones llegan a estar claras (T.4.112) y que la claridad a la que aspira
la filosofía es total, lo que quiere decir que los problemas filosóficos deben
desaparecer totalmente.( I.F 133). En su obra primeriza considera que el
resultado de la filosofía no son proposiciones filosóficas, sino la
clarificación de las proposiciones. Pero en las Investigaciones cambia el modo
en que Wittgenstein concibe la lógica del lenguaje, al pasar de la concepción
del lenguaje como representación de los hechos, al lenguaje como instrumento y
al significado definido por el uso. Pasa, así, de concebir que los problemas
filosóficos nacen cuando se usan términos sin referencia, como en el Tractatus,
a sostener que las confusiones que producen los problemas filosóficos proceden
de emplear las palabras fuera del juego de lenguaje que es su lugar natural.
Del primer al segundo Wittgenstein
cambia la concepción del significado (Bedeutung) de los términos. De
concebir el significado de los términos como referencia a los objetos, pasa a
entender el significado como el uso de las expresiones de acuerdo con las
reglas de un determinado juego de lenguaje. El significado no es la referencia,
sino el uso de un determinado juego de lenguaje. La teoría del lenguaje
“agustiniana” expresada en el Tractatus, según la cual las palabras tienen su
referencia y las proposiciones su sentido, no queda invalidada, sino incluida
en una concepción más amplia del lenguaje, en la que el lenguaje representativo
de la ciencia sería sólo un elemento de la clase de los juegos de lenguaje. Según esta nueva
concepción, no tener significado es no tener un papel en un juego de lenguaje.
La tarea de la filosofía sería disolver los embrollos ocasionados por el
uso metafísico de los términos consistente en usar las palabras fuera de su
juego lingüístico correspondiente, es decir, en reconducir las palabras de su uso
metafísico a su empleo cotidiano:”Cuando los filósofos usan una palabra-
“conocimiento”, ”ser”, “objeto”, ”yo”, “proposición” ,”nombre- y tratan de
captar la esencia de la cosa, siempre se ha de preguntar: ¿Se usa efectivamente
esta palabra de este modo en el lenguaje en el que tiene su tierra natal?.
Nosotros reconducimos las palabras de su empleo
metafísico a su empleo cotidiano”
W. I.F. 116.
“La característica
de una pregunta metafísica, nos dice Wittgenstein en El
Cuaderno Azul, es que expresamos una falta de claridad respecto a la
gramática de las palabras bajo la forma de una pregunta científica”. Esa
falta de claridad sobre la gramática de las palabras desvía al lenguaje de su
uso común y le hace “marchar en el vacío”, dándole un engañoso carácter de
profundidad, como si “pareciera que hay algo oculto”: La falta de claridad
sobre la gramática da lugar a los problemas filosóficos, que son síntomas de
una confusión mental. Su aclaración no resuelve el problema, sino que lo
disuelve, lo hace desaparecer al mostrarlos como pseudoproblemas.
“Los problemas filosóficos no son problemas empíricos” W. I.F. Su
solución no exige la acumulación de nueva experiencia, ni el conocimiento de
nuevos hechos: “Los problemas se resuelven no aduciendo nueva experiencia,
sino compilando lo ya conocido” W. I.F. 109 y :”…se podría también llamar
filosofía a lo que es posible antes de todos los descubrimientos e invenciones”
W.I.F. 126, sino la adecuada disposición de los que ya se conocen: “Un
problema filosófico es como un rompecabezas, todas las piezas (hechos) están
allí, tan sólo que están mezclados” W. Cuaderno Azul p.46.
“La filosofía coloca únicamente una cosa delante de nosotros
y ni explica ni deduce nada. Puesto que
todo está situado ante nuestros ojos, no hay nada que explicar. Porque
lo que está oculto no nos interesa” W. I.F. 132.
Wittgenstein nos advierte que considerar los problemas filosóficos como
si fueran empírico conduce al filósofo a tratarlos de una forma que no tienen
salida, aunque es un error comprensible dada la forma en que se plantean: “La
característica de una pregunta metafísica está en que expresamos una falta de
claridad acerca de la gramática de las palabras en la forma de una pregunta
científica”. W. Cuaderno Azul. Por eso, la primera regla al proceder a
investigar una proposición metafísica es “destruir la similitud externa
entre ella y una proposición de la experiencia” W. Cuaderno Azul.
Una declaración metafísica siempre obedece a una falta de claridad
acerca de la “gramática profunda” de alguna oración, pues hace pasar por
proposición empírica lo que es en realidad una proposición gramatical o
conceptual. En realidad, “lo esencial de la metafísica es que destruye la
distinción entre la investigación factual y la conceptual” W. Zettel p.458.
Pero sólo el conocimiento de la gramática profunda de una proposición se puede
saber si es factual o conceptual. Las proposiciones “ tengo un buen libro” y
“tengo un terrible dolor de cabeza” son muy similares si se considera su
gramática superficial, pero sus usos son totalmente distintos y su gramática
profunda también, como se puede comprobar si comparamos “ es este es mi libro?”
y “¿es este mi dolor de cabeza?”. La importancia de la gramática profunda
radica en la diferenciación entre sentido y sin sentido. Las proposiciones “
todas las rosas tienen espinas” y “todas las varillas tienen longitud” parecen ser, superficialmente,
generalizaciones empíricas, pero mientras puede imaginarse una rosa sin espinas,
no se podría imaginar una varilla sin longitud. La diferencia está en que la
segunda proposición, pese a las apariencias, no es fáctica, sino lógica o
“gramatical”, no nos proporciona información sobre las varillas. Otro ejemplo
es la proposición “Ninguna persona puede sentir mi dolor”, que, pese a las
apariencias no es una proposición empírica, no expresa una imposibilidad
física, sino lógica.
Las cuestiones filosóficas comienzan para el vienés por la perplejidad y
son atormentadoras, son “molestias” o “aflicciones intelectuales, comparables a
algún tipo de enfermedad mental. Los problemas filosóficos tienen la forma “No
sé por dónde voy” W.I.F.123. Los problemas filosóficos son “calambres mentales”
o “nudos en nuestro pensamiento que deben ser desatados. La función de la
filosofía será desatar nudos:”La filosofía desata los nudos de nuestro
pensamiento, los nudos que nosotros estúpidamente hemos hecho en él, pero para
desatarlos debe hacer movimientos tan complicados como esos nudos. Aunque el
resultado de la filosofía es simple, su método, si quiere llegar a ese
resultado, no puede serlo. La complejidad de la filosofía no reside en su tema,
sino en lo enredado de nuestra comprensión” W. Philosophische Bemerkungen.
Y también:”La filosofía desata nudos en nuestro pensar, de ahí que su resultado
debe ser simple, pero el filosofar es tan complicado como los nudos que desata”
W. Zettel. Se comprende así el célebre aforismo de las Investigaciones: “La
filosofía es una lucha contra el embrujo de nuestro entendimiento por medio del
lenguaje” W.I.F. 109. Su objetivo es ayudar a la mosca a salir de la
botella.
La filosofía, entendida como terapeútica, debe eliminar las
confusiones y los conflictos mentales y desenredar los nudos del pensamiento a
través de una notación que acentúa la diferencia entre estructuras lingüísticas
similares.. “El tratamiento filosófico de una cuestión es como el
tratamiento de una enfermedad” W.!.F. 255. Pero entonces, Las
Investigaciones son “…un libro de historia clínica de tratamientos
filosóficos”. Como el psicoanálisis,
la terapia wittgensteiniana, “debe buscar la fuente del extrañamiento
psicológico” e “investigar el origen del enredo”, aunque, a diferencia del
psicoanálisis, “en filosofía no podemos eliminar una enfermedad de
pensamiento. Debe seguir su curso natural y la cura lenta es de máxima
importancia” W. I.F. 153. Por eso,
extraña terapia, “La filosofía deja todo como está” W.I.F. 124. Sin
embargo, pese a comparar su filosofía con el psicoanálisis, consideró que ambos
utilizaban “diferentes técnicas”. La filosofía actúa “…retrotrayendo las
palabras de su uso metafísico a su uso cotidiano” W. I.F. 116
La caída de la
teoría pictórico-figurativa del lenguaje arrastra consigo el presupuesto del
isomorfismo, de la forma lógica compartida por la proposición y el hecho
atómico y consecuentemente la necesidad, señalada por Bertrand Russell y el
propio Wittgenstein del Tractatus, de construir un lenguaje perfecto e ideal
que, superando las anfibología e imprecisiones del lenguaje natural, captase la
forma lógica correcta de las proposiciones figurativas de los hechos atómico.
Ahora, Wittgenstein sostendrá que las proposiciones están bien como están:”Está
claro, por una parte, que cada frase de nuestro lenguaje está en orden como
está”, es decir, que no necesitan un análisis clarificador, ni una
traducción a ningún lenguaje ideal. El criterio que se adopta ahora es que
donde hay sentido, hay orden.
LA FILOSOFÍA DE WITTGENSTEIN: DEL GIRO LINGÜÍSTICO AL
GIRO PRAGMÁTICO
Wittgenstein
(1889-1951) participó en el giro lingüístico de la filosofía del siglo XX, que
condujo a reformular los antiguos problemas filosóficos basados en la
conciencia en términos lingüísticos.
Se ha dicho
que hay dos Wittgenstein: el escritor del “Tractatus lógico-philosophicus” y el
de las “Investigaciones Filosóficas”. En ambas obras, reflexiona Wittgenstein
sobre la relación entre la realidad, el pensamiento y el lenguaje,
aunque en el Tractatus, Wittgenstein
desarrolla una teoría representacionista
y referencialista del conocimiento y del lenguaje, según la cual las
proposiciones lingüísticas figuran o representan los hechos, mientras que en
las Investigaciones, da un giro pragmático a su pensamiento y
considera que el significado de las
proposiciones del lenguaje no son los hechos, sino el uso que hacen de
ellas los hablantes en los distintos contextos comunicativos.
a.-EL WITTGENSTEIN DEL TRACTATUS.
ONTOLOGÍA: EL SER
El Tractatus
reflexiona sobre el ser, el pensamiento que lo representa y el lenguaje que
figura o expresa el pensamiento. Comienza diciendo que el mundo es la totalidad de los hechos, todo lo que acaece u
ocurre. El mundo está, pues, compuesto de hechos, no de cosas. Los hechos atómicos, cuya totalidad
constituye el mundo, son estados de
cosas, están compuestos por combinaciones de cosas. Mesa, libro, son cosas,
sin embargo que el libro está encima de la mesa, es un hecho, compuesto por la
cosa libro y la cosa mesa.
Wittgenstein
adopta una posición filosófica contingentista
de los hechos, similar a la de Ockam, según la cual, lo que es es como es, pero
podría ser de otro modo, es decir, que en
el mundo de los hechos no hay necesidad lógica, por lo que no se puede
deducir necesariamente un estado de
cosas a partir de otro, ya que no hay
nexo causal entre diferentes estados de cosas. Wittgenstein, cercano a Hume
en su concepción de la causalidad, considera que no podemos inferir los acontecimientos futuros a partir de los
presentes, porque “la fe en el nexo
causal es superstición”. W. T. 5.1361.
Añade que la ley de inducción (lo que se dice de
algunos se dice de todos) no es una ley
lógica, y por tanto, no produce
conocimientos necesarios y universales, sino meramente probables, de donde
concluye, siguiendo a Hume, que: “Que el
sol salga mañana es una hipótesis y esto significa que no sabemos si amanecerá”
. W.T. 6.36311.
Wittgenstein,
en el Tractatus, adoptó una posición solipsista,
sólo sé que existo yo, aunque reconoció que tal posición no puede decirse, sino
mostrarse. En las Investigaciones, Wittgenstein abandonó el solipsismo al
reconocer que no hay lenguaje privado, sino que todo lenguaje es común a un
grupo social.
EPISTEMOLOGÍA: EL
CONOCIMIENTO
1.- LA PROPOSICIÓN
W. considera que los
hombres pensamos los hechos que constituyen el mundo, es decir, nos los
representamos o nos los figuramos. Nos hacemos figuras de los hechos. El pensamiento es la figura de los hechos.
Las proposiciones
del lenguaje expresan los pensamientos mediante los que nos representamos o
figuramos los hechos del mundo. Las proposiciones expresan los pensamientos de
forma perceptible a través de los sentidos.
La proposición (Satz) es una figura (Bild)
de los hechos atómicos. Entre las palabras
que forman las proposiciones y las cosas
que constituyen los hechos hay una
correspondencia biunívoca. Hay, pues un isomorfismo entre las proposiciones y los hechos atómicos figurados por
ellas. El lenguaje es la totalidad de las proposiciones.
Wittgenstein
distingue dos clases de proposiciones:
las de las ciencias formales (lógica y matemáticas) y las de las ciencias
empíricas. Las de las ciencias formales
son analíticas y necesarias. Las
proposiciones de la lógica son tautologías y las de las matemáticas son
ecuaciones. Ambas son a priori y necesarias. Las de las ciencias empíricas son sintéticas,
figuras de los hechos, y son contingentes
y probables. El criterio de verdad
de las proposiciones de la lógica y de las matemática es la coherencia o no contradicción. El criterio de verdad de las proposiciones de
las ciencias empíricas, de las proposiciones fácticas es la verificación, su contrastación con los
hechos que figuran, como sostenían los neopositivistas del Círculo de Viena.
2.- LA TAREA DE LA FILOSOFIA
Como los
neopositivistas Rudolf Carnap y Maurice Schlick, su amigo, Wittgenstein se
muestra hipercrítico con la metafísica,
cuyas proposiciones no figuran hechos, no son sintéticas a posteriori, ni
tampoco analíticas, sino que se refieren a realidades imperceptibles (alma,
Dios, libertad etc), por lo que no son proposiciones verdaderas, sino pseudoproposiciones. Estas pseudoproposiciones de la metafísica,
en la medida en que no pueden ser contrastadas con los hechos, no se puede
saber si son verdaderas o falsas, por lo que carecen de sentido.
Las proposiciones de la metafísica surgen
del desconocimiento de la lógica del lenguaje. Dichas proposiciones
suscitan problemas filosóficos, que
son meros pseudoproblemas, que más
que resolverse habrían de disolverse, mostrando que son producto de la
incomprensión de la lógica del lenguaje por parte de los filósofos.
La tarea de la filosofía es analizar el
lenguaje para clarificarlo, descubriendo, mediante su análisis, la forma lógica profunda que subyace bajo la
forma gramatical superficial. De acuerdo con su maestro, el lógico y matemático
Bertrand Russell, Wittgenstein considera que. “Toda filosofía es “crítica del
lenguaje”. W.T. 4.0031.
La filosofía no es una más de las ciencias
naturales, es una actividad de clarificación de las proposiciones. Su objetivo
es la clarificación del pensamiento y
del lenguaje que lo verbaliza.
Análogamente
a como Kant trató de determinar ¿qué podemos conocer?, Wittgenstein atribuye a
la filosofía la tarea de:…delimitar lo
pensable y con ello lo impensable. Debe delimitar lo impensable desde dentro de
lo pensable. Significará lo indecible presentando claramente lo decible. Todo
aquello que pueda ser pensado puede ser pensado claramente”. W. T. 4.116. Esto
presupone que los límites del conocimiento son los límites del lenguaje. Así como
Kant descalificaba la pretensión de la metafísica racionalista de conocer la
totalidad de la realidad (alma, Dios y Mundo), también Wittgenstein considera
que las proposiciones del lenguaje, que figuran hechos atómicos, no pueden
figurar el mundo como totalidad de los hechos, pues no está claro que el mundo,
la totalidad de los hechos, sea a su vez un hecho.
3.-LO MÍSTICO: LA RELIGIÓN Y LA ÉTICA
3.1.-DIOS
Wittgenstein
comparte con los neopositivistas la crítica y la descalificación de la
metafísica como pseudoconocimiento, pero eso no significa que la considere
insignificante, sino que, por el contrario la considera muy importante. W.
considera que lo místico (Dios) existe, aunque es inexpresable, pues no es un hecho empírico que se pueda
figurar lingüísticamente: “Hay,
ciertamente lo inexpresable, lo que se muestra a sí mismo; esto es lo místico”.
W. T. 6.522. Pero :”Dios no se revela en
el mundo: Cómo sea el mundo es completamente indiferente para lo que está más
alto.”. W. T. 6.432. Lo místico es, pues, objeto de una experiencia
mística, y como tal, inefable, inexpresable, pues “Sólo podríamos decir cosas sobre el mundo como un todo, si pudiéramos
salir fuera del mundo, es decir, si dejase de ser para nosotros mundo” W. T.
6.44. Por eso:”No es lo místico como sea el mundo, sino que sea el mundo”.W. T.
6.4.4
En su Diario filosófico añade Wittgenstein que sobre Dios y la finalidad de la vida sabe que
el mundo existe, que en el mundo hay algo problemático que llama su sentido, que el sentido del mundo no
radica en él, sino fuera de él, que podemos llamar a Dios el sentido de la vida
y compararlo con un padre, que pensar en el sentido de la vida es orar y que
creer en Dios es comprender el sentido de la vida.
Pero como lo
místico, Dios, no se puede expresar, sobre él hay que guardar un reverente
silencio:” ¿No es esta la razón de que
los hombres que han llegado a ver claro el sentido de la vida, después de mucho
dudar, no sepan decir en qué consiste su sentido?”. W.T.6.521.
Remedando a Lao Tsé, el viejo sabio
taoísta, que decía que “Los que saben no hablan y los que hablan no saben”,
dice Wittgenstein que: “De lo que no se
puede hablar, más vale callar”. W.T. 7.
3.2.-LA
ÉTICA
En una carta a su amigo Ficker le dijo
Wittgenstein que: “El objetivo central
del “Tractatus” es ético”. En el Tractatus, añade que la ética, como lo
místico, no se puede expresar: “Es claro
que la ética no se puede expresar. La ética es trascendental (Ética y estética
son lo mismo)”. W.T.6.42.
De la contingencia del mundo y de la
creencia en que “la fe en el nexo causal
es superstición”, deduce el austriaco la negación del determinismo y la creencia
en la libertad de la voluntad. A
ello añade en su Diario que el “mundo de la representación”, de los fenómenos y
hechos no es ni bueno ni malo y que sólo la voluntad es buena o mala. Lo bueno
y lo malo irrumpen gracias al sujeto, que no pertenece al mundo, sino que es un
límite del mundo, su condición trascendental, pues el sujeto de la voluntad no
es una cosa más del mundo, no es un objeto físico o psíquico, sino un sujeto
moral.
En el mundo,
compuesto de hechos, no hay ningún valor. Lo bueno y malo surgen gracias al
sujeto de la voluntad, que es trascendental. “De la voluntad como sujeto de la ética no se puede hablar. Y la
voluntad como fenómeno sólo interesa a la psicología”. W. T. 6.423.
Como Hume y el
neopositivismo, también Wittgenstein separa hechos y valores. Para
el escocés lo bueno y lo malo no había que buscarlo en los hechos, sino en el “corazón” del sujeto. Con esta
posición se identifica Wittgenstein en la “Conferencia sobre ética” cuando dice
que las proposiciones, que figuran
hechos, no pueden ni expresar, ni contener valores, pues ni los hechos son
valores ni los valores hechos. Por lo tanto, no puede haber proposiciones
éticas. Por ello, “Es claro que la ética
no se puede expresar. La ética es trascendental. Ética y estética son lo
mismo”. W. T. 6.4.21.
La ética no
tiene que ver con premios y castigos en el sentido de las morales religiosas,
sino que, como decían los clásicos
griegos, el premio radica en la propia acción virtuosa.
W. medita
también sobre la muerte. Con la
muerte el mundo no cambia, sino cesa, dice schopenhauerianamente. Además, como
decía Epicuro, muerte no es ningún acontecimiento de la vida. La muerte no se
vive. Si por eternidad se entiende, no infinitud temporal, sino intemporalidad,
“Vive eternamente quien vive el
presente”.
Respecto a
la inmortalidad del alma dice W. que
no está garantizada y que suponerla no consigue ni el deseo de calmar la
ansiedad que supone la muerte, ni garantiza los supuestos premios y castigo
transmundanos.
En
definitiva, las ciencias empíricas proporcionan conocimiento de los hechos,
pero aunque pudieran responderse todas las cuestiones científicas el problema
de nuestra vida no habría sido penetrado. Además de los hechos y de los
problemas que suscitan existe algo más: “Hay
ciertamente lo inexpresable, lo que se muestra a sí mismo; esto es lo místico”.
Pero como lo místico no es un hecho, no se puede decir. Por eso “De lo que no
se puede hablar, mejor es callar”. A esta proposición de Wittgenstein respondió
O. Neuraht, miembro del Círculo de Viena y del gobierno revolucionario
espartaquista, que “Nosotros
preferiríamos decir, en cambio, que, para evitar cualquier posible actitud
metafísica, “hay que callar; ahora bien, no se trata de callar “sobre algo”“
b.-EL SEGUNDO WITTGENSTEIN: EL LENGUAJE COMO
CAJA DE HERRAMIENTAS.
1.- EL SIGNIFICADO ES EL USO
Con las “Investigaciones
filosóficas” (1929), W. inicia el giro pragmático de su filosofía. Wittgenstein
comienza criticando la teoría
representaccionista y referencialista del lenguaje que adoptó en el
Tractatus, según la cual el significado de los términos del lenguaje son las
cosas que constituyen los hechos. Según esta teoría, los significados de las
palabras se aprenderían ostensivamente,
es decir, pronunciando las palabras y mostrando
con el dedo las cosas designadas por ellas. Preguntar pos el
significado. Sería preguntar por los referentes de los significantes de las
proposiciones. Ahora, en las
Investigaciones, el significado de los términos no son ya las cosas, sino el
uso que hacen de ellos los hablantes
en la comunicación.
Los
hablantes de un lenguaje aprenden los significados de las palabras aprendiendo
su uso en los distintos juegos
lingüísticos (Sprachspiele) correspondientes a las diferentes formas de vida (Lebensformen)
compartidas por los hombres de una sociedad: religiosa, castrense, académica
etc…A cada una de las formas de vida le corresponde un juego de lenguaje
diferente:”Dar órdenes y actuar siguiendo
órdenes, describir un objeto por su apariencia o por sus medidas, fabricar un
objeto de acuerdo con una descripción (dibujo), relatar un suceso, formar y
comprobar una hipótesis, presentar los resultados de un experimento mediante
tablas y diagramas, inventar una historia y leerla, actuar en el teatro, cantar
a coro, adivinar acertijos, hacer un chiste y contarlo, resolver problemas de
aritmética aplicada, traducir de un lenguaje a otro, suplicar, agradecer,
maldecir, saludar, rezar”. W. I.F. $23
El significado es el uso: “En cuanto al término “significado”, este
puede ser explicado para muchos casos de su utilización, aunque no para todos-
como sigue: El significado de un término es su uso en el lenguaje”. W, I.F.
$4.
Además, no hay
una forma o esencia común compartida por los diversos juegos lingüísticos,
como tampoco la hay en los diferentes tipos de juegos (de mesa, de pelota
etc…), sino sólo un aire de familia
entre ellos. Por extensión, tampoco existe, como piensan los realistas, una
esencia común a las diferentes clases de cosas, (nominalismo wittgensteiniano) que pueda ser significada por los
términos lingüísticos, por lo que el lenguaje deja de representar la esencia de
la realidad. El lenguaje deja de ser una figura de la realidad que represente
su esencia para convertirse en una herramienta que nos permite hacer cosas con
palabras. El juego lingüístico científico (representativo), el único
considerado en el Tractatus, pasa a ser uno más de los múltiples juegos de
lenguaje. La pragmática sustituye a la
semántica.
Los hombres
que comparten una forma de vida participan de una determinada representación
del mundo (Weltbild). Hay, pues. Diversas representaciones del mundo, que son
inconmensurables. Las disputas sobre la verdad o la falsedad de las
proposiciones, no se pueden dirimir contrastándolas con la realidad, sino en el
marco de las distintas representaciones del mundo, lo que abre paso al relativismo de los paradigmas kuhnianos.
2.-LA NUEVA TAREA DE LA FILOSOFÍA
El Tractatus
y las Investigaciones comparten la tesis de que la filosofía debe elucidar el
lenguaje y disolver los problemas filosóficos, pero se diferencian en que en el
Tractatus, los problemas filosóficos surgían cuando se empleaban términos sin
referencia, metafísicos, mientras en las Investigaciones, nacen cuando se
emplean las palabras fuera del juego lingüístico al que pertenecen. Por tanto, la nueva tarea de la filosofía ha de ser
disolver los problemas filosóficos reconduciendo las palabras desde su uso
metafísico a su uso cotidiano:”Cuando
los filósofos usan la palabra “conocimiento”, “ser”, “objeto”, “yo”.
“proposición”, “nombre” y tratan de captar la esencia de la cosa, siempre se ha
de preguntar: ¿Se usa efectivamente esta palabra de este modo en el lenguaje en
el que tiene su tierra natal?. Nosotros reconducimos las palabras de su empleo
metafísico a su empleo cotidiano”. W. I.F. $116.
Los problemas metafísicos son síntomas de
una confusión mental. Surgen de la
incomprensión de la gramática del lenguaje. Son rompecabezas:” Un problema
filosófico es como un rompecabezas, todas las piezas (hechos) están allí, tan
sólo que están mezclados” W. Cuaderno azul.
Wittgenstein
expone una concepción terapeútica de la
filosofía. Análogamente a como los conflictos y enfermedades mentales
producen confusión y dolor, los problemas filosóficos producen molestias y
aflicciones espirituales: “Un problema
filosófico tiene la forma: No sé salir del atolladero”. W. I.F. $ 123. Los
problemas filosóficos son, dice W. “calambres
mentales”, “nudos en nuestro
pensamiento”
La función
liberadora de la filosofía consistirá, pues, en liberar a la mente de las
cadenas que la inmovilizan. “La
filosofía, dice W. nietzscheanamente,
es una lucha contra el embrujo de nuestro entendimiento por medio del lenguaje”
W. I.F. $109.
La tarea de la filosofía es terapeútica:
“Mostrarle a la mosca la salida de la
botella cazamoscas.” W. I.F.$ 309. W.
añade que “Los resultados de la filosofía
son el descubrimiento de algún que otro simple sinsentido y de los chichones
que el entendimiento se ha hecho al chocar con los límites del lenguaje. Estos
chichones nos hacen reconocer el valor de ese descubrimiento”. W. I.F.
$119.
La
filosofía terapeútica debe eliminar las confusiones y los conflictos mentales,
al igual que el psicoanálisis de Freud:”El
tratamiento filosófico de una cuestión es como el tratamiento de una enfermedad”.
W. I.F. $ 255.
El
Wittgenstein del Tractatus influyó
en la filosofía neopositivista del Círculo
de Viena, el de las Investigaciones en
la filosofía analítica del lenguaje:
Wisdom, Waisman Ryle. El giro pragmático wittgensteiniano confluyó con el relativismo lingüístico de Von Humbold
y Nietzsche, con el relativismo
epistemológico de T. Kuhn, el anarquismo
epistemológico de Feyerabend y eon el neopragmatismo de Richard Rorty.
No hay comentarios:
Publicar un comentario