EL NOMINALISMO DE GUILLERMO DE OCCAM
Con Guillermo de Occam, nacido hacia 1280
y muerto en 1348 de la peste negra, se inicia la “via moderna”, en
contraposición a la “via antiqua”, que continuaba la filosofía escolástica de
San Alberto Magno, Sto. Tomás y Duns Scoto.
Occam vive a caballo entre el siglo XIII y el siglo XIV. Este siglo
estuvo caracterizado por las malas cosechas, la inflación y por la peste
bubónica, que en tres oleadas, 1348, 1360 y 1371, redujo la población europea
de 73 millones de habitantes en 1300 a 45 millones en 1400. Fue un siglo que conoció
grandes migraciones del campo a las ciudades, que se desarrollaban gracias al
comercio y cuyo esplendor económico se tradujo en la construcción de las grandes
catedrales góticas y en el desarrollo de las Universidades. Conoció también el declive de la aristocracia
terrateniente y de la poliarquía feudal y el inicio de las monarquías
nacionales centralizadas y la continuación del secular enfrentamiento entre el
Papado y el Imperio, a cuyo servicio se pusieron las plumas y el ingenio de
Guillermo de Occam y Marsilio de Padua, que defendieron al Emperador Luis de
Baviera frente a las pretensiones del Papa Bonifacio VIII.
1.- ONTOLOGÍA NOMINALISTA
Occam, franciscano defensor
de la pobreza evangélica, adoptó en la célebre polémica medieval de los
universales una posición nominalista
que se puede caracterizar de la siguiente forma:
1.- Negación de la existencia de los “universalia” “ante rem”, postura
platónica sostenida por Remigio de Auxerre ( 841-908), por Guillermo de
Champeaux (1070-112 ) y por S. Anselmo
( ), para la que los universales
existen, antes de realizarse en las cosas particulares creadas, en la mente de
Dios, como mantenía la teoría ejemplarista de S. Agustín.
2.- Negación de la existencia de los universalia “in rebus”, tesis
aristotelizante defendida por Tomás de Aquino, según la cual los universales,
es decir, los géneros y las especies, llamadas por el estagirita sustancias
segundas, están plasmadas y realizadas en las sustancias primeras de la
naturaleza, constituyendo sus ser o su esencia, de donde son extraídas mediante
el proceso de abstracción por el entendimiento agente. Esta tesis presuponía
que la “materia signata quantitate” era el principio de individuación, que
establecía una distinción entre las cosas singulares del mismo tipo, es decir,
que compartían el mismo género y la misma especie.
3.- Occam no es realista, como los que afirman la existencia real de los
universales, sino nominalista, es
decir, sostiene que la única realidad existente es lo particular, lo singular y
lo individual y que los “universales” son
palabras y nombres comunes
que designan colecciones de individuos semejantes.
“Insisto en que no hay nada
universal que exista de la manera que sea fuera del alma, sino que todo lo que
es universal y se puede decir de varios existe en la mente”
Esta postura fue defendida ya por
Roscelino de Compiègne (1050-1142), para quien el universal es un mero “flatus vocis”, “aire de la voz” y por
Abelardo (1079-1142) para el que el universal está en la mente y significa una
cosa concreta. Si no existieran cosas concretas o individuos, no tendrían
significación los universales. Pero Abelardo distingue también entre el nombre
(vox) y el sentido del nombre (sermo).
Occam se distanciará del nominalismo radical de Roscelino, para el que
lo único real es lo singular o individual, pues aunque Occam considera que lo
universal no puede ser real en el sentido de estar realizado en una entidad
individual, pues sería contradictorio que lo universal fuese particular y sostendrá
que lo universal tiene una existencia mental, es decir, que es una “cualitas mentis” o cualidad mental, es una intención del alma
predicable de muchas entidades particulares. Así, pues, lo único real es lo
individual. El universal es un signo
lingüístico natural que designa, significa o supone en el discurso racional, hablado o escrito, a las cosas
particulares, semejantes entre sí en algunos aspectos. Los conceptos o universales son
signos que nos remiten a algo distinto y que se puede referir a muchas cosas.
El concepto, presente en el alma, representa o supone a una multiplicidad de
cosas singulares. Así, el término hombre designa a la multiplicidad de individuos humanos
semejantes entre sí, pero también diferentes y distintos en su irreductible
individualidad.
Occam desarrolla una teoría de la
suposición de los términos. Distingue la suposición personal, en la que el término universal designa a un
sujeto singular. Así, en la proposición “Sócrates es hombre”, la palabra
“hombre” designa a un hombre
particular, por lo que supone personalmente a la realidad designada, de la suposición simple, en la que el
concepto se representa a sí mismo, como cuando se dice que “El hombre es una
especie”, donde no se afirma que el hombre particular sea una especie. Y, por
último, en la suposición material, el término representa o designa una palabra
escrita, como cuando se dice que “”hombre” es una palabra bisílaba”.
Occam sostiene que a diferencia de los conceptos, que son signos
naturales de las cosas, los términos lingüísticos, tanto orales como escritos,
son convencionales
2.- CREENCIA EN LA OMNIPOTENCIA DE DIOS
Y NOMINALISMO
El nominalismo de Occam se relaciona con
la creencia cristiana en la omnipotencia de Dios expresada en el Credo: “Creo
en Dios Padre Omnipotente”. Basándose en dicha creencia, concluye Occam que si
Dios es efectivamente omnipotente, no pudo
limitar su libertad creadora creando el mundo con arreglo a las Ideas y
arquetipos existentes en su mente, como
sostenía la teoría ejemplarista de S. Agustín. Dios, en su omnipotencia, creó
el mundo libremente, sin actuar como un mero copista que toma como modelo las
ideas de su mente. Pero si esto es así, entonces no hay universales ni en la
mente de Dios, ni en las cosas y el mundo creado se reduce a una multiplicidad
de entidades singulares contingentes,
esto es, que son como son, pero que podrían ser de otro modo completamente
distinto, pues que existan y que sean como son, depende exclusivamente de la
libérrima voluntad divina. Dios, si lo quisiera podría alterar las leyes
naturales, pues el único límite a su omnipotencia es el principio de no
contradicción
El
fideismo occamista supone una vuelta a las creencias cristianas y una
depuración del cristianismo de ciertas adherencias platónicas como el
ejemplarismo agustiniano, así como una potenciación de la fe frente a la razón
y una negación de la teología natural como la practicada por Tomás de Aquino,
que pretendió demostrar la existencia de Dios y la inmortalidad del alma
mediante argumentos racionales. Para Occam dichos dogmas no pueden demostrarse
racionalmente y han de ser objeto de fe. Así, frente a la tesis tomasiana
conciliadora entre razón y fe, filosofía y religión, Occam vuelve a privilegiar
la fe sobre la razón, como Tertuliano, defensor del “Credo quia absurdum est”,
con lo que se convierte en precedente de Lutero, con su crítica a la “loca
razón” y su dogma de la salvación por la fe.
El fideismo de Occam contribuyó así a separar Fe y Razón, Teología y
Filosofía, que emancipada de su condición de “ancilla theologiae”, se dedicará
en lo sucesivo a la investigación de la naturaleza y al desarrollo de la
ciencia natural, mientras que el fideismo abrazará posturas místicas que
privilegian la unión irracional con Dios antes que su conocimiento racional.
3.- TEORÍA DEL CONOCIMIENTO DE OCCAM
Se atribuye a Occam y a los nominalistas de la Universidad de París
la formulación del principio de economía,
también llamado la “navaja de Occam”,
que se formula así: no hay necesidad de multiplicar los entes sin necesidad
para explicar la realidad, o lo que es lo mismo, hay que explicar la realidad
postulando para ello el menor número de principios posible.
La aplicación del principio de economía conduce a Occam a las siguientes
consecuencias:
1.-En el plano ontológico a
negar la realidad de los universales y a considerar superfluo el principio de
individuación de los escolásticos, pues si lo real es lo individual, ya no es
necesario explicar como se deduce de lo universal, de los géneros y de las
especies.
2.- En el plano teológico, el
principio de economía se plasma en la renuncia a demostrar racionalmente la
existencia de Dios y del alma, que deben ser objeto de creencia más que de
demostración racional.
3.- En el plano epistemológico, rechaza
Occam la teoría de la abstracción aristotélico-tomista, que suponía que el
intelecto agente abstraía la forma universal contenida en potencia en las cosas
singulares para luego aplicar los conceptos universales abstraídos a los
objetos singulares percibidos sensorialmente y conocerlos y sostiene que
existen dos tipos de conocimiento:
El conocimiento intuitivo,
que es un conocimiento sensorial inmediato y directo de los objetos singulares,
que nos informa de su presencia y permite afirmar su existencia y conocer las
relaciones existentes entre las cosas. El conocimiento intuitivo produce la ciencia real, formulada en
proposiciones o juicios probables sobre hechos contingentes, o como dirá más
tarde el positivismo, en proposiciones sintéticas a posteriori.
El conocimiento abstractivo presupone
formular juicios generales sobre los individuos pertenecientes a una clase del
tipo “Todos los hombres son mortales”. Esto presupone poseer conceptos
universales, que, según Occam, se forman espontáneamente en nuestra mente y que
son signos lingüísticos naturales, junto
a los signos lingüísticos proferidos o hablados y los signos lingüísticos
escritos, que, a diferencia de aquéllos, son convencionales y los significan
arbitrariamente. El conocimiento abstractivo da lugar a al ciencia racional, que, basada en la intuición de proposiciones
evidentes y en la deducción racional a partir de ellas, da lugar a
proposiciones necesarias, expresivas de relaciones entre ideas, como dirá Hume
o de proposiciones analíticas, como las llamarán más tarde Kant y el
positivismo.
4.- VOLUNTARISMO Y POSITIVISMO ÉTICO
De la creencia en la omnipotencia de Dios deduce Occam la inexistencia
de una ley moral natural universal, necesaria y eterna, pues su existencia
limitaría también la omnipotencia divina., lo que cuestiona la creencia
tomasiana en una ley moral natural, expresión de la ley eterna en la criatura
racional y manifiesta en una serie de inclinaciones naturales.
La ética voluntarista de Occam asume que
si Dios es omnipotente y libre, podría cambiar los valores, normas y leyes
morales, estableciendo, si así lo quisiera, que es bueno robar, matar etc y que,
por lo tanto, se debe robar, matar etc…Esto equivale a decir que los valores y
normas morales dependen de la voluntad de Dios, que es quien los ha establecido
y no Dios de los valores y normas morales. Pero si esto es así, los valores y
normas morales no son necesarios sino contingentes. Son los que son, pero
podrían ser otros e incluso los contrarios, si Dios así lo estableciera y lo
mandase, por lo que podría ser meritorio el parricidio si Dios lo mandase así
como ocurrió cuando Dios mandó a Abraham matar a su hijo Isaac.
Para el voluntarismo ético no existe, pues un “bonum per se”, un bien en
sí y por sí que hasta Dios debería respetar, pues ello limitaría la
omnipotencia y la libertad de Dios, sino que el bien es bien porque Dios así lo
ha determinado. Pero si Dios quisiera, podría invertir los valores y las normas
y hacer que fuera bueno y meritorio el odio al prójimo etc…
El voluntarismo de Occam, que sostiene que los valores y normas dependen
de la voluntad de Dios, da lugar a una moral positivista para la cual la virtud
depende de la obediencia a las normas morales más que del respeto a la propia
conciencia.
En el conflicto entre el Papa Gregorio VIII y el Emperador Luis de
Baviera, Occam defendió al emperador. Negó que el poder de éste derive del Papa,
que la ceremonia de la coronación añada algo a la legitimidad de su autoridad y
que sea necesaria la confirmación pontificia de una elección imperial. El poder
del Emperador deriva de su elección por el
colegio de electores, que representa al pueblo y habla en su nombre. Negó
también la infalibilidad del Papa y creyó que el concilio general podía frenar
el poder de la jerarquía eclesiástica.
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