CONTEXTUALIZACIÓN HISTÓRICA, SOCIOCULTURAL Y
FILOSÓFICA DE LA EDAD
MODERNA
Convencionalmente, la Edad Moderna se
extiende desde 1453, año de la caída de Constantinopla en manos de los turcos hasta
el inicio de la Revolución
industrial y de las revoluciones liberales de finales del siglo XVIII: la Independencia de los
E.E.U.U. (1776) y la redacción de su Constitución (1787) y la Revolución Francesa
de 1789.
1.- CONTEXTO
HISTÓRICO Y SOCIOPOLÍTICO
En la
Edad moderna tienen lugar los siguientes procesos históricos globales:
1.- La expansión del mundo conocido gracias a
los grandes viajes y descubrimientos de los navegantes
portugueses y españoles. Vasco de Gama rodea el Cabo de Buena Esperanza y llega
al Océano Índico, Colón descubre América buscando llegar a las Indias por la
vía occidental, cerrada la oriental por los turcos tras la conquista de
Constantinopla y Magallanes y El Cano dan la vuelta al mundo.
2.- Desde finales del siglo XV se produce la construcción de los Estados nacionales
europeos ( España, Francia, Inglaterra etc…) gracias a la concentración del
poder político y militar en manos del monarca. La poliarquía feudal da paso a las monarquías absolutas características del Antiguo Régimen, que
concentran todo el poder del Estado: legislativo, ejecutivo y judicial en manos
del monarca, haciéndole depositario de la soberanía y del poder, que ejerce por
delegación divina.
Recogiendo en parte las enseñanzas de Nicolás Maquiavelo (1469-1527), que
propugnaba un Estado fuerte, independiente de la Iglesia y dirigido de forma
realista por el Príncipe, que aplicaría la razón de Estado superando los
prejuicios morales, Juan Bodino (1529-1596) y Thomas
Hobbes (1588-1679) en su Leviathan (1651)
legitiman el Estado absolutista,
alegando que el egoísmo innato de los hombres hacía que en el Estado de Naturaleza
que precedió a la organización social y política reinase una guerra a muerte de
todos contra todos, para escapar a la cual y garantizar su seguridad, los
hombres establecieron un contrato en
virtud del cual cedían sus derechos naturales al Estado, cuya soberanía sobre
los súbditos era, a partir de entonces, indivisible e irrevocable. El Estado
está representado de la forma más perfecta por el rey, que ejercerá el poder de forma absoluta. Jacques Bossuet (1627-1704)
justificará el origen divino del poder.
Luis XIV de Francia encarna el ideal del Estado absolutista al decir.”El Estado
soy yo”. La fórmula del Estado absolutista será. “Un roi, une foi, une loi”.
“Un rey, una fe, una ley”
Con Carlos I (1510-1558), España conquista
la hegemonía europea y mundial, que conserva luchando con los piratas turcos en
el Mediterráneo, con la Francia de Francisco I y con la Inglaterra de Enrique VIII. Su hijo Felipe II (1527-1598) mantuvo el
poderoso imperio hispánico luchando también contra los turcos (Lepanto), contra
los ingleses (la Armada Invencible), apoyando a los católicos franceses en sus
luchas contra los hugonotes y tratando de conservar los Países Bajos.
Las naciones
europeas se desangran por las guerras de
religión, que enfrentan a católicos y protestantes. Entre 1618 y 1648 tiene
lugar la guerra de los Treinta años,
que comienza como conflicto religioso para convertirse en una lucha por la
hegemonía europea entre las naciones católicas y las protestantes, entre los
representantes de los Estados territoriales y los príncipes, entre las
ciudades imperiales y el emperador,
entre los Habsburgo y la dinastía francesa.
La guerra de los Treinta años concluye en 1648
con la Paz de Westfalia, que pone
fin a la hegemonía de los Habsburgo y abre paso a las nuevas potencias:
Francia, Suecia, Países Bajos y da inicio a la era de los Estados secularizados
que reconocen la tolerancia religiosa.
3.- Nacimiento y desarrollo del modo de
producción capitalista. En el curso de la Edad Moderna , se
produce un proceso de expansión e integración de los mercados europeos, que de
locales y regionales, pasan a ser nacionales e internacionales a partir del
descubrimiento, la conquista, la colonización y la explotación de los recursos
humanos y materiales del continente americano y africano por las naciones
europeas, proceso que culmina en una incipiente
mundialización de la economía y en la construcción del sistema mundial, en el que se suceden como potencias hegemónicas
centrales España, Holanda y Gran Bretaña.
En el año
1600, para explotar y comercializar los recursos coloniales se crea la Compañía Inglesa de las Indias Orientales
y en 1601, la Compañía Holandesa de las
Indias Orientales. En Francia, Colbert (1619-1683), ministro de Hacienda,
instaura la primera economía nacional dirigida con planificación, estadística y
contabilidad. Crea así el mercantilismo,
para el que la riqueza de un país radica en la posesión de metales preciosos y
monedas, tratando de establecer una balanza comercial activa por medio de la
exportación de productos suntuarios (artículos de lujo, modas, porcelanas etc).
El mercantilismo favoreció el comercio y la industria, elevando la riqueza de
la burguesía
4.-
Consolidación de la estructura social estamental compuesta por la
nobleza y el clero, estamentos privilegiados jurídica, fiscal, económica y
políticamente. La alta burguesía, enriquecida por el comercio, compra cargos
públicos y asciende a la “noblesse de robe” (nobleza burocrática de rango
menor), mientras que la pequeña burguesía y los campesinos padecen fuertes
impuestos y soportan el peso del Estado.
2.- CONTEXTO
CULTURAL
5.- En el plano cultural, la Edad Moderna se
inicia con el Renacimiento de las
artes, las letras y las ciencias, que desde Italia se extiende por toda Europa,
continúa con la ruptura de la unidad religiosa europea y asiste al nacimiento
de la Nueva Ciencia.
El
Renacimiento, la primera fase en el largo proceso de transformación del
feudalismo en capitalismo, como lo definió Engels, tiene como precursores, ya
en el Trecento, a Dante (1265-1321),
Petrarca( 1304- 1374) y Bocaccio (1313-1375), prolongándose en
el Cuattrocento y el Cinquecento, siglos
XV y XVI.
En
el plano artístico, en la época renacentista, la arquitectura
vuelve también a los modelos clásicos, destacando Filippo Brunelleschi (1377-1446), Leon Battista Alberti (1404-1472), Bramante (1444-1514), Rafael
Peruzzi y Miguel Angel Buonarrotti (1575-1564).
En la escultura,
Miguel Angel disfruta esculpiendo el
cuerpo humano en su plenitud carnal, destacando también Ghiberty
y su discípulo Donatello
(13876-1466).
En pintura,
Giotto (1266-1337) anuncia ya la
concepción realista de la naturaleza. Se desarrolla la perspectiva lineal. Destacan
Fra Angelico (1387-1445), Massaccio (1401-1429), Piero della Francesca (1416-1492), Alessandro Boticelli (1445-1510) y Ghirlandaio (1449-1494). En el siglo
XVI italiano destaca la gran trilogía formada por Leonardo da Vinci (1452-1519), Rafael
(1483-1520) y Miguel Angel y en
la escuela veneciana, Giorgione
(1477-1510), Tiziano (1477-1576). Tintoreto (1518-1594) y el Veronés (1528-1588). En Alemania,
resaltan Hans Holbein el Viejo, Matías Grünewald, Alberto Durero (1471-1528), Hans Holbein el Joven,, Lucas Cranach
el Viejo y en los Paises Bajos Van Eyck, Roger van der Weyden y El Bosco.
En el terreno literario, en Italia,destaca, Baltasar Castiglione (1478-1529),
en Francia, François Villon (1431-1489)
y François Rabelais (1494-1553),
autor de Gargantúa y Pantagruel, mientras en Inglaterra, deslumbra a todos con
su genio inmortal William Shakespeare (1564-1616)
y en España, Antonio de Nebrija (1444-1522)
pone a punto su Gramática de la lengua castellana, Fernando de Rojas escribe la
Tragicomedia de Calixto y Melibea, Juan
Boscan (1478-1542) traduce El Cortesano de Castiglione, Garcilaso de la Vega (1503-1536)
escribe sus Églogas, El lazarillo de Tormes inicia el género de la novela
picaresca y Fray Luis de León
(1527-1591), Teresa de Jesús
(1515-1581) y Juan de la Cruz (1542-1591) enriquecen el género místico, mientras Juan Vives culmina el humanismo (1492-1540).
En la época del barroco, coincidente con el absolutismo del siglo XVII, en arquitectura sobresalen en Italia: Borromini (1599-1667), Bernini (1598-1680) y en España: José de Churriguera (1665-1723) y Pedro de Ribera (m. 1742).
En la escultura: Bernini y Juan Martinez
Montañes (1568-1649). En pintura,
brillan Caravaggio ( 1573-1610) en
Italia y Zurbarán (1598-1664), Diego Velazquez (1599-1660), Murillo 1618-1682), Ribalta (1564-1628) y Ribera (1591-1652) en España.
En música
destacan, Monteverdi (1567-1643),
Corelli (1653-1713), Vivaldi (1680-1743) y Scarlatti en Italia, Lully (1632-1687) y Rameau (1683-1764) en Francia y Bach (1685-1750) y Haendel (1685-1759) en Alemania, donde en la época ilustrada florece la música clásica con Gluck (1714-1787), Haydn
(1732-1809) y Mozart (1756-1791).
En el plano literario, entre el renacimiento y el barroco emerge la
figura de Miguel de Cervantes (1547-1616),
Mateo Alemán y Vicente Espinel (1550-1624) continúan desarrollando la picaresca.
La poesía barroca alcanza su cénit con Luis de Góngora (1561-1627), Francisco de Quevedo (1580-1645), Lope de Vega (1561-1635), Tirso de Molina (1584-1648), Pedro Calderón de la Barca (1600-1681)
y Baltasar Gracian (1601-1658).
En la edad
moderna, se produce la ruptura de la
unidad religiosa medieval con la Reforma
de Lutero
(1483-1546) y de Calvino (1509-1564),
seguida por la reacción de los países
del sur de Europa, que liderados por España organizaron la Contrarreforma
católica, que tomó cuerpo doctrinal
en el Concilio de Trento (1545-1563).
La Edad Moderna asiste también al nacimiento y
al desarrollo de la Nueva Ciencia,
que con la astronomía heliocéntrica de Copérnico revolucionó la imagen geocéntrica
medieval del Cosmos y con la física matemática galileana, basada en el método
hipotético deductivo, creó las condiciones para el dominio científico técnico
de la naturaleza.
La vanguardia de la Revolución
Científica de la edad moderna, que, como dijo Marx agudamente, tuvo su
“prólogo en los cielos”, estuvo encabezada por Nicolás de Cusa (1401-1464), quien afirmó que el universo no era ni
finito, como pretendía el geocentrismo aristotélico-ptolemaico, ni infinito,
atributo q ue sólo corresponde a
Dios, sino ilimitado, razón por la cual no tenía sentido afirmar la centralidad
de la tierra.
Tras Cusa, Nicolás
Copernico (1474-1543) defendió, en su libro titulado Sobre las revoluciones
de los cuerpos celestes, publicado póstumamente en 1543 por temor a la
Inquisición, la hipótesis heliocéntrica, y el astrónomo checo Tycho Brahe (1546-1601) sostuvo un modelo de universo que sintetizaba
aspectos del geocentrismo y del heliocentrismo, al postular a la Tierra como
centro del Universo y al defender que la Luna y el Sol giraban alrededor de la
Tierra, mientras que los planetas girarían alrededor del Sol.
Galileo Galilei (1564-1642) defendió polémicamente el
heliocentrismo copernicano en el juicio inquisitorial presidido por el cardenal
Belarmino, alegando los nuevos conocimientos astronómicos descubiertos mediante
el uso del telescopio: que la Luna tenía “mares y océanos”, que no estaba
compuesta de éter, que Júpiter tenía cuatro planetas (los planetas mediceos),
que Venus tenía fases, que el Sol tenía manchas, que la Vía Láctea era un
conglomerado de estrellas.
Giordano Bruno (1548-1600) pagó cara la osadía de sostener que el
mundo era infinito, delito que le costó ser quemado por la Inquisición y. Johannes Kepler (1575-1630) culminó la
remodelación de la cosmología y de la astronomía moderna con sus célebres leyes: la ley de los movimientos
elípticos de los planetas en sus giros alrededor del Sol, la ley de los
movimientos areolarmente uniformes de los planetas y T = K.R (Los cuadrados de
los periodos de la revoluciones de los
planetas en sus giros alrededor del Sol son proporcionales a los cubos de sus
distancias al Sol).
Francis Bacon (1561-1626)
contribuyó también con su obra Novum Organum a cambiar el concepto escolástico
de ciencia, al concebirla como un instrumento de dominio de la naturaleza por el hombre. “Saber es poder”,
Desarrolló también la teoría de los Ídolos ( caverna, tribu, foro y teatro), al
proponer que antes de pretender un conocimiento objetivo de la naturaleza hay
que detectar y eliminar los prejuicios e ideas falsas que tenemos de las cosas
sin saberlo. Propuso también una metodología científica empirista, recomendando
elaborar tablas de presencias, ausencias y grados para conocer las formas o
leyes de la naturaleza.
Galileo desarrolló también la nueva física
matemática y su método
hipotético-deductivo, con sus estudios sobre el movimiento uniforme: v=
e/t, el movimiento uniformemente acelerado: a= V-Vo/t, la trayectoria
parabólica de los proyectiles, la ley de la caída de los graves, ley de inercia
(“Todo cuerpo tiende a mantenerse en reposo o en movimiento uniformemente
acelerado, mientras no actúe sobre él una fuerza que le obligue a cambiar”.
La hazaña de estos científicos revolucionarios fue culminada, ya en el
siglo XVII, por Sir Isaac Newton (1642-1727),
quien redondeó la nueva física con su
ley de la inercia, el principio de acción y reacción, ley del movimiento ( F =
m.a), y la ley de gravitación universal, la invención del cálculo infinitesimal
etc..
La Edad
Moderna fue testigo también de innovaciones
tecnológicas como la brújula, el
telescopio, la pólvora y la imprenta,
que revolucionan, respectivamente, las artes de la navegación, de la guerra y
de la producción y difusión de la
cultura con la impresión y el abaratamiento de los libros.
Estos
cambios culturales de la Edad
moderna alteraron la concepción de la relación entre el hombre y Dios, directa
en el misticismo y el protestantismo,
que consagra el principio del libre examen, indirecta y mediada por la Iglesia y los sacerdotes
en el catolicismo. Cambiaron también las
concepciones científicas sobre el Universo, la naturaleza y el hombre, que
comienza a ser concebido como un ser poderoso, activo y autocreador por Pico de
la Mirándola, que puede transformar la naturaleza mediante la intervención
científico-técnica, como anticiparon Descartes con su mecanicismo y la utopía tecnológica de F. Bacon La Nueva Atlántida.
3.- EL
CONTEXTO FILOSÓFICO
La filosofía
del Renacimiento fue el Humanismo, que
resucita con entusiasmo el legado cultural grecorromano de la Antigüedad, las
lenguas clásicas y el paganismo, renunciando a las esperanzas sobreterrenales y
reivindicando el derecho a la realización del hombre en este mundo terrenal. El
humanismo literario y filosófico fue fomentado por mecenas como Lorenzo el
Magnífico de Médicis (1449-1492), que financió la creación de la Biblioteca y
de la Academia Platónica de Florencia. Allí floreció el neoplatonismo con figuras como Marsilio
Ficino (1433-1499), que intenta armonizar el platonismo y el cristianismo y
que definió al hombre como “cópula del Universo”, por su posición intermedia
entre la tierra y el cielo, Juan Pico de
la Mirandola (1463-1494), que exaltó el valor del hombre, considerándolo
como un ser activo y autocreador, que puede mediante su ingenio dominar el
mundo.
Renacen también el aristotelismo, con Pietro
Pomponazi (1462-1525), el epicureísmo,
con Lorenzo Valla (1406-1457), el escepticismo, con los franceses M. de Montaigne (1533-1592) y Charron (1541-1603). Destacan además, Luis Vives (1492-1540) y Erasmo de Rotterdam (1466-1536), Bernardino Telesio (1509-1588), Tomás Campanela (1548-1639), autor de
la utopía La ciudad del sol.
La filosofía humanista de los siglos XV y
XVI es sucedida en el siglo XVII por dos
grandes corrientes de la filosofía moderna que son el racionalismo, desarrollado fundamentalmente en el continente
europeo y el empirismo, que se
desarrolló básicamente en las Islas Británicas.
El racionalismo se caracterizó por: 1) la
confianza en la razón para construir el conocimiento científico, 2) por la fe en el ideal del conocimiento
cierto y evidente representado por las matemáticas y por 3) la creencia en que,
basándose en la intuición intelectual de las ideas innatas y en la deducción
racional a partir de ellas, se podría llegar a tener un conocimiento cierto y
absoluto de la totalidad de la realidad. Los principales filósofos
racionalistas modernos fueron: Descartes
(1596-1650), Malebranche (1638-1715),
Spinoza (1631-1677) y Leibniz (1646-1716).
El empirismo
se caracterizó por: 1) su fe en la experiencia como base del conocimiento, 2)
por tomar como modelo de ciencia las ciencias naturales, como la física de
Newton y 3) por su creencia en que todos los conocimientos empíricos son
meramente probables. Los filósofos empiristas más importantes fueron Francis Bacon Thomas
Hobbes (1588-1679), John Locke (1632-1704), George Berkekey (1685-1753) y
David Hume (1711-1776).
Ya en el siglo XVIII, la Edad de la Razón y
el siglo de la Ilustración, el racionalismo
y empirismo confluyen en el idealismo
trascendental de Kant (1724-1804), el
más famoso de los filósofos ilustrados alemanes.
DESCARTES Y EL RACIONALISMO
1.- VIDA
René Descartes (1596-1650) nació en La Haye, pequeño
pueblo de la región francesa de Turena el 31 de marzo de 1596. Pertenecía a una
familia burguesa de altos magistrados. A los ocho años ingresó en La Fléche,
prestigioso colegio regentado por los jesuitas, en el que permaneció ocho años.
Allí estudió lógica, matemáticas y filosofía. Desde 1614 a 1616 estudió derecho
en Poitiers. Terminados sus estudios de derecho, se propuso conocer mundo,
alistándose a los ejércitos de Mauricio de Nasau y de Maximiliano de Baviera.
Tras su periplo bélico se instaló en París, donde disfrutó de la amistad de
Mersenne, excompañero de La Fleche y del cardenal Bérulle. En 1628, se
estableció en Holanda, donde permaneció hasta 1649, fecha en la que invitado
por la reina Cristina de Suecia, se instaló en el país nórdico hasta que una
pulmonía acabó con su vida en 1650.
2.-OBRAS:
Sus obras
más célebres son las siguientes: “Reglas para la dirección del espíritu”
(1628), “Tratado del mundo” donde sostenía la tesis heliocéntrica y “Tratado
del hombre” (1633), que renunció a publicar para evitar correr la misma suerte
que Galileo, condenado por la Inquisición en 1633.
E l
“Discurso del método” (1637) es la introducción a tres tratados científicos: la
“Dióptrica”, donde expone una teoría general de las lentes y de la refracción
de los rayos luminosos, “Los meteoros”, donde estudiaba fenómenos
meteorológicos como la lluvia, el viento, el arco iris, los cometas, las mareas
y la “Geometría”, donde funda el álgebra moderna, la geometría analítica y una
teoría de las ecuaciones.
El “Discurso
del método” se publicó ya en francés y no en latín, como era habitual hasta
entonces con las obras filosóficas y científicas. Consta de 6 partes. En la
primera expone Descartes su autobiografía intelectual, en la segunda expone las
reglas del método: evidencia, análisis,
síntesis y enumeración. En la tercera, su moral provisional, en la cuarta su
metafísica, en la quinta su física mecanicista y en la sexta un programa
de sus futuras investigaciones.
En 1641,
publicó las “Meditaciones metafísicas”.
En 1642, Gisbert Voetius, rector de la Universidad de Utrecht , le acusó de
ateísmo. En 1644 publicó ”Los principios
de filosofía” y en 1649 “Las pasiones del alma”.
A su muerte,
sus obras, a instancias de los jesuitas, fueron incluidas en el Index Librorum
Prohibitorum y ser cartesiano se consideró pecado.
Hegel, el
filósofo idealista alemán del siglo XIX, atribuye a Descartes el mérito de ser el
iniciador del giro idealista de la filosofía moderna, que condujo al
abandono del realismo ingenuo de la filosofía precedente ,por su descubrimiento
del cogito, del pensamiento, como fundamento de la realidad y de la certeza del
conocimiento. De creer a Hegel, Descartes habría abandonado las creencias del
realismo ingenuo según las cuales la realidad es externa al sujeto que la
percibe, independiente de él y cognoscible por él, al descubrir al sujeto
pensante como fundamento de la realidad y del conocimiento.
Pero
Descartes estuvo también muy influido por la filosofía medieval, en especial
por S. Agustín, cuyo “Si fallor, enim sum”, “Si me equivoco, existo” es un
claro precedente del “Pienso luego existo” cartesiano, así como también influyó
en Descartes el lema agustiniano de buscar la Verdad en el interior de la
conciencia.
Descartes, a
su vez, a través de su física, materialista y mecanicista, influyó en el
desarrollo del materialismo moderno en los médico Leroy y Cabanis y en Holbach
y Lamettrie, autor de “El hombre máquina” y, a través de su metafísica, influyó
en el racionalismo de Spinoza y Leibniz y en el idealismo filosófico de la edad
moderna.
3.-
EL MÉTODO CARTESIANO: EPISTEMOLOGÍA.
Descartes compartió la preocupación de los filósofos y científicos
modernos por el método de investigación científico. Como Francis Bacon, quien en su obra “Novum Organum” propuso su teoría de los ídolos ( de la tribu, de la caverna, del foro y del teatro) para
localizar y erradicar los prejuicios e ideas falsas y el método inductivo de elaboración de tablas de presencias, ausencias
y grados y como Galileo, con su método hipotético-deductivo, también
Descartes reflexionó sobre el método y expuso sus conclusiones en dos obras:
las “Reglas para la dirección del espíritu” (1628), donde enumeraba y explicaba
veintiuna reglas y el “Discurso del método” (1637), donde las redujo a cuatro.
“El discurso
del método”, que comienza con una autobiografía de Descartes escrita en francés, se inicia diciendo que el buen sentido o razón es la cosa mejor repartida del mundo, pues es común e igual a
todos los hombres, lo que les permite juzgar bien y distinguir lo verdadero de
lo falso. Pero añade que más vale no investigar la verdad que hacerlo sin método, pues los
estudios desordenados oscurecen la “luz natural
de la razón” y ciegan a los espíritus.
Descartes
define el método como un conjunto de
“…reglas ciertas y fáciles cuya exacta
observancia permiten que nadie tome nunca como verdadero nada falso y que sin
gastar inútilmente ningún esfuerzo de inteligencia, llegue, mediante el
acrecentamiento gradual y continuo de la ciencia, al verdadero conocimiento de
todo lo que sea capaz de conocer”. Descartes. Reglas para la dirección del espíritu.
El “método”,
etimológicamente camino, es el procedimiento que ha de seguir el científico
para conocer la verdad y consiste en la aplicación de una serie de reglas, que
han de ser pocas, ciertas, y fáciles de
aplicar. Su aplicación sistemática ahorrará tiempo y esfuerzo al investigador y
le permitirá evitar el error y progresar ininterrumpidamente en el conocimiento
de la realidad.
Las fuentes del método cartesiano están,
como dice el propio Descartes en la lógica aristotélica, en el análisis
geométrico y en el álgebra. Descartes analiza dichos métodos para eliminar sus
aspectos negativos y seleccionar los positivos.
Lo positivo de la lógica aristotélica radica, según Descartes, en el carácter
necesario de las conclusiones a las que se llega a través de las premisas. Lo negativo del silogismo es que la
conclusión no puede añadir ninguna información nueva que no estuviera ya
contenida en las premisas, por lo que Descartes considera el método silogístico
inadecuado para el descubrimiento de nuevas verdades, aunque sea apropiado para
la exposición ordenada de las ya conocidas.
Lo positivo del análisis de los antiguos, es decir, de la geometría euclídea, estriba en que permite a los geómetras
obtener teoremas universales y necesarios deductivamente a partir de una serie
de axiomas, definiciones y reglas de transformación. Lo negativo es su dependencia de los sentidos y de la imaginación,
pues los geómetras antiguos efectuaban sus demostraciones mediante la
construcción de las figuras geométricas y la intuición de las equivalencias
entre sus partes.
El álgebra de los modernos permite
resolver los problemas geométricos de forma abstracta, prescindiendo de la
imaginación, pero tiene el inconveniente de ser, dice Descartes, un arte
confuso y oscuro, pues pese a las aportaciones del matemático francés Vieta, el
sistema de notación algebraica de la época de Descartes tenía ciertas
deficiencias que el propio Descartes contribuyó a subsanar.
Javier Echevarría le atribuye a Descartes
las siguientes innovaciones:
1ª la explicación del método para resolver los problemas geométricos, que rompía con la tradición de los algebristas antiguos, Diofanto y Pappus, de mantener secretos los métodos para resolver los problemas.
2ª la clasificación rigurosa de la pluralidad de figuras geométricas estudiadas por los griegos, es decir, la introducción de orden en la geometría, distinguiendo entre los lugares planos, que refieren a las ecuaciones de segundo grado, los lugares sólidos, que refieren a las de tercer grado, los supersólidos etc…,clasificación lograda mediante la identificación de las figuras geométricas con su ecuación algebraica, ecuaciones que desempeñan un papel fundamental en la geometría analítica, al reemplazar las antiguas construcciones geométricas, que a veces eran muy complicadas, por la complejidad de las figuras auxiliares utilizada. Con ello, Descartes inauguró la geometría analítica, en la que la figura tiene su auténtica representación en la ecuación y la teoría de las ecuaciones se estudia por orden creciente de dificultad del problema, que viene determinada por el grado de la ecuación.
1ª la explicación del método para resolver los problemas geométricos, que rompía con la tradición de los algebristas antiguos, Diofanto y Pappus, de mantener secretos los métodos para resolver los problemas.
2ª la clasificación rigurosa de la pluralidad de figuras geométricas estudiadas por los griegos, es decir, la introducción de orden en la geometría, distinguiendo entre los lugares planos, que refieren a las ecuaciones de segundo grado, los lugares sólidos, que refieren a las de tercer grado, los supersólidos etc…,clasificación lograda mediante la identificación de las figuras geométricas con su ecuación algebraica, ecuaciones que desempeñan un papel fundamental en la geometría analítica, al reemplazar las antiguas construcciones geométricas, que a veces eran muy complicadas, por la complejidad de las figuras auxiliares utilizada. Con ello, Descartes inauguró la geometría analítica, en la que la figura tiene su auténtica representación en la ecuación y la teoría de las ecuaciones se estudia por orden creciente de dificultad del problema, que viene determinada por el grado de la ecuación.
El nuevo
método propuesto por Descartes incorporaba los aspectos positivos de la lógica
aristotélica, la geometría analítica y el álgebra y consta de cuatro reglas:
evidencia, análisis, síntesis y enumeración.
1ª Regla de la evidencia: “Era el primero no aceptar nunca cosa alguna
como verdadera que no la conociese evidentemente como tal, es decir, evitar
cuidadosamente la precipitación y la prevención y no admitir en mis juicios
nada más que lo que se presentase a mi espíritu tan clara y distintamente, que
no tuviese ocasión alguna de ponerlo en duda.” Descartes. Discurso del
método.
La primera
regla del método recomienda considerar como verdaderos sólo los conocimientos evidentes, es decir, aquellos cuya
verdad se pone de manifiesto mediante una simple inspección del espíritu o intuición intelectual de sus objetos y
que, por tanto, no necesitan demostración, como ocurre con los primeros
principios de la lógica. Las notas que características de los conocimientos
evidentes son la claridad y la distinción. Así, un conocimiento es
evidente cuando es claro y distinto.
Descartes
entiende por claro:”…a aquel conocimiento
que está presente y manifiesto a un espíritu atento” y por distinto:”…aquel que siendo claro es de tal manera
preciso y diferente de todos los demás que no comprende en sí mismo sino
aquello que manifiestamente aparece a aquel que le considera como conviene”
Las
condiciones subjetivas necesarias para alcanzar conocimientos evidentes son,
pues, la atención y la evitación de la precipitación y de la prevención.
2ª Regla del análisis: “El segundo, dividir cada una de las
dificultades que examinase en tantas partes como fuera posible y como se
requiriese para su mejor solución.” Descartes. Ibidem.
La regla del análisis recomienda descomponer o dividir
un todo complejo en sus elementos simples, con objeto de conocer sus partes y las relaciones
estructurales entre ellas.
Cuando
describimos las cosas mencionamos sus cualidades. La descripción presupone el
análisis de las cualidades de las cosas.
Descartes distinguió, como otros filósofos modernos, dos tipos de
cualidades de las cosas: las cualidades
objetivas o primarias de las cosas, que están en las cosas mismas y se
pueden conocer objetivamente y matematizar. Entre las cualidades objetivas
pueden mencionarse la extensión, la forma, el tamaño, el peso, el reposo y el
movimiento. Las cualidades subjetivas o
secundarias no están en las cosas mismas sino en el sujeto que las perciba,
como los colores, los olores, los sabores etc
Para
Descartes el objeto inmediato y directo del pensamiento no son las cosas
externas a la mente, lo que él llama la “realidad
formal”, sino las ideas de las cosas o “realidad objetiva”. Como otros autores modernos, Descartes
clasifica las ideas en complejas
y simples.
Aquéllas están compuestas por éstas, a las que nuestro autor llama también naturalezas simples, que son
comparables a los átomos de las que se compondrían las moléculas de las ideas
complejas. La idea de naranja sería una idea compleja. Las ideas de color
anaranjado, de forma esférica, olor y sabor agridulces serían ideas simples
Descartes distinguió tres clases de ideas o naturalezas simples:
intelectuales, materiales y comunes.
Las ideas o naturalezas simples intelectuales.
“…Son conocidas por el entendimiento
gracias a una luz innata y sin ayuda de ninguna imagen corporal”.
Descartes. Reglas para la dirección del espíritu.
Ejemplos de naturalezas simples son la idea de
conocimiento, de duda, de volición.
Las ideas o naturalezas simples materiales
son las correspondientes a las cualidades físicas de los cuerpos materiales,
como la idea de figura, extensión, movimiento, reposo etc…
Las ideas o naturalezas simples comunes son
aquellas que se pueden atribuir tanto a los cuerpos materiales como a las
realidades no materiales. Descartes menciona entre ellas las ideas de
existencia, unidad, duración etc…
Distingue
también en las R.D.I. Descartes dos tipos de conexiones entre ideas: las necesarias, que son relaciones en las
que no se puede dar una idea sin que se de la otra, como la que hay entre
extensión y figura o entre movimiento y duración o entre pensar y existir y las
conexiones contingentes, como la que se da entre cuerpo y vestido.
Descartes
considera que el conocimiento científico consiste en conocer las relaciones
contingentes o necesarias existentes entre las ideas. Según él, hay dos operaciones intelectuales que garantizan
conocimientos ciertos y evidentes: la intuición y la deducción. Estas
operaciones presuponen el análisis o descomposición de las ideas complejas para
reducirlas a ideas simples que las constituyen y tienen como meta ver o intuir
las relaciones, contingentes o necesarias existentes entre ellas. Descartes
define ambas operaciones en las Reglas para la dirección del espíritu en los
siguientes términos:
“Entiendo por intuición no la confianza fluctuante que dan los sentidos o el
juicio engañoso de una imaginación de malas construcciones, sino el concepto
que la inteligencia pura y atenta forma con tanta facilidad y distinción que no
queda absolutamente ninguna duda sobre lo que comprendemos. O bien, lo que
viene a ser lo mismo, el concepto que forma la inteligencia pura y atenta, sin
posible duda, concepto que nace de la sola luz de la razón y cuya certeza es
mayor a causa de su mayor simplicidad, que la de la misma deducción”.
Descartes entiende por intuición no la intuición sensible o empírica, que proporciona un
conocimiento cambiante, confuso, oscuro y falaz, ni las caprichosas y
subjetivas construcciones de la imaginación, sino la intuición intelectual, por la que entiende el conocimiento intelectual inmediato y directo de las ideas simples y
de sus relaciones, conocimiento que se caracteriza por su evidencia, claridad y distinción. Como ejemplos de dichos
conocimientos intuitivos menciona nuestro autor que el triángulo está limitado
por tres rectas, que si piensa existe etc. El conocimiento intuitivo
proporciona una mayor certeza y evidencia que el deductivo.
Por deducción entiende Descartes:
“…toda conclusión necesaria derivada de
otras cosas conocidas con certeza. Ha sido preciso hacerlo porque la mayor
parte de las cosas se saben de una manera cierta sin que ellas sean evidentes,
a condición únicamente de que sean deducidas de principios verdaderos y
conocidos, por medio de un movimiento continuo y sin interrupción alguna del
pensamiento, que ve claramente por intuición cada cosa particular”
Por
deducción entiende Descartes un acto de la razón que consiste en la obtención
de determinadas conclusiones partiendo de ciertas premisas. El autor del “Discurso
del método” no establece ninguna distinción de naturaleza entre intuición y
deducción, sino que concibe a esta como una serie de intuiciones sucesivas de
la conexión lógica existente entre distintas proposiciones evidentes. La
diferencia entre ambas radica en que la intuición es un acto puntual de la
mente, mientras que en la deducción se da un movimiento del pensamiento, que
pasa de unas proposiciones inmediatamente evidentes a otras que son
mediatamente evidentes. Además, la deducción racional basa la certeza de la
conclusión en el recuerdo de la
evidencia con la que se presentaron las diferentes proposiciones que forman
parte del razonamiento deductivo. La certeza de la deducción es, pues, menor
que la de la intuición, pues se basa en la memoria de la evidencia de las
proposiciones obtenidas intuitivamente.
3ª Regla de la síntesis: “El tercero, conducir ordenadamente mis
pensamientos, comenzando por los objetos más simples y fáciles de conocer para
ascender poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más
complejos, suponiendo incluso un orden entre los que no se preceden
naturalmente”. Descartes. Discurso del método.
La regla de la síntesis recomienda pensar
ordenadamente y, tras haber descompuesto mediante el análisis los objetos o
ideas complejas y haberlas reducido a ideas simples, comenzar por el
conocimiento de ellas y de sus relaciones, para recomponer o reconstruir el
todo complejo a partir de sus partes. Considera Descartes conveniente formular
hipótesis o suposiciones sobre las relaciones entre las ideas en caso de que
estas no sean evidentes.
4ª Regla de la enumeración: “Y el último hacer en todas partes
enumeraciones tan complejas y revistas tan generales que estuviera seguro de no
omitir nada”. Ibidem.
La cuarta regla recomienda repasar y revisar
el proceso de análisis por el que hemos reducido lo complejo a los elementos simples
que lo constituyen y de recomposición sintética del todo mediante las partes y
revisar el proceso deductivo en los largos razonamientos lógicos o matemáticos.
Resumiendo, el método cartesiano
recomienda analizar o descomponer
las ideas complejas en las ideas simples que las constituyen, intuir intelectualmente dichas ideas y
sus relaciones para llegar a conocimientos ciertos y evidentes, es decir a
conocimientos claros y distintos, deducir
conocimientos nuevos a partir de los conocimientos evidentes obtenidos
intuitivamente, sintetizar o
reconstruir los objetos complejos a partir de sus partes simples, previamente
conocidas intuitivamente y enumerar o
repasar todo el proceso intelectual.
4ª
LA METAFÍSICA CARTESIANA
Dice Emanuele Severino que hay una
diferencia entre la metafísica antigua, definida por Aristóteles, su fundador,
como la ciencia del ser en cuanto ser, y la metafísica moderna inaugurada por
Descartes. La metafísica antigua de Platón, Aristóteles y Sto Tomás es una
ciencia que busca ir más allá o trascender (“meta”) las cosas físicas
(Physiká), caracterizadas por su devenir para remontarse a la entidad inmóvil,
las Ideas platónicas, el Motor inmóvil, Dios, mientras que la metafísica
moderna pretende trascender o pasar del orden de las representaciones o ideas
(realidad objetiva cartesiana) a la realidad externa a la mente (realidad
formal).
Descartes
sigue considerando a la metafísica como la reina de las ciencias y como el
fundamento de las mismas. Metafóricamente se refiere a la relación entre la
filosofía y la metafísica concibiendo a aquélla como un árbol que nace de las
raíces de la metafísica:”Toda la
filosofía es como un árbol cuyas raíces son la metafísica, el tronco la física
y las ramas que salen de él las demás ciencias, pero la metafísica o filosofía
primera contiene los principios del conocimiento.” Descartes. Principios de
filosofía.
Descartes
expone su metafísica, que para él es
indisociable de la epistemología o
teoría del conocimiento, pues la metafísica o filosofía primera contiene los
principios del conocimiento, en la cuarta parte del “Discurso del método”, en
las “Meditaciones metafísicas” y en los “Principios de filosofía”. La siguiente
exposición se basa en las dos primeras obras. Una vez expuesta la metafísica,
siguiendo lo más literalmente posible a Descartes, expondré sintéticamente su
ontología o metafísica y su epistemología o teoría del conocimiento.
En una época
de crisis cultural, en la que se ha roto la unidad religiosa de las naciones
europeas con la Reforma luterana y en la que se tambalea el paradigma
geocéntrico aristotélico ptolemaico y la física cualitativa aristotélica ante
la revolución copernicana y la física matemática de Galileo, Descartes se
propone la tarea de establecer algo
firme y estable en las ciencias para reconstruir a partir de ello todo el
conocimiento sobre bases sólidas y ciertas.
Paradójicamente, nuestro autor se propone conseguir tal fin recurriendo
al método de la duda metódica universal,
duda que no es ni existencial, ni escéptica, sino que pretende salir de dudas y
llegar a conocimientos indudables,
ciertos y evidentes. Recurriendo a dicho método, Descartes pondrá en duda todos
sus conocimientos, tanto los adquiridos en la escuela, cuanto los aprendidos
mediante la lectura y los adquiridos mediante su propia experiencia. Para
depurar sus creencias y opiniones recurrirá al criterio de evidencia, consistente en: “…rechazar como absolutamente falso todo aquello en lo que pudiera
imaginar la más pequeña duda”. Descartes. Discurso del método. Es decir,
rechazará como si fuera falso
cualquier conocimiento que no sea evidente, para:”…ver si después de esto quedaba algo entre mis creencias que fuese
totalmente indudable.” D.M. Aplicando este programa de duda
generalizada, Descartes dudará de los sentidos, de las ciencias naturales y de
las matemáticas. Veámoslo en detalle:
1.- La duda de los sentidos
Ahora bien, para destruir todas sus creencias y
opiniones falsas no es necesario analizarlas críticamente todas y cada una de
ellas, pues supondría un trabajo infinito, sino que será suficiente con
arruinar las bases sobre las que se fundamentan. Pero como muchas de las cosas
que cree saber las ha aprendido a través de los sentidos y estos nos han engañado frecuentemente, al padecer todo
tipo de alucinaciones y de ilusiones
sensoriales, será prudente, para evitar ser engañados en lo sucesivo por ellos,
proceder como si todos ellos fueran inciertos y falsos.
Sin embargo,
argumenta Descartes en sus “Meditaciones”, aunque podamos dudar de los
conocimientos sensibles sobre objetos remotos, hay conocimientos sensibles
dotados de una gran certeza moral,
de modo que ponerlos en duda sería muy extravagante. ¿Cómo podríamos dudar, se
pregunta Descartes, que estoy aquí, sentado junto al fuego y vestido con mi
bata, aunque tal conocimiento lo obtenga a través de los sentidos?. Quien
dudase de tal cosa se equipararía con esos locos que creen tener el cuerpo de
vidrio
2.- El argumento
del sueño
Pero, por otra parte, prosigue Descartes, como humanos
que somos dormimos y al dormir soñamos a veces sueños tan vividos que nos
parece no estar soñando, sino viviendo lo que soñamos y, por el contrario, a
veces, estando despiertos nos ocurren cosas
tan inauditas e increíbles que nos parece estar soñando. De modo que
careciendo de un criterio cierto que nos permita distinguir lo ilusorio y
onírico de lo real y vivido, podríamos también dudar de dichos conocimientos
sensibles dotados de gran certeza moral.
3.- La duda de las ciencias naturales
Descartes extiende aún más el radio de la duda cuando
propone en la 1ª Meditación, dudar de la certeza de los conocimientos
proporcionados por las ciencias que estudian los objetos compuestos, como la
astronomía la física y la medicina, pues dependen de la experiencia, que puede
ser falaz.
4.- La duda de la
certeza de las matemáticas y el Deus deceptor
En la 4ª parte
del “Discurso del método”, pone también en duda Descartes la certeza de los
conocimientos matemáticos, alegando que hay hombres que se engañan al razonar y
al hacer las más elementales operaciones matemática y en las “Meditaciones”
introduce la hipótesis metodológica
del Deus deceptor o Dios engañador
para poder incluir a las matemáticas entre los conocimientos dudosos:
“Sin embargo, tiempo ha que tengo en el
espíritu cierta opinión de que hay un Dios que todo lo puede, por quien he sido
hecho y creado como soy. Y ¿qué sé yo si no habrá querido que no haya tierra,
ni cielo, ni cuerpo extenso, ni figura ni magnitud, ni lugar, y que, sin
embargo, tenga yo el sentimiento de todas estas cosas, y que todo ello no me
parezca existir de distinta manera que como yo lo veo? Y es más aún: como yo
pienso a veces que los demás se engañan en las cosas que mejor creen saber,
¿qué sé yo si Dios no ha querido que yo también me engañe cuando adiciono dos
más tres, o cuando enumero los lados de un cuadrado, o juzgo de cosas aún más
fáciles que esas, si es que puede imaginarse algo que sea más fácil?”
Descartes. Meditaciones metafísicas.
Pero la
hipótesis del Deus deceptor no sólo permite dudar de la certeza de las
matemáticas, sino que radicaliza la duda, extendiéndola, además a las
siguientes cuestiones: 1) a la creencia en que las cosas externas (la “realidad
formal”) es como nos la representamos mediante nuestras ideas (“realidad
objetiva”)
y 2) a la creencia en la existencia de las cosas externas
a nuestra mente, de las cuales forma parte nuestro propio cuerpo, de modo que
no estaría excluida la posibilidad de no existiendo las cosas materiales ni mi
propio cuerpo, creyese yo en que existen. En definitiva, la hipótesis
metodológica del Deus deceptor permite dudas de las más arraigadas certezas
morales, basadas en la costumbre.
5.- El genio maligno y la duda universal
Descartes
sustituye la hipótesis del Deus deceptor, incompatible con su creencia den la
bondad de Dios, por la del genio maligno, que tendrá los mismos efectos en
relación con sus certezas morales:
“Supondré, pues, no que Dios, que es la
bondad suma y la fuente suprema de la verdad, me engaña, sino que cierto genio
o espíritu maligno, no menos astuto y burlador que poderoso, ha puesto su
industria toda en engañarme: pensaré que el cielo, el aire, la tierra, los
colores, las figuras, los sonidos y todas las demás cosas exteriores no son
sino ilusiones y engaños de que hace uso, como cebos, para captar mi
credulidad; me consideraré a mí mismo como sin manos, sin ojos, sin carne, sin
sangre, creeré que sin tener sentidos, doy falsamente crédito a todas esas
cosas ; permaneceré obstinadamente adicto a ese pensamiento y si por tales
medios no llego a poder conocer la verdad, por lo menos en mi mano está poder
suspender el juicio”.M.M.
La hipótesis
del genio maligno, interpretada por
algunos analistas de la filosofía de Descartes, como la posibilidad escéptica
de que no podamos conocer la realidad, extiende el radio de la duda a todas y a
cada una de nuestras creencias y opiniones. Pero, pese a esa radical
incertidumbre, Descartes concluye que podríamos evitar equivocarnos tomando por
cierto lo incierto, adoptando, como los escépticos antiguos, la suspensión del juicio.
6.- La primera verdad: el cogito
Pero llegado
a este punto de su meditación, Descartes comienza a ver la luz al final del
túnel de la duda, pues, razona, aun suponiendo que exista ese genio maligno que
hace que me equivoque cada vez que juzgo:
“No cabe, pues duda alguna de que yo soy,
puesto que me engaña y por mucho que me engañe nunca conseguirá hacer que yo no
sea nada, mientras que yo esté pensando que soy algo. De suerte que habiéndolo
pensado bien y habiendo examinado cuidadosamente todo, hay que concluir por
último y tener por constante, que la proposición siguiente:”yo soy, yo existo”,
es necesariamente verdadera, mientras la estoy pronunciando o concibiendo en mi
espíritu”. Ibidem.
Descartes,
pues, suponiendo la hipótesis del genio maligno engañador, concluye, remedando el argumento de S.
Agustín: “Si fallor, enim sum” (Si me equivoco, existo), que si el genio
maligno hace que me equivoque cada vez que juzgo, entonces yo, que me equivoco,
no puedo no ser, por lo que necesariamente existo. Así, pues, si pienso,
entonces existo, si “Je pensé, donc je
suis”. Esta proposición: “Pienso, luego existo” es una proposición indudable, cierta,
evidente, clara y distinta, por ser resultado de una intuición intelectual clara y distinta de la conexión necesaria
existente entre la idea simple intelectual de pensamiento y la idea simple común de existencia.
Por ello, puede ser el principio sobre el que se erija el sólido edificio de la
nueva ciencia.
Pero Descartes
sólo sabe ahora a ciencia cierta una cosa; que existe su pensamiento. No sabe a
ciencia cierta, si existe el mundo externo, si existe su cuerpo, si existen las
demás personas. Estas creencias son para él meras certezas morales, basadas en la costumbre, y por tanto meramente
probables y contingentes, pero no certezas
metafísicas, es decir, conocimientos ciertos que han superado el riguroso
criterio de la duda metódica universal. Esta posición filosófica se llama solipsismo y es propia del idealismo
filosófico.
7.- La esencia de la res cogitans
Llegado a
este punto de su meditación se pregunta nuestro autor ¿qué soy yo?. Y responde
que yo soy una cosa que piensa, una res
cogitans: “¿Qué soy, pues?. Una cosa
que piensa. ¿Qué es yo soy una cosa
que piensa?. Es una cosa que duda,
entiende, concibe, afirma, niega, quiere y también que imagina y siente”. M.M.
Yo soy una cosa cuya esencia consiste en pensar. Ahora bien, pensar consiste en
dudar, entender, concebir, afirmar, negar, querer, imaginar y sentir. Todas
estas actividades son modos del pensar
Pero esa cosa
pensante que soy yo y que existe indudablemente, es concebida por Descartes
como una sustancia pensante, es decir, como una realidad permanente, estable
e idéntica a sí misma, que es el sustrato
y el sujeto de los pensamientos y de
los diferentes modos del pensar, análogamente a como Aristóteles concebía las
sustancias materiales como el sujeto soporte de las cualidades accidentales que
permanece pese a los cambios de formas.
Esa res cogitans es distinta del cuerpo, no
es material y no necesita de él ni de ninguna otra cosa para existir, por lo
que puede existir separada del cuerpo, dice Descartes asumiendo el dogma
religioso cristiano de la inmortalidad del alma. Es, además, dice el francés,
más fácil de conocer que el cuerpo.
8.- El criterio de verdad del cogito
Considera ahora Descartes que no sólo ha hallado
la primera verdad, sino con ella también un criterio de verdad, que le permitirá discriminar los conocimientos
verdaderos y ciertos de los inciertos y falsos. Establece así que todos los
conocimientos que sean tan claros y distintos como la proposición “Pienso,
luego existo” podrán considerarse verdaderos.
9.- La existencia de Dios
Descartes sólo sabe ahora a ciencia cierta que existe él
en cuanto sujeto que piensa y las ideas en las que piensa, aunque cree saber
que existe el mundo de las cosas externas y su propio cuerpo. Examina entonces
sus ideas y encuentra que las hay de tres clases: las ideas innatas, que no proceden de la experiencia, las ideas adventicias, procedentes de la
experiencia y las ideas facticias, construidas
por la imaginación, como la idea de sirena.
Procede a
continuación Descartes a demostrar la existencia de Dios. Utiliza argumentos a priori, independientes de la
experiencia y no a posteriori como Sto Tomás de Aquino. Argumenta que se sabe imperfecto, puesto que
duda, pero si esto es así es porque conoce la idea de perfección, la idea de un
ser perfecto. Pero, se pregunta Descartes, ¿cuál es el origen de la idea de un
ser perfecto, es decir, de la idea de Dios? La idea de Dios no puede ser
adventicia, pues la experiencia sólo nos hace conocer objetos finitos e
imperfectos. Tampoco puede ser facticia, pues un ser imperfecto como yo no
puede crear la idea de un ser perfecto como Dios. Tampoco puede proceder de la nada, pues la
nada, que es lo máximamente imperfecto no puede ser la causa de lo máximamente
perfecto que es Dios, por tanto, la idea de Dios sólo puede ser innata y es
como el sello del artífice en su obra. Dios es la causa de la existencia de la
idea de Dios en el pensamiento.
A este argumento para demostrar la existencia
de Dios, basado en el principio de
causalidad eficiente, añade Descartes el argumento ontológico de S. Anselmo, que dice que la idea de Dios es
la idea de un ser perfecto, que la existencia es una perfección, por lo que
Dios existe necesariamente, no sólo en el pensamiento, sino en la realidad,
mientras que el resto de las cosas de las que tengo ideas, árboles, triángulos etc…son
de tal naturaleza que su esencia no implica necesariamente su existencia.
10.- La esencia de Dios
Al demostrar
la existencia de Dios, Descartes ha superado el solipsismo. Ya sabe a ciencia
cierta que existen dos cosas: el yo pensante
y Dios, aunque sigue sin saber a
ciencia cierta si existe el mundo material y sin recuperar la certeza de sus
antiguos conocimientos. Se pregunta entonces por la esencia de Dios y da una respuesta bastante convencional por
escolástica:
“Por Dios entiendo una sustancia infinita,
eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente, que me ha creado a
mí mismo y a todas las demás cosas que existen (si es que existe alguna). Pues
bien, eso que entiendo por Dios es tan grande y eminente, que cuanto más
atentamente lo considero menos convencido estoy de que una idea así pueda proceder de mí. Y por
consiguiente, hay que concluir necesariamente, según lo antedicho que Dios
existe. Pues aunque yo tenga la idea de sustancia en virtud de que yo soy una
sustancia, no podría tener la idea de una sustancia infinita, siendo yo finito,
si no la hubiera puesto en mí una sustancia que verdaderamente fuera infinita.”
Descartes. M.: 3ª Meditación
Mediante la vía positiva, atribuye a Dios, como
hacían los escolásticos medievales, todas las perfecciones halladas en sus
criaturas, pero elevadas a un grado eminente y superlativo. Por lo que Dios es
infinitamente bueno, veraz, omnipotente, omnisciente etc y mediante la vía negativa, se sustraen de Él todas
las cualidades negativas, resultando así que Dios es infinito, inmutable, independiente etc…Pero,
además Dios es simple, espiritual, necesario, creador y conservador de todo lo
existente. La veracidad del buen Dios, además, no permitiría que los humanos se
engañasen si piensan correctamente.
11.- El círculo vicioso
Superado el solipsismo mediante la demostración de
la existencia de Dios, Descartes sabe ya dos cosas con certeza: que existe él y
que existe Dios. Pero ¿cuál de esas dos proposiciones es más cierta? y ¿cuál es
la fundamental y cuál la derivada?. Descartes, utilizando el método de la duda
universal, llega, en primer lugar, al cogito, a la proposición “Pienso, luego
existo”, a la que considera cierta y evidente por ser resultado de una
intuición intelectual de la relación necesaria entre la idea de pensamiento y
la de existencia y después demuestra la
necesidad de la proposición que afirma la existencia de Dios mediante el principio de causalidad.
Parecería, pues, que la primera proposición: “Pienso, luego existo” fundamenta
la segunda proposición deducida: “Dios existe”. Pero en las “Meditaciones” dice
Descartes que la primera proposición:”Yo existo” es cierta porque Dios existe y
no es engañador. Por ello, fue acusado en su época de cometer un círculo
vicioso, es decir, demostrar la existencia de Dios a partir del Yo y la del Yo
a partir de Dios.
12.- La causa del error
En este
punto de su meditación, Descartes sabe ya que él existe y que existe Dios.
Añade que de Dios procede todo bien y toda perfección en el orden del ser y
toda verdad en el orden del conocer y afirma confiadamente que su Bondad y
Veracidad supremas no permitiría que nos engañásemos al juzgar, siempre que
procedamos metódicamente.
Pero si es así,
¿de dónde procede el error?. La respuesta cartesiana remeda la agustiniana. Para
S. Agustín no era Dios el culpable de existencia del mal en el mundo, sino el
hombre que hizo un mal uso del libre albedrío de la voluntad. Para Descartes,
la causa de ese mal que es la equivocación y el error hay que atribuirlo al
libre albedrío de la voluntad, que afirma o niega precipitadamente que un
sujeto tenga un determinado atributo sin que el entendimiento haya podido
intuir con claridad la conexión de dichas ideas.
13.-La recuperación de las certezas morales
Así las cosas, sabiendo que Dios existe y que es
bueno y veraz y que no puede permitir que nos engañemos, si pensamos
ateniéndonos al método (evidencia, análisis, síntesis y enumeración), Descartes
comienza a recuperar las certezas morales que había suspendido al proponerse recurrir
al método de la duda metódica universal. Recupera así la creencia en la
existencia de las cosas materiales, del propio cuerpo y de las proposiciones de
las ciencias naturales y de las matemáticas, que había cuestionado con la duda
metódica. Descartes apela a Dios para justificar la creencia en la
correspondencia y adecuación del orden de nuestras ideas de las cosas y las
cosas mismas, de la realidad objetiva y la realidad formal, postura metafísica
que recibe el nombre de teologismo
gnoseológico y que hace a Dios el aval de la objetividad del conocimiento.
Resumiendo la filosofía de Descartes,
podríamos decir que su posición metafísica
podría llamarse realismo crítico y
sostendría que podemos tener la certeza de la existencia de tres sustancias: la
sustancia espiritual finita, alma o yo,
conocida intuitivamente, la sustancia
espiritual infinita o Dios, deducida mediante el principio de causalidad y
la existencia de las sustancias
materiales, cuya esencia es la extensión,
la certeza de cuya existencia viene avalada por Dios. La sustancia espiritual infinita, es
decir, Dios, sería la causa de la
existencia y de la conservación tanto del mundo material como de las almas.
En el plano epistemológico, Descartes propone el método de la duda metódica universal
para detectar y eliminar prejuicios y
opiniones falsas y recomienda las reglas
del método: evidencia, análisis, síntesis y enumeración y la intuición intelectual y la deducción
racional para descubrir nuevas verdades ciertas e indudables.
5.- LA FÍSICA DE DESCARTES
Descartes expone sus concepciones físicas
resumidamente en la quinta parte del “Discurso del método”. Con Descarte se
produce un cambio de la metáfora con la que se venía concibiendo el universo.
El modelo organicista antiguo que
concebía el universo como un ser vivo
animado por el alma del mundo, fue sustituido
por el modelo mecanicista, que lo
veía como una máquina compleja,
diseñada por el gran relojero divino.
El nuevo modelo
mecanicista abandonó la física
cualitativa aristotélica, que explicaba los fenómenos naturales recurriendo
a la teoría de las cuatro causas (material, formal, eficiente y final),
privilegiando a esta sobre las demás, por una nueva física matemática y mecanicista, que redujo la explicación causal a
la busca de la causa eficiente y a la
explicación del por qué y el cómo de los fenómenos naturales.
La nueva física
mecanicista procedió a una matematización
de la realidad, que redujo a esta a sus aspectos mensurables y
matematizables, mediante la distinción entre las cualidades objetivas o primarias, consideradas como cualidades de
las cosas mismas, presentes en ellas, como la extensión, figura, el reposo o el movimiento,
mensurables y calculables matemáticamente y las cualidades subjetivas o secundarias, no pertenecientes a las cosas
mismas y dependientes del sujeto que las percibe, como colores, olores, sabores
etc, difícilmente matematizables y, en consecuencia prescindibles para una
descripción y explicación científica de la naturaleza.
Para el materialismo mecanicista cartesiano el
Universo es una gran máquina constituida por cuerpos materiales, cuya esencia
es la extensión, que interactúan causal y mecánicamente los unos sobre los
otros, transmitiéndose el movimiento que Dios imprimió originalmente al Universo al crearlo
(papirotazo cartesiano).
Los cuerpos
físicos, las sustancias materiales, están constituidas por pequeños corpúsculos
materiales que llenan el espacio, pues el vacío no existe. Descartes reduce los
cuatro tipos de movimiento aristotélicos (cuantitativo, cualitativo, sustancial
y local) a este último, considerando, como los atomistas, que todo cambio se
reduce al cambio de las partículas en el espacio.
El movimiento
de los cuerpos naturales está gobernado por la ley de la inercia y por el principio
de la constancia de la cantidad del movimiento.
6.- EL HOMBRE: EL DUALISMO ANTROPOLÓGICO
Descartes tiene una concepción dualista del
Hombre, al que concibe como la unión de dos sustancias: el cuerpo y el alma, o lo
que es lo mismo la res extensa y la res cogitans o sustancia pensante. El
cuerpo del hombre es de naturaleza material y como todo lo material, se
caracteriza por la extensión y el alma es inmaterial e inextensa. El piadoso Descartes considera
que el alma es distinta del cuerpo y de su cerebro, que puede existir separada
de él, confirmando así la creencia cristiana en la inmortalidad del alma y que
es más fácil de conocer que el cuerpo.
Descartes
sostiene que ambas sustancias, el cuerpo y el alma, la res extensa y la res
cogitans interactúan la una sobre la
otra en la glándula pineal, pequeña
estructura situada en el centro del
cerebro en la que se ubica el alma. A ella llegan las impresiones sensibles y
las pasiones transmitidas por los “espíritus animales”, noción equivalente
aproximadamente a nuestras neuronas, y de ella salen las órdenes para mover los
miembros del cuerpo.
La res cogitans o el alma realiza dos
actividades: pensar y querer. Los
modos del pensamiento son sentir, imaginar, y entender. La voluntad tiene
también diferentes modos: desear, rechazar, afirmar, negar dudar. La voluntad
de libre y nos permite elegir lo propuesto previamente por el entendimiento
como bueno y controlar y dominar las pasiones del alma.
7.-MORAL
PROVISIONAL
En la 3ª parte
del Discurso del Método propone Descartes las siguientes reglas de una moral
provisional:
1.- Seguir las leyes, las costumbres y la
religión de mi país y regirse por las opiniones más moderadas, apartadas de
todo exceso y comúnmente admitidas por los más sensatos.
2.- Ser firme y resuelto en mis acciones y
seguir siempre las más probables, si no es posible discernir las mejores.
3.- Procurar siempre antes vencerse a sí
mismo que a la fortuna y alterar mis deseos antes que el orden del mundo
4.- Aplicar mi vida al cultivo de la razón
y a buscar la verdad.
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