domingo, 8 de julio de 2012

Descartes y racionalismo



CONTEXTUALIZACIÓN HISTÓRICA, SOCIOCULTURAL Y FILOSÓFICA DE LA EDAD MODERNA

Convencionalmente, la Edad Moderna se extiende desde 1453, año de la caída de Constantinopla en manos de los turcos hasta el inicio de la Revolución industrial y de las revoluciones liberales de finales del siglo XVIII: la Independencia de los E.E.U.U. (1776) y la redacción de su Constitución (1787) y la Revolución Francesa de 1789.
   
    1.- CONTEXTO HISTÓRICO Y SOCIOPOLÍTICO

         En la Edad moderna tienen lugar los siguientes procesos históricos globales:
    
    1.- La expansión del mundo conocido gracias a los  grandes viajes  y descubrimientos de los navegantes portugueses y españoles. Vasco de Gama rodea el Cabo de Buena Esperanza y llega al Océano Índico, Colón descubre América buscando llegar a las Indias por la vía occidental, cerrada la oriental por los turcos tras la conquista de Constantinopla y Magallanes y El Cano dan la vuelta al mundo.

    2.-  Desde finales del siglo XV se produce la construcción de los Estados nacionales europeos ( España, Francia, Inglaterra etc…) gracias a la concentración del poder político y militar en manos del monarca. La poliarquía feudal da paso a las monarquías absolutas características del Antiguo Régimen, que concentran todo el poder del Estado: legislativo, ejecutivo y judicial en manos del monarca, haciéndole depositario de la soberanía y del poder, que ejerce por delegación divina.

      Recogiendo en parte las enseñanzas de Nicolás Maquiavelo (1469-1527), que propugnaba un Estado fuerte, independiente de la Iglesia y dirigido de forma realista por el Príncipe, que aplicaría la razón de Estado superando los prejuicios morales, Juan Bodino (1529-1596) y Thomas Hobbes (1588-1679) en su Leviathan (1651)  legitiman el Estado absolutista, alegando que el egoísmo innato de los hombres hacía que en el Estado de Naturaleza que precedió a la organización social y política reinase una guerra a muerte de todos contra todos, para escapar a la cual y garantizar su seguridad, los hombres establecieron un contrato en virtud del cual cedían sus derechos naturales al Estado, cuya soberanía sobre los súbditos era, a partir de entonces, indivisible e irrevocable. El Estado está representado de la forma más perfecta por el rey, que ejercerá el poder  de forma absoluta. Jacques Bossuet (1627-1704) justificará el origen divino del poder. Luis XIV de Francia encarna el ideal del Estado absolutista al decir.”El Estado soy yo”. La fórmula del Estado absolutista será. “Un roi, une foi, une loi”. “Un rey, una fe, una ley”

    Con Carlos I (1510-1558), España conquista la hegemonía europea y mundial, que conserva luchando con los piratas turcos en el Mediterráneo, con la Francia de Francisco I y  con la Inglaterra de Enrique VIII. Su hijo Felipe II (1527-1598) mantuvo el poderoso imperio hispánico luchando también contra los turcos (Lepanto), contra los ingleses (la Armada Invencible), apoyando a los católicos franceses en sus luchas contra los hugonotes y tratando de conservar los Países Bajos.

    Las naciones europeas se desangran por las guerras de religión, que enfrentan a católicos y protestantes. Entre 1618 y 1648 tiene lugar la guerra de los Treinta años, que comienza como conflicto religioso para convertirse en una lucha por la hegemonía europea entre las naciones católicas y las protestantes, entre los representantes de los Estados territoriales y los príncipes, entre las ciudades  imperiales y el emperador, entre los Habsburgo y la dinastía francesa.

    La guerra de los Treinta años concluye en 1648 con la Paz de Westfalia, que pone fin a la hegemonía de los Habsburgo y abre paso a las nuevas potencias: Francia, Suecia, Países Bajos y da inicio a la era de los Estados secularizados que reconocen la tolerancia religiosa.   

    3.- Nacimiento y desarrollo del modo de producción capitalista. En el curso de la Edad Moderna, se produce un proceso de expansión e integración de los mercados europeos, que de locales y regionales, pasan a ser nacionales e internacionales a partir del descubrimiento, la conquista, la colonización y la explotación de los recursos humanos y materiales del continente americano y africano por las naciones europeas, proceso que culmina en una incipiente mundialización de la economía y en la construcción del sistema mundial, en el que se suceden como potencias hegemónicas centrales España, Holanda y Gran Bretaña.
    En el año 1600, para explotar y comercializar los recursos coloniales se crea la Compañía Inglesa de las Indias Orientales y en 1601, la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. En Francia, Colbert (1619-1683), ministro de Hacienda, instaura la primera economía nacional dirigida con planificación, estadística y contabilidad. Crea así el mercantilismo, para el que la riqueza de un país radica en la posesión de metales preciosos y monedas, tratando de establecer una balanza comercial activa por medio de la exportación de productos suntuarios (artículos de lujo, modas, porcelanas etc). El mercantilismo favoreció el comercio y la industria, elevando la riqueza de la burguesía

    4.- Consolidación de la estructura  social estamental compuesta por la nobleza y el clero, estamentos privilegiados jurídica, fiscal, económica y políticamente. La alta burguesía, enriquecida por el comercio, compra cargos públicos y asciende a la “noblesse de robe” (nobleza burocrática de rango menor), mientras que la pequeña burguesía y los campesinos padecen fuertes impuestos y soportan el peso del Estado.

    2.- CONTEXTO CULTURAL

    5.- En el plano cultural, la Edad Moderna se inicia con el Renacimiento de las artes, las letras y las ciencias, que desde Italia se extiende por toda Europa, continúa con la ruptura de la unidad religiosa europea y asiste al nacimiento de la Nueva Ciencia.

    El Renacimiento,  la primera fase en el  largo proceso de transformación del feudalismo en capitalismo, como lo definió Engels, tiene como precursores, ya en el Trecento, a Dante (1265-1321), Petrarca( 1304- 1374) y Bocaccio (1313-1375), prolongándose en el  Cuattrocento y el Cinquecento, siglos XV y XVI.

      En el plano artístico, en la época renacentista,  la arquitectura vuelve también a los modelos clásicos, destacando Filippo Brunelleschi (1377-1446), Leon Battista Alberti (1404-1472), Bramante (1444-1514), Rafael Peruzzi y Miguel Angel Buonarrotti (1575-1564).
     En la escultura, Miguel Angel disfruta esculpiendo el cuerpo humano en su plenitud carnal, destacando también  Ghiberty y su discípulo Donatello (13876-1466).
     En pintura, Giotto (1266-1337) anuncia ya la concepción realista de la naturaleza. Se desarrolla la perspectiva lineal. Destacan  Fra Angelico (1387-1445), Massaccio (1401-1429), Piero della Francesca (1416-1492), Alessandro Boticelli (1445-1510) y Ghirlandaio (1449-1494). En el siglo XVI italiano destaca la gran trilogía formada por Leonardo da Vinci (1452-1519), Rafael (1483-1520) y Miguel Angel y en la escuela veneciana, Giorgione (1477-1510), Tiziano (1477-1576). Tintoreto (1518-1594) y el Veronés (1528-1588). En Alemania, resaltan Hans Holbein el Viejo, Matías Grünewald, Alberto Durero (1471-1528), Hans Holbein el Joven,, Lucas Cranach el Viejo y en los Paises Bajos Van Eyck, Roger van der Weyden y El Bosco.
    En el terreno literario,  en Italia,destaca, Baltasar Castiglione (1478-1529),  en Francia, François Villon (1431-1489) y François Rabelais (1494-1553), autor de Gargantúa y Pantagruel, mientras en Inglaterra, deslumbra a todos con su genio inmortal William Shakespeare (1564-1616) y en España, Antonio de Nebrija (1444-1522) pone a punto su Gramática de la lengua castellana, Fernando de Rojas  escribe la Tragicomedia de Calixto y Melibea, Juan Boscan (1478-1542) traduce El Cortesano de Castiglione, Garcilaso de la Vega (1503-1536) escribe sus Églogas, El lazarillo de Tormes inicia el género de la novela picaresca y Fray Luis de León (1527-1591), Teresa de Jesús (1515-1581) y  Juan de la Cruz (1542-1591) enriquecen el género místico, mientras Juan Vives culmina el humanismo  (1492-1540).  

    En la época del barroco, coincidente con el absolutismo del siglo XVII, en arquitectura sobresalen en Italia: Borromini (1599-1667), Bernini (1598-1680) y en España: José de Churriguera (1665-1723) y Pedro de Ribera (m. 1742).
    En la escultura: Bernini y Juan Martinez Montañes (1568-1649). En pintura, brillan Caravaggio ( 1573-1610) en Italia y Zurbarán (1598-1664), Diego Velazquez (1599-1660), Murillo 1618-1682), Ribalta (1564-1628) y Ribera (1591-1652) en España.
     En música destacan, Monteverdi (1567-1643), Corelli (1653-1713), Vivaldi (1680-1743) y Scarlatti en Italia, Lully (1632-1687) y Rameau (1683-1764) en Francia y Bach (1685-1750) y Haendel (1685-1759) en Alemania, donde en la época ilustrada florece la música clásica con Gluck (1714-1787), Haydn (1732-1809) y Mozart (1756-1791).
    En el plano literario,  entre el renacimiento y el barroco emerge la figura de Miguel de Cervantes (1547-1616), Mateo Alemán y Vicente Espinel (1550-1624) continúan desarrollando la picaresca. La poesía barroca  alcanza su cénit con Luis de Góngora (1561-1627), Francisco de Quevedo (1580-1645), Lope de Vega (1561-1635), Tirso de Molina (1584-1648), Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) y Baltasar Gracian (1601-1658).

    En la edad moderna, se produce  la ruptura de la unidad religiosa medieval con la Reforma  de Lutero (1483-1546) y de Calvino (1509-1564), seguida por la reacción  de los países del sur de Europa, que liderados por España organizaron  la Contrarreforma católica, que tomó cuerpo doctrinal en el Concilio de Trento (1545-1563).

     La Edad Moderna asiste también al nacimiento y al desarrollo de la Nueva Ciencia, que con la astronomía heliocéntrica de Copérnico revolucionó la imagen geocéntrica medieval del Cosmos y con la física matemática galileana, basada en el método hipotético deductivo, creó las condiciones para el dominio científico técnico de la naturaleza.
    La vanguardia de la Revolución Científica de la edad moderna, que, como dijo Marx agudamente, tuvo su “prólogo en los cielos”, estuvo encabezada por Nicolás de Cusa (1401-1464), quien afirmó que el universo no era ni finito, como pretendía el geocentrismo aristotélico-ptolemaico, ni infinito, atributo q         ue sólo corresponde a Dios, sino ilimitado, razón por la cual no tenía sentido afirmar la centralidad de la tierra.
     Tras  Cusa, Nicolás Copernico (1474-1543) defendió, en su libro titulado Sobre las revoluciones de los cuerpos celestes, publicado póstumamente en 1543 por temor a la Inquisición, la hipótesis heliocéntrica,  y el astrónomo checo Tycho Brahe (1546-1601) sostuvo un modelo de universo que sintetizaba aspectos del geocentrismo y del heliocentrismo, al postular a la Tierra como centro del Universo y al defender que la Luna y el Sol giraban alrededor de la Tierra, mientras que los planetas girarían alrededor del Sol.
     Galileo Galilei (1564-1642) defendió polémicamente el heliocentrismo copernicano en el juicio inquisitorial presidido por el cardenal Belarmino, alegando los nuevos conocimientos astronómicos descubiertos mediante el uso del telescopio: que la Luna tenía “mares y océanos”, que no estaba compuesta de éter, que Júpiter tenía cuatro planetas (los planetas mediceos), que Venus tenía fases, que el Sol tenía manchas, que la Vía Láctea era un conglomerado de estrellas.  
     Giordano Bruno (1548-1600) pagó cara la osadía de sostener que el mundo era infinito, delito que le costó ser quemado por la Inquisición y. Johannes Kepler (1575-1630) culminó la remodelación de la cosmología y de la astronomía moderna con sus  célebres leyes: la ley de los movimientos elípticos de los planetas en sus giros alrededor del Sol, la ley de los movimientos areolarmente uniformes de los planetas y T = K.R (Los cuadrados de los periodos de  la revoluciones de los planetas en sus giros alrededor del Sol son proporcionales a los cubos de sus distancias al Sol).   
    Francis Bacon (1561-1626) contribuyó también con su obra Novum Organum a cambiar el concepto escolástico de ciencia, al concebirla como un instrumento de dominio de la  naturaleza por el hombre. “Saber es poder”, Desarrolló también la teoría de los Ídolos ( caverna, tribu, foro y teatro), al proponer que antes de pretender un conocimiento objetivo de la naturaleza hay que detectar y eliminar los prejuicios e ideas falsas que tenemos de las cosas sin saberlo. Propuso también una metodología científica empirista, recomendando elaborar tablas de presencias, ausencias y grados para conocer las formas o leyes de la naturaleza. 
    Galileo desarrolló también la nueva física matemática y su método hipotético-deductivo, con sus estudios sobre el movimiento uniforme: v= e/t, el movimiento uniformemente acelerado: a= V-Vo/t, la trayectoria parabólica de los proyectiles, la ley de la caída de los graves, ley de inercia (“Todo cuerpo tiende a mantenerse en reposo o en movimiento uniformemente acelerado, mientras no actúe sobre él una fuerza que le obligue a cambiar”.
    La hazaña de estos científicos revolucionarios fue culminada, ya en el siglo XVII, por Sir Isaac Newton (1642-1727),  quien redondeó la nueva física con su ley de la inercia, el principio de acción y reacción, ley del movimiento ( F = m.a), y la ley de gravitación universal, la invención del cálculo infinitesimal etc.. 
   
    La Edad Moderna fue testigo  también de  innovaciones tecnológicas como la brújula, el telescopio, la pólvora y la imprenta, que revolucionan, respectivamente, las artes de la navegación, de la guerra y de  la producción y difusión de la cultura con la impresión y el abaratamiento de los libros.
    Estos cambios culturales de la Edad moderna alteraron la concepción de la relación entre el hombre y Dios, directa en  el misticismo y el protestantismo, que consagra el principio del libre examen, indirecta y mediada por la Iglesia y los sacerdotes en el catolicismo. Cambiaron  también las concepciones científicas sobre el Universo, la naturaleza y el hombre, que comienza a ser concebido como un ser poderoso, activo y autocreador por Pico de la Mirándola, que puede transformar la naturaleza mediante la intervención científico-técnica, como anticiparon Descartes con su mecanicismo y la utopía tecnológica de F. Bacon La Nueva Atlántida.

    3.- EL CONTEXTO FILOSÓFICO

    La filosofía del Renacimiento fue el Humanismo, que resucita con entusiasmo el legado cultural grecorromano de la Antigüedad, las lenguas clásicas y el paganismo, renunciando a las esperanzas sobreterrenales y reivindicando el derecho a la realización del hombre en este mundo terrenal. El humanismo literario y filosófico fue fomentado por mecenas como Lorenzo el Magnífico de Médicis (1449-1492), que financió la creación de la Biblioteca y de la Academia Platónica de Florencia. Allí floreció el neoplatonismo con figuras como Marsilio Ficino (1433-1499), que intenta armonizar el platonismo y el cristianismo y que definió al hombre como “cópula del Universo”, por su posición intermedia entre la tierra y el cielo, Juan Pico de la Mirandola (1463-1494), que exaltó el valor del hombre, considerándolo como un ser activo y autocreador, que puede mediante su ingenio dominar el mundo.
     Renacen también el aristotelismo, con Pietro Pomponazi (1462-1525), el epicureísmo, con Lorenzo Valla (1406-1457), el escepticismo, con los franceses M. de Montaigne (1533-1592) y Charron (1541-1603). Destacan además, Luis Vives (1492-1540) y Erasmo de Rotterdam (1466-1536), Bernardino Telesio (1509-1588), Tomás Campanela (1548-1639), autor de la utopía La ciudad del sol. 

     La filosofía humanista de los siglos XV y XVI  es sucedida en el siglo XVII por dos grandes corrientes de la filosofía moderna que son el racionalismo, desarrollado fundamentalmente en el continente europeo y el empirismo, que se desarrolló básicamente en las Islas Británicas.  

    El racionalismo se caracterizó por: 1) la confianza en la razón para construir el conocimiento científico,  2) por la fe en el ideal del conocimiento cierto y evidente representado por las matemáticas y por 3) la creencia en que, basándose en la intuición intelectual de las ideas innatas y en la deducción racional a partir de ellas, se podría llegar a tener un conocimiento cierto y absoluto de la totalidad de la realidad. Los principales filósofos racionalistas modernos fueron: Descartes (1596-1650), Malebranche (1638-1715), Spinoza (1631-1677) y Leibniz (1646-1716).

   El empirismo se caracterizó por: 1) su fe en la experiencia como base del conocimiento, 2) por tomar como modelo de ciencia las ciencias naturales, como la física de Newton y 3) por su creencia en que todos los conocimientos empíricos son meramente probables. Los filósofos empiristas más importantes fueron Francis Bacon  Thomas Hobbes (1588-1679), John Locke  (1632-1704), George Berkekey (1685-1753) y David Hume (1711-1776).                                                                                                                   

     Ya en el siglo XVIII, la Edad de la Razón y el siglo de la Ilustración, el racionalismo y empirismo confluyen en el idealismo trascendental de Kant (1724-1804), el más famoso de los filósofos ilustrados alemanes.
                                                           








DESCARTES Y EL RACIONALISMO

1.- VIDA
    
      René Descartes (1596-1650) nació en La Haye, pequeño pueblo de la región francesa de Turena el 31 de marzo de 1596. Pertenecía a una familia burguesa de altos magistrados. A los ocho años ingresó en La Fléche, prestigioso colegio regentado por los jesuitas, en el que permaneció ocho años. Allí estudió lógica, matemáticas y filosofía. Desde 1614 a 1616 estudió derecho en Poitiers. Terminados sus estudios de derecho, se propuso conocer mundo, alistándose a los ejércitos de Mauricio de Nasau y de Maximiliano de Baviera. Tras su periplo bélico se instaló en París, donde disfrutó de la amistad de Mersenne, excompañero de La Fleche y del cardenal Bérulle. En 1628, se estableció en Holanda, donde permaneció hasta 1649, fecha en la que invitado por la reina Cristina de Suecia, se instaló en el país nórdico hasta que una pulmonía acabó con su vida en 1650.

2.-OBRAS:

    Sus obras más célebres son las siguientes: “Reglas para la dirección del espíritu” (1628), “Tratado del mundo” donde sostenía la tesis heliocéntrica y “Tratado del hombre” (1633), que renunció a publicar para evitar correr la misma suerte que Galileo, condenado por la Inquisición en 1633.
    E l “Discurso del método” (1637) es la introducción a tres tratados científicos: la “Dióptrica”, donde expone una teoría general de las lentes y de la refracción de los rayos luminosos, “Los meteoros”, donde estudiaba fenómenos meteorológicos como la lluvia, el viento, el arco iris, los cometas, las mareas y la “Geometría”, donde funda el álgebra moderna, la geometría analítica y una teoría de las ecuaciones.
     El “Discurso del método” se publicó ya en francés y no en latín, como era habitual hasta entonces con las obras filosóficas y científicas. Consta de 6 partes. En la primera expone Descartes su autobiografía intelectual, en la segunda expone las reglas del método:  evidencia, análisis, síntesis y enumeración. En la tercera, su moral provisional, en la cuarta su metafísica, en la quinta su física mecanicista y en la sexta un programa de  sus futuras investigaciones.  
     En 1641, publicó las “Meditaciones metafísicas”. En 1642, Gisbert Voetius, rector de la Universidad de Utrecht , le acusó de ateísmo. En 1644 publicó  ”Los principios de filosofía” y en 1649 “Las pasiones del alma”.
    A su muerte, sus obras, a instancias de los jesuitas, fueron incluidas en el Index Librorum Prohibitorum y ser cartesiano se consideró pecado.
   
    Hegel, el filósofo idealista alemán del siglo XIX, atribuye a Descartes el mérito de ser el iniciador del giro idealista de la filosofía moderna, que condujo al abandono del realismo ingenuo de la filosofía precedente ,por su descubrimiento del cogito, del pensamiento, como fundamento de la realidad y de la certeza del conocimiento. De creer a Hegel, Descartes habría abandonado las creencias del realismo ingenuo según las cuales la realidad es externa al sujeto que la percibe, independiente de él y cognoscible por él, al descubrir al sujeto pensante como fundamento de la realidad y del conocimiento.

    Pero Descartes estuvo también muy influido por la filosofía medieval, en especial por S. Agustín, cuyo “Si fallor, enim sum”, “Si me equivoco, existo” es un claro precedente del “Pienso luego existo” cartesiano, así como también influyó en Descartes el lema agustiniano de buscar la Verdad en el interior de la conciencia.
    Descartes, a su vez, a través de su física, materialista y mecanicista, influyó en el desarrollo del materialismo moderno en los médico Leroy y Cabanis y en Holbach y Lamettrie, autor de “El hombre máquina” y, a través de su metafísica, influyó en el racionalismo de Spinoza y Leibniz y en el idealismo filosófico de la edad moderna.

    3.- EL MÉTODO CARTESIANO: EPISTEMOLOGÍA.
   
         Descartes compartió la preocupación de los filósofos y científicos modernos por el método de investigación científico. Como Francis Bacon, quien en su obra “Novum Organum” propuso su teoría de los ídolos ( de la tribu, de la caverna, del foro y del teatro) para localizar y erradicar los prejuicios e ideas falsas y el método inductivo de elaboración de tablas de presencias, ausencias y grados y como Galileo, con su método hipotético-deductivo, también Descartes reflexionó sobre el método y expuso sus conclusiones en dos obras: las “Reglas para la dirección del espíritu” (1628), donde enumeraba y explicaba veintiuna reglas y el “Discurso del método” (1637), donde las redujo a cuatro.

    “El discurso del método”, que comienza con una autobiografía de Descartes escrita en francés, se inicia diciendo que el buen sentido o razón es la cosa mejor repartida del mundo, pues es común e igual a todos los hombres, lo que les permite juzgar bien y distinguir lo verdadero de lo falso. Pero añade que más vale no investigar la  verdad que hacerlo sin método, pues los estudios desordenados oscurecen la “luz natural de la razón” y ciegan a los espíritus.

    Descartes define el método como un conjunto de “…reglas ciertas y fáciles cuya exacta observancia permiten que nadie tome nunca como verdadero nada falso y que sin gastar inútilmente ningún esfuerzo de inteligencia, llegue, mediante el acrecentamiento gradual y continuo de la ciencia, al verdadero conocimiento de todo lo que sea capaz de conocer”. Descartes. Reglas para la dirección del espíritu.

    El “método”, etimológicamente camino, es el procedimiento que ha de seguir el científico para conocer la verdad y consiste en la aplicación de una serie de reglas, que han de ser  pocas, ciertas, y fáciles de aplicar. Su aplicación sistemática ahorrará tiempo y esfuerzo al investigador y le permitirá evitar el error y progresar ininterrumpidamente en el conocimiento de la realidad.
         
    Las fuentes del método cartesiano están, como dice el propio Descartes en la lógica aristotélica, en el análisis geométrico y en el álgebra. Descartes analiza dichos métodos para eliminar sus aspectos negativos y seleccionar los positivos.

    Lo positivo de la lógica aristotélica radica, según Descartes, en el carácter necesario de las conclusiones a las que se llega a través de las premisas. Lo negativo del silogismo es que la conclusión no puede añadir ninguna información nueva que no estuviera ya contenida en las premisas, por lo que Descartes considera el método silogístico inadecuado para el descubrimiento de nuevas verdades, aunque sea apropiado para la exposición ordenada de las ya conocidas. 

    Lo positivo del análisis de los antiguos, es decir, de la geometría euclídea, estriba en que permite a los geómetras obtener teoremas universales y necesarios deductivamente a partir de una serie de axiomas, definiciones y reglas de transformación. Lo negativo es su dependencia de los sentidos y de la imaginación, pues los geómetras antiguos efectuaban sus demostraciones mediante la construcción de las figuras geométricas y la intuición de las equivalencias entre sus partes.

    El álgebra de los modernos permite resolver los problemas geométricos de forma abstracta, prescindiendo de la imaginación, pero tiene el inconveniente de ser, dice Descartes, un arte confuso y oscuro, pues pese a las aportaciones del matemático francés Vieta, el sistema de notación algebraica de la época de Descartes tenía ciertas deficiencias que el propio Descartes contribuyó a subsanar.

    Javier Echevarría le atribuye a Descartes las siguientes innovaciones: 
    1ª la explicación del método para resolver los problemas geométricos, que rompía con la tradición de los algebristas antiguos, Diofanto y Pappus, de mantener secretos los métodos para resolver los problemas.
     2ª la clasificación rigurosa de la pluralidad de figuras geométricas estudiadas por los griegos, es decir, la introducción de orden en la geometría, distinguiendo entre los lugares planos, que refieren a las ecuaciones de segundo grado, los lugares sólidos, que refieren a las de tercer grado, los supersólidos etc…,clasificación lograda mediante la identificación de las figuras geométricas con su ecuación algebraica, ecuaciones que desempeñan un papel fundamental en la geometría analítica, al reemplazar las antiguas construcciones geométricas, que a veces eran muy complicadas, por la complejidad de las figuras auxiliares utilizada. Con ello, Descartes inauguró la geometría analítica, en la que la figura tiene su auténtica representación en la ecuación y la teoría de las ecuaciones se estudia por orden creciente de dificultad del problema, que viene determinada por el grado de la ecuación.

    El nuevo método propuesto por Descartes incorporaba los aspectos positivos de la lógica aristotélica, la geometría analítica y el álgebra y consta de cuatro reglas: evidencia, análisis, síntesis y enumeración.

    1ª Regla de la evidencia:Era el primero no aceptar nunca cosa alguna como verdadera que no la conociese evidentemente como tal, es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención y no admitir en mis juicios nada más que lo que se presentase a mi espíritu tan clara y distintamente, que no tuviese ocasión alguna de ponerlo en duda.” Descartes. Discurso del método.

    La primera regla del método recomienda considerar como verdaderos sólo los conocimientos evidentes, es decir, aquellos cuya verdad se pone de manifiesto mediante una simple inspección del espíritu o intuición intelectual de sus objetos y que, por tanto, no necesitan demostración, como ocurre con los primeros principios de la lógica. Las notas que características de los conocimientos evidentes son la claridad y la distinción. Así, un conocimiento es evidente cuando es claro y distinto.
    Descartes entiende por claro:”…a aquel conocimiento que está presente y manifiesto a un espíritu atento” y por distinto:”…aquel que siendo claro es de tal manera preciso y diferente de todos los demás que no comprende en sí mismo sino aquello que manifiestamente aparece a aquel que le considera como conviene”
    Las condiciones subjetivas necesarias para alcanzar conocimientos evidentes son, pues, la atención y la evitación de la precipitación y  de la prevención.

    2ª Regla del análisis: “El segundo, dividir cada una de las dificultades que examinase en tantas partes como fuera posible y como se requiriese para su mejor solución.” Descartes. Ibidem.

    La regla del análisis recomienda descomponer o dividir un todo complejo en sus elementos simples, con objeto de  conocer sus partes y las relaciones estructurales entre ellas.

    Cuando describimos las cosas mencionamos sus cualidades. La descripción presupone el análisis de las cualidades de las cosas.  Descartes distinguió, como otros filósofos modernos, dos tipos de cualidades de las cosas: las cualidades objetivas o primarias de las cosas, que están en las cosas mismas y se pueden conocer objetivamente y matematizar. Entre las cualidades objetivas pueden mencionarse la extensión, la forma, el tamaño, el peso, el reposo y el movimiento. Las cualidades subjetivas o secundarias no están en las cosas mismas sino en el sujeto que las perciba, como los colores, los olores, los sabores etc

    Para Descartes el objeto inmediato y directo del pensamiento no son las cosas externas a la mente, lo que él llama la “realidad formal”, sino las ideas de las cosas o “realidad objetiva”. Como otros autores modernos, Descartes clasifica las ideas en complejassimples. Aquéllas están compuestas por éstas, a las que nuestro autor llama también naturalezas simples, que son comparables a los átomos de las que se compondrían las moléculas de las ideas complejas. La idea de naranja sería una idea compleja. Las ideas de color anaranjado, de forma esférica, olor y sabor agridulces serían ideas simples

    Descartes distinguió tres clases de ideas o naturalezas simples: intelectuales, materiales y comunes.
   
    Las ideas o naturalezas simples intelectuales. “…Son conocidas por el entendimiento gracias a una luz innata y sin ayuda de ninguna imagen corporal”. Descartes. Reglas para la dirección del espíritu.
Ejemplos de naturalezas simples son la idea de conocimiento, de duda, de volición.

    Las ideas o naturalezas simples materiales son las correspondientes a las cualidades físicas de los cuerpos materiales, como la idea de figura, extensión, movimiento, reposo etc…

     Las ideas o naturalezas simples comunes son aquellas que se pueden atribuir tanto a los cuerpos materiales como a las realidades no materiales. Descartes menciona entre ellas las ideas de existencia, unidad, duración etc…
    Distingue también en las R.D.I. Descartes dos tipos de conexiones entre ideas: las necesarias, que son relaciones en las que no se puede dar una idea sin que se de la otra, como la que hay entre extensión y figura o entre movimiento y duración o entre pensar y existir y las conexiones contingentes, como la que se da entre cuerpo y vestido.

    Descartes considera que el conocimiento científico consiste en conocer las relaciones contingentes o necesarias existentes entre las ideas. Según él, hay dos operaciones intelectuales que garantizan conocimientos ciertos y evidentes: la intuición y la deducción. Estas operaciones presuponen el análisis o descomposición de las ideas complejas para reducirlas a ideas simples que las constituyen y tienen como meta ver o intuir las relaciones, contingentes o necesarias existentes entre ellas. Descartes define ambas operaciones en las Reglas para la dirección del espíritu en los siguientes términos:

 “Entiendo por intuición no la confianza fluctuante que dan los sentidos o el juicio engañoso de una imaginación de malas construcciones, sino el concepto que la inteligencia pura y atenta forma con tanta facilidad y distinción que no queda absolutamente ninguna duda sobre lo que comprendemos. O bien, lo que viene a ser lo mismo, el concepto que forma la inteligencia pura y atenta, sin posible duda, concepto que nace de la sola luz de la razón y cuya certeza es mayor a causa de su mayor simplicidad, que la de la misma deducción”.

    Descartes entiende por intuición no la intuición sensible o empírica, que proporciona un conocimiento cambiante, confuso, oscuro y falaz, ni las caprichosas y subjetivas construcciones de la imaginación, sino la intuición intelectual, por la que entiende el conocimiento intelectual inmediato y directo de las ideas simples y de sus relaciones, conocimiento que se caracteriza por su evidencia, claridad y distinción. Como ejemplos de dichos conocimientos intuitivos menciona nuestro autor que el triángulo está limitado por tres rectas, que si piensa existe etc. El conocimiento intuitivo proporciona una mayor certeza y evidencia que el deductivo.
    Por deducción entiende Descartes:
   
    “…toda conclusión necesaria derivada de otras cosas conocidas con certeza. Ha sido preciso hacerlo porque la mayor parte de las cosas se saben de una manera cierta sin que ellas sean evidentes, a condición únicamente de que sean deducidas de principios verdaderos y conocidos, por medio de un movimiento continuo y sin interrupción alguna del pensamiento, que ve claramente por intuición cada cosa particular”

    Por deducción entiende Descartes un acto de la razón que consiste en la obtención de determinadas conclusiones partiendo de ciertas premisas. El autor del “Discurso del método” no establece ninguna distinción de naturaleza entre intuición y deducción, sino que concibe a esta como una serie de intuiciones sucesivas de la conexión lógica existente entre distintas proposiciones evidentes. La diferencia entre ambas radica en que la intuición es un acto puntual de la mente, mientras que en la deducción se da un movimiento del pensamiento, que pasa de unas proposiciones inmediatamente evidentes a otras que son mediatamente evidentes. Además, la deducción racional basa la certeza de la conclusión en el recuerdo de la evidencia con la que se presentaron las diferentes proposiciones que forman parte del razonamiento deductivo. La certeza de la deducción es, pues, menor que la de la intuición, pues se basa en la memoria de la evidencia de las proposiciones obtenidas intuitivamente.

    3ª Regla de la síntesis: “El tercero, conducir ordenadamente mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y fáciles de conocer para ascender poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más complejos, suponiendo incluso un orden entre los que no se preceden naturalmente”. Descartes. Discurso del método.

    La regla de la síntesis recomienda pensar ordenadamente y, tras haber descompuesto mediante el análisis los objetos o ideas complejas y haberlas reducido a ideas simples, comenzar por el conocimiento de ellas y de sus relaciones, para recomponer o reconstruir el todo complejo a partir de sus partes. Considera Descartes conveniente formular hipótesis o suposiciones sobre las relaciones entre las ideas en caso de que estas no sean evidentes.

    4ª Regla de la enumeración: “Y el último hacer en todas partes enumeraciones tan complejas y revistas tan generales que estuviera seguro de no omitir nada”. Ibidem.

         La cuarta regla recomienda repasar y revisar el proceso de análisis por el que hemos reducido lo complejo a los elementos simples que lo constituyen y de recomposición sintética del todo mediante las partes y revisar el proceso deductivo en los largos razonamientos lógicos o matemáticos.

    Resumiendo, el método cartesiano recomienda analizar o descomponer las ideas complejas en las ideas simples que las constituyen, intuir intelectualmente dichas ideas y sus relaciones para llegar a conocimientos ciertos y evidentes, es decir a conocimientos claros y distintos, deducir conocimientos nuevos a partir de los conocimientos evidentes obtenidos intuitivamente, sintetizar o reconstruir los objetos complejos a partir de sus partes simples, previamente conocidas intuitivamente y enumerar o repasar todo el proceso intelectual.

      4ª LA METAFÍSICA CARTESIANA

    Dice Emanuele Severino que hay una diferencia entre la metafísica antigua, definida por Aristóteles, su fundador, como la ciencia del ser en cuanto ser, y la metafísica moderna inaugurada por Descartes. La metafísica antigua de Platón, Aristóteles y Sto Tomás es una ciencia que busca ir más allá o trascender (“meta”) las cosas físicas (Physiká), caracterizadas por su devenir para remontarse a la entidad inmóvil, las Ideas platónicas, el Motor inmóvil, Dios, mientras que la metafísica moderna pretende trascender o pasar del orden de las representaciones o ideas (realidad objetiva cartesiana) a la realidad externa a la mente (realidad formal).

    Descartes sigue considerando a la metafísica como la reina de las ciencias y como el fundamento de las mismas. Metafóricamente se refiere a la relación entre la filosofía y la metafísica concibiendo a aquélla como un árbol que nace de las raíces de la metafísica:”Toda la filosofía es como un árbol cuyas raíces son la metafísica, el tronco la física y las ramas que salen de él las demás ciencias, pero la metafísica o filosofía primera contiene los principios del conocimiento.” Descartes. Principios de filosofía.

    Descartes expone su metafísica, que para él es indisociable de la epistemología o teoría del conocimiento, pues la metafísica o filosofía primera contiene los principios del conocimiento, en la cuarta parte del “Discurso del método”, en las “Meditaciones metafísicas” y en los “Principios de filosofía”. La siguiente exposición se basa en las dos primeras obras. Una vez expuesta la metafísica, siguiendo lo más literalmente posible a Descartes, expondré sintéticamente su ontología o metafísica y su epistemología o teoría del conocimiento.

    En una época de crisis cultural, en la que se ha roto la unidad religiosa de las naciones europeas con la Reforma luterana y en la que se tambalea el paradigma geocéntrico aristotélico ptolemaico y la física cualitativa aristotélica ante la revolución copernicana y la física matemática de Galileo, Descartes se propone la tarea de establecer algo firme y estable en las ciencias para reconstruir a partir de ello todo el conocimiento sobre bases sólidas y ciertas.

    Paradójicamente, nuestro autor se propone conseguir tal fin recurriendo al método de la duda metódica universal, duda que no es ni existencial, ni escéptica, sino que pretende salir de dudas y llegar a conocimientos  indudables, ciertos y evidentes. Recurriendo a dicho método, Descartes pondrá en duda todos sus conocimientos, tanto los adquiridos en la escuela, cuanto los aprendidos mediante la lectura y los adquiridos mediante su propia experiencia. Para depurar sus creencias y opiniones recurrirá al criterio de evidencia, consistente en: “…rechazar como absolutamente falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la más pequeña duda”. Descartes. Discurso del método. Es decir, rechazará como si fuera falso cualquier conocimiento que no sea evidente, para:”…ver si después de esto quedaba algo entre mis creencias que fuese totalmente indudable.” D.M.   Aplicando este programa de duda generalizada, Descartes dudará de los sentidos, de las ciencias naturales y de las matemáticas.  Veámoslo en detalle:

    1.- La duda de los sentidos

         Ahora bien, para destruir todas sus creencias y opiniones falsas no es necesario analizarlas críticamente todas y cada una de ellas, pues supondría un trabajo infinito, sino que será suficiente con arruinar las bases sobre las que se fundamentan. Pero como muchas de las cosas que cree saber las ha aprendido a través de los sentidos y estos nos han engañado frecuentemente, al padecer todo tipo de  alucinaciones y de ilusiones sensoriales, será prudente, para evitar ser engañados en lo sucesivo por ellos, proceder como si todos ellos fueran inciertos y falsos.
    Sin embargo, argumenta Descartes en sus “Meditaciones”, aunque podamos dudar de los conocimientos sensibles sobre objetos remotos, hay conocimientos sensibles dotados de una gran certeza moral, de modo que ponerlos en duda sería muy extravagante. ¿Cómo podríamos dudar, se pregunta Descartes, que estoy aquí, sentado junto al fuego y vestido con mi bata, aunque tal conocimiento lo obtenga a través de los sentidos?. Quien dudase de tal cosa se equipararía con esos locos que creen tener el cuerpo de vidrio

2.- El argumento del sueño

    Pero, por otra parte, prosigue Descartes, como humanos que somos dormimos y al dormir soñamos a veces sueños tan vividos que nos parece no estar soñando, sino viviendo lo que soñamos y, por el contrario, a veces, estando despiertos nos ocurren cosas  tan inauditas e increíbles que nos parece estar soñando. De modo que careciendo de un criterio cierto que nos permita distinguir lo ilusorio y onírico de lo real y vivido, podríamos también dudar de dichos conocimientos sensibles dotados de gran certeza moral.
 3.- La duda de las ciencias naturales
    Descartes extiende aún más el radio de la duda cuando propone en la 1ª Meditación, dudar de la certeza de los conocimientos proporcionados por las ciencias que estudian los objetos compuestos, como la astronomía la física y la medicina, pues dependen de la experiencia, que puede ser falaz.

4.- La duda de la certeza de las matemáticas y el Deus deceptor
        En la 4ª parte del “Discurso del método”, pone también en duda Descartes la certeza de los conocimientos matemáticos, alegando que hay hombres que se engañan al razonar y al hacer las más elementales operaciones matemática y en las “Meditaciones” introduce la hipótesis metodológica del Deus deceptor o Dios engañador para poder incluir a las matemáticas entre los conocimientos dudosos:

    “Sin embargo, tiempo ha que tengo en el espíritu cierta opinión de que hay un Dios que todo lo puede, por quien he sido hecho y creado como soy. Y ¿qué sé yo si no habrá querido que no haya tierra, ni cielo, ni cuerpo extenso, ni figura ni magnitud, ni lugar, y que, sin embargo, tenga yo el sentimiento de todas estas cosas, y que todo ello no me parezca existir de distinta manera que como yo lo veo? Y es más aún: como yo pienso a veces que los demás se engañan en las cosas que mejor creen saber, ¿qué sé yo si Dios no ha querido que yo también me engañe cuando adiciono dos más tres, o cuando enumero los lados de un cuadrado, o juzgo de cosas aún más fáciles que esas, si es que puede imaginarse algo que sea más fácil?”
Descartes. Meditaciones metafísicas.     

    Pero la hipótesis del Deus deceptor no sólo permite dudar de la certeza de las matemáticas, sino que radicaliza la duda, extendiéndola, además a las siguientes cuestiones: 1) a la creencia en que las cosas externas (la “realidad formal”) es como nos la representamos mediante nuestras ideas (“realidad objetiva”)
y 2) a la creencia en la existencia de las cosas externas a nuestra mente, de las cuales forma parte nuestro propio cuerpo, de modo que no estaría excluida la posibilidad de no existiendo las cosas materiales ni mi propio cuerpo, creyese yo en que existen. En definitiva, la hipótesis metodológica del Deus deceptor permite dudas de las más arraigadas certezas morales, basadas en la costumbre.

    5.- El genio maligno y la duda universal

         Descartes sustituye la hipótesis del Deus deceptor, incompatible con su creencia den la bondad de Dios, por la del genio maligno, que tendrá los mismos efectos en relación con sus certezas morales:

    “Supondré, pues, no que Dios, que es la bondad suma y la fuente suprema de la verdad, me engaña, sino que cierto genio o espíritu maligno, no menos astuto y burlador que poderoso, ha puesto su industria toda en engañarme: pensaré que el cielo, el aire, la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y todas las demás cosas exteriores no son sino ilusiones y engaños de que hace uso, como cebos, para captar mi credulidad; me consideraré a mí mismo como sin manos, sin ojos, sin carne, sin sangre, creeré que sin tener sentidos, doy falsamente crédito a todas esas cosas ; permaneceré obstinadamente adicto a ese pensamiento y si por tales medios no llego a poder conocer la verdad, por lo menos en mi mano está poder suspender el juicio”.M.M.
                                                      
    La hipótesis del genio maligno, interpretada por algunos analistas de la filosofía de Descartes, como la posibilidad escéptica de que no podamos conocer la realidad, extiende el radio de la duda a todas y a cada una de nuestras creencias y opiniones. Pero, pese a esa radical incertidumbre, Descartes concluye que podríamos evitar equivocarnos tomando por cierto lo incierto, adoptando, como los escépticos antiguos, la suspensión del juicio.

    6.- La primera verdad: el cogito

      Pero llegado a este punto de su meditación, Descartes comienza a ver la luz al final del túnel de la duda, pues, razona, aun suponiendo que exista ese genio maligno que hace que me equivoque cada vez que juzgo:

    “No cabe, pues duda alguna de que yo soy, puesto que me engaña y por mucho que me engañe nunca conseguirá hacer que yo no sea nada, mientras que yo esté pensando que soy algo. De suerte que habiéndolo pensado bien y habiendo examinado cuidadosamente todo, hay que concluir por último y tener por constante, que la proposición siguiente:”yo soy, yo existo”, es necesariamente verdadera, mientras la estoy pronunciando o concibiendo en mi espíritu”. Ibidem.

    Descartes, pues, suponiendo la hipótesis del genio maligno engañador,  concluye, remedando el argumento de S. Agustín: “Si fallor, enim sum” (Si me equivoco, existo), que si el genio maligno hace que me equivoque cada vez que juzgo, entonces yo, que me equivoco, no puedo no  ser, por lo que  necesariamente existo. Así, pues, si pienso, entonces existo, si “Je pensé, donc je suis”. Esta proposición: “Pienso, luego existo” es una proposición indudable, cierta, evidente, clara y distinta, por ser resultado de una intuición intelectual clara y distinta de la conexión necesaria existente entre la idea simple intelectual de pensamiento y la idea simple común de existencia. Por ello, puede ser el principio sobre el que se erija el sólido edificio de la nueva ciencia.
    Pero Descartes sólo sabe ahora a ciencia cierta una cosa; que existe su pensamiento. No sabe a ciencia cierta, si existe el mundo externo, si existe su cuerpo, si existen las demás personas. Estas creencias son para él meras certezas morales, basadas en la costumbre, y por tanto meramente probables y contingentes, pero no certezas metafísicas, es decir, conocimientos ciertos que han superado el riguroso criterio de la duda metódica universal. Esta posición filosófica se llama solipsismo y es propia del idealismo filosófico.   

    7.- La esencia de la res cogitans

         Llegado a este punto de su meditación se pregunta nuestro autor ¿qué soy yo?. Y responde que yo soy una cosa que piensa, una res cogitans: “¿Qué soy, pues?. Una cosa que piensa. ¿Qué es yo soy una cosa que piensa?.  Es una cosa que duda, entiende, concibe, afirma, niega, quiere y también que imagina y siente”. M.M. Yo soy una cosa cuya esencia consiste en pensar. Ahora bien, pensar consiste en dudar, entender, concebir, afirmar, negar, querer, imaginar y sentir. Todas estas actividades son modos del pensar
 
     Pero esa cosa pensante que soy yo y que existe indudablemente, es concebida por Descartes como una sustancia pensante, es decir, como una realidad permanente, estable e idéntica a sí misma, que es el sustrato y el sujeto de los pensamientos y de los diferentes modos del pensar, análogamente a como Aristóteles concebía las sustancias materiales como el sujeto soporte de las cualidades accidentales que permanece pese  a los cambios de formas.

    Esa res cogitans es distinta del cuerpo, no es material y no necesita de él ni de ninguna otra cosa para existir, por lo que puede existir separada del cuerpo, dice Descartes asumiendo el dogma religioso cristiano de la inmortalidad del alma. Es, además, dice el francés, más fácil de conocer que el cuerpo.

    8.- El criterio de verdad del cogito

         Considera ahora Descartes que no sólo ha hallado la primera verdad, sino con ella también un criterio de verdad, que le permitirá discriminar los conocimientos verdaderos y ciertos de los inciertos y falsos. Establece así que todos los conocimientos que sean tan claros y distintos como la proposición “Pienso, luego existo” podrán considerarse verdaderos.

    9.- La existencia de Dios

        Descartes sólo sabe ahora a ciencia cierta que existe él en cuanto sujeto que piensa y las ideas en las que piensa, aunque cree saber que existe el mundo de las cosas externas y su propio cuerpo. Examina entonces sus ideas y encuentra que las hay de tres clases: las ideas innatas, que no proceden de la experiencia, las ideas adventicias, procedentes de la experiencia y las ideas facticias, construidas por la imaginación, como la idea de sirena.

    Procede a continuación Descartes a demostrar la existencia de Dios. Utiliza argumentos a priori, independientes de la experiencia y no  a posteriori como Sto Tomás de Aquino.  Argumenta que se sabe imperfecto, puesto que duda, pero si esto es así es porque conoce la idea de perfección, la idea de un ser perfecto. Pero, se pregunta Descartes, ¿cuál es el origen de la idea de un ser perfecto, es decir, de la idea de Dios? La idea de Dios no puede ser adventicia, pues la experiencia sólo nos hace conocer objetos finitos e imperfectos. Tampoco puede ser facticia, pues un ser imperfecto como yo no puede crear la idea de un ser perfecto como Dios.  Tampoco puede proceder de la nada, pues la nada, que es lo máximamente imperfecto no puede ser la causa de lo máximamente perfecto que es Dios, por tanto, la idea de Dios sólo puede ser innata y es como el sello del artífice en su obra. Dios es la causa de la existencia de la idea de Dios en el pensamiento.

    A este argumento para demostrar la existencia de Dios, basado en el principio de causalidad eficiente, añade Descartes el argumento ontológico de S. Anselmo, que dice que la idea de Dios es la idea de un ser perfecto, que la existencia es una perfección, por lo que Dios existe necesariamente, no sólo en el pensamiento, sino en la realidad, mientras que el resto de las cosas de las que tengo ideas, árboles, triángulos etc…son de tal naturaleza que su esencia no implica necesariamente su existencia.  

    10.- La esencia de Dios

           Al demostrar la existencia de Dios, Descartes ha superado el solipsismo. Ya sabe a ciencia cierta que existen dos cosas: el yo pensante y Dios, aunque sigue sin saber a ciencia cierta si existe el mundo material y sin recuperar la certeza de sus antiguos conocimientos. Se pregunta entonces por la esencia de Dios y  da una respuesta bastante convencional por escolástica:

             “Por Dios entiendo una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente, que me ha creado a mí mismo y a todas las demás cosas que existen (si es que existe alguna). Pues bien, eso que entiendo por Dios es tan grande y eminente, que cuanto más atentamente lo considero menos convencido estoy de  que una idea así pueda proceder de mí. Y por consiguiente, hay que concluir necesariamente, según lo antedicho que Dios existe. Pues aunque yo tenga la idea de sustancia en virtud de que yo soy una sustancia, no podría tener la idea de una sustancia infinita, siendo yo finito, si no la hubiera puesto en mí una sustancia que verdaderamente fuera infinita.” Descartes. M.: 3ª Meditación

    Mediante la vía positiva, atribuye a Dios, como hacían los escolásticos medievales, todas las perfecciones halladas en sus criaturas, pero elevadas a un grado eminente y superlativo. Por lo que Dios es infinitamente bueno, veraz, omnipotente, omnisciente etc y mediante la vía negativa, se sustraen de Él todas las cualidades negativas, resultando así que Dios es  infinito, inmutable, independiente etc…Pero, además Dios es simple, espiritual, necesario, creador y conservador de todo lo existente. La veracidad del buen Dios, además, no permitiría que los humanos se engañasen si piensan correctamente.

    11.- El círculo vicioso

           Superado el solipsismo mediante la demostración de la existencia de Dios, Descartes sabe ya dos cosas con certeza: que existe él y que existe Dios. Pero ¿cuál de esas dos proposiciones es más cierta? y ¿cuál es la fundamental y cuál la derivada?. Descartes, utilizando el método de la duda universal, llega, en primer lugar, al cogito, a la proposición “Pienso, luego existo”, a la que considera cierta y evidente por ser resultado de una intuición intelectual de la relación necesaria entre la idea de pensamiento y la de existencia y después demuestra  la necesidad de la proposición que afirma la existencia de  Dios mediante el principio de causalidad. Parecería, pues, que la primera proposición: “Pienso, luego existo” fundamenta la segunda proposición deducida: “Dios existe”. Pero en las “Meditaciones” dice Descartes que la primera proposición:”Yo existo” es cierta porque Dios existe y no es engañador. Por ello, fue acusado en su época de cometer un círculo vicioso, es decir, demostrar la existencia de Dios a partir del Yo y la del Yo a partir de Dios.
    12.- La causa del error

           En este punto de su meditación, Descartes sabe ya que él existe y que existe Dios. Añade que de Dios procede todo bien y toda perfección en el orden del ser y toda verdad en el orden del conocer y afirma confiadamente que su Bondad y Veracidad supremas no permitiría que nos engañásemos al juzgar, siempre que procedamos metódicamente.

    Pero si es así, ¿de dónde procede el error?. La respuesta cartesiana remeda la agustiniana. Para S. Agustín no era Dios el culpable de existencia del mal en el mundo, sino el hombre que hizo un mal uso del libre albedrío de la voluntad. Para Descartes, la causa de ese mal que es la equivocación y el error hay que atribuirlo al libre albedrío de la voluntad, que afirma o niega precipitadamente que un sujeto tenga un determinado atributo sin que el entendimiento haya podido intuir con claridad la conexión de dichas ideas.

    13.-La recuperación de las certezas morales
          Así las cosas, sabiendo que Dios existe y que es bueno y veraz y que no puede permitir que nos engañemos, si pensamos ateniéndonos al método (evidencia, análisis, síntesis y enumeración), Descartes comienza a recuperar las certezas morales que había suspendido al proponerse recurrir al método de la duda metódica universal. Recupera así la creencia en la existencia de las cosas materiales, del propio cuerpo y de las proposiciones de las ciencias naturales y de las matemáticas, que había cuestionado con la duda metódica. Descartes apela a Dios para justificar la creencia en la correspondencia y adecuación del orden de nuestras ideas de las cosas y las cosas mismas, de la realidad objetiva y la realidad formal, postura metafísica que recibe el nombre de teologismo gnoseológico y que hace a Dios el aval de la objetividad del conocimiento.

    Resumiendo la filosofía de Descartes, podríamos decir que su posición metafísica podría llamarse realismo crítico y sostendría que podemos tener la certeza de la existencia de tres sustancias: la sustancia espiritual finita, alma o yo, conocida intuitivamente, la sustancia espiritual infinita o Dios, deducida mediante el principio de causalidad y la existencia de las sustancias materiales, cuya esencia es la extensión,   la certeza de cuya existencia viene avalada por Dios. La sustancia espiritual infinita, es decir, Dios, sería la causa de la existencia y de la conservación tanto del mundo material como de las almas.
    En el plano epistemológico, Descartes propone el método de la duda metódica universal para  detectar y eliminar prejuicios y opiniones falsas y recomienda las reglas del método: evidencia, análisis, síntesis y enumeración y la intuición intelectual y la deducción racional para descubrir nuevas verdades ciertas e indudables.       

    5.- LA FÍSICA DE DESCARTES

         Descartes expone sus concepciones físicas resumidamente en la quinta parte del “Discurso del método”. Con Descarte se produce un cambio de la metáfora con la que se venía concibiendo el universo. El modelo organicista antiguo que concebía el universo como un ser vivo animado por el alma del mundo, fue sustituido por el modelo mecanicista, que lo veía como una máquina compleja, diseñada por el gran relojero divino.

    El nuevo modelo mecanicista abandonó la física cualitativa aristotélica, que explicaba los fenómenos naturales recurriendo a la teoría de las cuatro causas (material, formal, eficiente y final), privilegiando a esta sobre las demás, por una nueva física matemática y mecanicista, que redujo la explicación causal a la busca de la causa eficiente  y a la explicación del por qué y el cómo de los fenómenos naturales.

    La nueva física mecanicista procedió a una matematización de la realidad, que redujo a esta a sus aspectos mensurables y matematizables, mediante la distinción entre las cualidades objetivas o primarias, consideradas como cualidades de las cosas mismas, presentes en ellas, como la  extensión, figura, el reposo o el movimiento, mensurables y calculables matemáticamente y las cualidades subjetivas o secundarias, no pertenecientes a las cosas mismas y dependientes del sujeto que las percibe, como colores, olores, sabores etc, difícilmente matematizables y, en consecuencia prescindibles para una descripción y explicación científica de la naturaleza.       

    Para el materialismo mecanicista cartesiano el Universo es una gran máquina constituida por cuerpos materiales, cuya esencia es la extensión, que interactúan causal y mecánicamente los unos sobre los otros, transmitiéndose el movimiento que Dios imprimió  originalmente al Universo al crearlo (papirotazo cartesiano).

    Los cuerpos físicos, las sustancias materiales, están constituidas por pequeños corpúsculos materiales que llenan el espacio, pues el vacío no existe. Descartes reduce los cuatro tipos de movimiento aristotélicos (cuantitativo, cualitativo, sustancial y local) a este último, considerando, como los atomistas, que todo cambio se reduce al cambio de las partículas en el espacio.

    El movimiento de los cuerpos naturales está gobernado por la ley de la inercia y por el principio de la constancia de la cantidad del movimiento.

    6.- EL HOMBRE: EL DUALISMO ANTROPOLÓGICO

         Descartes tiene una concepción dualista del Hombre, al que concibe como la unión de dos sustancias: el cuerpo y el alma, o lo que es lo mismo la res extensa y la res cogitans o sustancia pensante. El cuerpo del hombre es de naturaleza material y como todo lo material, se caracteriza por la extensión y el alma es inmaterial  e inextensa. El piadoso Descartes considera que el alma es distinta del cuerpo y de su cerebro, que puede existir separada de él, confirmando así la creencia cristiana en la inmortalidad del alma y que es más fácil de conocer que el cuerpo. 
        Descartes sostiene que ambas sustancias, el cuerpo y el alma, la res extensa y la res cogitans  interactúan la una sobre la otra en la glándula pineal, pequeña estructura  situada en el centro del cerebro en la que se ubica el alma. A ella llegan las impresiones sensibles y las pasiones transmitidas por los “espíritus animales”, noción equivalente aproximadamente a nuestras neuronas, y de ella salen las órdenes para mover los miembros del cuerpo.

    La res cogitans o el alma realiza dos actividades: pensar y querer. Los modos del pensamiento son sentir, imaginar, y entender. La voluntad tiene también diferentes modos: desear, rechazar, afirmar, negar dudar. La voluntad de libre y nos permite elegir lo propuesto previamente por el entendimiento como bueno y controlar y dominar las pasiones del alma.   
       
    7.-MORAL PROVISIONAL

En la 3ª parte del Discurso del Método propone Descartes las siguientes reglas de una moral provisional:

    1.- Seguir las leyes, las costumbres y la religión de mi país y regirse por las opiniones más moderadas, apartadas de todo exceso y comúnmente admitidas por los más sensatos.
     2.- Ser firme y resuelto en mis acciones y seguir siempre las más probables, si no es posible discernir las mejores.
     3.- Procurar siempre antes vencerse a sí mismo que a la fortuna y alterar mis deseos antes que el orden del mundo
     4.- Aplicar mi vida al cultivo de la razón y a buscar la verdad.

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